Desde hacía
tiempo venía leyendo con fruición los artículos de Rafael Narbona, cargados de sensatez y compasión, también de
melancólica evocación. Este año el antiguo profesor de filosofía en un
instituto madrileño ha publicado “Maestros
de la felicidad”. No es un manual de filosofía, sino un libro de hermosos
perfiles sobre los grandes pensadores de la Historia que han observado el
mundo, y han sacado inteligentes conclusiones. Después, las han plasmado en sus escritos, que
han marcado, aunque no lo sepamos, nuestra forma de pensar y de sentir. Platón, Aristóteles, Marco Aurelio o Séneca,
Jesús, Pablo de Tarso o Agustín de Hipona, Erasmo o Montaigne, Pascal o
Spinoza, Albert Camus, Hanna Arendt o Viktor Frankl han abierto resquicios en
nuestras mentes graníticas. El mérito de Narbona es la sencillez, el arte de un
profesor experimentado en hacer clases amenas un lunes por la mañana. Rafael
Narbona nos asegura, y lo sabe por experiencia, que el pensamiento, la
filosofía, los libros son medicina y terapia y que funcionan mucho mejor que
los medicamentos antidepresivos.
El título es
exacto, porque siempre el misterio ha acompañado a esta finca vinícola situada
en el término municipal de un pequeño pueblo vallisoletano, Valbuena de Duero, y muy cerca del mío, y en cuyos viñedos han trabajado y trabajan gentes de mi pueblo. Un vino que ha
alcanzado el rango de mítico, por su calidad secular, su escasez y su presencia
en las más afamadas mesas, aquí y allende de nuestras fronteras. Una bodega de
renombre internacional, una marca considerada como uno de los 10 mejores vinos
del mundo… El pasado mes de febrero viví con mucho interés la visita a esta
bodega y pude entender un poco la filosofía que hay por debajo de una
excelencia reconocida: el amor a esa tierra bañada por el Duero y el control de
todo el proceso vinícola: desde la poda, la vendimia, el laboratorio, el
conocimiento de cada de cada metro del terruño, la tonelería y sus tostados, los
corchos, el reposo de los vinos, la ausencia de prisas y una limpieza digna de
un quirófano. Alfonso Armada
recorrió los viñedos, conoció cada rincón de la bodega y entrevistó a los
trabajadores. Luis Alas fotografió las
manos agrícolas, los rostros surcados de los operarios, y cada etapa del
proceso de producción. El resultado: un libro hermoso sobre la finca de Santa
Cecilia (nombre original) que desde hace siglos ama el vino con pasión de otros
tiempos.
El cero y el infinito, de Arthur Koestler
Es la novela
más conocida del escritor húngaro. A lo largo de sus páginas, asistimos a los
interrogatorios a Rubachof, por
parte de sabuesos inquisidores, acusado de haber abandonado la línea ortodoxa
del partido comunista y considerarlo un desviacionista. Tamaño crimen para el
Partido era castigado con la cárcel, la tortura, la expulsión, el destierro y,
en demasiadas ocasiones, la muerte. Primero, Rubachof era un ortodoxo y era él
quien hacía las preguntas a los ‘desviados’. Ahora, está en el otro lado de la
mesa. No es una novela que abunda en episodios morbosos y truculentos, sino que
nos dice cómo se construye el pensamiento único de una dictadura que no admite
ninguna desviación ni pensamiento individual. Las purgas estalinistas fueron
muchas, con diversos matices en cada nación de la órbita soviética, pero todas
ellas responden al mismo patrón: la línea del partido sólo puede mantenerse a
sangre y fuego. Los ciudadanos son así sujetos que no se pertenecen a sí mismos;
pertenecen al Estado, señor de vidas y haciendas. Desasosegante novela que no
ha perdido su actualidad.
El siglo de la soledad, Norena Hertz
Durante varios
jueves, tuve la suerte de hablar y debatir sobre este libro de Norena Hertz, Con contertulios que aportaban variados y
ricos puntos de vista al problema de la soledad. El pensamiento de la escritora
americana habla de una sociedad cada vez más conectada a través de las nuevas
tecnologías y las redes sociales, pero con un creciente y dramático sentido de
soledad. Las personas se sienten cada vez menos acompañadas y más solas. Y en
la raíz de esta soledad está la creciente incapacidad para crear vínculos
fuertes y serenos con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. En el
mundo occidental (con mucha mayor incidencia en el ámbito anglosajón), millones
de personas viven y se sienten solas, a veces únicamente acompañadas por una
mascota o por un robot que les habla o pregunta algo. El hecho de que un buen
porcentaje de jóvenes en Japón, por ejemplo, rechace el contacto físico y viva
su sexualidad virtualmente, o el hecho de que muchas personas mueren solas sin
que nadie se entere y nadie pregunte por ellas, son simplemente dos metáforas
de una sociedad que vive la soledad no deseada como una enfermedad verdaderamente
letal.
Una tarde curioseando en la biblioteca, me encontré con este libro y con su primera línea, casi como una bofetada: "Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba junto a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento". El resto de la novela de esta prometedora autora rumana resume los tres últimos meses que vivieron madre e hijo juntos de vacaciones en un pueblo francés. Muchos años después, el pintor Aleksey, el hijo de la mujer de ojos verdes, evoca ese periodo de rencor y odio, del doloroso recuerdo de la hermana desaparecida y de la madre que culpa y rechaza al hijo. Y de la enfermedad mortal de la madre, ese tiempo que nos pone contra las cuerdas y nos impone el entendimiento y la concordia, el reencuentro y el perdón, porque todos, en fin, caminamos dando tumbos con nuestras propias heridas.
Ante todo no hagas daño, de Henry Mash
Mi amiga
Lucía, lúcida lectora, me lo aconsejó. Se trata de las memorias profesionales
de brillante neurocirujano inglés Henry
Mash. Lo vemos en su época de estudiante y luego ya en el quirófano del
hospital. Cada mañana tiene que abrir el cerebro de dos o tres pacientes y
enfrentarse a lo desconocido en esa zona del cuerpo humano tan inexplorada y
misteriosa aún. Con prodigiosa memoria evoca a los pacientes que pasaron por la
mesa de operaciones y nos habla de los tumores que albergaba su cerebro. Y lo
hace con una claridad tan inequívoca que cualquier lector pagano puede hacerse
una idea de la enfermedad que padecen. Henry Mash se enfrenta a muchos dilemas
morales cada mañana, a muchas decisiones que tiene que tomar en cuestión de
segundos y a muchos contratiempos que le ponen al borde del abismo. Admite,
cosa bastante poco habitual, algunos errores garrafales que dejaron secuelas en
los pacientes. Pero Henry Mash perteneció a la vieja escuela de médicos
humanistas para los cuales salvar vidas era un imperativo que no era posible
dejar de cumplir. Mash nos habla de la necesidad de compasión y de empatía, tan
importantes como la destreza en el manejo del bisturí. Leí el libro con avidez
y extraje enseñanzas: un médico sin valores éticos no debería pasar consulta.
Al acabar la lectura, se lo aconsejé vivamente a mi sobrina, María, una joven
estudiante de medicina.
Koba el terrible, Martin Amis
Iosif Stalin se hacía llamar Koba, nombre de un montañés legendario de Georgia. Y este libro recorre la vida del zar ruso y responsable de la muerte de más de veinte millones de ciudadanos soviéticos. Al leerlo uno se siente abrumado por un espectáculo de horror: hambrunas programadas, exterminio de los propietarios de tierras, purgas, delaciones, campos de concentración, personas desaparecidas, esclavismo... en fin el experimento humano para crear “un hombre nuevo y asaltar los cielos”, máxima aspiración del politburó comunista. La pretendida dictadura del proletariado se convirtió en la más despiadada dictadura contra los proletarios. Pero lo que más llama la atención en el libro no es el horror ni el salvajismo contra la misma idea de humanidad (al fin y al cabo lo mismo se hizo en dictaduras de signo contrario), Martin Amis subraya un hecho vergonzoso que llega hasta nuestros días: los intelectuales progresistas europeos coquetearon, justificaron, alabaron el régimen comunista, cuando ya había información suficiente para denunciar la barbarie contra la población civil que se estaba llevando a cabo, una verdadera carnicería. Lo mejor del libro: la denuncia de la gran élite progresista europea que miró para otro lado porque, así lo justificaban, "la dictadura del proletariado" bien valía la pena, aunque rodasen unas cuantas cabezas... ¡veinte millones!
Sin miedo. Sin esperanza, Gabriel Albiac
Desde hace
cien años, las terceras de ABC son las páginas literarias por excelencia del
periodismo español y también las que guardan memoria de todos los debates
culturales, sociales y políticos de ese territorio que aún llamamos España. Gabriel Albiac, que fue ardiente
defensor del comunismo y después abjuró y renegó de él, ha recopilado en este
libro algunas de las mejores ‘terceras’ publicadas desde 2009. Muy pocos
escritores tan lúcidos, tan francotiradores y enemigos acérrimos de lo
políticamente correcto como Gabriel Albiac. Iluminadoras resultan, por citar
algunas: por citar algunas: Jerusalén,
y su defensa de la gran cultura judía; La
Tour en el Prado, sobre la exposición del pintor francés; Las Ramblas, a lo lejos, acerca de los
atentados de Barcelona; El hombre que
siempre miente, demoledor perfil del presidente Sánchez, Muerte de un maestro, evocación del
filósofo Gustavo Bueno; Europa o el ocaso,
sobre la decadencia espiritual del Viejo Continente. Los artículos de Albiac
son una llamada a la inteligencia y a la razón, y por lo tanto muy necesarios
en un momento de mamporreros y buenistas.
Septología, de Jon Fosse
El premio
Nobel de 2023 nos hizo descubrir a muchos la obra del noruego Jon Fosse. Desde el primer libro supe
que iba a ser uno de los míos. En este año he leído su Septología, compuesta por varios volúmenes que llevan por título El
otro nombre, Un nuevo nombre y Yo soy
otro (pueden leerse como un todo, o por separado) nos cuenta la historia
simple y rutinaria de un pintor ya mayor. Un largo monólogo de Asle, lleno de
evocaciones y recuerdos, de lo acontecido y lo soñado. El lector tiene que
situarse como en una playa a la que va llegando el oleaje del mar. Una canción
eterna de sonido y de belleza. La vida del Asle pintor tiene mucho de la vida
del Fosse escritor, sobre todo el alcoholismo superado y la conversión al
catolicismo. El libro está escrito en un tono melancólico y poético, como una
concatenación de días y noches, como las pinceladas sueltas de una pintura. Y
también en un tono de repetición como la salmodia de un rosario: Ave María
gratia plena Dominus tecum… De hecho cada uno de los libros acaba siempre con
las palabras del avemaría en latín.
Valentino, de Natalia Ginzburg
Hay autores de
los que te gusta todo “hasta la lista de la compra”. A mí me pasa con Natalia Ginzburg, una escritora
italiana que me ha dado horas dulces de lectura. Me seduce la aparente
sencillez de sus relatos, la capacidad para dejar caer pequeños detalles que,
al final nos darán el puzzle completo. Valentino es el protagonista, el varón
de una humilde familia en el que ha puesto expectativas muy altas que poco a
poco serán defraudadas. Es un vividor y tiene madera de parásito. Se casa con
una mujer mayor que él, escasa de atractivo físico, pero de posibles
económicos. Quien nos relata la historia familiar es la hermana de Valentino
que nos va ofreciendo pormenores de cada uno de los miembros de la familia. Se
defraudan unos a otros, porque todos tenemos expectativas muy altas frente a
los demás, sin contar con que lo que vemos de cualquier ser humano es su
fachada de cartón piedra que, cuando cae, produce frustración y rabia. Todos
tenemos, en fin, secretos inconfesables y mezquindades para dar y tomar.