jueves, 28 de octubre de 2021

Los retratos de Lita Cabellut




A una niña gitana le faltaba poco para los 13 años cuando visitó por primera vez el Museo del Prado. A esa edad malamente sabía leer y escribir. Pero los cuadros de Goya, Velázquez, Ribera, Rubens y Rembrandt  entraron por sus grandes y negros ojos y ya nunca la abandonaron. La niña respondía al nombre de Lita.

"Me impresionó tanto la visita al Museo del Prado, que convencí a mis padres para que me pusieran un profesor de dibujo. Me dejaban pintar siempre en el garaje después de hacer los deberes. A los 16 años tuve mi primera exposición en el Ayuntamiento de Masnou (Barcelona)”.

Lita Cabellut había nacido en 1961 en un pequeño pueblo de Huesca, Sariñena. Nunca llegó a conocer a su padre y su madre la abandonó cuando era un bebé. Muy pronto dejó su aldea natal y recaló en Barcelona para vivir con su abuela Rosa. Una gitana que mendigaba por las calles y distraía alguna que otra cartera a turistas distraídos en la Plaza Real. A ella misma, a la pequeña Lita, una niña disléxica, le gustaba más corretear por las calles y pedir limosna que ir a la escuela, donde era la última de la clase y no conseguía juntar cuatro letras seguidas como Dios manda. Cuando la pequeña tenía 10 años, la abuela Rosa murió. Y ella entró en un orfanato, donde permaneció algo más de dos años y medio, hasta que una pudiente familia catalana la adoptó, la sacó de allí, y le permitió ver el mundo y verse a sí misma de otra forma. Fue entonces cuando hizo su primera visita al Museo del Prado. Hay momentos que fundan una vida. Y para Lita, la visita al Prado fue uno de ellos. "Con 13 años, recién adoptada, sin saber leer ni escribir, sentí cómo Rubens, Rembrandt, Goya y Bacon me contaban mi primer cuento. Sus cuadros me abrieron el alma".

Empezó a estudiar con aplicación y en el garaje de la casa montó su primer estudio. En 1978, sus primeros cuadros colgaban de las muro de una sala de exposiciones. A los 19 años consiguió una beca para la Gerrit Rietveld Academy, de la ciudad de Amsterdam. Allí siguió la estela marcada por los grandes pintores holandeses e inauguró un lenguaje pictórico propio y unas propias señas de identidad: Lita Cabellut creó a Lita Cabellut. "Era donde se habían formado los grandes maestros, la luz allí es diferente para pintar, fue una buena decisión porque me pude desarrollar intelectual y técnicamente". Desde entonces reside en los Países Bajos donde tiene su taller de pintura.

Desde hace algún tiempo, sus retratos -he de reconocerlo- me fascinan. Sus retratos tienen una potencia que es difícil de olvidar después de haber visto media docena de ellos. Conquistan, subyugan, interrogan, fascinan. Son a veces caricia, a veces bofetada. En este sentido es deudora de los grandes retratistas holandeses y españoles que aún nos siguen hipnotizando en las paredes del Museo del Prado o en el Rijksmusem.

De ella ha escrito el crítico Heberto de Sysmo: "El color negro enfatiza la relación entre el estigma y su visión de la belleza; sus obras tiene el volumen de un relieve telúrico, la cartografía de un caos que conforma con naturalidad el atlas, terreno y celeste, de la mirada o el cuerpo. La piel es pieza clave en las obras de Cabellut: órgano externo que revela las experiencias, que muestra las cicatrices del dolor, las marcas del paso del tiempo. En definitiva, la fuerza, el carácter y la angustia consustancial a la existencia del ser humano”. Hermosa definición.

Esta gitana de melena negrísima y enmarañada, de ojos profundos y grandes, como su raza, tiene una presencia rotunda y una mirada apasionada y enigmática. Por un momento, una pensaría que tal vez Lita Cabellut está a punto de lanzarse a bailar flamenco, taconeando hasta la extenuación o se va a poner a declamar, con voz ronca,  los versos de Medea en un teatro griego.  Esta gitana es hoy la artista viva española más cotizada del momento, a la altura de Miguel Barceló.

Sus monumentales retratos no dejan a nadie indiferente. Cabellut consigue aumentar el impacto visual mediante la aplicación de una innovadora técnica de craquelado. Además, la paleta de colores que utiliza para dar piel y carne a sus personajes hace de ella una artista reconocible. Los trazos desgarrados de sus pinceladas no disimulan su admiración por Lucien Freud: "Con esas pinceladas neuróticas Freud es un maestro en describir la crueldad", y afirma también que representa el "lado más olvidado de la sociedad", con el que "empatiza especialmente”.

No está de más decir que mantiene con sus propios recursos la Fundación Arnive de ayuda a infancia necesitada ya que, según sus palabras “son el lado más olvidado de la sociedad, porque yo no me olvido de quién fui y dónde estoy”.

Cuando el periódico El Mundo le preguntó qué es lo que más le gustaba de su obra, esta fue su respuesta: “Una serie que pinté hace 10 años sobre prostitutas y borrachos. Quería que el público viera lo que yo sentía en la calle durante mi infancia”.

Nunca ha renegado de su etnia, y algunos de sus cuadros son un homenaje a su pueblo: "Quiero mostrar las miles de caras que tenemos, no sólo las cosas malas que siempre sacan de nosotros. Somos un pueblo lleno de magia, las penas las cantamos con alegrías"

Seres anónimos, despojos humanos de cualquier barrio degradado ocupan sus grandes lienzos, pero también personajes que, por su fuerza o por su vida, la han conquistado: Coco Chanel, Frida Kahlo, Nureyev, Stravinsky, García Lorca, Madre Teresa de Calcuta, Charlot. Los retratos de Lita Cabellut, ya sea por la delicadeza de su poesía o por su arrebatada pasión nos seguirán cautivando durante mucho tiempo.











jueves, 21 de octubre de 2021

Enmanuel Carrère: la vida hecha escritura

 


Pocas veces la concesión de un premio literario, en este caso el Princesa de Asturias a Enmanuel Carrère, me ha dado tanta alegría. Tal vez porque creo haber leído todos los libros importantes de este autor, al que conocí por casualidad en las páginas de un suplemento cultural mientras esperaba el menú del día en Casa Manolo, en Santiago de Compostela.

Carrère, me ha dado buenas horas de lectura, por lo que me siento agradecido a su pluma. Un escritor bastante inclasificable, porque en cada novela te sorprende y de él puedas esperar lo inesperado. He de decir que la autoficción abunda en los escritos de este autor francés. Las novelas de Carrère son Carrère.  Él mismo ha confesado que no sabe hacer ficción y que, por eso, su vida y la vida de los que lo rodean aparecen mucho en su escritura.

Enmanuel Carrère (París 1957), nieto de un ruso que emigró a Francia e hijo de la sovietóloga y Secretaria de L’Académie Française, Hélène Carrère d’Encausse, ha conjugado su tarea de escritor de novelas, ensayos, reportajes y biografías con la labor de realizador de cine. Complejo, contradictorio, con muchas aristas y muchas sombras, con muchos fulgores y muchos infiernos en su existencia. Los conocemos casi todos, porque si de algo hace gala el autor de Vidas ajenas es que no tiene pudor a la hora de escribir, ya sea de sus relaciones sexuales, ya sea de sus sonoras depresiones e internamientos hospitalarios. Lo pude comprobar en su último libro, Yoga, donde da buena cuenta de su experiencia con la depresión, de la ruptura de su propio yo en muchos pedazos, pero también de la desolación experimentada cuando perdió a su buen amigo y periodista Bernard Maris en los atentados yihadistas contra el periódico satírico Charlie Hebdo, o de sus intentos perseverantes de buscar la serenidad y la paz a través del yoga en un monasterio budista estricto y severo.

Sirva de homenaje este artículo en que citaré, aparte del mencionado Yoga, algunos de los libros suyos que he leído. Empezaré por El adversario, para mí su más logrado libro. En él nos cuenta la biografía de un impostor con el que llegó a entrevistarse en la cárcel para intentar captar todos los detalles de un alma laberíntica y mefistofélica: Jean-Claude Romand. Un mentiroso patológico, que se inventó una carrera, un trabajo, un montón de influencias, que dejó sin un duro a sus padres y que quemó su propia casa con su mujer y sus hijos dentro cuando pensó que había llegado muy lejos en su impostura y se sintió acorralado. Sin juzgar en absoluto, Carrère nos presenta la vida de un hombre demasiado real. “Una novela apasionante y una reflexión de escalofrío” (David Trueba).

En El Reino nos habla de su conversión a la fe católica. Una conversión enfebrecida, apasionante como suelen ser las conversiones. Pero, más tarde, sintió la desesperanza y su fe entró en crisis. Se alejó del catolicismo, no sin antes escribir una oración conmovedora: “Te abandono, Señor, pero tú no me abandones”. Su paso por la Iglesia le empujó a meterse de llenos en los primeros tiempos del cristianismo, cuando todo estaba por hacer y un potente y desbordante San Pablo marcó, para bien o para mal, la marcha del cristianismo. El Reino desafía todos los géneros: narración, indagación, ensayo, libro de historia y de introspección; resulta apasionante de principio a fin. Carrère sale triunfante de una increíble proeza. Muestra, en estas páginas soberbias, el poder iluminador de la literatura» (François Busnel, Lire).

En Limónov nos cuenta la vida estrafalaria y rocambolesca del poeta ruso, pendenciero, estrafalario,  maldito, camaleónico, escurridizo, odioso y amable al mismo tiempo. Limónov fue disidente en la Unión Soviética, exiliado en Nueva York donde vivió como un mendigo y terminó como mayordomo respetable de un millonario. En Nueva York viviría noches salvajes de sexo y alcohol. Instalado en París, escribió un libro autobiográfico que escandalizó –ya es decir- a los lectores francés. Y del París- La nuit se marchó a Los Balcanes, donde daría su apoyo sin fisuras y hasta las últimas consecuencias a los serbios. Volvió a la Rusia poscomunista y su valiente oposición al nuevo zar ruso,  Putin, le llevó a la cárcel. “Mucho más que el retrato de un hombre inverosímil, es una historia de los últimos cincuenta años de Rusia. Y contiene páginas memorables” (Bernard Pivot, Le Journal du Dimanche).

¿Con qué nos sorprenderá Carrère en su próximo libro? Ha recibido todos los grandes premios de las letras francesas, y este Premio Princesa de Asturias lo consagra internacionalmente. En su último internamiento psiquiátrico fue diagnosticado como bipolar. No faltan estudios sobre literatura y locura, escritura y problemas mentales. Su obra representaría bien a esta sociedad nuestra que se mueve entre la exaltación y la represión y que no siente pudor alguno a la hora de exhibir su desnudez y sus miserias. Siempre he creído que Enmanuel Carrère es un escritor que sabe hacer escritura de cuanto siente en su corazón y cuanto ven sus ojos. El autor francés es un ser frágil pero brillante que intenta explicarse para comprenderse y alcanzar una cierta cordura. No está tan lejos de Alonso Quijano. En una entrevista a El Cultural decía que “Escribir es el centro de mi vida. Mi objetivo es ser un poco más libre, más inteligente, comprender mejor las cosas y entenderme mejor a mí mismo. Y escribir ha sido mi vehículo para lograrlo”.






martes, 19 de octubre de 2021

Hermano Juan: memoria sanctitatis

De las muchas fotografías que me han llegado de las celebraciones en Palencia y Aguilar de Campoo con motivo del 50 Aniversario del fallecimiento del Hermano Juan, me quedo con esta: al finalizar la eucaristía, tres chicos de la Villa, Jesús, José Antonio y Luis, posan con el obispo de Palencia, D. Manuel Herrero, con el obispo emérito y premio Príncipe de Asturias, Mons. Nicolás Castellanos, con el Superior General, D. Umberto Brugnoni y con el P. Adelio Antonelli (quien hace 50 año comunicó a los alumnos del Aguilar la triste noticia). El grupo, curiosamente, queda enmarcado, en su lado derecho, por la fotografía del Hermano Juan, y en el lado izquierdo, por un crucificado de hermosa factura, el mismo que, hace casi dos décadas, un loco intentó y casi logró convertirlo en astillas a fuerza de hachazos.

Esta podría ser la foto de este evento, porque, además, tiene un trasfondo: durante toda la eucaristía, José Antonio Alcalde, aguilarense de pro y uno de los primeros chicos que llegaron a Villa San José, compartió presbiterio y altar con los obispos y los sacerdotes. Es una escena que ya hemos visto en otros escenarios guanelianos: José Antonio, sin salirse del guión, sin desentonar, imita los gestos y realiza los mismos movimientos que cualquier sacerdote, con la gravedad y la seriedad propias de tan alto ritual. No está de más afirmar que a los obispos y al párroco de Aguilar, Óscar de la Fuente, ni les ha escandalizado ni les ha estorbado esta presencia de un ‘buonfiglio”. Con exquisita delicadeza admitieron al ‘celebrante’ José Antonio a su lado. Podemos decir, con permiso del derecho canónico, que en esta Eucaristía, José Antonio ejerció de ‘obispo in pectore’. Su sonrisa y su satisfacción –fíjense bien- en medio de tan ilustres acompañantes mitrados, son un poema y un canto a la vida y a la religiosidad de los más sencillos, de los ‘inocentes’, como nos enseñó a nombrarlos Miguel Delibes.

Esta fue una de las imágenes del día. Una foto que es una homilía en sí misma. El sermón adecuado para hablar del hermano Juan. Desde mi punto de vista, la imagen que mejor habla de una iglesia que hace visibles a los invisibles, y se siente a gusto y cómoda entre los descartados.

Pero hubo más:

            La multiplicidad de los testimonios que hablaron en el incomparable marco de la ermita románica de Santa Cecilia, y bajo el fascinante capitel de la matanza de los inocentes, que es siempre una relectura en piedra de nuestra actualidad violenta, nos hablan de un canto coral: El Superior General de los Guanelianos, los mencionados obispos, el postulador de la causa, Bruno Capparoni, P. Adelio que había convivido con él en Aguilar, exalumnos de la primera hornada, como José Ignacio o Jesús Núñez, sacerdotes, como Andrés y Jesús Aparicio que, en parte, deben su vocación a su influencia benéfica, su sobrina Daniela, que aseguró que la figura del ‘tío Giovanni’ era una figura mítica en la memoria familiar. De él se dijo en esos días: Un hombre bueno, un hombre pacificador y mediador, una fervoroso orante, un enamorado de María, un hombre humano y comprensivo con las faltas ajenas, un hombre cuya presencia invitaba a la oración, un ser humilde, un asceta, un hombre sacrificado, un fraile que se desvivía por los demás, un simple hermano, ni siquiera sacerdote, un religioso contento y alegre de su vocación …



    Las jornadas nos han hecho comprender que el Hno. Juan es una ‘fortaleza” de y para los guanelianos españoles. Poco significativa en el mapamundi de los Siervos de la Caridad, España ocupa un papel secundario en el panonama guaneliano mundial, pero esta celebración ha servido para entender que el Hermano Juan es un buen  aglutinante, un pegamento, el puente que une diversas realidades, sensibilidades e incluso “islas”. Hay personas que no encajan bien en algunas o en muchas de las realidades de la España Guaneliana, y sin embargo sienten al Hermano Juan como ‘identidad’, como nexo de unión: una figura a la que admiran y una figura con poder de convocatoria. 


        

Las celebraciones en torno al Hermano Juan no han sido una cosa de la ‘secta guaneliana’, sino de la Iglesia. Significativo que las eucaristías se celebrasen en templos de la diócesis, que acudiera el obispo de la iglesia en Palencia, al que se sumó el obispo emérito, Nicolás Castellanos; significativa y valorada la buena acogida por parte de los párrocos que fue más allá de una correcta cortesía entre presbíteros, puesto que supieron expresar,  de bastantes modos, calidez, espíritu de servicio y sintonía con la causa.


No podían faltar los versos y la música. Aunque en esta ocasión los versos estaban tejidos, como tapiz, con los hilos de las oraciones del Hermano Juan, a los que Alfonso Martínez había puesto música. Un apasionado Andrés cantó e hizo cantar a todos la canción. El canto resume elocuentemente una forma de ser y de estar en el mundo, una forma de entender la oración y una manera de dirigirse a Dios. “Enamórame” habla de alegría pura, de metal abrasado, de necesidad de oír la voz de Jesús, de amar con corazón, de vaciamiento, de saciar la sed, de luciérnaga: “Entonces me quedo, allora rimango /Soy todo tuyo. Ya no me pertenezco / Enamórame, Señor. Enamórame”.



La actualización del Testamento del Hermano Juan, conocido como el Testamento de los Caramelos, porque en él pedía que “si el día de mi muerte encontraseis algunas monedas en mis bolsillos, comprad caramelos para los buonifigli de Roma”. En Buenos Aires, Madrid, Galicia, Valladolid, Palencia, Manila, Lora, Porto Alegre… se ha repetido el gesto, porque un caramelo representa el anhelo de hacer más fácil y más dulce la vida a los demás, porque nuestras múltiples “discapacidades” nos hacen merecedores de un humilde caramelo. El hecho de que el ‘protocolo’ en la ermita de Santa Cecilia empezase precisamente por el reparto de los caramelos a los ‘buonifigli’ de Villa San José, supuso empezar con buen pie la jornada.



Existen crónicas antiguas de los primeros siglos del cristianismo donde se relatan ‘canonizaciones  por aclamación” (vox populi). Los primeros cristianos, reunidos en el atrio de una iglesia hacían memoria, recordaban palabras y hechos de un cristiano y lo proclamaban santo por aclamación. Un santo no era una persona absolutamente divina, sino un ser humano absolutamente humano que había seguido a Dios con pasión y se había entregado a los hermanos con generosidad. Y por lo tanto, los que le habían sobrevivido pensaban que era alguien a imitar y a seguir. El santo, aunque sin lograrlo nunca del todo, se había parecido algo a Jesus, y había desbrozado y abierto un sendero, tal vez no muy ancho, pero por el que era posible caminar hasta alcanzar la verdadera calzada, el verdadero camino de Jesús.

Luego, a partir del siglo V, la proclamación de la santidad de un creyente correspondió al obispo. Finalmente, en el siglo X, la proclamación quedó reservada al Papa. Desde ese momento, diversos decretos y normas fijaron los requisitos para la canonización: llegaron los largos procesos, los dicasterios, los plácets, la exigencia de milagros ratificados por un equipo de expertos, algunos de los cuales no creyentes, los informes y más informes. Incluso el “abogado del diablo”…

Las cuarenta ocho horas de Palencia y Aguilar han sido “memoria sanctitatis” del hermano Juan, es decir el recuerdo de una vida ejemplar y virtuosa. Con sinceridad de pobres creyentes y con pasión de admiradores, podemos decir que este encuentro ha sido una segunda aclamación de santidad, vox populi. La primera, no debemos olvidarlo, la realizó con voz temblorosa y solemne don Ciriaco Pérez, párroco de Aguilar de Campoo, y la confirmó el pueblo con un canto “incorrecto e inapropiado” para un funeral, pero que a todos pareció oportuno y merecido: ¡Resucitó!

Las naves góticas de la Colegiata de San Miguel, que será siempre la catedral de la Familia Guaneliana en España, volvió a ser testigo de esta “aclamación de santidad”. La vida del Hermano Juan puede ser admirada, propuesta e imitada. El pequeño sendero de humildad y de alegría, de devoción y de entrega  que abrió a su paso por tierras de Sanguinetto, Fara Novarese, Barza d’Ispra, Roma y Aguilar de Campoo es un sendero fiable y seguro que conduce y desemboca en el Camino de Jesús.


Nota: Julián Cabuérniga es el autor de las fotografías del Encuentro en la ermita de Santa Cecilia y de la Eucaristía en la Colegiata de Aguilar de Campoo.

viernes, 8 de octubre de 2021

9 de octubre: "El Testamento de los Caramelos"

 


El hermano Juan Vaccari nació en Sanguinetto-Italia en 1913, donde transcurrió su infancia y primera juventud. A los 20 años entró en el seminario guaneliano de Fara Novarese. Encontró la muerte, en un accidente de carretera, en suelo español, un 9 de octubre de 1971.

En vida, muchos supieron ver y apreciar su personalidad nimbada por la bondad y por una espiritualidad de verdadero enamorado de Dios. Su muerte sólo sirvió para acrecentar en la opinión de los que le conocieron la convicción de que era un hombre justo.

Juan, de joven, conoció el fracaso escolar y, por eso mismo, se le negó el sacerdocio, aunque se le permitió permanecer en la congregación de los padres guanelianos como hermano lego. Pasó 16 años como un humilde cocinero en el seminario de Barza d’Ispra, donde tenía que hacer milagros para llenar tantos platos. Más tarde, lo podemos ver, por uno de esos juegos de la Providencia o del destino, en un palacio de Roma, como sirviente del cardenal Micara. Los últimos 6 años de su vida transcurrieron es España, donde pudo dar rienda suelta a su afán apostólico, pero también buscar recursos para las muchas necesidades del nuevo Colegio de Aguilar de Campoo que acogía a chicos de familias rurales muy humildes.

Cuantos lo conocieron, lo estimaron, y, muchos de los que lo estimaron, intentaron imitarlo. A su muerte, la lectura de sus escritos confirmó a todos el altísimo itinerario espiritual que había recorrido: la oración a todas horas, la alegría perfecta, el sacrificio sin peros, la obediencia gozosa, la unión y el amor admirables a Cristo Eucaristía, la Virgen María, San José y Luis Guanella.

También su testamento sorprendió a todos: Daba gracias a Dios por haberle llamado a la fe cristiana y, más tarde, a servir a los pobres en medio de la Congregación de Luis Guanella. Había vivido pobre y humilde, pero en su testamento solicitaba que, “si a la hora de mi muerte encontraseis en mis bolsillos algunas monedas, os pido que compréis caramelos para los ‘buenos hijos" (personas con discapacidad). Era el sello de autenticidad, un detalle exquisito, un recuerdo para los más pequeños.

Desde hace varios años, cada 9 de octubre se renueva este ‘Testamento de los Caramelos’. Familiares, religiosos, amigos, alumnos, seguidores y devotos del Hermano Juan Vaccari regalan caramelos a cuantos viven o trabajan cerca de ellos, porque nadie es tan rico que no se alegre de recibir un caramelo, ni nadie tan pobre que no lo merezca. Y además, porque todos los seres humanos, por el hecho de serlo, somos increíblemente capaces y, a la vez, dramáticamente discapacitados. Todos podemos dar con alegría un simple caramelo, y todos podemos recibirlo con gozo.

Además, con motivo del 50 aniversario del Hermano Juan (1971-2021), voy a proponer que esta fecha también vaya asociada a un proyecto solidario relacionado con la discapacidad. Si deseas colaborar, puedes aportar tu donativo para este concepto “Caramelos Hno. Juan”.

IBAN ES46  0030 6018 1700 0105 1272 (Cuenta de Puentes Ongd en Banco Santander)

 


EL TESTAMENTO DE LOS CARAMELOS

IL TESTAMENTO DELLE CARAMELLE

O TESTAMENTO DOS DOCES

THE CANDY’S WILL

LE TESTAMENT DES BOMBONS

TESTAMENT DER BONBONS

 

 

 ESPAÑOL

Un año más, os invitamos cordialmente a renovar, el 9 de octubre, el 'Testamento de los Caramelos' que nos dejó el buen Hermano Juan Vaccari y en el que pedía que, a su muerte, se compraran caramelos para los 'buenos hijos'. Es nuestra forma de recordarle con un sencillo gesto: repartir caramelos entre cuantos viven y trabajan a nuestro lado, especialmente si son personas necesitadas de cariño, de pan, o de dignidad.

 ITALIANO

Un anno in più, siete cordialmente invitati a rinnovare, il 9 ottobre, il ‘Testamento delle Caramelle’, che ci ha lasciato il buon Fratel Giovanni Vaccari, nel quale esprimeva il desiderio che, a morte sua,  avremmo dovuto comprare le caramelle per i 'buonifigli'. È il nostro modo di ricordarlo con un semplice gesto: distribuire le caramelle a quanti vivono o lavorano vicini a noi, specialmente se si tratta di persone bisognose di affetto, pane o dignità.

 PORTUGUÊS

Novamente, nós os convidamos a renovar no 9 de outubro o "Testamento dos Doces”, que nos foi legado pelo bom Irmão João Vaccari. Ele pediu que na sua morte fossem comprados doces para os "bons filhos'. Este simples gesto é a nossa maneira de homenagear sua memória. Faremos a distribuição de doces para todos os que vivem e trabalham com a gente, especialmente para aqueles que estão com necessidade de afeto, pão e dignidade.

 FRANÇAIS

Nous vous invitons cordialement à renouveler, le 9 octobre, le “Testament des Bombons” que nous a laissé le bon Frère Jean Vaccari, et dans lequel il demandait d’acheter des bombons pour les 'bons enfants' à sa mort. C'est notre façon de nous rappeler de lui avec un simple geste: distribution des bombons à tous ceux qui vivent et travaillent à notre coté, especialement parmi les personnes qui ont besoin  d'amour, du pain ou de dignitè.

 ENGLISH

As every 9th of October, we celebrate Brother John Vaccari’s death anniversary and therefore, one more year, we warmly invite you to renew “The Candy’s Will”, as Brother John’s dying wish was to give sweets to “Good Children”. This day, we remember him with a simple and generous gesture: sharing sweets among people who live and work close to us, especially, those who lack affection, bread or self-respect.

 DEUTSCH

Noch ein Jahr! und wir laden Sie erneut ein, am nächsten 9 Oktober das bekannte "Testament der Bonbons", welches uns  der gütige  Bruder Johan Vaccari hinterlassen hat.Im selben hat er gebeten, daß wir  nach seinem Tod, Bonbons  für die "Gute Kinder",  die behinderten, kleinen  Engeln, kaufen sollten. Das ist eine einfache Geste, um ihn somit zu Gedenken, Bonbons unter den mitarbeitentenden  Freunden ,weil  sie dadurch Liebe, Brot oder Respekt  und Herzzenswärme diesen Gotteskindern spenden.

 

 9 OCTUBRE/OTTOBRE/OUTUBRO/OCTOBRE/OCTOBER/OKTOBER




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Una temporada en el infierno

            En una estación de París, desciende un joven de 16 años, cuerpo atlético, pelo alborotado y ojos azules. Se llama Arthur Rimbaud...

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