lunes, 21 de diciembre de 2015

La conversión de un hombre.




    Mientras leo, al atardecer, me encuentro con estas líneas:
 
    "Cuando el cuerpo de una mujer peca, su alma ha pecado ya hace mucho. En cambio, un hombre puede pecar con su cuerpo y mantener un corazón increíblemente puro. Por eso, las conversiones en el ámbito masculino han sido más frecuentes. Sólo debían convertir su cuerpo"

lunes, 14 de diciembre de 2015

Siempre habrá un 'mar color de vino'.



    Leo en Steiner a propósito de la Iliada: "Y aun en medio de la matanza, la vida se agita con fuerza. Alrededor del túmulo de Patroclo los caudillos griegos luchan, compiten en la carrera lanzan la jabalina, celebrando su fuerza y su brío. Aquiles sabe que está sentenciado por los hados, pero "Briseida, la de hermosas mejillas", le visita cada noche. Guerra y muerte causan estragos en los mundos homéricos, pero el centro se mantiene firme: es la afirmación de que la vida es bella en sí, de que ninguna catástrofe, ni siquiera el incendio de Troya, es el fin. Porque más allá de las torres incendiadas y más allá de la batalla se agita el mar "color de vino".

sábado, 12 de diciembre de 2015

Alfonso Martínez: pacificar




Ciertamente no es un honor ser Provincial de una Provincia religiosa. Aunque en este caso la Provincia sea "Nuestra Señora de Guadalupe", grande en territorio (España, México, Colombia y Guatemala), y mínima en religiosos (unos 25). Los cargos, para quien no aspira a ellos, son cargas, ya se sabe. Así que no sé muy bien si dar la enhorabuena a mi compaisano José Alfonso Martínez Herguedas, o darle el pésame. Creo conocer al nuevo Provincial desde que tenía unas escasas horas de vida, cuando mi madre me llevó consigo para dar la enhorabuena y el parabién a la señora Clara, como era costumbre por mi tierra, cuando los niños nacían en la casa, y las vecinas acudían a llevar un caldo, una compota, o simplemente una puchero de leche recién ordeñada o una tajada de queso. Era el año 1959.

Ahora Alfonso ha sido elegido Provincial por sus propios hermanos de religión guaneliana. Alfonso quería ser futbolista de pequeño, y por el pueblo baloneaba todo lo que podía desde la escuela a la Tejera, su barrio, y viceversa. Pero un día, el hermano Juan pasó por Quintanilla y él se fue a estudiar a los guanelianos de Aguilar de Campoo. El hermano Juan triunfaba allí donde los otros frailes 'buscadores' de vocaciones fracasaban, aunque fueran más listos y entregasen estampitas más grandes. Y el buen Alfonso se olvidó poco a poco de sus ídolos futbolistas, creo que Gento, Pirri y Santamaría por aquella época, y se dedicó a estudiar con ahínco, a jugar con entusiasmo, y a rezar con perseverancia. Siempre fue músico y poeta. Y creo haber asistido a su primer concierto con canción propia "Todos tenemos una vocación", muy ad hoc para el Colegio Apostólico en el que estudiaba. Después llegarían más canciones y más 'éxitos' en teatros aguilarenses y festivales vocacionales palentinos y en cintas y CD's grabados.

Una vez ordenado sacerdote en Quintanilla, le llegaron las obediencias, primero a Aguilar de Campoo y, poco después, para México. Con su estupendo oído musical, Alfonso ya hablaba en 'mexicano' a los diez minutos de llegar al aeropuerto del DF. En México, concretamente en Amozoc, en el estado de Puebla, encontró la horma de su zapato, su lugar en el mundo: dotado, como siempre lo ha estado, para tratar con gentes humildes, para escuchar a las almas insignificantes a las que nadie ha escuchado. Incapaz de decir nones a las numerosas invitaciones para decir misas, rosarios, novenas, bendiciones, aunque eso le supusiese ir de la zeca a la meca todo el santo día... se conquistó a las gentes sencillas. Le confiaron sus desdichas en el despacho y en la calle, y sus pecados en el confesionario y en la cena. Fue mucha la simiente paciente que sembró este cura con alma campesina, hasta el punto de que en Amozoc, decir que uno era amigo del padrecito Alfonso abría todas las puertas y todos los corazones.

Pero, cuando el padrecito se estaba convirtiendo ya en el 'personaje' Alfonso, la obediencia le devolvió de nuevo a España, como Delegado Provincial. Y Alfonso se encontró con muchos y serios problemas en las comunidades levantiscas y díscolas españolas. Le llovieron 'disgustos y escándalos', alguna incomprensión y alguna zancadilla. No se desanimó. Fiel a oración y a la paciencia, aguantó el temporal. Se refugió en los chicos de la Villa, en los discapacitados, que leen el corazón y no la brillantez del discurso, pues ellos son siempre 'dadores natos de satisfacciones'.

Fue por aquel entonces, cuando dio el placet para que los laicos hiciesen una Ongd, que terminaría por llamarse Puentes. Fue uno de los 39 socios fundadores y sería elegido vocal en la primera Junta Directiva.

En 2009, volvería a México para continuar el trabajo en medio de las gentes humildes de Amozoc y de todas esas villas-miseria que rodean la pequeña ciudad. Y allí me encontré de nuevo con él. Recuerdo aún una de sus misas: en una calle, de noche, en el barrio misérrimo de Las Vegas. Pobreza en las caras, pobreza en las ropas. Quizás no en el espíritu. Allí estábamos todos, animados por una liturgia católica que suena igual de verdadera en la Catedral de Notre Dame de París que en esta calle polvorienta. Alfonso iluminaba la celebración con su voz y su guitarra, y las sonrisas iban apareciendo en los niños a los que no se permitía precisamente serlo, en las mujeres que conocían tratos y maltratos, en jóvenes de adicciones baratas pero destructoras y en ancianos que sólo esperaban descansar. Pero al acabar la misa, había para todos un buen tazón de café con leche y unos bollos de pan dulce que mi amigo había traído en el coche. Allí, en esta pobreza grande, yo conocí la encarnación de ese lema: "hay que dar pan y Señor a los pobres".

La elección como Provincial le ha pillado en Guatemala donde llevaba dos años trabajando en un clima borrascoso comunitaria y nacionalmente. Observado por los caciques que tenían al Centro Luis Guanella en el ojo del huracán por su posicionamiento claro en favor de los campesinos y en contra de las minerías extranjeras, observado por los partidarios del anterior director del Centro, maniatado casi por una economía maltrecha que no llegaba a fin de mes, medido por los propios trabajadores que tenían un estilo propio de trabajo. ... Guatemala, en fin, han sido años de penitencia.

Alfonso tiene una notable claridad teológica, lo cual es bastante positivo en medio de un relativismo grande que afecta a sus propios hermanos guanelianos, a los que a veces da igual una una Inmaculada que un San Francisco.

Conservador por carácter (lo propio de la misericordia es conservar), filósofo por actitud y talante, psicólogo de nacimiento, sabe buscar la fibra sensible para hacer fácil la convivencia, y posible lo bastante incierto.

Y es un buen poeta. Es un componedor de salmos, un rezador en verso y un compositor de plegarias cantadas. Algunas de sus letras se han cantado y grabado por ahí. Pero queda pendiente un libro con sus poemas. En esto, en lo de poeta, no es guaneliano (con escasa afición a la literatura), sino más bien teresiano. Y es juglar, en esto le sale la vena franciscana. Así que digamos, que el nuevo provincial tiene corazón guaneliano (La Petri siempre decía que más que padre Alfonso es 'madre' Alfonso), con pluma teresiana y con cántico franciscano.

En las discusiones teológicas, religiosas, eclesiásticas, políticas y filosóficas Alfonso entra al trapo: se pone en pie, camina de un lado para otro de la sala, a veces con cigarrillo en la mano, y le salen los argumentos y las teorías a medida que da un paso y otro. Se enciende y acalora. Es una apasionado. Pero al final le vence el corazón, y olvida las diferencias con su contrincante o tertuliano. Y concluye todas las discrepancias, polémicas, malentendidos con 'primero Diosito'. Y en esa expresión no hay nada de precedencia protocolaria, sino de primacía de la esencialidad. Dios nos une, porque es el primero, y las tonterías no pueden enzarzarnos.

Y para acabar esta nota, diré que Alfonso me dedicó un poema y una canción, en dos momentos muy diferentes de mi existencia. Mi amistad, evidentemente, no está mediatizada por estos dos obsequios poético-musicales, pero sí son la guinda del la tarta o el picante de la salsa de una larga amistad. Que 'Diosito' te bendiga siempre.


Los sin corbatas y el obrerismo.


    Todo da a entender que si uno se quita la corbata, se enfunda unos vaqueros y una americana o se remanga la camisa, automáticamente es un simpatizante del mundo obrero, un obrero él mismo, un luchador por los derechos humanos, en contra de los desahucios, el hambre en el mundo, la marginación de los emigrantes, etc., etc.
    Todo da a entender que un hombre sin corbata es un bienhechor de la humanidad, un defensor de la justicia, y que él mismo, es una persona austera, que comparte lo mucho o lo poco que tiene con los desdichados de la tierra.
    ¿Pero esto es así? ¿Un traje es más pijo que unos vaqueros, una camisa? ¿Es menos solidario, menos comprometido? No creo que llevar o no llevar corbata sea indicativo de nada, salvo de un estilo propio de vestir.
    Hace unos meses, el señor Janis Varufakis iba y venía a Bruselas, con unos impecables pantalones vaqueros, una americana y una camisa descorbatada para defender a la clase obrera griega sumida en el pozo de la pobreza. Pero en ese mismo tiempo, aparecieron también unas fotos suyas (en el exquisito Paris Match de las celebrities y de los royals) en su terraza con vistas al Partenón. Y no es que el sr. Janis no tuviera derecho a un ático con tales vistas (estoy seguro de que muchos quisiéramos desayunarnos frente a la acrópolis), ni un piano, ni un colegio de primera para su hija en Australia, sino que a veces juzgamos por las apariencias, y éstas, como siempre engañan mucho.
    Se puede ser un pijo de espíritu y de alma, un redomado sibarita, un ostentoso recalcitrante en vaqueros y descorbatado. Y se puede ser una persona socialmente comprometida, espiritualmente cercana a los que sufren la crisis, en corbata.
    Me viene a la cabeza aquella frase que soltó una actriz española, defensora de los animales, a otra actriz que llegó a la gala del cine envuelta en un abrigo de pieles: "Todas las que lleváis abrigos de pieles sois unas zorra". La actriz contestó con placidez: "se puede ser lo mismo de zorra con un abrigo de paño". Pues eso que el hábito no hace al monje, ni la no-corbata hace al obrero.

La última Cena, de Joey Velasco


    Joey Velasco dirigía una empresa con 30 empleados. Afectado por un serio problema en el riñón, ingresó en el hospital donde pasaría una buena temporada. Fue allí donde sintió la necesidad de pintar. Aprendió el oficio y vendió sus primeros lienzos.
    La pintura de la que ahora hablo lleva por título 'Hapag ng Pag-asa’ (La mesa compartida), una última cena, formalmente inspirada en Leonardo Da Vinci. Pero el deseo de pintar una ‘ultima cena’ le vino al pintor tras escuchar las quejas y lamentaciones diarias que sus propios cuatro hijos (entre 4 y 11 años) hacían sobre los variados y ricos alimentos que cada día les ofrecía. "Así que pensé darles un recordatorio visual, fuerte y desafiante, de las bendiciones que tenían y que no apreciaban".

    Salió a buscar niños por las calles de Manila y Quezón, por los tugurios donde se conoce el hambre, todas las hambres, no sólo el hambre de arroz. Todos vivían en lugares de exclusión y de miseria delirante, y algunos de ellos no tenían familia y vivían en la calle. Los fotografió y luego plasmó sus rostros en un lienzo que colocó en el comedor de su casa.

    Sólo después, la angustia empezó a golpearle y a desazonarle. Había utilizado a los niños y no había querido saber nada de ellos. Y volvió a buscarlos en los mismos tugurios donde los había fotografiado, hasta que localizó a todos. Empezó a hablar con ellos y a conocerlos. Eran niños entre 4 y 14 años. "Sólo cuando los encontré y traté con ellos, me encontré a mí mismo y me encontré con Dios. Yo pensé que ellos eran los que estaban perdidos, pero el que estaba perdido era yo. Aprendí lo que hacían día a día, quiénes eran, o habían sido, sus padres, y muchas otras cosas que nunca aprendí en la escuela, como la nobleza del carácter, el coraje y la fe en medio de una pobreza inexplicable."

    Ahora Joey Velasco puede decir a sus propios hijos "quiénes son Itok, Nene, Joyce, Tinay, Emong, Onse, Buknoy, Michael, Doday, Jun, Roselle o Sudan. Antes eran anónimos. Ahora son personas."

    Este cuadro que tanto me gusta, me ha venido hoy a la cabeza tras recibir una carta de un amigo misionero que, en el mismo escenario filipino, intenta día a día llenar de alimentos y de cariño "esa mesa compartida".

jueves, 10 de diciembre de 2015

Tolstoi o Dostoievski, de Steiner



    ¿Tolstói o Dostoievski? Según Steiner estamos obligados a elegir. Hay dos tipos de almas: las que se inclinan hacia el espíritu de Tolstói (segunda foto) y las que se inclinan hacia el espíritu de Dostoievski (primera foto).  Los dos titanes de la literatura rusa, los dos grandes novelistas del XIX encarnan una visión del mundo que ha suscitado numerosos seguidores. Guerra y paz y Ana Karenina de Tolstói contra Los hermanos Karamazov y El idiota de Dostoievski. El libro que acabo de leer de Steiner, sin duda uno de los hombres más cultos de Europa, confronta a ambos novelistas: La epopeya heroica de Tolstoi frente al drama de Dostoievski. Pero ambos habían 'caído en las manos del Dios vivo" y ambos iban a la 'búsqueda de la salvación de la humanidad', una inquietud que compartía el alma rusa, siempre 'obsesionada con el problema de Dios'.
    En cierto sentido los dos son hombres religiosos, pero su concepción de Dios es bastante distinta. Tolstói no podía amar a un profeta cuyo reino no era de este mundo, así que se rebelaba contra la mansedumbre y el pathos de Cristo. Para Dostoievski el hombre existe si existe Dios, porque la única solución al problema del hombre es Cristo. Dostoievski, al contrario que Tolstói, no creía que se pudiera convencer a los hombres a amarse unos a otros por medio de la razón y la cultura. Tolstói identificaba a Dios con el Bien y a éste con el amor fraterno. Dostoievski comprendió oscuramente que el pensamiento tolstoiano conduciría a ‘una cristiandad sin Cristo’.

    El protagonista de la obra Del caos, de Ilyá Ehrenburg tuvo que reconocer que Dostoievski había dicho toda la verdad sobre el pueblo. Pero es una verdad con la que no se puede vivir. "Puede ser dada a los moribundos como antes se les daban los santos sacramentos. Si uno tiene que sentarse a la mesa y comer, debe olvidarla. Si uno tiene que adular a un hijo, ante todo debe sacarlo de la casa... Si uno ha de construir un estado, debe prohibir hasta la mención de aquel nombre".
 

    Steiner resumen así: “Los dos novelistas se hayan en posición contraria. Tolstoi, el primer heredero de las tradiciones de la épica; Dostoievski, uno de los más importantes temperamentos dramáticos después de Shakespeare; Tolstói, la mente embriagada por la razón y de hechos; Dostoievski, el que despreciaba el racionalismo, en  gran amante de la paradoja; Tolstói, el poeta de la tierra, de la escena rural y del tono pastoril; Dostoievski, el archiciudadano, el maestro constructor de la moderna metrópoli en la provincia del lenguaje; Tolstói, sediento de verdad, en cuya excesiva búsqueda se destruía a si mismo y a los que le rodeaban; Dostoievski, que prefería estar contra la verdad que contra Cristo, receloso de la comprensión total y situado en el lado del misterio; Tolstói, que se mantenía en todo momento en el camino real de la vida; Dostoievski, que avanzaba por el laberinto de lo antinatural, por los subsuelos y las ciénagas del alma; Tolstoi, como un coloso a horcajadas sobre la tierra palpable, evocando lo real, lo tangible, la totalidad sensible de la experiencia concreta; Dostoievski, siempre al borde de lo alucinatorio, de lo espectral, siempre vulnerable a las intrusiones demoniacas; Tolstoi, la encarnación de la salud y la vitalidad olímpica; Dostoievski, la suma de las energías enfermizas y demoniacas; Tolstói, que vio los destinos de los hombres históricamente  y en el decurso del tiempo; Dostoievski, que los vio contemporáneamente y en el vibrante éxtasis del momento dramático. Tolstói, que fue llevado a la tumba en el primer entierro civil que tuvo lugar en Rusia; Dostoievski, enterrado en el cementerio del monasterio de Alesandr Nevski de San Petersburgo, entre los solemnes ritos de la Iglesia ortodoxa; Dostoievski, preeminente hombre de Dios; Tolstói, uno de Sus secretos adversarios”.

El pobre que nos hizo ricos.



    Cervantes quiso ser enterrado en las trinitarias de Madrid como una forma de agradecer a los que habían hecho lo imposible para rescatarlo en el baño de argel donde estaba preso. Trescientos ducados costó su liberación. Los monjes mercedarios contaban con doscientos y otros cien los recaudaron entre los mercaderes españoles que trabajaban por la zona. En estos días, un equipo de investigadores ‘confirma con casi total seguridad’ que los restos aparecidos en la cripta de las trinitarias son efectivamente. Como este es un país de polémicas y de polemistas, pues la discusión ya está servida. Unos sostienen que habría que dejar los huesos quietos, porque lo importante son sus obras. Otros que es bueno conocer el lugar exacto del enterramiento del hombre más importante de la lengua castellana. Yo creo que una cosa ni quita la otra. Quienes leíamos a Cervantes vamos a seguir haciéndolo. Quienes no lo hacían, probablemente tampoco lo harán ahora. Pero seremos muchos los que, cuando los restos de Cervantes estén sepultados como Dios mande, nos acercaremos a rendirle homenaje o a rezar un avemaría, aunque sólo sea por agradecerle que nos haya concedido tantas horas de bienaventuranza. El escritor más pobre de su época nos enriqueció a todos.

Cristianos 'comme si...'




    Ya Pascal hablaba de los cristianos ‘comme si...’, es decir, de aquellos bautizados que hacían cosas y cumplían ritos como si fuesen cristianos, tomar el agua bendita, encargar misas por los difuntos, hacer la señal de la cruz, acudir a misa, encender una lamparilla en la iglesia, engalanarse para la procesión de la patrona, recibir los sacramentos... Como si fueran cristianos. Pero no lo son. Ciertamente Pascal debió de encontrar pocos cristianos en su época.

viernes, 4 de diciembre de 2015

El dios de la lluvia llora sobre México, de Laszlo Passuth


De todas las conquistas llevadas a cabo por los españoles a lo largo de todo el siglo XVI, ciertamente la realizada por Hernán Cortés causa asombro y pasmo, maravilla y extrañeza. Uno de los caciques indios comentó en su época ‘Debe ser por fuerza un dios si quiere conquistar Technotichtlán con solo 400 hombres’.
El libro de Laszlo Passuth, ‘El dios de la lluvia llora sobre México’ trata de todo esto y nos deja atónitos e incrédulos. En la conquista de Technotichtlán entraron en juego la fe, la avaricia, el honor, la búsqueda de gloria, la superstición, la traición, el amor…
Hernán Cortés no era un soldado al uso. Había estudiado leyes en Salamanca, se había codeado con los grandes maestros de la cultura de la época, leía corrientemente el latín, y tenía como libro de cabecera los escritos de Julio César. Admiró como ninguno la ciudad de los aztecas que intentó preservar a toda costa.
Moctezuma estaba convencido de que el dios Quetzacoalt  tenía que hacer su segunda venida y que Hernán Cortés, el hombre blanco venido en casas flotantes, que cabalgaba en ciervos sin cuernos y que era capaz de fabricar el trueno, podía ser dicho dios. La propia hermana de Cortés, Papan, había estado al otro lado de la muerte, donde había visto claramente que los hombres pálidos eran los nuevos dioses.
Doña Marina, la india Malinolli (la Malinche), había sido destinada a morir sacrificada en la mesa donde se arrancaban los corazones por orden del gran señor Moctezuma, pero su padre logró salvarla de esta muerte segura entregándola a otra tribu, que a su vez, se la entregaría a Cortés. Doña Marina fue una hábil intérprete y una ayuda imprescindible para Cortés y sus tropas. Cortés la amó con suavidad y dulzura y ésta le dio un hijo, Martín. Pero no puedo casarse con ella, porque era hombre casado, y la entregó en matrimonio a su paje, que le seguía con fidelidad desde que era un niño, Jaramillo.
Moctezuma había prestado juramento de fidelidad al Emperador Carlos y era su deseo llegar a acuerdos con Cortés, al que brindó su generosa hospitalidad. Pero no así Cuatemoc, yerno y heredero de Moctezuma. Moctezuma murió víctima de la violencia de los seguidores de Cuatemoc. Éste se negó a cualquier negociación con las tropas españolas. Tenochtitlán fue rendida por hambre. Cuatemoc fue apresado cuando intentaba huir por el lago. Poco después, acusado de instigar a una rebelión contra los españoles, fue ahorcado, en un momento de debilidad del propio Cortés que, en cambio, protegió hasta al final a su mujer, hija de Moctezuma, y a los otros miembros de la familia imperial.
Los dioses habían abandonado Technotichtlán, y la esperada aparición de Tlatoc, dios de la lluvia, para vengarse y destruir a los españoles no llegó nunca. La ciudad más hermosa del nuevo mundo desapareció para siempre, pero no sólo por los conquistadores españoles, sino por muchas otras tribus, especialmente los tlaxcaltecas, que se la tenían jurada al gran señor, ya que sus guerras floridas para capturar prisioneros y arrancarles el corazón les mantenían en un estado de odio permanente.
La cruz de madera se instaló en lo más alto de la pirámide, encima de la mesa de piedra donde se sacrificaban las víctimas. La Mujer blanca con su Niño en los brazos sustituyó a los ídolos aztecas. 
Martín, el infante surgido de Cortés y Malinoli, de un español y de una india, era el primer símbolo de ese mestizaje que caracterizaría la conquista española. Inevitablemente, hubo encuentro y encontronazo, acogida y hostilidad, sumisión y rebeldía… pero, sin duda, el nacimiento de algo nuevo: el mestizaje, y la primera globalización.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Una imagen relajada en Madrid


    Que Cristina Cifuentes y Manuela Carmena, Presidenta de la Comunidad y Alcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, respectivamente, saliesen juntas y del brazo de comer el menú del día,  ha sido una noticia nacional. La foto se ha hecho viral, como dicen ahora los internautas. Lo de ir del brazo las mujeres era una cosa bastante habitual en la generación pasada; era normal que dos mujeres bien avenidas caminasen del brazo a la iglesia, a la tienda o al parque.
    Cristina y Carmena militan en partidos antagónicos. Y en esta España bronca y recia, en esta España de insulto fácil, descalificación agria, y conversación a bocinazos, no me extraña que la imagen de estas dos mujeres, adversarias en política, haya llamado la atención. Lo normal en una democracia sería que los regidores con competencias comunes, como es el caso de una comunidad autónoma y de un ayuntamiento, se sienten a comer, a dialogar e incluso se den un paseo distendido. Se supone que ambas, Cifuentes y Carmena, quieren lo mejor para Madrid y se supone también que ambas coinciden en muchos de los problemas que la capital tiene. Puede que, a la hora de resolverlos, los criterios y las prioridades sean diferentes, pero también tendrán coincidencias, y lo normal es que, por el bien común, es bueno el diálogo, la conversación, la cesión, la tertulia y el pacto.
    Esta imagen no debería ser una rareza, sino algo habitual entre adversarios políticos que, no por ello, tienen que ser enemigos encarnizados.
    En medio de ese cabreo que se ha instalado  en España en los últimos años, esta imagen es, como diría la otra, 'un relaxing cup of coffee'.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El 'fracaso' del hermano universal.




    ¿Es la historia de Carlos de Foucauld la historia de un fracaso o la historia de un éxito?
    El indisciplinado vizconde de Foucauld, el gordo jovenzuelo que hace de la glotonería un estilo de vida, el putañero disipado que busca en los burdeles una forma de reafirmación y de dominio, el concienzudo explorador de Marruecos, el mundano joven que una tarde queda anonado ante la lectura que su prima Marie de Blondie hace de las páginas de Bossuet, el titubeante ateo que pide c...onsejo al abate Huvelin y que obedece sin rechistar su orden de arrodillarse y confesarse, el ferviente converso que no cesará nunca de buscar, el trapense que aprende el orden, la disciplina y el ayuno, el buscador de silencios en Argelia o Marruecos, el hombre que se hace amigo de los tuaregs y cuyo diccionario tamachek-francés hoy sigue siendo válido y útil, el hombre con deseos de fundar una congregación que no llegó a tener ni un solo seguidor, el buscador de absolutos, el amigo de los musulmanes, el que murió a manos de un grupo de forajidos…. Todos ellos son uno y el mismo, todos ellos son Charles de Foucauld. El putero y glotón, ateo que más tarde será el gran ayunador, el gran converso, el gran místico...
    De la mano de Pablo d’Ors, en su libro ‘El olvido de sí’ conocemos la trayectoria de un hombre sin par a caballo entre el siglo XIX y el XX. Él es el fundador sin discípulos en vida… Y sin embargo su existencia ha inspirado a muchísimos hombres y mujeres que hoy forman la amplia Familia de Foucauld. La biografía de d’Ors es una preciosidad. Uno se olvida de que es un libro y piensa que verdaderamente son las memorias del místico del desierto. Algunos momentos estelares como cuando se arrodilla por primera vez, obedeciendo el mandato de su consejero espiritual, en una iglesia, o cuando después de días de fiebre, se despierta mientras un adolescente enjuga su sudor, Ouksen, el mismo adolescente que tantas veces se había reído de él.
    El libro constituye una honda reflexión sobre lo que es éxito y lo que es fracaso, sobre el sentido de agradecimiento en medio de las adversidades, sobre el hacerse hermano universal de todos los hombres, sobre el diálogo con los musulmanes, sobre el ayuno y la oración, método infalible para encontrarnos con el Otro y con los otros.

Cambio coronas de flores por vasos de leche.





    He visto demasiadas coronas, demasiadas flores alrededor de los ataúdes. Flores bienintencionadas, no lo dudo. Flores que son también la expresión de un cariño, de una gratitud, de un reconocimiento póstumo. También una tradición arraigada. Y las tradiciones, ya se sabe, son difíciles de erradicar. Y lo que es peor, las tradiciones tienen algo de compromiso ineludible, de cumplido social que hace que, junto a las coronas de flores se seres queridos, aparezcan también coro...nas de empresas o de compañeros de empresa que cumplen con ‘una obligación social’ de enviar flores cuando muere un trabajador o un allegado. Las coronas siempre, además, sirven para el cotilleo típico de los velatorios, las comparaciones típicas de las coronas y sus cintas dedicadas. El número de coronas no sólo indica el grado de afecto de que gozaba el finado, sino también la posición social y el estatus mundanal del difunto y de sus deudos. En fin, la mitad de las flores que acompañan al muerto son expresión de cariño y la otra mitad expresión de un ‘estatus’.
    Pero a lo que yo voy es a otra cosa. ¿Los difuntos, mientras estaban vivos o enfermos, recibieron ramos de flores? No he puesto nunca dinero para una corona de flores desde que hace más de tres décadas mi padre me pidiera que no me gastara ni una peseta en flores cuando él muriera y que, a cambio, diese una limosna a la iglesia o a los pobres.
    Yo creo que esta costumbre de las coronas mortuorias no es en absoluto cristiana, o no debería serlo. Las flores no deberían acompañar a los cristianos fallecidos. A los cristianos les deberían acompañar las oraciones, los sufragios y las limosnas. Todo lo demás es una concesión a un paganismo sin esperanza en el más allá. Pero, al mismo tiempo, a mí me parece que a las personas solidarias, tampoco les sientan bien las flores sobre sus ataúdes, ni les sientan bien comprar flores para otros muertos. Demasiada hambre en el mundo, demasiada pobreza. Demasiados niños sin pan y leche. Cambio coronas de flores por vasos de leche para niños hambrientos.

Una naranja de regalo.



    Quintaria ha sido sin duda una buena atmósfera para leer el libro de Luis Landero ‘El balcón de invierno’, un viaje a la memoria de la familia y de la infancia labriega del autor en Valdeborrachos y Alburquerque y a la adolescencia rebelde en el internado de curas y en el barrio Prosperidad de Madrid. El autor desgrana su conflictiva relación con su padre, que quiso hacer de su único hijo varón un abogado rico que desquitase al padre de tantos sinsabores campesinos y emig...rantes, y al que el hijo decepcionó totalmente hasta el final de sus días, en una clínica madrileña. Luis Landero se desnuda en esa última visita al hospital donde su padre agoniza. Pero también el autor nos emociona cuando habla de los primeros libros adquiridos ‘Las mil mejores poesías de la lengua española’ o el Criterio, de Balmes, y el siguiente festín de libros de un joven procedente de una familia de labriegos donde no había ni un libro en casa. Tiene páginas memorables, además de las ya citadas, como el dibujo de su primo Paco, de su abuela Frasca, el trabajo durísimo de su madre y sus hermanas frente a la tricotosa, y también el recuerdo de la tía Cipriana. Luis Landero recuerda la vida dura y dramática de su tía, obligada a casar con un hombre oscuro que termino por volverse loco, y morir poco después, dejándole poca hacienda y cinco hijas. Pero también la alegría y el buen humor de la Cipriana que vivía pobremonte en el pueblo, y a la que ellos, cuando regresaban de la ciudad entregaban algunos regalos: “botes de leche condensasa, paquetes de galleta, una rebeca gruesa para el invierno. Ella no estaba acostumbada a recibir regalos y se emocionaba tanto que se ponía fea de ternura, y hacía como un puchero, el llanto pintado en el rostro, y no sólo por la emoción sino también por la tristeza de no poder corresponder en igual medida. Por eso nuestros regalos eran modestos, para no ofenderla y crearle un cargo de conciencia". Y sigue contando, más adelante: "Una vez, en su afán de corresponder, les dijo con mucho misterio a mis hijos, que debían de tener siete u ocho años: os voy a hacer un obsequio. Entró en una alcoba fresca y oscura, la oímos trastear, y salió con dos naranjas, una en cada mano. Se inclinó solícita hacia los niños y se las ofreció, como si realizase un juego de magia. Esto, dijo en un tono rumboso, para vosotros. Los niños se quedaron perplejos, sin entender, mirando cada cual su naranja. Sin duda, ignoraban que una naranja pudiera ser un obsequio. Yo les dije luego que quizás nunca habían recibido, ni recibirían, un regalo tan sincero y espléndido como aquel." (marzo 2015)

¿Siempre habrá guerra en Troya?


            Leí hace 30 años, ‘La guerre de Troie n’aura pas lieu’, de Jean Giraudoux, y hoy la he vuelto a tomar entre mis manos. El texto teatral narra las discusiones y las razones para abrir las puertas o cerrarlas a la guerra, después de que el amor efímero de Paris y de Helena causara un conflicto internacional entre griegos y troyanos. Los esfuerzos de Héctor, de Andrómaca, de Hécuba y de Casandra se van tornando inútiles y estériles, porque parece que las trompetas de la guer...ra embriagan, desde que el mundo es mundo, a muchos hombres y a muchos príncipes. Al que quiere emborracharse de guerra, difícilmente se le puede convencer de que el alcohol le hará daño. Hay una escena en que los expertos (siempre hay expertos en derecho internacional por doquier) enumeran las razones por las cuales los troyanos deben atacar a los griegos. Héctor, airado, dice a los expertos que, so pena de un gran castigo, deben transformar esas razones de guerra en razones de paz. Y los expertos, presionados y temerosos, encuentran rápidamente razones y motivos para que los troyanos no se sientan ni ofendidos ni afrentados por los griegos. Se ve que los expertos son expertos en todo. Pero lo cierto es que a veces todos los esfuerzos y agonías de los pacíficos se topan contra el muro del destino y de la fatalidad. Y los hombres de cualquier época, y los príncipes que los gobiernan, tiñen de fatalidad lo que son sus razones de guerra, sus intereses de guerra o su simple estupidez. La guerra de Troya tendrá lugar y las puertas se abrirán a la guerra. Así se gestionan, más o menos, todas las guerras. Después, solo después, comprobaremos que fue una estupidez y un mal para todos. Pero sólo después. (Marzo 2015).

La oración de Carrére













        Una frase en la entrevista que El Cultural hace a Enmanuel Carrére, con motivo de la publicación en español de su último libro. Una oración dramática de este escritor parisino que, después de convertirse al cristianismo, volvió al agnosticismo, y cerró su diario con esta lacónica sentencia: "Te abandono, Señor; Tú no me abandones". Una plegaria dramática, una oración que sólo pueden pronunciar unos labios que han amado mucho a Dios, un Dios al que debe abandonar. Esta lac...ónica sentencia es una de las plegarias más sinceras que yo haya escuchado. Enmanuel se había convertido al catolicismo después de una crisis interior, provocada en parte por una relación tormentosa con una mujer y con el alcohol. Se hizo católico con el ímpetu del converso. Se casó por la Iglesia, bautizó a sus hijos, e iba a misa diaria. Pero de nuevo el agnosticismo le acechó, de nuevo la razón fría se opuso a su fe caliente. Y venció la razón, venció la incredulidad. Perdió la fe. La fe perdió. Y sin embargo, el personaje de Jesús, Kirios, Señor, siguió ejerciendo una grandísima fascinación sobre él. Por eso, Carrére en su despedida de Dios, pudo escribir: "Te abandono, Señor; tú no me abandones". (Sept. 2015).

Baruch de Spinoza en misa.



En una entrevista, el filósofo Gustavo Bueno, dice algo fascinante. “Mi familia era muy católica. Mi tía Ángeles era de la CEDA y he vivido siempre entre curas. En la adolescencia me dio por no ir a misa, y mi madre, que era aragonesa, me decía que hacía el ridículo si no iba. Y tenía razón. Entonces, me las arreglé para coger el Tratado teológico-político de Spinoza, que está lleno de latinajos, de un armario cerrado con llave en el que lo guardaba mi padre junto a libros de Voltaire y de Anatole France. Lo metí en un devocionario de mi tía, y entonces los domingos yo cogía el devocionario y me ponía a leer en misa a Spinoza; y el notario, que estaba a mi lado, me miraba de reojo y le decía a mi padre: Oye, tu hijo, muy bien, va para cura”.
Muy probablemente quien ha leído a Spinoza desde la primera juventud, y más cuando se le ha leído en misa, uno ya queda curado de tanta idiotez y de tanta necedad. Así de luminoso resulta Gustavo Bueno.

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Una temporada en el infierno

            En una estación de París, desciende un joven de 16 años, cuerpo atlético, pelo alborotado y ojos azules. Se llama Arthur Rimbaud...

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