La celebración en 2023 de
los 25 años de Puentes fue un motivo para recordar y una razón para mostrarse agradecidos. Es verdad que,
cuando miramos hacia atrás, lo hacemos con el bagaje que hemos ido acumulando
hasta el presente. No hay memoria inocente. Algo que nos pareció muy bonito en
su momento, nos parece ridículo ahora. Y algo a lo que no dimos mucha importancia
cuando ocurrió, podemos magnificarlo y convertirlo en mítico.
En las últimas 44 semanas, y gracias a las muchas notas y fotografías tomadas en su momento, he tratado de contar los viajes a los proyectos de Puentes en Ghana, Nigeria, R.D. del Congo, México y Guatemala: el impacto de algunos encuentros y las enseñanzas recibidas, las impresiones que provocaron y las preguntas que suscitaron. Cada lunes, en el Blog de Puentes Ongd y en el Blog Adan Breca en Camino ha ido apareciendo un artículo tras otro.
Recordar es volver a pasar por el corazón. Recordar
es, en cierta forma, volver a vivir. Y de esta manera han vuelto a pasar por
el corazón muchos rostros, muchos momentos, muchos nombres y, sobre todo,
muchas historias escuchadas, vistas y escritas.
El ser humano no puede vivir sin relatos, no puede vivir sin historias que recordar o que contar o que escribir o que pintar. De generación en generación, desde los tiempos de Altamira hasta los de Google, el ser humano tiene imperiosa necesidad de contar historias, al amor de la lumbre en una cueva, o en la pantalla de un ordenador, en un pentagrama, en un papiro, en un óleo, en los frisos de un templo griego o en las vidrieras de una catedral. El hombre es, por naturaleza, un “contador y un transmisor de historias”. Por ello, por esa asombrosa capacidad de la Biblia para recoger los relatos de hombres y mujeres, cualquier lector, creyente o no, se identifica fácil y hermosamente con esas historias.
En una tarde del verano
de 1998, una joven con polio recibe, desolada, la noticia de que no hay dinero en la misión guaneliana en Ghana para una pequeña intervención en sus piernas. Helen es su nombre. Y su historia
está en el origen de un impulso solidario que terminaríamos por llamar Puentes Ongd.
¡Pero hay tantas historias vistas, oídas o leídas!: Kwasi o Kwame, aquejados de poliomielitis en un país, Ghana, donde aún
no todos los niños son vacunados. La historia de la fortaleza de Cape Cost que guarda la tumba del único esclavo que pudo regresar a su tierra. El holandés Leonard que monta un taller para hacer
zapatos ortopédicos en Abor. Las fotos impactantes de los niños famélicos de la guerra de Biafra. La pequeña Ifunanya
que encuentra en la casa de Nnebukwu su hogar. Keke, un chico con discapacidad,
que cuida a otros niños con discapacidad como una madre cuida a sus hijos.
Ébere, el niño que se maravilla ante un grifo de agua potable. Las
madres-coraje que luchan por sacar adelante a sus mellizos. Las mujeres que se organizan en asociación para conseguir un poco de 'oganihu’ (progreso). Los
niños que construyen sus propios coches de juguete con materiales del basurero.
La ambulancia que recorre las calles de Kinshasa al encuentro de niños de la
calle, enfermos y heridos. Dieu le veut, el niño feliz porque tiene cada
mediodía un plato de fufú. El rostro terrible del sida reflejado en los ojos
moribundos de Dieu-Merci. El alumno que protege del diluvio su cuaderno de
clase, como si fuera un inmenso tesoro. Los niños condenados a picar piedra por un
plato de comida. Los jóvenes que aprenden el noble oficio de la panadería. Los
primeros doce franciscanos que llegan a América para poner dulzura y cordura en
la Conquista. La vida de María Guanella, una mujer ‘inexistente’ para la
administración de México. Miguel, el pastelero sonriente de San Miguel
Teotongo. La historia de Chonito, el niño enfermo, que consuela y alienta a sus
vecinos. Los voluntarios que llevan medicinas y comida a los enfermos de
Tepetzintan. Las eucaristías donde no sólo reparte a Cristo sino también un
tazón de leche. La familia numerosa a la que construyeron una pequeña casa en
la aldea de Chapas. El gesto inmaculado de Jeremías que guarda la mitad de su
hamburguesa para su hermanito. Los misioneros que defienden el evangelio e
igualmente los derechos sociales de los pobres. El pequeño Roberto que ayuda a sus padres
a recolectar café. Y otros muchos nombres. Y otras muchas historias. Y otros muchos
rostros.
Porque un movimiento
solidario no es sólo el trasvase de unos miles de euros desde un territorio
rico a un territorio pobre. Un movimiento solidario es una ventana donde gentes
sensibles y sensatas se asoman para ver lo que sucede más allá del puente que separa dos
orillas.
¿Y qué son los recuerdos? ¿Tal vez sólo polvo en el viento / Dust in the wind, como nos ha enseñado la inolvidable canción escrita por Kerry Livgren e interpretada por la banda Kansas? “Cierro los ojos / solo por un momento y el momento ya se ha ido /Polvo en el viento / Todo lo que somos es polvo en el viento / Solo una gota de agua en el mar / Todo lo que hacemos / se desmorona en el viento / aunque nos negamos a ver / polvo en el viento”
Pero los recuerdos, antes
de ser polvo en el viento, fueron hechos, palabras, miradas, abrazos, momentos
compartidos, biografías aprendidas, rostros grabados, primero en la retina y,
definitivamente, en el corazón.
Todo es polvo, pero ‘polvo enamorado’, nos enseñó Quevedo. Porque, antes de ser ceniza, la madera fue árbol. Y el recuerdo de su sombra y de su fruto seguirá dando un poco de compañía al niño, al adulto y al anciano.
“Polvo en el viento”. Hasta que la desmemoria todo lo borre. Y el viento se lleve el polvo al país de la nada. Y sin embargo, un trozo de pan ofrecido, una palabra entregada con cariño, un cuerpo sostenido en cualquier Gólgota del mundo, perdurarán ahí para siempre en una eternidad eterna. Y esos pequeños gestos de humanidad y amor “seguirán moviendo el sol y las estrellas”, como poéticamente nos enseñó Dante Alighieri
Puentes Ongd: 1998-2023