martes, 31 de octubre de 2017

30 de octubre: El Parlament de los cobardes.



 
 

Hay una noticia seria del día: la normalidad en la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Y hay otra noticia surrealista o más bien de bajeza moral, si queremos hablar con propiedad . Puigdemont y algunos de sus ex-consejeros huyeron de Barcelona a Marsella y allí cogieron un avión hasta Bruselas, probablemente para pedir asilo político. El parlament de los cobardes. Los que sacaban pecho, los que querían constituir con su autoridad 'moral' la República Catalana, huyendo de noche, como vulgares malhechores. Los que pedían a los ciudadanos afines que resistiesen en la calle, los que pedían a los funcionarios que no obedeciesen al Estado represor, huyen como cobardes, como gallinas con su cacareo asustado, como ratas en tiempos de naufragio. El supuesto capitán abandona el primero el barco, y pide a los grumetes que permanezcan en él.

5 de octubre: Inquietud por Cataluña



     Lo leí en un diario de José Jiménez Lozano, aunque la frase no era suya y yo cito de memoria y no textualmente: “El mundo puede rodar hacia donde quiera, por lo que a mí respecta yo permanezco en mi sitio”.
    Pues así debería ser: permanecer en el propio sitio. Pero los acontecimientos que se están produciendo en Cataluña dejan poco espacio para la calma y para la serenidad. Las redes sociales tampoco ayudan a ello, ya que solicitan nuestra atención y urgen nuestra respuesta y nuestra reacción. Los bulos se hacen virales, y las mentiras trending-topic. La verdad perece como se agostaba el trigo cuando se arrojaba sal sobre los campos en aquellos castigos medievales. En un clima de vértigo y de aceleración, es difícil hacer un hueco para la reflexión serena y para el análisis sosegado. A golpe de emoción respondemos y a golpe de emoción reaccionamos. La razón ha sido sustituida por el insulto, la descalificación gratuita, la amenaza ruin y la bandera ondeada al viento. Nada que ver con el examen, el diagnóstico y la medicina, es decir, nada que ver con las razones razonadas.
    Claro, alguno me dirá: ¿Y no es bueno pronunciarse, definirse, decir aquí estoy en este campo, con esta bandera? En estos mismos días hemos visto cómo se forzaba a muchos célebres futbolistas a que se definiesen. Yo creo que solamente a las instituciones públicas, a los partidos, se les puede exigir que digan dónde están y con quién están. Hemos visto, en este campo, a no pocos tibios’. Algún partido y alguna institución se situaban de perfil ante el conflicto, para que nada les moje ni les salpique. Una vela a Dios y otra al diablo, la equidistancia exquisita y la ambigüedad calculada. Éstos imploran el ‘diálogo’ como un mantra. Pero el diálogo exige que ambas partes estén dispuestas a ceder en algo y a perder, por el camino, parte de sus exigencias. Lo que pasa que quien exige diálogo no puede poner condiciones inadmisables y contrarias diametralmente al derecho y a las leyes que nos hemos dado.
    ¿Hay víctimas y hay verdugos en este caso de Cataluña? Yo creo que sí. Y, sin duda, las primeras víctimas son esos catalanes que no comulgan con el proyecto independentista, que han visto como les ponen trabas para un ascenso laboral, que les hacen el vacío a sus hijos en las escuelas, que les llaman charnegos o emigrantes, porque han nacido en Extremadura o Andalucía. Pero que también, aunque hayan nacido en el Paseo de Gracia, les tachan de no-catalanes simplemente porque no son de ‘de los suyos’, de los que ahora tienen secuestrado al ‘Parlament’. Era curioso como algún etarra era aclamado como un héroe por las calles de Barcelona, y alguna cineasta de trayectoria intachable era insultada de ‘fascista’, que es el término que utilizan los fascistas para todos los que no lo son.

 
    Cuando se hacen los diagnósticos de lo sucedido en Cataluña, muchos expertos hablan de tres factores determinantes: una educación que se ha encargado de sembrar, desde las guarderías, el desprecio a todo lo español y la descalificación de todo lo que no sea ‘catalanismo excluyente’. Dos: unos medios de comunicación sectarios (especialmente la TV3) absolutamente comprados y en constante genuflexión a la Generalitat. Y unos mossos de esquadra ‘seleccionados, formados y adoctrinados’ según los intereses del Govern. Es decir, desde hace décadas el nacionalismo excluyente ha ido creando una ‘identidad del odio’. 
    Lo que llamamos fracturación social proviene de una identificación acérrima con una ideología que nos impide ver a la persona, y sólo nos interesa, para combatirlo y sentirlo como propio, su postura política. Así las cosas, lo primero que se rompe es la convivencia normal y pacífica entre los miembros de una familia, los trabajadores de una fábrica y los amigos de toda la vida. Como perros sabuesos, se rastrea el pensamiento del otro y, a partir de aquí, se le clasifica en amigo o en enemigo. Las masas azuzadas por los políticos independentistas se han lanzado a las calles de Cataluña para hacer su particular ‘insurrección. Y las masas, admitámoslo, casi siempre se equivocan. Y además, suelen cambiar de bandera con cierta facilidad y cierta frecuencia. Es el fenómeno de las banderas reversibles, como los aquellos abrigos de dos colores que se pusieron de moda hace unos años.
    Entre el griterío y el impulso irracional es difícil escuchar la voz del argumento, el susurro limpio y frío de la razón. Los griteríos excesivos no anuncian sino los futuros insultos. Las masas, manejadas por el odio, son un arma que, en los inicios, puede contribuir a los ‘objetivos’ marcados por la ideología de turno, pero al final todo esto acaba en un desorden estéril y en una violencia gratuita. Unos son los que azuzan, pero otros, mucho más numerosos, son los que pagan los platos rotos. Y la tragedia de un pueblo, todos lo sabemos, llega cuando la mayoría se equivoca. No olvidemos nunca que una mayoría de alemanes siguió al Fuhrer, aunque luego ni un solo ademán reconociera que había pertenecido al partido nazi.


¿Qué hacer en estos tiempos convulsos, en estos tiempos de desasosiego y de agresividad creciente? ¿Se puede vivir como si tal cosa, como quien oye llover? Difícil, sin duda. Pero hay que intentarlo.
Permanecer en el propio sitio, mantener el alma en el propio almario. No responder al fuego con el fuego, ni al insulto con el insulto. Bajar el tono en el hablar. No afilar los dientes sino dibujar la sonrisa. No responder con el odio a los que por su actitud se hacen odiosos…
Y esto no es buenismo, sino inteligencia cordial. Porque si yo también voceo, si yo también insulto, si yo también prendo la mecha, si yo también ondeo mi bandera como una lanza, ya me he colocado en el campo del que me insulta. Me ha llevado a su terreno.
Desear que se cumpla la ley, desear que se haga justicia sólo significa eso: que la ley se aplique y que la justicia (con sus ojos vendados de alta simbología) se imparta con fría imparcialidad.
En estos tiempos recios, según la expresión de Teresa de Jesús, no pueden abrirse las compuertas del resentimiento, del rencor o del odio en nuestro corazón frente a los resentidos, a los rencorosos y a los ‘odiosos’. Ni podemos saltarnos la ley ni el derecho frente a los que se los saltan a diario.


Es tiempo de contención. En tiempos de riada es cuando las compuertas deben permanecer firmes e inamovibles, ya que de lo contrario se anegarían los campos, perderíamos los cultivos y vendría el hambre y la miseria. El hambre y la miseria moral son los frutos inequívocos cuando la convivencia se rompe y se abre un tiempo de espadas.

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