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lunes, 6 de junio de 2022

Cerca de ti, de Uberto Pasolini

 

    Cuando Cerca de ti, del director Uberto Pasolini, y con los actores James Norton y Daniel Lamont, se estrenó en la Seminci de 2020 se llevó el premio del público. En una Irlanda de lluvia, John se gana la vida con su humilde trabajo, limpiador de ventanas. Su verdadera vida consiste en cuidar a su hijo Michael, un niño de cuatro años a quien su madre abandonó justo después de nacer. Ambos llevan una vida simple en una modesta barriada: la vida en casa, los paseos por el parque, la compra en el supermercado, la lectura antes de dormir…  Una relación hecha de amor y de admiración entre padre e hijo. Pero cosas del destino, a John le quedan pocos meses de vida y decide acudir a los servicios sociales para buscar una familia que se haga carga del pequeño cuando él ya no esté. De casa en casa, vamos conociendo a las diferentes familias que desean acogerlo. Y este argumento que se le podría haber ido de las manos a su director, dando como resultado un pastelón lacrimógeno, ha sido encauzado por los senderos de la belleza, la poesía, los rituales de la vida cotidiana, la sencilla reflexión sobre la muerte que alcanza a todos y que podemos afrontar con valentía, preparando un legado de instantes de amor para quien nos sobreviva, en este caso el pequeño Michael.

Además, la historia es una hermosa reflexión sobre la paternidad, sobre esa tierna y firme tarea de un hombre de 35 años que asume con naturalidad y amor los papeles de padre y de madre. Y sobre todo ese papel más difícil: legar al hijo un hogar donde se sienta amado y legar al hijo unos pocos recuerdos que caben en una caja y que harán sentir al niño, en un futuro, tan “Cerca de ti”.

jueves, 5 de mayo de 2022

Delon quiere morir




    Será difícil olvidar su interpretación en El gatopardo, de Luchino Visconti, especialmente en la escena en la que mira embobado a Claudia Cardinale durante el baile, con la música del vals Nº 2 de Shostakovich. Alain Delon fue durante mucho tiempo uno de los actores más reputados y uno de los rostros masculinos más bellos del séptimo arte. Después, lo hemos visto envejecer y engordar. Hace poco más de un año sufrió un ictus, lo que le dejó algo disminuido y mermado. Y ahora hemos sabido que ha solicitado a su hijo que empiece los trámites para proceder a la eutanasia en Suiza. Alain Delon ya no tiene ganas de vivir.

    Tenía cuatro años cuando sus padres se separaron. Fue de internado en internado y también de expulsión en expulsión por su carácter rebelde. A los 14 años ya había dejado la escuela, y durante algún tiempo trabajó en la carnicería de su padrastro. Pero un director de cine vio en él uno de esos rostros de los que la cámara se enamora. Aprendió inglés y comenzó su carrera en el séptimo arte. Fue de éxito en éxito y los grandes directores se lo rifaron. Enfant terrible del cine francés, su presencia en la cartelera fue sinónimo de éxito comercial. Galán de cine y galán en la vida real, conquistó a hermosas mujeres con las que vivió, a veces, episodios tormentosos. Llegó a confesar sin rubor que había abofeteado y había sido abofeteado. En fin…

    Ahora Alain Delon ya no quiere vivir. Difícil lidiar con el envejecimiento, la decrepitud y las limitaciones. Y no seré yo el que juzgue. ¡Dios me libre! Pero la noticia leída sobre Delon me empuja a hacerme algunas preguntas: ¿Hasta cuándo la vida es vida, hasta cuándo merece ser vivida? ¿Estamos completamente indefensos frente a la enfermedad y a la limitación? ¿Qué imagen proyectamos de nosotros mismos ante los demás que nos resulta insoportable mostrarnos en debilidad y dependencia? ¿Por qué algunas personas siguen manteniendo la ilusión, la serenidad y la alegría en el potro del dolor? ¿Qué pan tan amargo nos obliga a masticar el dolor y el sentirnos vulnerables? ¿Es verdad que, sin Dios, no hay cabida para el ser humano impotente en su fragilidad?

miércoles, 13 de marzo de 2019

Camino sin límites: discapacidad hacia Compostela





Un amigo peregrino me pasa el enlace del documental Camino sin límites, de Joan Planas. Empiezo a verlo sin demasiado interés, pensando que se trate de un documental más de los muchos que pueblan la web. Pero me equivoco.



Dos hermanos, Olivier y Juan Lu, se lanzan a recorrer los casi 800 kilómetros que separan Roncesvalles de Compostela. Juan Lu tiene parálisis cerebral. Es un chico de 20 años que desde pequeño ha tenido la suerte de ser tratado como un chico más. Su hermano, Oliver ha tenido la excéntrica idea de recorrer con él, en silla de ruedas, el Camino, no por la carretera, que sería lo aconsejable, sino por el trazado por el que transitan todos los peregrinos. Su madre, al volante de una furgoneta, se encarga de la intendencia y les espera en cada albergue. Y pronto ocurre un milagro, quizás un milagro que sólo se podía dar en uno de los pocos espacios del mundo donde aún es posible la ‘compasión trascendente’, en el mejor sentido de esta palabra. Muy pronto, otros peregrinos echan una mano para empujar o arrastrar la silla de Juan Lu, hasta el punto de que a los pocos días ya han formado un grupo estable y sólido, amoroso y fraterno. Ellos pensaban que echaban una mano a dos hermanos en apuros, pero descubren en seguida que es Juan Lu el que, de manera misteriosa e incomprensible, les está ayudando a ellos: a ser personas, a dejar las máscaras, a hablar de cosas serias, a mostrarse ante los demás con sus miedos y sus fragilidades, a experimentar la alegría de la gratuidad. Creían que era Juan Lu el que, por su parálisis, tenía límites, pero el Camino y el contacto con este chico tan especial les hace descubrir sus límites y al mismo tiempo sus infinitas capacidades para superarlos. Un grupo variopinto, por recorrido vital, por idioma o por nacionalidad, experimenta la grandeza de descubrir la ‘fuerza en la debilidad’, la alegría y la energía que pueden contagiar personas ‘tocadas’ por la discapacidad y los límites.



Un precioso documental, lleno de humanidad. Una historia de cariño entre dos hermanos. La alegría del mundo que es capaz de transmitirnos Juan Lu con sus gritos, sus sonrisas, sus carcajadas. El contacto con la debilidad que ilumina nuestros rincones oscuros. Todos los ‘Cebreiros’ pueden ser recorridos en compañía alegre, en espíritu de servicialidad, en esfuerzo fraternal.

La felicidad es esto, pero nos cuesta reconocerla y reconocerlo. Para no perdérsela.

 https://buscandohistorias.com/caminosinlimites/

jueves, 22 de noviembre de 2018

La lógica de los Campeones



Cuando después de una final de infarto entre el equipo Los Amigos, de Madrid, contra el equipo Los Enanos, de Canarias, éste se proclama campeón, el entrenador de Los Amigos se siente hundido y apesadumbrado y se queda ahí, en medio de la cancha, perdido y avergonzado, mientras sus pupilos se funden en un abrazo con los campeones, bailan, cantan y se divierten a lo grande repartiendo felicitaciones y enhorabuenas por doquier. Estoy hablando de la película Campeones de Javier Fesser que había dejado pasar en su momento y que he visto ahora.
El entrenador –Javier Gutiérrez- se siente normal, y lo normal es hundirse cuando en el último segundo se pierde una final. En cambio, los jugadores son especiales –y por supuesto el entrenador los considera no-normales- y para ellos lo lógico es disfrutar, pasarlo bien, felicitar al contrincante de corazón y vivir cada momento con dicha y alegría.
Muy probablemente, esta comedia está haciendo más por la normalización de las personas con discapacidad que cien discursos y cien campañas de sensibilización.


Campeones no pone el acento en el drama de la discapacidad y en las historias de marginación de estas personas, sino en los dones y cualidades que estas personas tienen. Para dar y tomar. Quizás por ello en muchos ambientes, se les llama ‘personas con capacidades diferentes’.   El perdón, el olvido de las afrentas, la no discriminación, el buen humor, la sinceridad, la valoración de cada persona por lo que en cada momento es y no por su rango o procedencia, son dones muy suyos. El mismo título de la película no nos remite a un resultado de un partido de baloncesto, si no a un resultado en la vida de cada día: son auténticos campeones en muchas cosas y en muchos saberes.
Su comportamiento responde a una lógica sencilla y natural, que al resto resulta difícil entender. Tienen su malicia y su picardía, pero en ellos resplandece aún la inocencia, esa bendita infancia que dura tan poco a los llamados ‘normales’. Estas personas con capacidades diferentes no admiran en el otro ni la inteligencia, ni la belleza, ni la clase social, ni la influencia, solo la bondad y los detalles en que esta se expresa. Y, al igual que los niños, tienen el don de leer el corazón del otro y, por lo tanto, empatizan o no con la persona que tienen en frente. Hasta el don de hacer travesuras, que es un don propio de la infancia, ellos lo tienen en abundancia.
El trato con estas personas puede ser muy complicado o muy elemental. Depende en gran parte de nosotros. Nosotros, en cambio, nos esforzamos para que entiendan nuestra lógica de pensar y de hacer. Pero probablemente seamos nosotros los que tenemos que pensar y amar desde su lógica. La lógica de la sencillez y de la bondad, que los que nos creemos ‘normales’ hemos perdido por el camino. Así todo será más sencillo. Sólo así, como en la película, seremos los destinatarios de sus abrazos y de su cariño.

lunes, 11 de junio de 2018

Inxeba


 
Con JM y J acudo al Festival Cinhomo. La cinta en cuestión se llama Inxeba (La herida) del sudafricano John Trengove. Cuando manejábamos el programa de este año nos llamó la atención esta película porque hablaba de la homosexualidad en un contexto de cultura africana, más concretamente en los ritos de iniciación a la pubertad de la etnia sudafricana de los xhosa.
Cuando llegan a la pubertad son muchos los miembros masculinos de los xhosa que pasan unos días en la montaña para ser circuncidados e iniciados por un tutor voluntario que los guiará en el paso a la ‘hombría’. “Ya soy un hombre” grita cada uno de los iniciados cuando el cirujano con la cuchilla cercena su prepucio. Este paso de la adolescencia a la edad adulta recibe el nombre de “ukwaluka”. Normalmente los iniciados son gente que procede de las zonas rurales, las que aún conservan más vivas las tradiciones ancestrales.
El protagonista es un tutor, un ‘khankatha’ que todos los años acude como voluntario a la montaña para guiar a los nuevos hombres. También acude un joven urbanita, obligado por su padre que en sus años jóvenes pasó por esta experiencia y que considera a su hijo un blandengue y al que este rito, sin duda, endurecerá. Por ello le manda al campamento, para ser circuncidado según los ritos antiguos, en lugar de enviarlo a un aséptico hospital.
Pero este ambiente rudo y tribal, de camaradería masculina, proporciona al tutor protagonista una ocasión única para encontrarse y mantener relaciones sexuales con otro tutor. De año en año mantienen su cita y dan rienda suelta a una sexualidad reprimida.
El joven urbano en seguida se da cuenta de esta situación, e invita a su tutor a abandonar la hipocresía y la mentira. Pero el tutor y su amigo íntimo no están ni mucho menos preparados para dar ese paso, ese salto en el vacío en una sociedad que siente desprecio y asco por el sexo entre dos hombres.
La cinta crece en tensión y el joven urbanita pagará con su vida el hecho de conocer la verdad que ocultan sus tutores. A veces –parece concluir la película- se puede estar mejor preparado para cometer un crimen que para afrontar el desprecio y el aislamiento en este mundo de ‘hombres’.

jueves, 3 de mayo de 2018

Tierra de Dios, de Francis Lee


Tierra de Dios
 
 
En una remota granja de Yorkshire, Inglaterra, un joven que vive con su padre lisiado y con su abuela mantiene un encuentro furtivo con otro joven en una feria de ganado. Cuando el joven al que acaba de sodomizar, le sugiere una relación que incluya algo algo de afecto, el granjero, con cara de asco, le contesta: ¿Nosotros? ¡No!
Para el joven granjero, John,  que lleva una existencia alienante, apenas rota por algún fugaz lance sexual y por alguna borrachera en el pub, cualquier afecto le parece algo impropio.
Un buen día llega a la granja un joven rumano, Gheorghe, para echar una mano en las tareas ganaderas. El granjero británico saca toda su mala leche, también su racismo a golpe de insulto: ¡gitano!  al recién llegado. Pero la carne tiene razones que la cabeza no entiende. Y el cuerpo entiende emociones y vulnerabilidades antes que la lengua ponga las palabras.
El rumano ama a los animales y tiene oficio de granjero, y también modales y hábitos de persona digna de tal nombre (no como el británico que come y bebe como los animales, que no siente el mínimo, no ya afecto, sino respeto por el padre y por la abuela, que es un descuidado en el trabajo, y que se siente perdido en la granja familiar).
El británico piensa en algún momento que podrá satisfacer su calentón sexual con el rumano de la misma manera violenta y frenética que venía haciendo con sus ligues ocasionales y fugaces. Pero el rumano pone, con fuerza y con ternura, otras condiciones y otros modales: La pedagogía de la ternura y del mutuo consentimiento. Llega, así, el primer beso tierno que es lo opuesto a un forcejeo cuerpo a cuerpo de fuerza bruta y de dominación.
La vida de John empieza, a veces con retrocesos llamativos como el encuentro frenético y asalvajado en el aseo del pub, a transitar por otros derroteros. Desayuna y come como Dios manda, trata con consideración a la abuela, expresa gestos de ternura hacia su padre incapacitado, ve en la granja, no sólo la rudeza de un trabajo, sino también la belleza de un paisaje. Las imágenes, por ejemplo, en las que John contempla al rumano mientras da el biberón a un corderillo o en la que coloca a este mismo cordero la piel de otro corderillo apenas muerto para que la oveja lo amamante como si fuera su propio hijo, son verdaderamente hermosas. Estas escenas de ovejas y corderos han resultado muy evocadoras para mí: me parecía ver a mi padre en idénticos menesteres en el pueblo.
Tierra de Dios, obra de un director novel Francis Lee, lleva, además, un bonito título. Quizás nos sugiere que, no obstante la dureza de la vida en una granja aislada, este paisaje, esta familia y hasta este amor son ‘tierra de Dios’, algo bendecido. Una tierra donde la redención es posible.
Una historia de amor, ni idílica ni romanticona ni empalagosa, pero sí hermosa, íntima y universal. Lo de menos es que los protagonistas sean dos hombres. Lo que cuenta es esa lección de que la ternura puede transformarnos y que sólo la compañía de alguien a quien amamos puede dar un sentido a la vida, a cualquier vida.
El granjero británico deja su aislamiento y su hosquedad, también su rebeldía estéril y sus rudos hábitos. Y Finalmente, abandona su 'yo' autodestructivo y empieza a caminar por la senda del  ‘nosotros’.  

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Una temporada en el infierno

            En una estación de París, desciende un joven de 16 años, cuerpo atlético, pelo alborotado y ojos azules. Se llama Arthur Rimbaud...

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