miércoles, 18 de octubre de 2023

Palabras en la despedida a Emiliano

             

     

Nunca sabremos qué imágenes revolotearán en nuestra cabeza antes de cerrar los ojos definitivamente. ¿El viejo olmo bajo cuya sombra jugábamos de niños? ¿Los labios que temblaban ante el primer beso? ¿El baile de la fiesta del pueblo una noche cualquiera de juventud? ¿El peso leve de nuestra hija recién nacida sobre el pecho? ¿La última caricia a nuestro padre enfermo?

Querido Emiliano:

Cada uno de nosotros, al menos de los que te conocimos, intenta evocar recuerdos de ese tiempo en que aún vivías y compartías techo, mesa, plaza y abrazo.

Cada muerte de un ser querido, de un amigo, nos hiere un poco. Y aunque la vida sigue, y lo repetimos después de cada funeral, todos caminamos un poco más renqueantes y torpes, porque las ausencias de los que nos dejaron duelen a nuestro corazón. Y sin embargo, es verdad que somos la suma de los que se cruzaron en nuestra existencia y nos la pusieron un poco más fácil y llevadera, nos dieron cariño o ejemplo, sabiduría o admiración. Por eso nos negamos a que los muertos amados mueran del todo. Y a cada paso, memoria y corazón los resucitan de nuevo.

Comparto –compartimos- la tristeza por tu pérdida, querido Emiliano. O, al menos, nos unimos en sentimiento pesaroso a tu mujer, Petri, a tus hijas, Inma y a Noelia, y a tu familia. Pero esta despedida, además de pésames y lágrimas, es también un momento de agradecimiento por una existencia que “es río que va a dar a la mar”, como nos enseñó el poeta.

Una infancia rural y austera en Ribas de Campos, una adolescencia que conoció el duro trabajo de la tierra, con sus lluvias y sus soles, un espíritu de trabajo y de sacrificio que te fue curtiendo y endureciendo… Luego llegaría el trabajo en Fasa. ¿Cómo te ibas a quejar, después de muchos años de sudor campesino, de los turnos y del trabajo en cadena de la fábrica?

Tuviste siempre, querido Emiliano, una actitud de reconocimiento y gratitud hacia la vida, una ilusión grande en tus ojos. En tus años de infancia, con tantas privaciones, tal vez ni te atrevías a pensar que un día podrías tener acceso a una casa cómoda, a que tus hijas fueran a la Universidad, a que pudieras viajar y conocer el mundo, algo que se convirtió en tu gran pasión.

La entrada de Inma y Noelia en el Centro Juvenil Guaneliano de Palencia abrió delante de ti un horizonte que ni siquiera hubieras osado soñar de pequeño. Voluntariado con los chicos con discapacidad de Villa San José. La posibilidad de ser útil a las necesidades de la comunidad guaneliana, ya fuese para hacer de chófer, colocar unos muebles, ayudar en el invernadero, preparar la paellada de Villa San José o echar una mano en los menesteres humildes de Puentes Ongd.  Y lo que es más importante: empezaste a formar parte de un grupo de creyentes guanelianos, “los Cooperadores”, con el que no sólo compartías la fe, la solidaridad y la formación, también las preocupaciones, las alegrías, los afanes y los sueños de los otros miembros, hasta sentiros una verdadera familia, con sus mesas y sobremesas en miles de sábados de encuentros, cenas y partidas de cartas. Y también conociste y viviste una manera de creer distinta: la paternidad y la misericordia de Dios reemplazaron a la implacable justicia de un Dios aprendido en el catecismo de la escuela y la parroquia del pueblo. Tuviste la oportunidad de conocer los lugares guanelianos de Italia, México, Colombia. La alegría por esta pertenencia a la Familia Guaneliana no te abandonaría ya nunca.

Viviste la jubilación, no como una tiempo de descanso, de no dar palo al agua, de sofá y televisión, sino y sobre todo, como una etapa en la que el mucho tiempo libre te permitía hacer algo para facilitar la vida a los demás: cuántos viajes entre Valladolid y Palencia para echar una mano y atender a tus nietos: Miguel, Ángel, Gabriel y Jimena, para seguir acompañando a los chicos de Villa San José, para compartir con ellos comida cada semana, para hacer de ‘manitas’ doméstico allí donde se te necesitaba.

Personalmente, quiero evocar un momento: Una noche de septiembre en Población de Campos. Una cena de peregrinos, una larga conversación en una chapurreada lengua franca, una oración emotiva y unos cánticos alegres. Estabas feliz. No lo eras, pero parecías el más joven de todos nosotros.

Y hay otro plan que quiero recordarte y que no pudo ser: visitar y mostrarme las ruinas del monasterio de Santa Cruz de Ribas de Campos, entre cuyas piedras y zarzas habías correteado de niño.

Fuiste agradecido con la existencia y esta te bendijo abundantemente. Conservaste hasta el final la energía robusta y alegre de un campesino, el orgullo sano por tus hijas, tus yernos y tus nietos, el aprecio por la Familia Guaneliana, los abrazos calurosos y la acogida a los amigos. Petri y tú mantuvisteis la casa abierta, el vaso de vino y el trozo de pan preparados. ¡No es poco!

La vida, al final de tu vida, te concedió un hermoso viaje. Un viaje para asistir a un acontecimiento familiar en Colombia. Fue una despedida acorde con tu personalidad: celebrar la vida, la familia, los amigos, los paisajes, el don precioso de los encuentros.

Lo escribió Pedro Casaldáliga para hablar de sí mismo. Pero bien valdría para ti, querido Emiliano, y así te lo recito.

“Al final del camino me dirán:
—¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres.”

No te olvides, querido Emiliano, de recordar a Dios nuestros nombres y nuestras pobres historias.





miércoles, 4 de octubre de 2023

Los maratones del hermano Juan


 Cuando Juan Vaccari (1913-1971) llega a España en el año 1965 convierte a muchos de sus amigos italianos en generosos bienhechores del Colegio San José (Aguilar de Campo). Hacer frente a la construcción del colegio, al mobiliario, a los sueldos de los profesores, a la manutención de los alumnos y al mantenimiento del edificio, con las mensualidades mínimas de los seminaristas, normalmente de familias humildes campesinas, era pensar en lo impensable. La primera obra española debe mucho, muchísimo, a los numerosos bienhechores italianos del Hno. Juan: las propias casas guanelianas diseminadas por Italia, pero también amigos que él hizo a lo largo de su vida, especialmente a su paso por el Palacio de la Cancillería de Roma, contribuyeron con gran generosidad.

Cuando los números en rojo empezaban a aparecer en las cuentas de Aguilar, los frailes decían al superior: “Manda al hermano Juan a Italia, y ya verás cómo vuelve con mucha providencia”. Esto explica los numerosos viajes que Juan hizo a Italia por aquellos años. ¡Era el imán de la Providencia! Los bienhechores le correspondían con largueza de propinas y donativos.  Y Juan no se cansaba de rezar por ellos: “Por todos nuestros queridos bienhechores, rezo continuamente. Desde el Cielo haré mucho más por ellos”.

¡Cuántos baúles habrá traído de Italia! Ropas litúrgicas, ropa de hogar, vajilla, camisetas de fútbol, equipamiento deportivo para los niños, material escolar, juegos de mesa, filminas y dibujos, instrumentos musicales, vestuario para obras teatrales, dulces navideños, figuras para el nacimiento… ¡de todo! En una ocasión, en la frontera hispano-francesa, los aduaneros querían hacerle pagar una suma descomunal por los baúles, y amenazaban con retenerlos en la frontera. Eran las vísperas de la navidad. Había recogido en Italia muchas cosas para los colegiales. El hermano Juan se puso triste hasta el punto de que se le saltaron las lágrimas. Finalmente, un guardia dijo a su compañero: “Déjale pasar. ¿No ves cómo está llorando?”. Juan pudo llegar a Aguilar con todo su cargamento de regalos y dulces para la Navidad.

Cada vez que regresaba a Italia, realizaba auténticos maratones, en tren o en coche, para visitar, agradecer, regalar algún detalle y, de paso, “recoger providencia”.  Escribe: “He salido de Sanguinetto, he llegado a Milán. Luego he viajado a Albizzate, a Varese y finalmente a Barza. Mañana me acercaré a Anzano del Parco y a Como” (enero 1969). Y también: “En Como hablé con el Superior General; luego, fui a Varese. Hice una breve visita a los de la fábrica Ignis. En Barza, me encontré con los cohemanos, y el ecónomo me dió una suma importante de liras. Bendice, Señor, a todos los bienhechores”.

            Pero un donativo para el Colegio San José le toca el corazón: “Bendice, Señor, a estos niños pequeños de la guardería de nuestra parroquia de San José (Roma). Me han conmovido profundamente cuando me han entregado sus pequeñas ofrendas” (Diario, 19-2-71).

            Sus viajes a Italia eran una travesía de ciudad en ciudad, de casa en casa guaneliana, de familia en familia. Hubo jornadas en las que estuvo en cuatro y cinco localidades. El hermano Juan suscitaba la simpatía, la admiración, las ganas de imitación. Delante de sus amigos italianos se comportaba como el misionero destinado en tierras lejanas que cuenta con pasión sus aventuras. Y tenía para contar muchas cosas: el Colegio crecía gracias a la Providencia, admiraba la fe todavía recia de las familias campesinas, la sencillez y la honradez de los muchachos, la acogida de los religiosos españoles en sus casas (pasionistas, jesuitas, oblatos, maristas, combonianos, hijos de la Consolata…). Antes de que abriese la boca para pedir, ya le estaban dando un donativo. Su testimonio, su inmensa gratitud, su fe de niño estimulaban la generosidad: cardenales, monseñores, monjas y frailes guanelianos, laicos, confesores, amigos… “Gracias, Providencia, por todas las ayudas que de ti he recibido en este periodo. Y te pido que bendigas y ayudes a los queridos bienhechores”.

            En Puentes honramos la memoria del hermano Juan con dos iniciativas.

            Premio Hermano Juan: Cada 9 de octubre (fecha de su muerte) se da a conocer el Premio Hermano Juan. Dotado con una pequeña cantidad, exactamente el 1% de los donativos particulares que la Ongd haya recibido el año anterior (el premio en 2023 será de 800 euros), quiere subrayar la importancia del compartir, aunque sea poco, con otras asociaciones que en nuestro propio país luchan contra la pobreza, en general, y a favor de las personas con discapacidad, en especial.


Proyecto caramelos. Puentes, también cada 9 de octubre, invita a renovar el “testamento” de Juan Vaccari, colaborando con un proyecto a beneficio de las personas con discapacidad (los ‘buonifigli’ que él menciona en su testamento). En esta ocasión el proyecto elegido es “Asistencia de logopedia para personas con discapacidad en la Ciudad de México”. Este “proyecto caramelos” está especialmente dirigido a los antiguos alumnos que estudiaron en Aguilar de Campoo y Palencia y a todas las personas que sienten especial devoción por la figura del hermano Juan.

Puentes invita a los antiguos alumnos a devolver un poco de lo mucho que recibieron en su infancia y adolescencia. Y a los que sienten devoción por su figura, a agradecer, con obras, el bien que este hombre bueno sigue haciendo a nuestro corazón.

Nos parece aún escuchar, de los labios del hermano Juan, una oración muchas veces repetida: “Ayuda y bendice a los bienhechores”.

 IBAN ES46  0030 6018 1700 0105 1272 (B. Santander): “Proyecto Caramelos”









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