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viernes, 18 de julio de 2025

La parroquia de Gaza herida

 


La única parroquia católica de Gaza ha sido bombardeada. El ataque ha causado tres muertos y nueve heridos, entre estos últimos el párroco Romanelli, con quien el Papa Francisco hablaba casi a diario para sostenerlo en el calvario de la guerra.

La parroquia de la Sagrada Familia se había convertido en una verdadera Arca de Noé en estos largos meses de diluvio universal de bombas y hambres. En la parroquia habían encontrado refugio unas seiscientas personas y, entra ellas, un grupo de chicos con discapacidad. Sin diferencia de credo, cristianos y musulmanes, se sentían seguros en este espacio sagrado.

Pero si la vida de las personas no es sagrada en ninguna guerra, ¿podemos esperar que lo sean los templos, que lo sean las piedras? La parroquia católica de la Sagrada Familia, también en este aspecto, ha compartido idéntica suerte e idéntico destino al de toda la Franja de Gaza. Un destino de bombas y de escombros, de ruina, de heridas y de muertes.

La bomba que ha derruido varios puntos de la iglesia, ha dejado intacta la pequeña cruz de piedra. Acaso una imagen poética: la cruz permanece firme en los territorios del dolor, como único estandarte de esperanza. “O crux, spes única”. Oh, Cruz, única esperanza.

Ante las numerosas protestas internacionales por este bombardeo a la parroquia, el señor Netanyahu, ha dicho que “ha sido un error”. Nos hubiera gustado más que hubiera dicho: “Toda la violencia desatada contra la población ha sido un error”.

El párroco de Gaza entre los heridos





lunes, 14 de julio de 2025

Gaza: el hambre entre las ruinas

Hubo momentos en que parecía posible que dos pueblos, como el israelí y el palestino, pudiesen convivir con un mínimo de civilidad y de seguridad. Estuvo cerca de conseguirse. Ahora parecen cosas lejanas, lejanísimas incluso.

La Franja de Gaza ya no existe. No existen las casas ni los mercados. No existen los hospitales ni las escuelas. No existen las carreteras ni los puentes. Sólo escombros sobre escombros. Ciudades y aldeas trituradas por la furia del ejército israelí, con Netanyahu a su cabeza, el apoyo incondicional de Estados Unidos, el desentendimiento de Europa, el abandono de los países árabes y la indiferencia del resto del mundo.

Ahora sólo quedan los escombros. Y el hambre. Y los disparos contra  los gazatíes desesperados que buscan algo que llevarse a la boca cuando un camión de víveres pasa cerca. ¡Y que imploran con sus cacerolas vacías a un cielo que parece haberlos olvidado!

Mikel Ayestaran hubiera querido estar ahí, para contar, como periodista, lo que allí sucede, pero no le ha sido posible, porque los periodistas no pueden entrar. Y cuando los periodistas no pueden entrar difícilmente podemos enterarnos de las víctimas concretas con sus nombres, sus rostros y sus historias personales. El continuo goteo de muertos desde que empezó el ataque a Gaza es un goteo de números, sólo números, diez, veinte, cuarenta. Mikel Ayestaran conoce bien la zona y ha escrito mucho al respecto. En una entrevista reciente declaraba: “La palabra “guerra” no define lo que pasa en Gaza. ¿Cuál es esa palabra? No lo sé, me quedo sin ellas. Pero una guerra no es, no hay un ejército enfrentándose a otro ejército. Gaza es un lugar que antes ya estaba cercado, ahora está totalmente cercado y tenemos un superejército que… Yo ya no sé qué está bombardeando, bombardea sobre lo bombardeado”.

La matanza de 1200 personas y el secuestro de otras 250, a manos del grupo terrorista Hamás (7 de octubre de 2023), ofreció la excusa perfecta a Netanyahu para lanzar su ofensiva total contra los terroristas, pero también contra la población civil, contra sus casas, sus tierras, sus animales y sus pertenencias.

Ya no queda piedra sobre piedra en esa franja. La última fase de esta sinrazón y de esta impiedad es conseguir una victoria total y definitiva rindiendo a la población por hambre, obligando a Palestina a la capitulación e imponiendo el control militar israelí en todo ese territorio.

Los camiones cargados de víveres son detenidos en la frontera, mientras que los niños lloran de hambre. Los pocos camiones a los que se permite el acceso, se las ven y se las desean para distribuir los alimentos en medio de la balacera y de todo tipo de obstáculos por parte del ejército de Israel. Muchas panaderías y más de un centenar de comedores, gestionados por asociaciones humanitarias, y que proporcionaban pan y un plato de comida diaria, han tenido que cerrar por falta de harina y otros alimentos. En Gaza se han llegado a pagar 500 dólares por un saco de 25 kilos de harina.

De nada valen las súplicas de la ONU o del Vaticano. De nada sirven los lloriqueos de las autoridades de tantos países que con la boca pequeña dicen sentirse avergonzados. De nada sirven las resoluciones internacionales que deben aplicarse en tiempos de guerra con los enemigos. León XIV ha dicho una frase muy elocuente: “Matar de hambre a la población es una forma muy barata de hacer la guerra”.

Palestina pudo ser otra cosa. Estuvo a punto de serlo. Luego, el grupo terrorista de Hamás se hizo con las elecciones, con las armas, fanatizó al pueblo y empezó a tomar decisiones verdaderamente nefastas. Palestina no sólo tiene un enemigo en Israel, lo tiene también en Hamás. Tal vez por todo ello, Palestina es un pueblo sin amigos. Palestina es un territorio indeseable para sus propios vecinos, para los países árabes que deberían compartir con ella un destino común de fe, lengua e ideales.

Pero condenar el terrorismo de Hamás no puede justificar en ningún caso esta hambruna deliberada y planificada”, como ha declarado un responsable de la Ong Oxfam. ¿Son acaso los ciudadanos corrientes y molientes de Gaza culpables de las decisiones de unos gobernantes fanáticos o corruptos? Cuando se identifica a los ciudadanos con los que tienen el poder y las armas, se llega a estas situaciones inhumanas. Un niño, un anciano, una mujer que tienen hambre no pueden ser castigados por crímenes de los que no son autores. Por esa misma razón, me niego a identificar a los ciudadanos israelíes con la práctica genocida del Gobierno de Netanyahu.

¿Dónde están los justos de Israel de los que se habla a menudo en los Salmos o en el Libro de la Sabiduría? ¿Dónde están las mujeres y hombres judíos justos que deberían llevar en su corazón la misericordia y la compasión de los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento? ¿No les dirá nada José que perdonó a sus hermanos que lo habían vendido como esclavo y llenó los sacos de trigo para saciar su hambre en tiempo de sequía? ¿No les dirá nada David que, aunque tuvo la oportunidad de matar a Saúl que lo perseguía a muerte, no lo hizo por el temor sagrado a Dios? ¿No les dirá nada Ruth, la moabita, que no abandonó a su suegra por compasión y que junto a ella salía a espigar cada mañana de verano? ¿No les dirán nada Tobías, Zacarías y otros tantos, hombres justos que practicaron la misericordia y ayudaron a los necesitados?

Hemos pasado de la paz de los valientes, implorada por Rabin y Arafat, a la guerra de los cobardes. Parece que el objetivo de Netanyahu es hacer de Gaza un inmenso solar, sin vida y sin habitantes, y recluir a todos los gazatíes en campos de refugiados de los que luego tendría que encargarse la ONU. Los gazatíes tendrían –cruel sarcarsmo- la libertad de escoger entre la muerte o la deportación al campo de refugiados. A estas alturas, da la sensación de que estamos asistiendo a la ejecución milimétrica de un plan de destrucción total. Hacer desaparecer Gaza. Hacerla invisible. Reducirla a polvo y ceniza. Desde muchas sensibilidades e instancias se habla claramente de genocidio.

Solo cabe esperar que aún queden justos en Israel. Y que cuando pase esta “generación perversa”, ellos sean levadura, para hacer crecer la convivencia pacífica en la tierra que habitó Jesús, porque en el Salmo 1 está escrito:

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,

Ni entra por la senda de los pecadores,

Ni se sienta en la reunión de los cínicos

Será como un árbol plantado al borde de la acequia.

Da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas.

Y cuanto emprende tiene buen fin.

Porque el Señor protege el camino de los justos.

Pero el camino de los impíos acaba mal.























viernes, 11 de julio de 2025

David Lafoz: ¡no aguanto más!

 


David Lafoz Gimeno, un agricultor zaragozano de 27 años, ha tirado la toalla. No sólo la toalla de su lucha por defender su oficio de agricultor, su tierra, su trabajo, o por ir en contra de la agenda 2030, sino la toalla de la vida y del vivir.

Este joven agricultor probablemente sabía algo del campo. Tal vez un poco más  que los políticos, los asesores, los expertos que en cómodas salas de reuniones de Nueva York, Bruselas o Madrid dicen lo que tiene que ser o dejar de ser la agricultura y la ganadería. Gente que no ha pisado nunca un establo, que no ha pasado una noche en vela para facilitar el parto de una vaca, que no ha vareado un olivo, que no conoce la picazón del tamo en el cuello sudoroso, o que no distingue el olor inconfundible de la fermentación del mosto…redactan normas, leyes y decretos, con admirables buenas intenciones, pero sin tener en cuenta a los millones de agricultores y ganaderos que cada día trabajan duramente para abastecer los supermercados y los frigoríficos.

David ha tirado la toalla, ha dejado el arado, el tractor, la pala y la cosechadora y ha decidido irse, como él mismo ha escrito… "Lo siento por despedirme de esta manera tan cobarde, pero no aguanto más presión, no aguanto estar discutiendo todos los días con gente, no aguanto más inspecciones de Hacienda ni de trabajo, no aguanto trabajar 18 horas para vivir".

En las inmediaciones de la iglesia donde se ha celebrado su funeral unos dos mil compañeros de lucha han querido acompañarlo. Junto al templo estaba su tractor con el que aró, sembró y cosechó, con el que recorrió caminos parcelarios y carreteras para llamar la atención sobre la causa del campo, que él creía importante para ganarse su pan. Fue con este tractor, el Case, con el que se plantó en el puente de acceso a la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, durante las protestas del año 2024.

Con razón o sin ella, creyó en la causa del campo, en la causa de la agricultura y la ganadería. En medio de tantos ecologistas y animalistas de salón, de tantos discursos buenistas sobre el bosque, las nubes, las mascotas, los árboles y el universo, hay también muchos que trabajan las tierras, se suben al tractor, ordeñan las vacas… Conocen la belleza de los campos en la sementera y en la cosecha, pero también la dureza de los horarios, la frustración de las malas cosechas y las exigencias enloquecidas de los formularios e impresos de la Administración.

Frente a tanto activista de pancarta y megáfono, hay agricultores y ganaderos a los que las protestas les han salido caras. Parece que David, por su actitud reivindicativa y sus protestas, fue hostigado desde varios frentes por los que detentan el poder y no admiten la mínima disidencia.

En estos días se ha recordado que David Lafoz utilizó su tractor y su pala para quitar el barro en las localidades devastadas que dejó la Dana. Otros -no es necesario poner nombres- huyeron cobardemente de la Dana y su barro. O nunca hicieron acto de presencia.  

Recuerdo que en los días calientes de las protestas agrícolas de 2024 se celebró la gala de los Goya  en Valladolid, concretamente el 10 de febrero. Por temor a que los agricultores pudiesen deslucir la gala, el Ministerio del Interior desplegó efectivos de la policía nacional y de la guardia civil por todos los pueblos de la provincia, desde primeras horas de la mañana, para impedir que los agricultores sacasen de sus naves y corrales los tractores. No había convocada ninguna protesta para ese día, pero por si acaso. Y cuando los agricultores intentaban razonar diciendo que sólo querían ir a arar o sembrar a sus fincas, se les dijo que había órdenes estrictas para no permitírselo. Los ministros pudieron llegar tranquilos y sonrientes con su esmoquin y sus vestidos largos a la Gala. Y el presidente Sánchez hizo en avión el cortísimo trayecto entre Madrid y Valladolid. Ninguno de los hombres o mujeres del cine -normalmente muy reivindicativos- hizo mención alguna a los trabajadores del trigo y del viñedo, de los olivos y los establos.

David Lafoz Gimeno. Ni un héroe. Ni un maldito. Solamente un muñeco roto. Uno más de esta maquinaria que hace girar, a veces con demasiada crueldad, el mundo. Entre los engranajes de esta maquinaria, algunos hombres quedan triturados y como hechos papilla.




Durante las tareas de la Dana


Inmediaciones de la iglesia donde se ha celebrado su funeral















martes, 8 de julio de 2025

Matteo Balzano: el suicidio de un sacerdote

 

Italia es un país donde las noticias religiosas aún tienen cabida en el día a día informativo, más allá de la muerte de un Papa y la elección de otro. El pasado 5 de julio la noticia del suicidio de un joven sacerdote fue recogida ampliamente por todos los medios y comentada ad infinitum en las redes sociales del país transalpino y más allá aún.

Ha sido la propia diócesis de Novara la que ha preferido contar la verdad, cancelando rumores e hipótesis descabelladas, y confirmando el suicidio de Matteo Balzano, de apenas 35 años, y párroco de Cannobbio.

Si un suicidio es siempre un misterio que deja un sabor a ceniza en la boca de todos los amigos y conocidos, tal vez lo sea más en el caso de un sacerdote que ha predicado cada domingo que Dios no abandona nunca a sus hijos, que la esperanza es un virtud teologal, que la vida no nos pertenece, que Dios es el único Señor de nuestra vida y de nuestra muerte...  

No sabemos –ni necesitamos saber- que es lo que condujo a Matteo a quitarse la vida. Sólo podemos intuir que en su personal noche oscura no vio, ni siquiera en lejanía, una pequeña candela que le animase a dar un paso más en el camino de su corta existencia.

Los sacerdotes, como los consagrados, no son superhéroes con alzacuellos o hábito. Y la unción sagrada y la gracia no les convierte, por arte de magia, en personas de una sola pieza, inasequibles al desaliento, inalterables en su carácter, impasibles ante el sufrimiento. Como todo hijo de vecino, los sacerdotes conocen la vulnerabilidad de su cabeza y de su corazón, las costuras rotas de su túnica, las frustraciones y los periodos de bajón y de inestabilidad. Como todos, necesitan la gratitud, la sonrisa y el abrazo y el café de la amistad. Con el resto de los humanos, comparten el mismo barro del día de la creación.  

Cuento entre mis amigos a varios sacerdotes. Más de una vez he hablado de educadores sacerdotes que me han marcado con su bondad y su alegría. Conozco también las debilidades y las soledades de algunos. Y por esto mismo, más cercanos a mi amistad.

El suicidio de este joven sacerdote italiano me ha dado que pensar y me ha hecho reflexionar:

¿En qué inmensa soledad vivimos, nos movemos y existimos? ¡Qué inmensa es la pobreza de alguien que no encuentra un hombro sobre el que llorar, unos oídos para confesar su fragilidad, y unos brazos para sentirse abrazado! Una vez un cura me comentó: “Ha habido momentos en mi vida en que hubiera necesitado algo más que la absolución de mis pecados en el confesionario. Hubiera querido tener un amigo ante el que poder llorar y que luego me abrazase y me dijese: “quédate, porque el día atardece”.

Conozco y también intuyo la soledad afectiva en la que viven algunos sacerdotes. Les enseñaron en el seminario a ser perfectos, a no dejarse arrastrar por las emociones, a no mostrar nunca sus debilidades, a no parecer demasiados cercanos, a mostrarse siempre impecables, ejemplares, “superiores”, para no dar mal ejemplo, para hacerse respetar, para ser admirados, para no dar qué hablar, para no ser objeto de murmuración.

Conozco y también intuyo esa presión que los sacerdotes sienten sobre sus vidas y sus conductas. Si van de vacaciones, parecen holgazanes; si se toman una copa, son un vivalavirgen; si se muestran cariñosos, pecan de sentimentales; si acarician a un niño, se les mete en el saco de la pederastia; si pasean junto a una mujer, se cree que tienen la querida; si reciben a un amigo en casa, se sospecha que le pueden gustar los chicos. Si la misa es larga, es un pesado. Si la misa es corta, va con el acelerador puesto. Si el cura es joven, está verde. Si es mayor, ya chochea. Si dice no a alguien, es un intransigente; si dice sí a todos, es un pasota. Y así sucesivamente: que si juega a hacerse el simpático, que si es muy serio, que si es carca, que si es progre, que si no es como el anterior, que si no predica bien… Muchas veces su comportamiento es escudriñado hasta el extremo, y todas sus acciones son vistas con una lupa de aumento.

Y entre esa formación recibida para ser héroes de Cristo en el mundo y esa presión social que les juzga con poca misericordia, algunos sacerdotes se van aislando cada vez más en su soledad no compartida ni abrazada, hasta el punto de vivir y habitar una cárcel. Una jaula de ¡tanto decoro y tan intachable  conducta! que les impide compartir con un amigo de verdad sus heridas, sus rasguños y sus hemorragias internas.

Quizás la tragedia de Matteo Balzano no es ajena a ese malestar en el que transcurre la vida de muchos jóvenes y a esa fragilidad psicológica en la que ha crecido la última generación. La sociedad actual empuja a vivir en estado de permanente felicidad y dicha, en sublime autorrealización, con sonrisa permanente en los labios, con éxito en el trabajo, en las redes sociales, entre los amigos. En un ambiente así, no es de extrañar que los más frágiles y débiles se vayan rompiendo poco a poco, sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie perciba nada, obligados hasta el último minuto de la vida a sonreír, a aparentar felicidad y a salir guapos y jóvenes en el selfie nuestro de cada día.

Tal vez Matteo Balzano -y otros muchos jóvenes como él- son los eslabones débiles. Las cadenas siempre se rompen por el eslabón más débil. La mañana del 5 de julio el cuerpo sin vida de este joven sacerdote fue encontrado muerto en los locales de la parroquia. La noche anterior había compartido con sus feligreses una tómbola solidaria que él mismo había organizado. Nadie notó nada. Nadie se dio cuenta de nada. ¿Tan disfrazados vamos por la vida que los demás sólo ven nuestra máscara y no las llagas de la vida sobre nuestro rostro? ¿Tan malos lectores del corazón somos que el otro se ha convertido en una escritura ilegible, en un jeroglífico indescifrable?

Sin duda, “Nuestro Padre de las vidas rotas” habrá estado aquella noche a su lado en el momento más oscuro de su existencia de apenas 35 años.  Una semana antes de su muerte, comentando con una parroquiana del pueblo el suicidio de otro joven de una localidad cercana, Matteo Balzano, el rostro ensombrecido, le había dicho: “Nadie sabe qué infierno se puede llevar dentro para llegar a ese extremo”.









 

 




miércoles, 23 de abril de 2025

El niño mutilado de Gaza

 


¡Miradlo! Se llama Mahmoud Ajjour. Tiene nueve años. Es un niño de Gaza. La instantánea la firma el fotógrafo palestino Abu Elou y ha sido elegida como la mejor fotografía del año según el World Press Photo, el más prestigioso galardón en este campo.

El pequeño Mahmoud mientras andaba por una calle en ruinas de Gaza se giró para instar a su familia a seguir caminando, pero una explosión le voló los brazos. Pudo abandonar la franja de Gaza y recibir asistencia médica en Qatar. Ahora aprende a jugar con el teléfono y a abrir las puertas con los pies.

“Esta es una fotografía silenciosa que habla poderosamente: cuenta la historia de un solo niño, pero también de una guerra más grande, cuyas consecuencias resonarán durante generaciones”, comenta la directora de World Press Photo.

Gaza ostenta, en este momento, un triste record: el de más niños amputados por kilómetro cuadrado. Muchos terroristas de Hamás han huido de Gaza o lo harán más adelante. Los gobernantes criminales de Israel seguirán viviendo bien con sus sueldos abultados. Pero los mutilados  recordarán siempre que hubo una guerra y que esta guerra dejó bien jodidos a niños inocentes, como Mahmoud, a civiles inocentes a los que la guerra les llovió del cielo, sin buscarlo y sin proponérselo. E incluso a soldados forzados a defender en el campo de batalla una idea de patria que los políticos idearon en sus Consejos de Gobierno, en salones con aire acondicionado y agua mineral al alcance. Al final, son y serán los mutilados los que paguen la amarga factura de la guerra.

Un gasto en armas por la puerta de atrás


Aprovechando que toda la información del día giraba en torno a la Plaza de San Pedro por la muerte del Papa, el Sr. Sánchez, sin consultar al Parlamento ni pedir su aprobación, ha dado a conocer su intención de aprobar una cantidad astronómica para el rearme del Ministerio de Defensa, una vieja exigencia de Europa, pero que él, por aquello del buenismo pacifista  izquierdista, dilataba una y otra vez. El día anterior a la divulgación de esta noticia, habíamos visto al propio Sánchez y a sus ministras y ministros compungidos y llorosos por la muerte del Papa. Y sin embargo, la ocasión les ha venido al pelo para hacer pasar de puntillas esta noticia de gasto estratosférico. Un gasto aquí, siempre significa un recorte allá, no nos engañemos. Nada más alejado del espíritu de Francisco que este clima prebélico y esta incesante algarabía mundial de tanques, aviones y tropas. Pero sobre todo, esta es una prueba –una más- de la cobardía de un presidente que no se atreve a dar la cara en ningún momento, ni en el Parlamento de España ni en el pueblo de Paiporta.

lunes, 10 de marzo de 2025

La hora de Europa

 


Al día siguiente de la victoria de Donald Trump un analista político escribía algo así como que la razón de la contundente victoria de Trump se debía a que los políticos demócratas habían hablado a los votantes de cosas que interesaban sólo a minorías o sobre temas que les tocaban tangencialmente (cambio climático, agenda 2030, derechos LGTBI, cultura woke). Durante la campaña electoral, se habría dado una disociación entre los discursos políticos y las necesidades elementales de los votantes (trabajo, sanidad pública para todos, derechos laborales, vivienda, etc.).

Trump era un conocido candidato para todos, precisamente porque había gobernado en Estados Unidos durante cuatro años, y porque su vida política o privada había acabado en muchas ocasiones en los tribunales. En su campaña no había engañado a nadie sobre sus intenciones y sobre sus formas, ni diplomáticas ni corteses. ¿Qué soñaba el ciudadano medio americano para votar a Trump? Probablemente había millones de pequeños Trump entre los votantes norteamericanos: desprecio hacia el adversario, rudeza en las formas y un insatisfecho  deseo de prosperidad personal, importándoles un rábano lo que sucede más allá de las fronteras del país de Tío Sam (tal vez por esa razón, muchos de los migrantes residentes en territorio estadounidense le votaron, sin preocuparse de la suerte de los que deseaban cruzar la frontera). Quien deseaba de nuevo una América Great, en el fondo deseaba engrandecerse él mismo, prosperar él mismo, y el resto del mundo le daba igual.

Han bastado escasas semanas desde la toma de posesión de Donald Trump para que nos diésemos cuenta de que las baladronadas del inquilino de la Casa Blanca iban en serio, aranceles a otros países, políticas migratorias restrictivas y, sobre todo, tal vez por lo que nos afecta, guerra de Ucrania.

Y la guerra de Ucrania nos afecta por el destino y la suerte de millones de ucranianos, pero de una manera especial porque la traición de EEUU a Europa ha dado pie a un discurso armamentista en todos los líderes europeos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula vor der Leyen, a la cabeza. En pocos días ha ido calando en la población europea, de norte a sur y de este a oeste, la necesidad de contar con un ejército fuerte, lo que significa aumentar el gasto militar a cifras estratosféricas. Las empresas de armas -y los gobiernos que están tras ellas- se frotan las manos. Nunca sabremos si la guerra necesita armas o si son las armas las que necesitan las guerras. Y aumentar el gasto militar significará, aunque no se dice, disminuir el gasto social en sanidad y educación, las políticas igualitarias, las ayudas a los más vulnerables que ya dábamos por hecho. Si las cosas van a mayores, probablemente las tropas europeas volverán a los frentes y a los campos de batalla, y los frentes nos devolverán los muertos y los mutilados. En fin, el retroceso del Viejo Continente a los años ’40 del pasado siglo.

No es la primera vez que ocurre en suelo europeo que dos potencias se ponen de acuerdo y se anexionan territorios, sin que la opinión de la población anexionada cuente para nada. Esta entente Rusia-Estados Unidos, viejos y nuevos imperialistas, da mala espina y es de mal agüero. ¿Por cuánto tiempo Europa podrá o querrá sostener a Zelensky? ¿No se convertirán los territorios ucranianos, sus recursos naturales, las ‘tierras raras’, en objeto de codicia o en el pago del préstamo de guerra, que habíamos pensado que era puro altruismo, generosidad y solidaridad internacionales hacia Zelensky y sus sufridos conciudadanos?

Vivimos tiempos ásperos. Rudos tiempos. Ya ni siquiera se envuelve en un envoltorio de cortesía y de civilidad la cruda realidad del imperio de los fuertes sobre los débiles. Siempre se dijo que, “cuando no se podían salvar los principios, había que salvar al menos las formas”. Todo esto parece una antigualla. Volvemos o nos acercamos peligrosamente a la selva: ¿Acaso pide permiso el león para pegar un par de bocados a la gacela? ¿Fue la entrevista Trump-Zelensky el modelo presente y vigente de una diplomacia descarnada y humillante?

Esperemos que ante este panorama general de hienas (Rusia, Estados Unidos, China y algún otro), Europa reaccione, sacando de sí misma, de su historia milenaria y de sus valores humanos, la grandeza y la magnanimidad de los grandes hombres y mujeres que la construyeron a lo largo de los siglos: la verdad racional que nos dejó en herencia el mundo helénico, el respeto al derecho civil y al principio de ciudadanía, que es el legado de Roma, y la dignidad humana y el sentido de compasión, que es la aportación específica del mundo judeocristiano. Si Europa quiere seguir siendo Europa –y todo lo que esta palabra significa- ha de volver sus ojos a Grecia, a Roma y a Jerusalén.   












 

lunes, 24 de febrero de 2025

El Papa en el Gemelli

 

Desde el momento en que el Papa Francisco fue ingresado en el hospital Gemelli de Roma, han sido muchos los que procedentes de las sacristías católicas han lanzado algo así como las campanas al vuelo, y se han puesto a cocinar un guisote de dimisiones y de enfermedad terminal, para saborear un inminente cónclave que depararía el triunfo del candidato favorable a su pensamiento. Ya sabemos que hay periodistas amarillos que viven casi a diario de la carnaza o de la carroña, muy lejos del mínimo rigor o de la verdad. Pero que sean los propios cristianos y sus representantes los que se lancen a la especulación no deja de asombrar un poco. Se supone que, independientemente de nuestra simpatía o antipatía al Papa de cada momento, debe haber un mínimo de caridad cristiana que empuje a rezar por los enfermos, porque todo ser humano mordido por la enfermedad es siempre frágil y débil, es decir una vida más sagrada aún, si cabe. Y por ello, merecedor de piedad, respeto y oración. Pero probablemente vivimos en un mundo en que las personas ya son simples cosas, desechables, descartables y sustituibles. El reponedor del supermercado repone al instante una taza rota en la estantería o una manzana golpeada en la caja de fruta. Así de fácil y sencillo.



viernes, 14 de febrero de 2025

Congo: el futuro es un kilo de arroz

 


        Cada poco tiempo el grupo guerrillero M23, apoyado por Ruanda, y el ejército congoleño libran su eterna batalla en la región de Kivu Norte, y especialmente en su capital, Goma. Incursiones, escaramuzas, refriegas de unos pocos días, pero que dejan un reguero de muertos, de mujeres violadas, de niños secuestrados y de miles de refugiados vagando a la deriva por todos los caminos imaginables. Es una de las guerras interminables que difícilmente tiene unos minutos en el orden del día de los gobiernos de los países y de las instituciones internacionales. El último ataque a la ciudad de Goma dejó más de tres mil muertos y una ciudad sin luz, sin agua y sin nada que llevarse a la boca. 

    Y ahora veamos esta foto, una de las miles que los reporteros de guerra sirven a sus agencias y que casi ningún periódico del mundo publica: Uno de los almacenes de víveres de una organización para los refugiados ha abierto sus puertas. Y un numeroso grupo de vecinos intenta hacerse con las cajas de arroz o harina. En sus manos, sobre sus cabezas, sirviéndose de una motocicleta, cargan como mulos esa mercancía de gloria que es el sustento de cada día. Por unos días asegurarán la comida para la familia, en medio de las ráfagas de metralleta. En el Congo -un Estado fallido y miles de intereses mineros por kilómetro cuadrado- el único futuro imaginable es una caja de cartón con dos kilos de arroz y dos kilos de harina.

sábado, 8 de febrero de 2025

La cancelación de Karla Sofía Gascón

   

Hemos asistido en vivo y en directo al espectáculo de cómo funciona la llamada cultura (in-cultura) de la cancelación, también conocida en inglés como ‘woke’. Me refiero al caso de Karla Sofía Gascón, la actriz española candidata al Oscar de Hollywood por la actuación en la película Emilia Pérez.

Ese espíritu de cancelación no es otra cosa que una inquisición brutal para condenar a una persona a una muerte civil, porque manifiesta opiniones (o insultos) en desacuerdo con la ortodoxia más radical, con el pensamiento único y con lo políticamente correcto.

En pocos días, la actriz Karla Sofía Gascón ha pasado de ser un símbolo de las minorías que alcanzan éxitos memorables (el premio de Hollywood lo es), a ser una maldita indeseable y, lo que es peor, una persona borrada y cancelada del mapa universal.

La noticia de que Karla estaba entre las candidatas al Oscar por su trabajo en la película del cineasta francés, Jacques Audiard, causó un revuelo sin precedentes en nuestro país. Muchos de los aplausos no hacían hincapié en la interpretación de la protagonista, sino en el hecho de que por primera vez en la historia de los premios una mujer transgénero se codearía con otras actrices. Un ministro Urtasun eufórico la recibió en el Ministerio y destacó “el enorme talento y dedicación de la actriz”. Muchos ya daban por seguro de que su nombre sería pronunciado en el auditorio de Los Ángeles. En un santiamén, Karla fue convertida en la ¡figura inspiradora del momento!.

Pocos días después, una periodista musulmana canadiense, Sarah Hagi, dio a conocer algunos tuits en que Karla Sofía hablaba despectivamente del Islam y de los musulmanes. Fue entonces cuando los sabuesos de la ‘cancelación’ agitaron las aguas y comenzó, así, la caída al abismo de la actriz de Alcobendas. De nada sirvieron las disculpas y la petición de perdón: “Como miembro de una comunidad marginada, conozco muy bien este sufrimiento y lamento profundamente haber causado dolor”. Querían su cabeza y la muerte civil de la actriz. El objetivo se consiguió en pocas horas. Muchas voces pidieron que se le quitase la candidatura. La distribuidora dejó de pagar su carrera a los Oscar, ni permitiría tampoco su presencia en actos de promoción. Se la ha presionado para que no asista a los Goyas. No se publicará su libro que estaba a punto de reeditarse. Se la ha dejado de invitar a saraos, entrega de premios, y así sucesivamente… La actriz optó por desaparecer.

Leídos los tuits, escritos hace algunos años, no se puede negar que son zafios y que la dejan en mal lugar. Y aunque se pueda estar de acuerdo o no en el fondo de alguno de ellos, no parece de recibo el tono de desprecio e insulto, sin argumento y sin razones. Karla Sofía se ha servido de las redes para opinar de forma insultante. Pero es una más. Las redes están llenas de haters que cada día vomitan sus palabras malolientes contra los de izquierdas, los de derechas, los machistas, las feministas, los católicos, los musulmanes, los gays, los heteros, los que aplauden o no aplauden el cambio climático o la agenda 2030, los veganos, los carnívoros, los amantes o no amantes de los perros… Tal vez lo que sucede es que lanzarse a la yugular de algunos está bien visto, un pecadillo de nada, una broma, una inocente provocación. Mientras que hacerlo contra las ideologías intocables del momento son pecados mortales que merecen un infierno eterno.

Jacques Audiard (el mismo que dijo que el español “era un idioma pobre porque lo utilizaban los inmigrantes”), y que hasta ese momento no había tenido más que palabras elogiosas para la actriz, hizo leña del árbol caído: “Sus comentarios son odiosos. Hay cosas que son imperdonables”. ¡Caramba! En Europa, aunque no nos guste o aunque tardemos, las palabras y las conductas son perdonables, porque la cultura a la que pertenecemos tiene como pilar y cimiento el perdón. Se ve que la nueva inquisición cree en la eternidad de las condenas. Por otra parte, algunos partidos políticos, que tanto habían jaleado su candidatura por el hecho de que Karla era un personaje activo en el mundillo LGTBI, la han condenado ipso facto y no han querido saber nada de ella, incluido el ministro de cultura español. Y ahora llegan las preguntas: “Si Karla era una actriz de talento, merecedora de un importante premio, deja de serlo por el hecho de que opine groseramente en contra de los musulmanes? ¿Si en lugar de lanzar improperios contra los musulmanes los hubiera lanzado contra los cristianos, no esgrimiríamos el derecho a la libertad de expresión, como así recientemente ha ocurrido? ¿Quién va a ver una película espera encontrarse ante una obra de arte o ante unos cineastas que, en su vida privada, escriben, piensan y dicen lo que en cada momento hay que escribir, pensar y decir? 

Si de algo podemos aprender de este y otros casos es que las opiniones no siempre son respetables (de hecho sabemos que muchas veces de respetables no tienen nada) Pero las personas sí que lo son. Esa debe ser la diferencia. La cultura de la cancelación pretende que las personas dejen de ser respetadas, si sus opiniones no concuerdan con los grupos de poder y las ideologías que en cada momento establecen lo que es o no es correcto.  

         No tenía ni idea de esta actriz hasta que se generó esta polémica. Ahora en el fondo, me da un poco de pena esta mujer condenada al vacío y a la nada. Pero me da más pena de los que la aplaudieron a rabiar dos días antes y no la han sostenido ni durante cinco minutos. ‘Asín’ es el mundo, que decía el otro.

         Y termino con una línea del periodista Rafa Latorre, y que creo que puede resumir perfectamente todo este caso de Karla Sofía Gascón y de los premios en general: “Si un premio artístico te lo pueden arrebatar por cuestiones políticas, cuestiones políticas pudieron convertirte en candidato”.



















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