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jueves, 21 de agosto de 2025

Roberto López: la sensatez de un ganadero

 

En 2022, un ganadero gallego, Roberto López, en una entrevista en una cadena de televisión lamentaba la situación de abandono en que está el campo, criticaba las políticas medioambientales de despacho, y daba su punto de vista sobre las causas de tantos incendios. Creo que es una opinión sensata, aunque podamos estar  o no de acuerdo. Esto decía:

“¿Por qué hay incendios? ¿A que en las ciudades no hay? No, porque hay gente. ¿Por qué arden los pueblos? Porque no hay gente. Hay un abandono. Es muy bonito llegar aquí y decir, qué bonito está todo, hay muchos árboles… Reserva de la Biosfera. Parque Natural de no sé qué… Aquí no podéis hacer nada. Los que llevabais 2.000 años cuidando esto lo hicisteis fatal. Ahora nos vamos a encargar nosotros que somos mucho más listos. No podéis cortar un árbol, no podéis cortar una zarza. No podéis sembrar aquí. No podéis tal… ¿Qué hacemos? Todo abandonado. Ahora viene un rayo, un pirómano, que también los hay, prende fuego, y cuatro mil hectáreas quemadas. Vienen medios de extinción, helicópteros, hidroaviones, la UME, no sé qué, no sé qué más. Vamos a ver, ¿Tan mal lo estábamos haciendo? Lo conseguimos gestionar durante dos mil años. Ahora vienen estos iluminados a echarnos de los pueblos, porque no queda gente en los pueblos. A mí que me expliquen por qué antes, con gente en el campo, manteníamos el monte limpio y no le cobrábamos a nadie, no se nos pagaba por hacer ese trabajo. Y ahora pagamos a brigadas, le pagamos a todo este mundo, a toda esta gente, y sale de nuestros impuestos. Y se está quemando el monte y nadie puede imaginar el coste de apagar un incendio. Eso lo pagamos entre todos. Y antes que lo hacíamos gratis, nos echaron. Y esta gente que se cree tan inteligente dice que lo hace por nuestro bien. No te equivoques: lo hacen por su bien, por mantener un puesto de trabajo por el que ganan lo que no está escrito. Simplemente para hacer prohibiciones. Ahora aquí en este país todo está prohibido. Tú quieres hace cualquier cosa, tienes que pedir un permiso, y tardarán dos años en darte el permiso. No hombre no, yo me voy. Gano mil euros en cualquier cosa. No quiero ningún tipo de responsabilidad. Cuando salgo, apago mi teléfono. No, hombre, esto no funciona así. Lo que está pasando lo vemos cualquiera. Estáis hablando de la sequía, estáis hablando de los incendios.. Todo esto, todo esto antes no pasaba”.




Una tierra en llamas

Una imagen desoladora de esta nación nuestra, con cielos humeantes y campos ardiendo en medio de temperaturas achicharrantes. No es nada nuevo. Aunque la magnitud y la coincidencia de tantos fuegos, ciertamente nos ofrece una imagen apocalíptica. Fuegos aquí y allá. El sonido estridente de las sirenas de los bomberos. El paso veloz de la maquinaria de la UME. Los tractores y arados desperdigados por todos los caminos parcelarios. Rostros de desolación de los agentes forestales. Infatigables soldados del Ejército. Miles de voluntarios con sus azadas. Agricultores arando precipitadamente las tierras en un intento de que sirva de cortafuegos. Gentes desesperadas que pierden sus cultivos, sus ganados e incluso sus casas. Habitantes de pequeños pueblos desalojados de sus hogares…  

En este país nuestro, muy dado a los gritos y poco dado a los argumentos… sería útil hacer un ejercicio de reflexión y un intento de buscar  las razones de este desastre humano y medioambiental. Y también las maneras más razonables de gestionarlo.

Uno. Incapacidad general para trabajar juntos. Incapacidad para reconocer las ideas buenas o las acciones meritorias del otro, simplemente porque no es de los míos. Incapacidad para hacer autocrítica y soberbia para enrocarnos en nuestro punto de vista. Probablemente tenemos ya la mirada llena de cataratas que nos impide ver con claridad el punto de vista del otro o, al menos, las bondades de su obrar. Cómo sería de agradecer que en momentos de grandes males, todos a una, codo con codo, nos pusiésemos a trabajar por el bien común, por las víctimas y por los que en un momento han sido azotados por la tragedia. La mediocridad y la soberbia se han instalado en la casta política. Por un lado, un cainismo ibérico del peor género saca cuchillos y navajas para atacar al contrario. Por otro lado, un servilismo denigrante aplaude una y otra vez a la tribu de mi color, cometa los errores que cometa. Los políticos han conseguido sacar lo peor del alma hispana: convertirnos en insultadores profesionales del que tenemos enfrente. Y en palmeros mecánicos del color de mi grupo.

Dos. Exigir a los políticos lo que nos exigimos a nosotros. Un país de expertos y de sabelotodo, siempre con soluciones fáciles a mano. En las mismísimas fechas en las que media España lloraba por los fuegos, o tenía que huir apresuradamente de ellos, o perdía tierras y ganados, la otra media celebraba con gran jolgorio y alboroto, ruido y estruendo las fiestas patronales. Las charangas coincidían con las sirenas de los bomberos. Y los encierros coincidían con los animales acorralados del bosque. No lo olvidemos. Era una situación kafkiana. Si sólo un mes antes se hubiera consultado a los ciudadanos qué querían: festejos o medios para atajar los incendios, ¿qué pensáis que hubiera sido el resultado? ¿Ha habido algún ayuntamiento que ha recortado en festejos para dedicar esos dineros a prevención de catástrofes, incendios o tormentas?

Nos indignamos mucho ante las catástrofes, ponemos el grito en el cielo, pero quizás debemos preguntarnos en qué queremos que se gasten nuestros impuestos, cómo queremos repartir la riqueza nacional, que nunca es infinita. Estamos en un tiempo de populismos en auge. Una de las características del populismo es repartir gratuitamente bienes no necesarios para dar palmaditas a los ciudadanos, congratularse con ellos y, de paso, ganar un puñado de votos. ¿Qué son sino tanto bono joven, tantos bonos de transporte gratuito, tantas subvenciones, subsidios y ayudas por no hacer nada? ¿Es necesario ir del pueblo a la capital en bus gratis a tomarse un café o comprar una camiseta? ¿Es necesario ir a Madrid o a Barcelona a pasar la tarde o hacer compras por un precio irrisorio en el tren? ¿Es necesario organizar conciertos gratuitos de cantantes con cachés millonarios en cada Plaza Mayor de nuestras ciudades? Y así tantas cosas. Nos quejamos cuando las listas de espera para el médico son muy largas o cuando los libros escolares son muy caros. Y con razón. Pero, como sociedad, tenemos que hacer un serio discernimiento: distinguir cuáles son las cosas necesarias y cuáles son los caprichos. Qué es lo importante y qué es lo superfluo. En el fondo, los políticos ofrecen al pueblo -o al populacho- lo que quiere y desea: pan y circo.

Tercero. El pueblo salva al pueblo. Las gentes sencillas, en su generosidad y en su sentido de la compasión, son las que verdaderamente apagan estos incendios y toda clase de incendios. Las gentes son las que han llevado colchones y toallas hacia los polideportivos, para que los soldados y los bomberos, trabajando en condiciones infrahumanas, pudieran descansar unas horas. Las gentes son las que han ofrecido botellas de agua, alimentos, las duchas de sus casas, un abrazo y unas lágrimas de gratitud. Las gentes del campo, con sus tractores y sus arados, han llegado por carreteras y caminos parcelarios, para intentar abrir cortafuegos (esos mismos agricultores a los que hace no mucho tiempo, distintos sectores calificaron de delincuentes porque ocupaban las vías públicas en sus manifestaciones). Las gentes del ejército o de las fuerzas de seguridad, con su disciplina y su espíritu de sacrificio, han acudido a muchos lugares de España, con escasez de recursos y medios, a echar una mano allí donde era necesario. Los vecinos han luchado codo con codo para salvar lo salvable de estos pavorosos incendios.

Y debemos acabar con una pregunta: ¿Aprenderemos algo? Cada vez que se repite una catástrofe, las promesas de inversiones millonarias, las palabras grandilocuentes, son el pan nuestro de cada día. Pero el viento se lleva los discursos, y la memoria corta de los ciudadanos hace el resto. Sí se tiene la sensación de que la prevención de catástrofes funciona bastante mal, ya sea la limpieza de los bosques en el caso de los incendios, o la limpieza de los barrancos, en el caso de las tormentas. La coordinación entre Gobierno central y Comunidades es bastante caótico. ¿Se trata a todas las Comunidades por igual o hay regiones de primera y de segunda? Una vez más, nos damos cuenta de que, ante catástrofes de una cierta magnitud, la colaboración institucional debe funcionar desde el minuto cero, dejando el debate y la polémica para el momento en que los muertos estén enterrados, los fuegos apagados, los bosques regenerados y las indemnizaciones distribuidas.

Si no aprendemos nada de estos fuegos y de esta manera de actuar tan rastrera, seguiremos teniendo más fuego, más ceniza, más pérdidas humanas, animales o vegetales. Todo será inútil. En una catástrofe, las lenguas tienen que callar. Sólo pueden funcionar las cabezas y los corazones.   





















viernes, 18 de julio de 2025

La parroquia de Gaza herida

 


La única parroquia católica de Gaza ha sido bombardeada. El ataque ha causado tres muertos y nueve heridos, entre estos últimos el párroco Romanelli, con quien el Papa Francisco hablaba casi a diario para sostenerlo en el calvario de la guerra.

La parroquia de la Sagrada Familia se había convertido en una verdadera Arca de Noé en estos largos meses de diluvio universal de bombas y hambres. En la parroquia habían encontrado refugio unas seiscientas personas y, entra ellas, un grupo de chicos con discapacidad. Sin diferencia de credo, cristianos y musulmanes, se sentían seguros en este espacio sagrado.

Pero si la vida de las personas no es sagrada en ninguna guerra, ¿podemos esperar que lo sean los templos, que lo sean las piedras? La parroquia católica de la Sagrada Familia, también en este aspecto, ha compartido idéntica suerte e idéntico destino al de toda la Franja de Gaza. Un destino de bombas y de escombros, de ruina, de heridas y de muertes.

La bomba que ha derruido varios puntos de la iglesia, ha dejado intacta la pequeña cruz de piedra. Acaso una imagen poética: la cruz permanece firme en los territorios del dolor, como único estandarte de esperanza. “O crux, spes única”. Oh, Cruz, única esperanza.

Ante las numerosas protestas internacionales por este bombardeo a la parroquia, el señor Netanyahu, ha dicho que “ha sido un error”. Nos hubiera gustado más que hubiera dicho: “Toda la violencia desatada contra la población ha sido un error”.

El párroco de Gaza entre los heridos





lunes, 14 de julio de 2025

Gaza: el hambre entre las ruinas

Hubo momentos en que parecía posible que dos pueblos, como el israelí y el palestino, pudiesen convivir con un mínimo de civilidad y de seguridad. Estuvo cerca de conseguirse. Ahora parecen cosas lejanas, lejanísimas incluso.

La Franja de Gaza ya no existe. No existen las casas ni los mercados. No existen los hospitales ni las escuelas. No existen las carreteras ni los puentes. Sólo escombros sobre escombros. Ciudades y aldeas trituradas por la furia del ejército israelí, con Netanyahu a su cabeza, el apoyo incondicional de Estados Unidos, el desentendimiento de Europa, el abandono de los países árabes y la indiferencia del resto del mundo.

Ahora sólo quedan los escombros. Y el hambre. Y los disparos contra  los gazatíes desesperados que buscan algo que llevarse a la boca cuando un camión de víveres pasa cerca. ¡Y que imploran con sus cacerolas vacías a un cielo que parece haberlos olvidado!

Mikel Ayestaran hubiera querido estar ahí, para contar, como periodista, lo que allí sucede, pero no le ha sido posible, porque los periodistas no pueden entrar. Y cuando los periodistas no pueden entrar difícilmente podemos enterarnos de las víctimas concretas con sus nombres, sus rostros y sus historias personales. El continuo goteo de muertos desde que empezó el ataque a Gaza es un goteo de números, sólo números, diez, veinte, cuarenta. Mikel Ayestaran conoce bien la zona y ha escrito mucho al respecto. En una entrevista reciente declaraba: “La palabra “guerra” no define lo que pasa en Gaza. ¿Cuál es esa palabra? No lo sé, me quedo sin ellas. Pero una guerra no es, no hay un ejército enfrentándose a otro ejército. Gaza es un lugar que antes ya estaba cercado, ahora está totalmente cercado y tenemos un superejército que… Yo ya no sé qué está bombardeando, bombardea sobre lo bombardeado”.

La matanza de 1200 personas y el secuestro de otras 250, a manos del grupo terrorista Hamás (7 de octubre de 2023), ofreció la excusa perfecta a Netanyahu para lanzar su ofensiva total contra los terroristas, pero también contra la población civil, contra sus casas, sus tierras, sus animales y sus pertenencias.

Ya no queda piedra sobre piedra en esa franja. La última fase de esta sinrazón y de esta impiedad es conseguir una victoria total y definitiva rindiendo a la población por hambre, obligando a Palestina a la capitulación e imponiendo el control militar israelí en todo ese territorio.

Los camiones cargados de víveres son detenidos en la frontera, mientras que los niños lloran de hambre. Los pocos camiones a los que se permite el acceso, se las ven y se las desean para distribuir los alimentos en medio de la balacera y de todo tipo de obstáculos por parte del ejército de Israel. Muchas panaderías y más de un centenar de comedores, gestionados por asociaciones humanitarias, y que proporcionaban pan y un plato de comida diaria, han tenido que cerrar por falta de harina y otros alimentos. En Gaza se han llegado a pagar 500 dólares por un saco de 25 kilos de harina.

De nada valen las súplicas de la ONU o del Vaticano. De nada sirven los lloriqueos de las autoridades de tantos países que con la boca pequeña dicen sentirse avergonzados. De nada sirven las resoluciones internacionales que deben aplicarse en tiempos de guerra con los enemigos. León XIV ha dicho una frase muy elocuente: “Matar de hambre a la población es una forma muy barata de hacer la guerra”.

Palestina pudo ser otra cosa. Estuvo a punto de serlo. Luego, el grupo terrorista de Hamás se hizo con las elecciones, con las armas, fanatizó al pueblo y empezó a tomar decisiones verdaderamente nefastas. Palestina no sólo tiene un enemigo en Israel, lo tiene también en Hamás. Tal vez por todo ello, Palestina es un pueblo sin amigos. Palestina es un territorio indeseable para sus propios vecinos, para los países árabes que deberían compartir con ella un destino común de fe, lengua e ideales.

Pero condenar el terrorismo de Hamás no puede justificar en ningún caso esta hambruna deliberada y planificada”, como ha declarado un responsable de la Ong Oxfam. ¿Son acaso los ciudadanos corrientes y molientes de Gaza culpables de las decisiones de unos gobernantes fanáticos o corruptos? Cuando se identifica a los ciudadanos con los que tienen el poder y las armas, se llega a estas situaciones inhumanas. Un niño, un anciano, una mujer que tienen hambre no pueden ser castigados por crímenes de los que no son autores. Por esa misma razón, me niego a identificar a los ciudadanos israelíes con la práctica genocida del Gobierno de Netanyahu.

¿Dónde están los justos de Israel de los que se habla a menudo en los Salmos o en el Libro de la Sabiduría? ¿Dónde están las mujeres y hombres judíos justos que deberían llevar en su corazón la misericordia y la compasión de los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento? ¿No les dirá nada José que perdonó a sus hermanos que lo habían vendido como esclavo y llenó los sacos de trigo para saciar su hambre en tiempo de sequía? ¿No les dirá nada David que, aunque tuvo la oportunidad de matar a Saúl que lo perseguía a muerte, no lo hizo por el temor sagrado a Dios? ¿No les dirá nada Ruth, la moabita, que no abandonó a su suegra por compasión y que junto a ella salía a espigar cada mañana de verano? ¿No les dirán nada Tobías, Zacarías y otros tantos, hombres justos que practicaron la misericordia y ayudaron a los necesitados?

Hemos pasado de la paz de los valientes, implorada por Rabin y Arafat, a la guerra de los cobardes. Parece que el objetivo de Netanyahu es hacer de Gaza un inmenso solar, sin vida y sin habitantes, y recluir a todos los gazatíes en campos de refugiados de los que luego tendría que encargarse la ONU. Los gazatíes tendrían –cruel sarcarsmo- la libertad de escoger entre la muerte o la deportación al campo de refugiados. A estas alturas, da la sensación de que estamos asistiendo a la ejecución milimétrica de un plan de destrucción total. Hacer desaparecer Gaza. Hacerla invisible. Reducirla a polvo y ceniza. Desde muchas sensibilidades e instancias se habla claramente de genocidio.

Solo cabe esperar que aún queden justos en Israel. Y que cuando pase esta “generación perversa”, ellos sean levadura, para hacer crecer la convivencia pacífica en la tierra que habitó Jesús, porque en el Salmo 1 está escrito:

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,

Ni entra por la senda de los pecadores,

Ni se sienta en la reunión de los cínicos

Será como un árbol plantado al borde de la acequia.

Da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas.

Y cuanto emprende tiene buen fin.

Porque el Señor protege el camino de los justos.

Pero el camino de los impíos acaba mal.























viernes, 11 de julio de 2025

David Lafoz: ¡no aguanto más!

 


David Lafoz Gimeno, un agricultor zaragozano de 27 años, ha tirado la toalla. No sólo la toalla de su lucha por defender su oficio de agricultor, su tierra, su trabajo, o por ir en contra de la agenda 2030, sino la toalla de la vida y del vivir.

Este joven agricultor probablemente sabía algo del campo. Tal vez un poco más  que los políticos, los asesores, los expertos que en cómodas salas de reuniones de Nueva York, Bruselas o Madrid dicen lo que tiene que ser o dejar de ser la agricultura y la ganadería. Gente que no ha pisado nunca un establo, que no ha pasado una noche en vela para facilitar el parto de una vaca, que no ha vareado un olivo, que no conoce la picazón del tamo en el cuello sudoroso, o que no distingue el olor inconfundible de la fermentación del mosto…redactan normas, leyes y decretos, con admirables buenas intenciones, pero sin tener en cuenta a los millones de agricultores y ganaderos que cada día trabajan duramente para abastecer los supermercados y los frigoríficos.

David ha tirado la toalla, ha dejado el arado, el tractor, la pala y la cosechadora y ha decidido irse, como él mismo ha escrito… "Lo siento por despedirme de esta manera tan cobarde, pero no aguanto más presión, no aguanto estar discutiendo todos los días con gente, no aguanto más inspecciones de Hacienda ni de trabajo, no aguanto trabajar 18 horas para vivir".

En las inmediaciones de la iglesia donde se ha celebrado su funeral unos dos mil compañeros de lucha han querido acompañarlo. Junto al templo estaba su tractor con el que aró, sembró y cosechó, con el que recorrió caminos parcelarios y carreteras para llamar la atención sobre la causa del campo, que él creía importante para ganarse su pan. Fue con este tractor, el Case, con el que se plantó en el puente de acceso a la Aljafería, sede de las Cortes de Aragón, durante las protestas del año 2024.

Con razón o sin ella, creyó en la causa del campo, en la causa de la agricultura y la ganadería. En medio de tantos ecologistas y animalistas de salón, de tantos discursos buenistas sobre el bosque, las nubes, las mascotas, los árboles y el universo, hay también muchos que trabajan las tierras, se suben al tractor, ordeñan las vacas… Conocen la belleza de los campos en la sementera y en la cosecha, pero también la dureza de los horarios, la frustración de las malas cosechas y las exigencias enloquecidas de los formularios e impresos de la Administración.

Frente a tanto activista de pancarta y megáfono, hay agricultores y ganaderos a los que las protestas les han salido caras. Parece que David, por su actitud reivindicativa y sus protestas, fue hostigado desde varios frentes por los que detentan el poder y no admiten la mínima disidencia.

En estos días se ha recordado que David Lafoz utilizó su tractor y su pala para quitar el barro en las localidades devastadas que dejó la Dana. Otros -no es necesario poner nombres- huyeron cobardemente de la Dana y su barro. O nunca hicieron acto de presencia.  

Recuerdo que en los días calientes de las protestas agrícolas de 2024 se celebró la gala de los Goya  en Valladolid, concretamente el 10 de febrero. Por temor a que los agricultores pudiesen deslucir la gala, el Ministerio del Interior desplegó efectivos de la policía nacional y de la guardia civil por todos los pueblos de la provincia, desde primeras horas de la mañana, para impedir que los agricultores sacasen de sus naves y corrales los tractores. No había convocada ninguna protesta para ese día, pero por si acaso. Y cuando los agricultores intentaban razonar diciendo que sólo querían ir a arar o sembrar a sus fincas, se les dijo que había órdenes estrictas para no permitírselo. Los ministros pudieron llegar tranquilos y sonrientes con su esmoquin y sus vestidos largos a la Gala. Y el presidente Sánchez hizo en avión el cortísimo trayecto entre Madrid y Valladolid. Ninguno de los hombres o mujeres del cine -normalmente muy reivindicativos- hizo mención alguna a los trabajadores del trigo y del viñedo, de los olivos y los establos.

David Lafoz Gimeno. Ni un héroe. Ni un maldito. Solamente un muñeco roto. Uno más de esta maquinaria que hace girar, a veces con demasiada crueldad, el mundo. Entre los engranajes de esta maquinaria, algunos hombres quedan triturados y como hechos papilla.




Durante las tareas de la Dana


Inmediaciones de la iglesia donde se ha celebrado su funeral















martes, 8 de julio de 2025

Matteo Balzano: el suicidio de un sacerdote

 

Italia es un país donde las noticias religiosas aún tienen cabida en el día a día informativo, más allá de la muerte de un Papa y la elección de otro. El pasado 5 de julio la noticia del suicidio de un joven sacerdote fue recogida ampliamente por todos los medios y comentada ad infinitum en las redes sociales del país transalpino y más allá aún.

Ha sido la propia diócesis de Novara la que ha preferido contar la verdad, cancelando rumores e hipótesis descabelladas, y confirmando el suicidio de Matteo Balzano, de apenas 35 años, y párroco de Cannobbio.

Si un suicidio es siempre un misterio que deja un sabor a ceniza en la boca de todos los amigos y conocidos, tal vez lo sea más en el caso de un sacerdote que ha predicado cada domingo que Dios no abandona nunca a sus hijos, que la esperanza es un virtud teologal, que la vida no nos pertenece, que Dios es el único Señor de nuestra vida y de nuestra muerte...  

No sabemos –ni necesitamos saber- que es lo que condujo a Matteo a quitarse la vida. Sólo podemos intuir que en su personal noche oscura no vio, ni siquiera en lejanía, una pequeña candela que le animase a dar un paso más en el camino de su corta existencia.

Los sacerdotes, como los consagrados, no son superhéroes con alzacuellos o hábito. Y la unción sagrada y la gracia no les convierte, por arte de magia, en personas de una sola pieza, inasequibles al desaliento, inalterables en su carácter, impasibles ante el sufrimiento. Como todo hijo de vecino, los sacerdotes conocen la vulnerabilidad de su cabeza y de su corazón, las costuras rotas de su túnica, las frustraciones y los periodos de bajón y de inestabilidad. Como todos, necesitan la gratitud, la sonrisa y el abrazo y el café de la amistad. Con el resto de los humanos, comparten el mismo barro del día de la creación.  

Cuento entre mis amigos a varios sacerdotes. Más de una vez he hablado de educadores sacerdotes que me han marcado con su bondad y su alegría. Conozco también las debilidades y las soledades de algunos. Y por esto mismo, más cercanos a mi amistad.

El suicidio de este joven sacerdote italiano me ha dado que pensar y me ha hecho reflexionar:

¿En qué inmensa soledad vivimos, nos movemos y existimos? ¡Qué inmensa es la pobreza de alguien que no encuentra un hombro sobre el que llorar, unos oídos para confesar su fragilidad, y unos brazos para sentirse abrazado! Una vez un cura me comentó: “Ha habido momentos en mi vida en que hubiera necesitado algo más que la absolución de mis pecados en el confesionario. Hubiera querido tener un amigo ante el que poder llorar y que luego me abrazase y me dijese: “quédate, porque el día atardece”.

Conozco y también intuyo la soledad afectiva en la que viven algunos sacerdotes. Les enseñaron en el seminario a ser perfectos, a no dejarse arrastrar por las emociones, a no mostrar nunca sus debilidades, a no parecer demasiados cercanos, a mostrarse siempre impecables, ejemplares, “superiores”, para no dar mal ejemplo, para hacerse respetar, para ser admirados, para no dar qué hablar, para no ser objeto de murmuración.

Conozco y también intuyo esa presión que los sacerdotes sienten sobre sus vidas y sus conductas. Si van de vacaciones, parecen holgazanes; si se toman una copa, son un vivalavirgen; si se muestran cariñosos, pecan de sentimentales; si acarician a un niño, se les mete en el saco de la pederastia; si pasean junto a una mujer, se cree que tienen la querida; si reciben a un amigo en casa, se sospecha que le pueden gustar los chicos. Si la misa es larga, es un pesado. Si la misa es corta, va con el acelerador puesto. Si el cura es joven, está verde. Si es mayor, ya chochea. Si dice no a alguien, es un intransigente; si dice sí a todos, es un pasota. Y así sucesivamente: que si juega a hacerse el simpático, que si es muy serio, que si es carca, que si es progre, que si no es como el anterior, que si no predica bien… Muchas veces su comportamiento es escudriñado hasta el extremo, y todas sus acciones son vistas con una lupa de aumento.

Y entre esa formación recibida para ser héroes de Cristo en el mundo y esa presión social que les juzga con poca misericordia, algunos sacerdotes se van aislando cada vez más en su soledad no compartida ni abrazada, hasta el punto de vivir y habitar una cárcel. Una jaula de ¡tanto decoro y tan intachable  conducta! que les impide compartir con un amigo de verdad sus heridas, sus rasguños y sus hemorragias internas.

Quizás la tragedia de Matteo Balzano no es ajena a ese malestar en el que transcurre la vida de muchos jóvenes y a esa fragilidad psicológica en la que ha crecido la última generación. La sociedad actual empuja a vivir en estado de permanente felicidad y dicha, en sublime autorrealización, con sonrisa permanente en los labios, con éxito en el trabajo, en las redes sociales, entre los amigos. En un ambiente así, no es de extrañar que los más frágiles y débiles se vayan rompiendo poco a poco, sin que nadie se dé cuenta, sin que nadie perciba nada, obligados hasta el último minuto de la vida a sonreír, a aparentar felicidad y a salir guapos y jóvenes en el selfie nuestro de cada día.

Tal vez Matteo Balzano -y otros muchos jóvenes como él- son los eslabones débiles. Las cadenas siempre se rompen por el eslabón más débil. La mañana del 5 de julio el cuerpo sin vida de este joven sacerdote fue encontrado muerto en los locales de la parroquia. La noche anterior había compartido con sus feligreses una tómbola solidaria que él mismo había organizado. Nadie notó nada. Nadie se dio cuenta de nada. ¿Tan disfrazados vamos por la vida que los demás sólo ven nuestra máscara y no las llagas de la vida sobre nuestro rostro? ¿Tan malos lectores del corazón somos que el otro se ha convertido en una escritura ilegible, en un jeroglífico indescifrable?

Sin duda, “Nuestro Padre de las vidas rotas” habrá estado aquella noche a su lado en el momento más oscuro de su existencia de apenas 35 años.  Una semana antes de su muerte, comentando con una parroquiana del pueblo el suicidio de otro joven de una localidad cercana, Matteo Balzano, el rostro ensombrecido, le había dicho: “Nadie sabe qué infierno se puede llevar dentro para llegar a ese extremo”.









 

 




miércoles, 23 de abril de 2025

El niño mutilado de Gaza

 


¡Miradlo! Se llama Mahmoud Ajjour. Tiene nueve años. Es un niño de Gaza. La instantánea la firma el fotógrafo palestino Abu Elou y ha sido elegida como la mejor fotografía del año según el World Press Photo, el más prestigioso galardón en este campo.

El pequeño Mahmoud mientras andaba por una calle en ruinas de Gaza se giró para instar a su familia a seguir caminando, pero una explosión le voló los brazos. Pudo abandonar la franja de Gaza y recibir asistencia médica en Qatar. Ahora aprende a jugar con el teléfono y a abrir las puertas con los pies.

“Esta es una fotografía silenciosa que habla poderosamente: cuenta la historia de un solo niño, pero también de una guerra más grande, cuyas consecuencias resonarán durante generaciones”, comenta la directora de World Press Photo.

Gaza ostenta, en este momento, un triste record: el de más niños amputados por kilómetro cuadrado. Muchos terroristas de Hamás han huido de Gaza o lo harán más adelante. Los gobernantes criminales de Israel seguirán viviendo bien con sus sueldos abultados. Pero los mutilados  recordarán siempre que hubo una guerra y que esta guerra dejó bien jodidos a niños inocentes, como Mahmoud, a civiles inocentes a los que la guerra les llovió del cielo, sin buscarlo y sin proponérselo. E incluso a soldados forzados a defender en el campo de batalla una idea de patria que los políticos idearon en sus Consejos de Gobierno, en salones con aire acondicionado y agua mineral al alcance. Al final, son y serán los mutilados los que paguen la amarga factura de la guerra.

Un gasto en armas por la puerta de atrás


Aprovechando que toda la información del día giraba en torno a la Plaza de San Pedro por la muerte del Papa, el Sr. Sánchez, sin consultar al Parlamento ni pedir su aprobación, ha dado a conocer su intención de aprobar una cantidad astronómica para el rearme del Ministerio de Defensa, una vieja exigencia de Europa, pero que él, por aquello del buenismo pacifista  izquierdista, dilataba una y otra vez. El día anterior a la divulgación de esta noticia, habíamos visto al propio Sánchez y a sus ministras y ministros compungidos y llorosos por la muerte del Papa. Y sin embargo, la ocasión les ha venido al pelo para hacer pasar de puntillas esta noticia de gasto estratosférico. Un gasto aquí, siempre significa un recorte allá, no nos engañemos. Nada más alejado del espíritu de Francisco que este clima prebélico y esta incesante algarabía mundial de tanques, aviones y tropas. Pero sobre todo, esta es una prueba –una más- de la cobardía de un presidente que no se atreve a dar la cara en ningún momento, ni en el Parlamento de España ni en el pueblo de Paiporta.

lunes, 10 de marzo de 2025

La hora de Europa

 


Al día siguiente de la victoria de Donald Trump un analista político escribía algo así como que la razón de la contundente victoria de Trump se debía a que los políticos demócratas habían hablado a los votantes de cosas que interesaban sólo a minorías o sobre temas que les tocaban tangencialmente (cambio climático, agenda 2030, derechos LGTBI, cultura woke). Durante la campaña electoral, se habría dado una disociación entre los discursos políticos y las necesidades elementales de los votantes (trabajo, sanidad pública para todos, derechos laborales, vivienda, etc.).

Trump era un conocido candidato para todos, precisamente porque había gobernado en Estados Unidos durante cuatro años, y porque su vida política o privada había acabado en muchas ocasiones en los tribunales. En su campaña no había engañado a nadie sobre sus intenciones y sobre sus formas, ni diplomáticas ni corteses. ¿Qué soñaba el ciudadano medio americano para votar a Trump? Probablemente había millones de pequeños Trump entre los votantes norteamericanos: desprecio hacia el adversario, rudeza en las formas y un insatisfecho  deseo de prosperidad personal, importándoles un rábano lo que sucede más allá de las fronteras del país de Tío Sam (tal vez por esa razón, muchos de los migrantes residentes en territorio estadounidense le votaron, sin preocuparse de la suerte de los que deseaban cruzar la frontera). Quien deseaba de nuevo una América Great, en el fondo deseaba engrandecerse él mismo, prosperar él mismo, y el resto del mundo le daba igual.

Han bastado escasas semanas desde la toma de posesión de Donald Trump para que nos diésemos cuenta de que las baladronadas del inquilino de la Casa Blanca iban en serio, aranceles a otros países, políticas migratorias restrictivas y, sobre todo, tal vez por lo que nos afecta, guerra de Ucrania.

Y la guerra de Ucrania nos afecta por el destino y la suerte de millones de ucranianos, pero de una manera especial porque la traición de EEUU a Europa ha dado pie a un discurso armamentista en todos los líderes europeos, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula vor der Leyen, a la cabeza. En pocos días ha ido calando en la población europea, de norte a sur y de este a oeste, la necesidad de contar con un ejército fuerte, lo que significa aumentar el gasto militar a cifras estratosféricas. Las empresas de armas -y los gobiernos que están tras ellas- se frotan las manos. Nunca sabremos si la guerra necesita armas o si son las armas las que necesitan las guerras. Y aumentar el gasto militar significará, aunque no se dice, disminuir el gasto social en sanidad y educación, las políticas igualitarias, las ayudas a los más vulnerables que ya dábamos por hecho. Si las cosas van a mayores, probablemente las tropas europeas volverán a los frentes y a los campos de batalla, y los frentes nos devolverán los muertos y los mutilados. En fin, el retroceso del Viejo Continente a los años ’40 del pasado siglo.

No es la primera vez que ocurre en suelo europeo que dos potencias se ponen de acuerdo y se anexionan territorios, sin que la opinión de la población anexionada cuente para nada. Esta entente Rusia-Estados Unidos, viejos y nuevos imperialistas, da mala espina y es de mal agüero. ¿Por cuánto tiempo Europa podrá o querrá sostener a Zelensky? ¿No se convertirán los territorios ucranianos, sus recursos naturales, las ‘tierras raras’, en objeto de codicia o en el pago del préstamo de guerra, que habíamos pensado que era puro altruismo, generosidad y solidaridad internacionales hacia Zelensky y sus sufridos conciudadanos?

Vivimos tiempos ásperos. Rudos tiempos. Ya ni siquiera se envuelve en un envoltorio de cortesía y de civilidad la cruda realidad del imperio de los fuertes sobre los débiles. Siempre se dijo que, “cuando no se podían salvar los principios, había que salvar al menos las formas”. Todo esto parece una antigualla. Volvemos o nos acercamos peligrosamente a la selva: ¿Acaso pide permiso el león para pegar un par de bocados a la gacela? ¿Fue la entrevista Trump-Zelensky el modelo presente y vigente de una diplomacia descarnada y humillante?

Esperemos que ante este panorama general de hienas (Rusia, Estados Unidos, China y algún otro), Europa reaccione, sacando de sí misma, de su historia milenaria y de sus valores humanos, la grandeza y la magnanimidad de los grandes hombres y mujeres que la construyeron a lo largo de los siglos: la verdad racional que nos dejó en herencia el mundo helénico, el respeto al derecho civil y al principio de ciudadanía, que es el legado de Roma, y la dignidad humana y el sentido de compasión, que es la aportación específica del mundo judeocristiano. Si Europa quiere seguir siendo Europa –y todo lo que esta palabra significa- ha de volver sus ojos a Grecia, a Roma y a Jerusalén.   












 

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