Encuentro Anual de los Ex Alumnos del Colegio San José ("Los italianos"). Desde el aparcamiento de coches (antes, cancha de tenis) tomamos
un sendero en rampa, junto a los pinos que de niños plantamos y regamos, hasta
alcanzar la puerta de entrada. En el cristal hay pegado un cartel con un “Bienvenidos, guanelianos”, y una foto en
blanco y negro de un numeroso grupo de alumnos, serios y formales, tomada poco
antes de las vacaciones de verano, a principios de la década de los setenta.
Hemos entrado en la Residencia Tercera
Actividad, para personas mayores que ahora ocupa el edificio del Colegio
San José (Aguilar de Campoo). Algunos ancianos pasean con sus familiares; otros sentados ven la
vida pasar al lado de su inseparable andador. Amables trabajadores nos saludan
con una inclinación de cabeza y nos indican la sala donde nos reuniremos. Al
ver la puerta de madera castellana, todos sabemos que la reunión tendrá lugar
en la antigua capilla del internado, hoy transformada en sala de actividades de
ocio.
Y es suficiente cruzar esta puerta para meternos de lleno en el
día a día del Colegio San José. ¡La
capilla! Misas de diario y misas de domingo. Vísperas y bendición con el
santísimo. Plegarias de corazón o de rutina. Confesiones con D. Gonzalo de
pecadillos 'hormonales' y alguna trastada sonora. Vesticiones de novicios.
Profesiones religiosas. Fiestas de los Padres cada mes de mayo. Fiestas del Beato Luis Guanella cada 24 de octubre. Anuncio de la
muerte del Hermano Juan. Ensayos de nuevas canciones, Resucitó, de Kiko Argüello, o Pescador
de Hombres, de Cesáreo Gabaráin. La luz entra a raudales por los amplios
ventanales. Esas cristaleras por las que volaba nuestra imaginación distraída en homilías
pronunciadas en un español transalpino. Fue suficiente entrar en este
territorio, decía, para encauzar la jornada y dar rienda a suelta a emociones
dormidas y gratitudes nunca expresadas, por esa contención y adustez
castellana.
Algunos alumnos, que nunca habían asistido a estos encuentros, y que cuarenta años después se encontraban con sus compañeros estaban especialmente ‘tocados’. Comienza el saludo y la presentación de cada uno de los presentes: Uno: “estuve poco tiempo, pero me marcó la vida”. Otro: “He trabajado siempre en el sector de la discapacidad, algo que aprendí de la sensibilidad guaneliana”. Alguien: “Agradezco infinitamente que se nos inculcase el esfuerzo y la responsabilidad”. Alguno: “Sueño muchas veces que vuelvo al colegio y me siento feliz y contento”. Otro: “Los ‘italianos’ eran diferentes a todos los frailes y curas que conocíamos”. Otro: “Cuando alguien me pregunta si no lo pase mal en el internado, siempre digo lo mismo: yo fui un niño feliz aquí”. Otro: “Lo que mejor recuerdo es la cantidad de actividades de todo tipo que nos proponían. No había espacio para el aburrimiento”. Uno: “El amor a la música lo aprendí en ese coro del colegio, y la mantengo hasta ahora”. Otro: “De pequeño venía a ver a mi hermano, Amable, que estudiaba aquí. Luego lo acompañé muchos años a este encuentro. Ahora que él ha fallecido, yo sigo viniendo por los dos”. Otro: “Por aquí han pasado educadores verdaderamente grandes. Y todos sabemos sus nombres”. Alguien más: "Pasaba mucho tiempo junto a las hermanas, sor Clelia y sor Antonina. Hicimos una buena amistad. Y su ejemplo de entrega me ha acompañado siempre".
Pero sin duda hubo dos discursos que nos llegaron muy dentro. José Antonio, chico con discapacidad en
Villa San José, abrió el turno de saludos. Es un invitado habitual en estos encuentros. Encantado y feliz nos saludó y nos
metió de lleno en el espíritu del seminario San José: "los últimos serán los primeros". Mariano Martínez. Su sola presencia en
medio de nosotros, fue su mejor discurso. A su venerable edad, se atrevió con
una larga jornada que cansa a cualquiera, pero ¿podía perderse este encuentro de
abrazos y gratitudes? Muchos años después, Don Mariano, profesor de geografía y lenguaje recibió el
cariño de sus alumnos, porque no fue sólo un dispensador de
conocimientos, sino y sobre todo, un formador en valores y en afectos. En este colegio dejó
lo mejor de sí. Y el recuerdo de tantos momentos felices vividos entre estas
cuatro paredes lo ha sostenido en días amargos de su existencia que no le han
faltado.
Cada año el calendario nos regala un día de abrazos. Las brasas de
la infancia se avivan, y surgen recuerdos, anécdotas, pensares y sentires
completamente olvidados. Saludos de bienvenida. Visionado de vídeos y fotos. El
micrófono que pasa de mano en mano para expresar con emoción todo lo que se siente.
La eucaristía, celebrada por los padres Teo García, Fernando de la Torre y José Ángel Villegas, que fueron nuestros compañeros de pupitre y campo de fútbol. El recuerdo de los que ya no están, especialmente de P. Adelio Antonelli, recientemente fallecido. Las fotos del grupo en la escalera del colegio que da al patio, o ante
la placa que junto a la iglesia parroquial recuerda el paso de "los italianos" por esta Villa de Aguilar de Campoo. La comida de hermandad y la tertulia, las despedidas y más abrazos…
Hubo momentos para el álbum de los recuerdos: Reencuentro con compañeros a los que no habíamos visto desde el
final de COU, año 1977. La canción todos a una del Bella Ciao, que frailes
entusiastas nos enseñaron en italiano, y que nosotros cantábamos
en las marchas a las Tuerces, al monte Bernorio, a la playa del pantano, sin
saber lo que verdaderamente esa himno significaba. La comida en el restaurante La dolce
Vita, como no podía ser de otra forma, junto al cine Campoo en el que tantas buenas tardes pasamos, veladas
solidarias de Navidad o Campaña contra el Hambre, pero también estrenos
memorables como El Cristo del océano, Ben Hur o El jardín de los Finzi-Contini.
El agradecimiento a los ex alumnos que cada año sostienen el Proyecto Caramelos, en memoria del hermano Juan, Un proyecto solidario de
Puentes a favor de los más pobres en alguna misión guaneliana del mundo. La recitación, 40 voces al unísono de los versos de Espronceda: “Con diez cañones por banda / viento en popa a
toda vela / No cruza el mar, sino vuela / un velero bergantín / Bajel pirata
que llaman por su bravura el temido / de un mar a otro conocido…
Nada más iniciar el encuentro y como ya es tradición, cantamos Viva la gente. Una especie de himno no oficial del Colegio San José. La
canción de fama internacional del grupo americano Up with people, se
convirtió en uno de los temas favoritos de todas las fiestas y todas las acampadas. Resumen musical de una manera de entender la vida, la
espiritualidad, los valores para caminar sin herir a ninguno
e intentando cuidar a todos. Prestar atención a cualquier persona con la que
uno se encuentra. Saber que Dios tiene un plan para cada uno, y que cada uno
debe luchar por ello. Ser consciente de que, si nos mostramos a favor de la
gente, la gente cambiará su corazón. Y lo más importante: el mandato de poner a
las personas en el centro de nuestra vida, mucho antes que a las cosas, “porque
las cosas son importantes, pero la gente lo es más”. Mucho más. Muchísimo más.
https://www.youtube.com/watch?v=ZiMW7CwwHjU
¡Viva la gente!
Esta mañana de paseo
Con la gente me encontré
Al lechero, al cartero y al policía saludé
En puertas y ventanas también reconocí
Mucha gente que antes ni siquiera la vi
Viva la gente, la hay donde quiera que vas
Viva la gente, es lo que nos gusta más
Con más gente a favor de gente
En cada pueblo y nación
Habría menos gente difícil y más gente con corazón
Habría menos gente difícil y más gente con corazón
Gente de las ciudades y también del interior
La vi como un ejército
Cada vez mayor
Y entonces me di cuenta de una gran realidad
Las cosas son importantes
Pero la gente lo es más
Dentro de cada uno hay un bien y hay un mal
Mas no dejes que ninguno
Ataque a la humanidad
Ámalos como son y lucha porque sean
Los hombres y las mujeres
Que Dios quiso que fueran
Gracias querido amigo, por reflejar con tu pluma de manera estupenda lo que cada uno vivió en ese encuentro. Gracias y viva la gente ex alumnos del Colegio San José de Aquilar. Gracias
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