La manifestación que el sábado
pasado, 26, tuvo lugar en Barcelona, ¿en contra de quién o quiénes era? Yo
pensaba que se trataba de condenar los atentados yihadistas que una semana
antes un grupo de desalmados, atizados por el imán de Ripoll, habían perpetrado
contra personas inocentes (incluidos niños) en las Ramblas de Barcelona y en
Cambrils. Pero no estoy seguro de que así fuera.
Desde hace algún tiempo tengo la
sensación de que la sociedad catalana es rehén de los más exaltados y de los
más radicales que ensayan continuamente el nacimiento de una dictadura de corte
estalinista, ante el silencio cómplice, el silencio calculado, el silencio
comprensivo de una nada desdeñable parte de esa misma sociedad catalana.
¿La manifestación era contra la
islamofobia? Puede que haya habido algún conato de rechazo a los musulmanes
después de los atentados, pero creo que en general los españoles saben
diferenciar entre yihadistas y musulmanes.
A juzgar por tantas pancartas contra la islamofobia se podría pensar que
los atentados de Las Ramblas y Cambrils fueron cometidos por radicales
cristianos contra un grupo de pobres musulmanes.
¿La manifestación era contra la
venta de armas? Noble causa ésta sin duda de luchar contra la venta de armas.
Pero éste no era el lugar ni el foro. Sobre todo si tenemos en cuenta que las
armas que utilizaron los asesinos eran cuchillos y una furgoneta. Y que
Cataluña es con mucho la comunidad autónoma con mayor mercado armamentístico.
¿La manifestación era contra el rey
y contra el presidente del Gobierno? En ningún lugar del mundo se permitirá que
en una manifestación, supuestamente de unidad, contra el terror yihadista, se
insultase al Jefe del Estado y a los representantes políticos. ¿Alguien se
acuerda de las imágenes de la manifestación después de los atentados parisimos,
con el Jefe del Estado francés a la cabeza? ¿Quiénes son los culpables de la
muerte de los inocentes de Barcelona, los asesinos o las autoridades españolas?
¿En qué país se hubiera permitido una pancarta insultante al Jefe del Estado a
pocos de la línea donde él está situado? La pitada al rey no es de recibo. Se
puede estar a favor de la monarquía o de la República. Pero está claro que la
pitada al rey era un ataque directo a lo que él representa: una España democrática,
respetuosa de las normas, unida y moderada, de un pasado común y de un futuro
común. Y esto nunca lo soporta un separatismo obsesionado y enloquecido con la
independencia. La presencia del Rey recuerda, por sí sola, la idea de España.
Puede que a estas alturas, los
separatistas se sientan la mar de contentos por haber logrado manipular la
manifestación ante la mirada atónica de medio mundo. Puede que a estas horas
estén satisfechos de que las circunstancias les hayan puesto en bandeja una
oportunidad de oro para así mostrar al mundo la competencia de Cataluña. Pero
no es así, las circunstancias les dieron la oportunidad de ser magnánimos, pero
prefirieron ser miserables. Lo sabíamos perfectamente, pero la manifestación
nos lo ha confirmado: los exaltados arrastran a la sociedad catalana hacia una
dictadura antisistema y estalinista, de
purgas y de discriminaciones, que no respetarán ni el dolor ni la muerte. Y si
algún día obtienen la independencia, ¿qué será de los que no piensan como ellos,
que será de los que no comulgan con sus ideas radicales y su instalación en el
odio, qué será de los que no se arrodillan ante una forma de pensar enloquecida
y dictatorial? ¿Qué será de los que leen el Quijote, no tienen la estelada en
la ventana o van a Madrid a ver El Prado? Yo sí que tengo miedo. Miedo de este
separatismo insensato, de estas identidades del odio, forjadas en las últimas
décadas en una escuela nacionalista y en unos medios de medios de comunicación
en estado de genuflexión al servicio humillante del totalitarismo de la
Generalitat.
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