miércoles, 29 de agosto de 2018

28.- Aquellos primeros doce franciscanos

 


Es una pintura sencilla,  sin artificio, casi naif. Sobre el encalado de una celda o capilla, un monje dibujó, con carboncillo negro y grueso trazo, a los 12 primeros franciscanos que llegaron a América para propagar el mensaje de Cristo. Es una pintura que nadie admiraría en un museo ni en una exposición. Y sin embargo, esta pintura es una página muy importante de la Historia de la Iglesia y de la Humanidad. Se encuentra en el convento de Huejotzingo, en el estado de Puebla.

Los frailes humanizaron la conquista de América. El Descubrimiento, y posterior Conquista, trajo todos los desmanes habidos y por haber, típicos de cualquier invasión. Hubo encuentro, pero también encontronazo. La evangelización de América fue un laboratorio de los derechos humanos que se desarrollarían y afirmarían en los siglos siguientes. No hay que olvidar que en la llamada Escuela de Salamanca estaba fermentando un potente pensamiento en torno al derecho internacional. Varios acontecimientos dulcificaron la conquista y pusieron coto a muchos abusos. Los señalo: 
1504: el testamento de Isabel la Católica que ordenaba el buen trato a los indios y prohibía hacerlos esclavos: "No consientan que los indios reciban agravio".
1511: el conocido como "Grito de Montesinos". Sermón de fray Antonio de Montesinos. Acusaba de maltratar a los indios y se preguntaba: "No son acaso estos hombres".
1512: Las Leyes de Burgos. Por primera vez se crea un estatuto con una función protectora del indígena: libertad, dignidad, trabajo.
1550: La Controversia de Valladolid. Juristas y teólogos debaten abiertamente sobre conquista, evangelización, derechos, abusos, dignidad de los indios.
1552. El texto de la "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" (Bartolomé de las Casas) que produjo una fuerte impresión en la Corona, en la Universidad y en la Iglesia. 

 Se cometieron, no obstante las leyes y las buenas intenciones, todo tipo de abusos y atropellos sobre los moradores originarios de América, especialmente por parte de los voraces encomenderos en cuyas tierras trabajaban los indios. Pero también, justo es reconocerlo, es la primera vez que una conquista se pone límites y condiciones, y establece derechos. Por primera a gran escala se produce un fenómeno que es universalmente reconocido: el mestizaje
Y sin embargo, fue la llegada masiva de frailes y curas la que humanizó la conquista, dulcificó el trato y otorgó protección a los indios frentes a las demasías y atropellos. Lo que vino a decir la evangelización es que, cuando se bautizaba a los indios, estos se convertían en hijos de Dios, y por lo tanto, no podían ser esclavos de otros hombres. Tenían una dignidad que no les podía ser arrebatada
Por todo lo anteriormente dicho, esta pintura es particularmente significativa. Conocemos los nombres de los doce frailes: Martín de Valencia, Francisco de Soto, Martín de Jesús de la Coruña, Juan Juárez, Antonius de Ciudad Rodrigo, Toribio de Benavente (Motolinia), García de Cisneros, Luis de Fuensalida, Juan de Ribas, Francisco Jiménez, Andrés de Córdoba y Juan de Palos.

Ahí están: arrodillados delante de una cruz en la Sala De Profundis. Llegaron en número de doce, como los apóstoles, el 13 de mayo de 1524 al Virreinato de Nueva España. Y muy pronto los indios dejaron de temerlos, y les entregaron a sus hijos para que los educaran. Los frailes supieron adaptar la liturgia católica a su idiosincrasia. Por ejemplo, intentaban que las ceremonias fueran al aire libre, ya que los indios se resistían a entrar en las iglesias, por el pavor que les producían los templos aztecas.

La evangelización de los aztecas fue un proceso rápido y sorprendente. “De todas las partes acudían en masa para que los bautizásemos”, está escrito en las primeras crónicas. Hay tres elementos que explican este fenómeno de conversión en masa. Uno: las antiguas crónicas aztecas predecían que unos señores procedentes del mar llegarían para implantar un nuevo reino al que era preciso someterse. Dos: el cristianismo supuso una liberación para los indios, ya que la religión azteca era sumamente cruel y los sacrificios humanos llenaban de espanto y terror a toda la población.  Las guerras floridas, es decir, las incursiones violentas de los aztecas en los pueblos vecinos para hacer prisioneros y sacrificarlos en el gran templo era algo que llenaba de espanto. Basta recordar que durante la coronación de Moctezuma fueron sacrificados veinte mil prisioneros a los que se arrancó el corazón. Y tres: la Virgen de Guadalupe se presentó como la Señora que aplasta a la serpiente, lo que en el imaginario de los pueblos de México era como indicar que la antigua cultura había sido derrotada y que un nuevo reino estaba a punto de nacer.



Hay ‘florecillas franciscanas’ en los inicios de la primera evangelización de México. Fieles a la consigna de no claudicar jamás de la pobreza franciscana, los 12 frailes, al desembarcar, después de la larga travesía, recorrieron a pie y descalzos las sesenta leguas que separan el puerto de Veracruz de la ciudad de México. Hernán Cortés los recibió con muestras de veneración y los agasajó solemnemente. Muy pronto, los indios empezaron a seguirlos y a rodearlos sin parar, hablando con ellos en náhualt, del que los hijos de San Francisco no sacaban en limpio más que una constante repetición de la palabra ‘motolinia’.

La insistencia de los nativos les picó la curiosidad y preguntaron qué significaba aquel vocablo. ‘Motolinia’ significa pobrecito o desdichado. Al ardiente fray Toribio de Benavente, su admirable inserción en el mundo indígena le valió el sobrenombre de ‘Motolinia’, y él se sintió muy orgulloso de este apellido, con el que siempre firmaba sus escritos. Fray Toribio –y con él la mayoría de los monjes- llegó a la conclusión de que el trato que muchos españoles daban a los naturales estorbaba a la finalidad evangélica. Por la acción de religiosos como fray Toribio, muchos indígenas americanos encontraron en ellos mediadores eficaces y custodios de su bienestar.

Después de conocer esta acción bienhechora de los amigos del Poverello, pude escribir en la iglesia franciscana de Puebla donde está enterrado el Beato Garay Sebastián de Aparicio: “Homenaje a los frailes que supieron traer un poco de civilidad y contrarrestar así los abusos de los poderosos contra las buenas gentes de estos pueblos”



Con Alfonso Martínez hice un recorrido por los monasterios franciscanos de Puebla, Tecali, Cauchintlán, Huetjozingo, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Paramos un momento para comer y ahí me encuentro con la escena del día: un niño de apenas un mes duerme en una caja de cartón. Su padre lo contempla abobado; su hermanita de cuatro años, Emidia, le pone el chupete cuando llora; la madre, mientras, nos prepara las tortillas y las quesadillas en un pequeño patio, al aire libre. Cuando le pregunto a la madre cómo se llama el pequeño, me dice que "aún no tiene nombre porque es muy pequeñito".

 

Puentes: 25 años de una corriente solidaria. Huejotzingo-Puebla, México, 2010.










4 comentarios:

  1. Curioso, entrañable y didactico. Gracias Juan

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    1. Muchas gracias. Viajar es aprender- Y tú lo sabes muy bien

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  2. Aún me recuerdo de la escena del niño metido en la caja... y nuestro peregrinar por los conventos franciscanos de Puebla. Gracias por tu excelente reflexión.

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    1. Fue una jornada preciosa. El recuerdo de aquellos intrépidos monjes y la realidad humilde de las gentes de hoy mismo

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