Los santos del pueblo. La iglesia
barroca del XVIII, con su sólida y altiva torre del XIX, alberga un buen número
de santos, tal vez discretos por su calidad artística, pero sin duda valiosos
por su valor religioso y sentimental. Ahí están. Nos acompañan desde el día que
fuimos bautizados en la pila bautismal de piedra, hasta el día que alguien,
piadosamente, nos lleve a la iglesia para un responso de réquiem. El altar
mayor, después de una concienzuda restauración, luce en todo su esplendor
ahora, todo oro y azules, columnas, angelotes, santos, y un precioso
tabernáculo con el tema central de la fe: la resurrección de Jesús. Este altar acoge
tres imágenes de bulto redondo, sin duda las de mayor valor artístico: En el
centro, Nuestra Señora de la Asunción,
titular de la parroquia, y a sus lados, las esculturas de San José y de San Bernardo (esta última probablemente por la
influencia del monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena, muy cerca).
La escultura en madera policromada de San José es mi obra preferida. El Niño
mira al cielo pero acaricia con su manita la barba de un San José, ciertamente
tierno y dulce. Una imagen familiar que nos habla de un San José con corazón de
padre.
Pero hay otros santos de los que no puedo olvidarme: No podía faltar la imagen de un San Isidro, de escayola, probablemente de la casa Olot, a la que el día de su fiesta (15 de mayo) le colocan un ramillete de espigas verdes en la mano y, para la procesión, le añaden los bueyes y el ángel al mando del arado. San Isidro es una de las dos fiestas locales que celebra Quintanilla. Aún hoy, los jóvenes agricultores le asoman a los campos, rememorando las antiguas rogativas en las que se imploraba la lluvia y las buenas cosechas.
La imagen de San Antonio también concita el cariño de unos cuantos feligreses.
San Antonio es santo popular y tiene fama de atento y escuchador, algo noviero,
pero también amigo de las avecillas del campo. Todo ello casa bien con este
santo cariñoso y maternal siempre con el Niño Jesús en sus brazos.
No puedo olvidarme del Niño Jesús y del San Juan Bautista Niño, colocados en el altar del Crucificado. Dos niños de estilo barroco, muy hermosos. El Niño Jesús desnudo y el San Juan Bautista, de vestir. Y acabamos con una imagen rústica, quizás algo pasada de moda, ahora diríamos políticamente incorrecta, pero que forma parte de la religiosidad popular de una determinada época, un Santiago matamoros, que se conserva en el pequeño museo de la Capilla del Bautisterio, en cuyo centro encontramos las sólida pila bautismal.
Santos, Vírgenes y Cristos que,
desde sus altares, nos veían llegar y marchar de la única nave de esta sencilla
iglesia. Han asistido a misas y rosarios, bodas, bautizos, comuniones,
confirmaciones y entierros, también a algún Cante de Misa. Han escuchado
plegarias, súplicas, oraciones. Santos que han conocido las carreras y las travesuras
de los niños entre los bancos, también
la charleta de los hombres en el coro, durante alguna homilía algo aburridilla,
o la cabezada de alguna feligresa, o las señas y guiños de alguna pareja de
novios. Menos mal que los santos son tan discretos que nunca han ido con el cuento
al cura de turno.
En fin, la vida. Santos de madera y de escayola, ante los que los buenos quintanilleros (también conocidos como rucheles) han suplicado la paz en tiempos de guerra, la lluvia en tiempos de sequía, la vida de los seres queridos en tiempos de enfermedad y el descanso eterno en días de entierro. Estos santos forman parte del paisaje de Quintanilla, lo mismo que la calle de Somorrostro, los bares del pueblo, la Plaza Mayor, la Función y su chisquereta, la Fuente de los machos, la Turruntera, el chocolate de San Juan, la Robleñada o las Peñas de Roldán.
Estas Vírgenes que han salido en
procesión vestidas como novias, ante las que se han encendido velas y a las que
se han ofrecido ramos de flores. Estos Santos y estos Cristos que han escuchado
el volteo de las campanas en los días de fiesta o el doblar a muerto en las
tardes de dolor. Estos santos, querámoslo o no, son parte también de nosotros.
Puede que ya no se les rece tanto como antes. Quizás no se les pidan tantos
favores y milagros, pero nos alegran un poquito el corazón cuando entramos en
la iglesia. Son unos vecinos más de nuestro pueblo.
Y sin embargo, además de los
santos de madera y escayola, ha habido -y hay- otros ‘santos de carne y hueso’ en Quintanilla
de Arriba. Han visitado enfermos, han repartido limosnas o han dejado una
cesta de manzanas o una torta de chicharrones en la casa del necesitado, han
acercado a ancianos o enfermos al ambulatorio, han hermoseado y mejorado el pueblo, han
cuidado a las gentes, han sonreído a los tristes o han acogido a los forasteros
que emprendían una nueva vida en el pueblo, han dado palique en la solana a los
mayores, no han despellejado ni pleiteado con los vecinos. Se han alegrado con
los felices y han consolado y abrazado a los tristes en tiempos de desdicha y
muerte. Han hecho, en definitiva, la vida un poco más fácil y llevadera a sus compaisanos
y vecinos. Estos hombres y mujeres de carne y hueso merecen, faltaría más, un
sitio en mi corazón.
Un maravilloso repaso, a la historia de nuestro pueblo, a través de las imágenes de iglesia, entraré en tu blog, para verlas mas de una vez, tienes el don de saber decir las cosas.
ResponderEliminarGracias, Pocholo. Por humilde que sea, la iglesia del más pequeño pueblo está cargada de historias y de nombres. Por todo ello, forma parte del paisaje interior de cada uno.
EliminarMuchas gracias por las imágenes de la iglesia de nuestro pueblo que a través de tus fotos adquieren una especial dimensión y ,nos parecen ,incluso a nosotros,
ResponderEliminarmucho más.
Muchas gracias por los comentarios tan entrañables,sentidos y oportunos.
Muchas gracias por compartir el.afecto y el cariño por lo que toca a Quintanilla y los quintanilleros.
Gracias por tus amables palabras, aunque no sé quién eres, porque en en perfil aparece 'desconocida'. Pero gracias, igualmente.
EliminarSon unas fotos muy bonitas y has escrito unos comentarios muy descriptivos de Quintanilla. La Iglesia con sus imágenes, son parte del patrimonio y la historia de nuestro pueblo. Nos das la oportunidad de recordarla y aprenderla. Los quintanilleros estamos muy orgullosos de nuestro pueblo y es una satisfacción saber que hay personas que también lo admiran. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mª Jesús. Efectivamente, no podemos olvidar de dónde venimos y cuáles son nuestras raíces. Ni mejores ni peores que otras. Pero son las nuestras.
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