El 17 de marzo de 1984, los once sonetos del amor
oscuro de Federico García Lorca aparecieron publicados en su totalidad en las
páginas de ABC. La repercusión fue mundial. Periódicos y revistas de los cinco
continentes reprodujeron y comentaron la noticia literaria del poeta español
más conocido del siglo XX. Fue Pablo Neruda, en su casa de Isla Negra (Chile),
quien encarecidamente había suplicado a Luis María Anson, Director del ABC, que
mediara ante la familia de Lorca para que estos once sonetos vieran la luz. La
familia los guardaba celosamente. La familia sabía que estos poemas
proclamaban, en perfectos sonetos, el amor homosexual de Federico. Y ejerció,
durante cincuenta años, una autocensura implacable. Es verdad que algunos de
estos sonetos, incompletos, corrían de mano en mano, plagados de errores.
Pero algunos de los amigos de Lorca sabían que
existían y se los habían oído recitar. Para Pablo Neruda, los sonetos, que los
había escuchado de la propia boca de Lorca, eran lo más hermoso que él había
oído, algo sólo comparable a la gran lírica de San Juan de la Cruz o de
Quevedo, de Garcilaso de la Vega o de Juan Ramón Jiménez.
Al final, Luis María Anson obtuvo el plácet de la familia
de Lorca. Fue en ese momento, noviembre de 1983, cuando los mejores
especialistas en Lorca recibieron un sobre anónimo con los once sonetos, para
que emitieran su parecer e hicieran la crítica literaria. Desde ese momento, no
se hablaba de otra cosa en el mundo literario hispano. Para muchos de ellos
eran los mejores poemas de amor de nuestra lengua.
La fama de estos 11 sonetos no ha hecho más que crecer
desde 1984. Tenían que haberse llamado “Sonetos del amor”, a secas, pero un
verso de uno de los sonetos “Ay voz
secreta del amor oscuro”, terminó por dar nombre a todos.
Fernando Lázaro Carreter escribía que “Reducir lo oscuro de los asombrosos sonetos
lorquianos a la trivialización en que algunos caen, probablemente hubiera
indignado a Federico”. A juicio de este escritor con "amor oscuro” Lorca se refería esencialmente al ímpetu indomable
y a los martirios ciegos del amor, a su poder para encender cuerpos y almas, y
abrasarlos como hogueras que se queman y destruyen de su propio ardimiento”.
Francisco Giner de los Ríos solicitaba a los lectores:
“Dejemos a los Sonetos y a Federico
quietos y erizados como enseñando en su mármol definitivo el temblor siempre
nuevo que tienen” Y continúa: “Su corazón no era ciertamente alegre. Era
capaz de toda la alegría del Universo; pero su sima profunda, como la de todo
gran poeta, no era la de la alegría. Quienes le vieron pasar por la vida como
un ave llena de colorido, no le conocieron. Su corazón era como pocos
apasionado, y una capacidad de amor y de sufrimiento ennoblecía cada día más
aquella noble frente. Amó mucho, cualidad que algunos superficiales le negaron.
Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo. Me leía sus Sonetos
del amor oscuro, prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento,
puro y ardiente monumento al amor, en que la primera materia es la carne, el
corazón, el alma del poeta en trance de destrucción”.
Federico García Lorca (Granada 5 de junio de 1898 — 17 ó 18 de agosto de 1936) dominaba como nadie la técnica del soneto, dos
cuartetos de endecasílabos y dos tercetos. Los dos primeros con planteamiento y
nudo y los tercetos como reflexión y desenlace. Los poetas de la generación el
27 se dedicaron con entusiasmo a la escritura de sonetos. Herederos de
Shakespeare, Petrarca, Garcilaso, Góngora o Rubén Darío, reivindicaban los
sonetos como el perfecto vehículo de expresión literaria.
Tras su viaje a Nueva York, García Lorca volvió
liberado de muchos fantasmas y complejos. Y además ya era un autor de éxito,
como dramaturgo y poeta. A partir de entonces se vuelve más explícita su
homosexualidad. Ya la ha asumido y no le asusta.
Desde la publicación de los 11 sonetos, e incluso
antes, todos han querido conocer quién o quienes inspiraron estos sonetos
inmensos. Y las hipótesis se disparan. Y las imaginaciones y fantasías crecen.
Todos los estudiosos coinciden que algunos de ellos fueron inspirados por un
estudiante de Minas, Rafael R. Rapún, secretario de la compañía teatral La
Barraca. Un joven de 23 años. Pero Rapún -3R- como le llamaba Lorca es
heterosexual y muchas veces le es infiel con mujeres. La tormentosa relación
con Rapún encaja bien con el tono de los sonetos. Otros amores ‘oscuros’ que inspiraron
a Lorca pudieron ser Juan Ramírez de Lucas, menor de edad en 1936 y, más tarde,
un reputado especialista de arte. La familia, de momento, no ha permitido el
acceso al archivo de Juan Ramírez. Y un tercero en disputa es Eduardo Rodríguez
Valdivieso. Para algunos un amor literario, pero otros aseguran haber visto las
cartas líricas y explícitas que se intercambiaron.
Pero intentar penetrar en la intimidad de un ser
humano probablemente no conduce a mucho. El espíritu del poeta está hecho de
recuerdos, sueños, ansias, deseos, lecturas, voliciones, circunstancias,
estados de ánimo. Todo ello, en un instante de creación, cuaja y se produce el
milagro de la perfecta belleza. Por muchos nombres que saquemos a luz, nunca
estaremos en la verdad, porque un poema brota, no sólo por las vivencias
personales de su autor, sino también gracias a la herencia lírica recibida de
siglos. El producto final nunca es la suma matemática de las partes.
Un satisfecho Luis María Anson pudo escribir en aquel
lejano 1984: “Los versos de amor que hoy
manan de las páginas de ABC como de un hontanar renovado restablecen la
verdad sobre imaginaciones desbordadas y ediciones piratas. Nos devuelven,
además, la gran lección que brinda la poesía eterna, por encima de las
ideologías políticas, a todos los que quieren, como Lorca, la España de la
concordia y la conciliación”.
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