Cada poco tiempo el grupo guerrillero M23, apoyado por Ruanda, y el ejército congoleño libran su eterna batalla en la región de Kivu Norte, y especialmente en su capital, Goma. Incursiones, escaramuzas, refriegas de unos pocos días, pero que dejan un reguero de muertos, de mujeres violadas, de niños secuestrados y de miles de refugiados vagando a la deriva por todos los caminos imaginables. Es una de las guerras interminables que difícilmente tiene unos minutos en el orden del día de los gobiernos de los países y de las instituciones internacionales. El último ataque a la ciudad de Goma dejó más de tres mil muertos y una ciudad sin luz, sin agua y sin nada que llevarse a la boca.
Y ahora veamos esta foto, una de las miles que los reporteros de guerra sirven a sus agencias y que casi ningún periódico del mundo publica: Uno de los almacenes de víveres de una organización para los refugiados ha abierto sus puertas. Y un numeroso grupo de vecinos intenta hacerse con las cajas de arroz o harina. En sus manos, sobre sus cabezas, sirviéndose de una motocicleta, cargan como mulos esa mercancía de gloria que es el sustento de cada día. Por unos días asegurarán la comida para la familia, en medio de las ráfagas de metralleta. En el Congo -un Estado fallido y miles de intereses mineros por kilómetro cuadrado- el único futuro imaginable es una caja de cartón con dos kilos de arroz y dos kilos de harina.
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