jueves, 7 de enero de 2016

No todo ha sido Liberté, egalité, fraternité...


 

La historia es incompleta siempre. En este gallinero de ruidos y rumores y mentiras en el que se ha convertido nuestro mundo, es muy difícil ver dónde está la verdad; es más, a veces resulta una tarea inútil.
Todos hemos comprobado, a partir de los atentados de París, la solidaridad mundial con la bandera francesa. Hasta aquí nada que objetar. Por motivos personales –viví un año en París, me gusta la lengua francesa, y su literatura- me sentí golpeado por la brutal carnicería. Es verdad que muchos atentados –de corte yihadista- han golpeado al Planeta (uno de los primeros y el que más muertos causó en Europa fue el ocurrido en Madrid en 2004). En Siria, los ataques han sido continuos, pero también en Túnez, Beirut, Mali, Kenia, y otros puntos de la Tierra.
No hemos de olvidar, sin embargo, la doble cara de Francia. Ahora enarbola la bandera de su liberté, egalité, fraternité, pero hay que recordar que las tropas francesas han estado presentes, con contundentes y mortíferos resultados, en muchos de los fregados africanos: Malí, Costa de Márfil, Republica Centroafricana, etc. Y también en estos países insignificantes sin duda creían que la libertad, la igualdad y la fraternidad eran bien hermosas y bien bonitas.
Creo recordar el feroz ‘no a la guerra’ de Irak  que Francia sostuvo, porque ella no podía aspirar a ningún trozo de la tarta que allí pensaba repartirse. Y recuerdo perfectamente como la izquierda europea, sobre todo la española, aplaudía está oposición francesa. Siempre nos quedará París, decían. Luego, cuando las tropas francesas aterrizaban en otros países africanos no precisamente para hacer carreteras, sino para defender por la fuerza sus intereses comerciales, nadie dijo nada. Total eran cosas que pasaban en África, y además USA, la bestia negra de todos los antisistema, no había metido baza.
No soy tan ‘buenista’ como para creer que Europa debe permanecer de brazos cruzados, ofreciendo ‘diálogo a mogollón’ a los que ponen las bombas, a los que planean atentados, a los que pagan las facturas, y a los que intentan acabar con una forma de entender la vida. Creo que habrá que responder para no dejarnos avasallar. Pero sí que es bueno recordar que bajo la bandera grandilocuente de Francia se esconden unos cuantos episodios vergonzantes.

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