Cuando Juan Vaccari (1913-1971) llega a España
en el año 1965 convierte a muchos de sus amigos italianos en generosos bienhechores
del Colegio San José (Aguilar de
Campo). Hacer frente a la construcción del colegio, al mobiliario, a los
sueldos de los profesores, a la manutención de los alumnos y al mantenimiento
del edificio, con las mensualidades mínimas de los seminaristas, normalmente de
familias humildes campesinas, era pensar en lo impensable. La primera obra
española debe mucho, muchísimo, a los numerosos bienhechores italianos del Hno.
Juan: las propias casas guanelianas diseminadas por Italia, pero también amigos
que él hizo a lo largo de su vida, especialmente a su paso por el Palacio de la Cancillería de Roma,
contribuyeron con gran generosidad.
Cuando los números en rojo empezaban a aparecer en las
cuentas de Aguilar, los frailes decían al superior: “Manda al hermano Juan a Italia, y ya verás cómo vuelve con mucha providencia”. Esto
explica los numerosos viajes que Juan
hizo a Italia por aquellos años. ¡Era el imán de la Providencia! Los
bienhechores le correspondían con largueza de propinas y donativos. Y
Juan no se cansaba de rezar por ellos: “Por
todos nuestros queridos bienhechores, rezo continuamente. Desde el Cielo haré
mucho más por ellos”.
¡Cuántos baúles habrá traído de Italia! Ropas
litúrgicas, ropa de hogar, vajilla, camisetas de fútbol, equipamiento deportivo
para los niños, material escolar, juegos de mesa, filminas y dibujos,
instrumentos musicales, vestuario para obras teatrales, dulces navideños,
figuras para el nacimiento… ¡de todo! En una ocasión, en la frontera
hispano-francesa, los aduaneros querían hacerle pagar una suma descomunal por
los baúles, y amenazaban con retenerlos en la frontera. Eran las vísperas de la
navidad. Había recogido en Italia muchas cosas para los colegiales. El hermano
Juan se puso triste hasta el punto de que se le saltaron las lágrimas.
Finalmente, un guardia dijo a su compañero: “Déjale
pasar. ¿No ves cómo está llorando?”. Juan pudo llegar a Aguilar con todo su cargamento de regalos y
dulces para la Navidad.
Cada vez que regresaba a Italia, realizaba auténticos maratones, en tren o en
coche, para visitar, agradecer, regalar
algún detalle y, de paso, “recoger
providencia”. Escribe: “He salido de Sanguinetto, he llegado a Milán.
Luego he viajado a Albizzate, a Varese y finalmente a Barza. Mañana me acercaré
a Anzano del Parco y a Como” (enero 1969). Y también: “En Como hablé con el Superior General;
luego, fui a Varese. Hice una breve visita a los de la fábrica Ignis. En Barza,
me encontré con los cohemanos, y el ecónomo me dió una suma importante de
liras. Bendice, Señor, a todos los bienhechores”.
Pero
un donativo para el Colegio San José le toca el corazón: “Bendice, Señor, a estos niños pequeños
de la guardería de nuestra parroquia de San José (Roma). Me han conmovido profundamente cuando
me han entregado sus pequeñas ofrendas” (Diario, 19-2-71).
Sus
viajes a Italia eran una travesía de ciudad en ciudad, de casa en casa
guaneliana, de familia en familia. Hubo jornadas en las que estuvo en cuatro y
cinco localidades. El hermano Juan suscitaba la simpatía, la admiración, las
ganas de imitación. Delante de sus amigos italianos se comportaba como el
misionero destinado en tierras lejanas que cuenta con pasión sus aventuras. Y
tenía para contar muchas cosas: el Colegio crecía gracias a la Providencia,
admiraba la fe todavía recia de las familias campesinas, la sencillez y la
honradez de los muchachos, la acogida de los religiosos españoles en sus casas
(pasionistas, jesuitas, oblatos, maristas, combonianos, hijos de la
Consolata…). Antes de que abriese la boca para pedir, ya le estaban dando un
donativo. Su testimonio, su inmensa gratitud, su fe de niño estimulaban la
generosidad: cardenales, monseñores, monjas y frailes guanelianos, laicos,
confesores, amigos… “Gracias,
Providencia, por todas las ayudas que de ti he recibido en este periodo. Y te
pido que bendigas y ayudes a los queridos bienhechores”.
En Puentes honramos la memoria del hermano Juan con dos
iniciativas.
Premio Hermano Juan: Cada 9 de octubre
(fecha de su muerte) se da a conocer el Premio Hermano Juan. Dotado con una
pequeña cantidad, exactamente el 1% de los donativos particulares que la Ongd
haya recibido el año anterior (el premio en 2023 será de 800 euros), quiere
subrayar la importancia del compartir, aunque sea poco, con otras asociaciones
que en nuestro propio país luchan contra la pobreza, en general, y a favor de
las personas con discapacidad, en especial.
Proyecto caramelos. Puentes, también
cada 9 de octubre, invita a renovar el “testamento” de Juan Vaccari,
colaborando con un proyecto a beneficio de las personas con discapacidad (los ‘buonifigli’ que él menciona en su
testamento). En esta ocasión el proyecto elegido es “Asistencia de logopedia para personas con discapacidad en la Ciudad de
México”. Este “proyecto caramelos” está especialmente dirigido a los antiguos
alumnos que estudiaron en Aguilar de Campoo y Palencia y a todas las personas
que sienten especial devoción por la figura del hermano Juan.
Puentes
invita a los antiguos alumnos a
devolver un poco de lo mucho que recibieron en su infancia y adolescencia. Y a los que sienten devoción por su figura,
a agradecer, con obras, el bien que este hombre bueno sigue haciendo a nuestro
corazón.
Nos parece aún escuchar, de los labios del hermano
Juan, una oración muchas veces repetida: “Ayuda
y bendice a los bienhechores”.
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