jueves, 14 de marzo de 2024

11 M. Haití. Y Manuel.


1.- En las iglesias de Madrid, las campanas han doblado a muerto veinte años después del atentado del 11-M que costó la vida a 192 personas. Cada uno de nosotros recuerda dónde se encontraba cuando conoció la noticia de la masacre perpetrada por el terrorismo islamista. Yo recuerdo la incredulidad y una tristeza en aumento, a medida que las cifras de heridos y muertos se disparaban y se conocían los detalles espeluznantes de las estaciones de tren. Luego, vinieron las llamadas. Quién más y quien menos tenía conocidos en la capital y todos deseábamos conocer si estaban a salvo. Poco después, llegó el silencio, como una nevada de piedra que lo cubría todo. Un duelo en cada casa. Un luto que impedía hablar alto, salir a tomar una cerveza al bar, ir al cine o al gimnasio, celebrar el cumpleaños… Han pasado los años. Y las víctimas seguirán peleando con sus demonios interiores y llorando a sus muertos. O reconciliándose con sus propias heridas. Y en estas dos décadas no ha habido respuestas para tantas preguntas sobre el mayor atentado terrorista ocurrido en suelo europeo.

 

2.- Hay estados a los que únicamente se les puede dar dicho nombre porque su bandera ondea en la sede neoyorkina de las Naciones Unidas. Haití es uno de esos estados fallidos. Existen sólo en el papel de los mapas pero no pueden cumplir ninguna de las funciones supuestas de un Estado: ni la seguridad, ni la educación ni la sanidad ni las infraestructuras. Al país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, el terremoto del 12 de enero de 2010 lo hundió definitivamente en el caos y en la miseria. Murieron más de 300.000 personas y perdieron la casa más de un millón y medio de haitianos. No quedó un edificio en pie. La solidaridad internacional fue grande. Se dice que si toda la solidaridad recaudada en el mundo hubiera llegado a Haití y se hubiera repartido bien, a cada ciudadano le habrían tocado varios miles de dólares. Las oleadas de cooperantes internacionales llegados tras la catástrofe tuvieron poco a poco que salir por patas, ya que los secuestros de extranjeros estaban a la orden del día. Sin autoridad y sin Gobierno, las bandas criminales se hicieron con el país, cada una de ellas con su violencia y sus ganancias, sus atentados y sus secuestros. Varias de estas bandas están bajo el control de Jimmy “Barbecue” Chérizier, un temido líder, puede que más fuerte que el propio Gobierno. ¿De dónde le viene el apodo "Barbacoa"? Unos dicen que su familia regentaba un restaurante a la brasa. Otros, por su gusto a incendiar casas con sus moradores dentro. Y según otros, porque alguna vez se ha jactado de comer a la brasa la carne de sus víctimas. Son muchas las voces que aseguran que Haiti está al borde de una guerra civil, pues las autoridades se muestran impotentes ante estas bandas que siembran la violencia por doquier. Es verdad que los soldados de Naciones Unidas llevan años en Haití, en prolongada y carísima misión, y también bajo acusaciones graves. Pero de ellos, por tu típica inoperancia, nada se espera.   


 3.- Rodrigo Muñoz Ballester nació en Tánger. A los 7 años llegó a Madrid. Vivió durante una temporada con sus padres y hermanos en una mala pensión de la capital. Un día empezó a pintar en el papel de estraza que había envuelto un poco de carne: “He sido capaz de hacer el mundo”, dijo el muchacho maravillado al acabar su dibujo. Unos años más tarde, ya hecho un hombre, bajó a la piscina y allí descubrió a Manuel que disfrutaba del agua y del sol con su mujer e hijos. Pero el deseo, que no entiende de códigos ni de estados, incendió el cuerpo del artista tangerino. Un amor no correspondido. Un amor imposible. Un deseo nunca satisfecho, pero un amor, al fin y al cabo. De este amor triste y callado surgió una escultura, “Manuel”: dos cuerpos fundidos, como injertados el uno en el otro; el uno, vestido; el otro, desnudo, pero compartiendo un solo corazón. Una galería de arte llevó la escultura a Arco, año 1983, causando escándalo mayúsculo. Un coleccionista inglés la compró, pero, al morir, se la legó al autor en el testamento. En esta edición de 2024, la escultura ha vuelto a Arco, y ha recobrado protagonismo, ya sin polémica, porque una obra de arte queer ya no provoca a nadie. Aún no se sabe si alguien la ha comprado. Esta escultura parece decirnos que las vidas se construyen, no solo con lo vivido, sino también con lo que se sueña, con lo que se desea, con lo que se teme, con aquello a lo que se aspira, y que se mantiene vivo en la mente, el corazón y la piel.

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