1.- El ex futbolista Juan Carlos Unzúe llegó el otro día en silla de
ruedas al Congreso
de los Diputados para hablar de la enfermedad
del ELA (esclerosis lateral amiotrófica) que él sufre, y con él otros
cuatro mil españoles. Una enfermedad verdaderamente terrible que va paralizando
todo el cuerpo hasta convertirlo en un ‘guiñapo’. Y sin embargo un ‘guiñapo’
que aún siente, ama, sufre y espera. Unzué empezó su discurso pidiendo que
levantaran la mano los diputados presentes. Sólo había cinco. Los demás eran
enfermos, familiares y voluntarios de las distintas asociaciones. Dijo que los
enfermos, llegados a una determinada fase, necesitan cuidadores, a los que hay
que pagar, y que casi ninguna familia puede hacer frente a una situación así.
Pidió hechos, pidió leyes, y se lamentó de que lo único que se ofrece a los
enfermos (a ellos y a todos) es una muerte digna. Pero que él, y muchísimos más
enfermos, lo que pedía era una vida digna. Pero vivimos un tiempo en que la
gente se desgañita a favor de la “muerte digna”, porque eso parece ser lo
progresista, lo razonable, lo que toca, en lugar de reclamar una vida digna
para todos. Por cierto, la 'muerte digna' sale muy barata, apenas unos euros. Pero
llevar una ‘vida digna’ durante la enfermedad sale cara. Cuesta tiempo y
sacrifico, exige múltiples cuidados por parte de mucha gente, necesita mucha
inversión pública. Y también una grandeza moral a la que ya hemos renunciado.
2.- El pasado 15 de febrero el rey Felipe VI ratificó la reforma del
artículo 49 de la
Constitución Española. Dicha reforma sustituye la palabra “disminuidos” por el término “personas con discapacidad”.
Se barajaron otras expresiones, como “personas con capacidades diferentes”, o
“personas con diversidad funcional”, y aunque buscaban un mensaje positivo, no
han encontrado consenso por ser términos vagos e indefinidos que no terminan
por nombrar a nadie. Bienvenida sea la reforma del artículo, si verdaderamente
eso significa que, como ciudadanos y como sociedad, pensamos que las personas
con discapacidad tienen idéntica dignidad e idénticos derechos que el resto de
ciudadanos. Bienvenida sea, si pensamos que ellas tienen no poco que decir a
una sociedad que todo lo mide en eficiencia y apariencia. Esperemos que este
cambio de palabra no corresponda únicamente a un deseo de ser políticamente
correctos y buenistas. Son muchos los que sabíamos que eran personas muy válidas,
aunque en la Constitución se hablase de “disminuidos”. Porque también podemos
hablar elegantemente de “personas con discapacidad”, pero al mismo tiempo
pensar que un “Down” pueda ser eliminado antes de nacer sin ninguna mala
conciencia.
3.- Hace pocos días murió el reconocido pintor palestino Fathi Ghaben. Había sido fiel a su tierra,
Palestina, que le vio nacer y donde creció como artista. Le llamaban el Van
Gogh de Gaza. Su estado de salud se agravó en las últimas semanas, pero ningún
hospital de Gaza estaba en condiciones de atenderlo, debido a la guerra y a la
destrucción de los centros hospitalarios. Los familiares de Fathy Gaben
solicitaron insistentemente a las autoridades israelíes una autorización para
salir de la zona asediada y poder así recibir tratamiento en un hospital
extranjero. Pero no hubo respuesta. No corren tiempos para la piedad, sin duda.
Y la desgracia de Fathi Ghaben es también la desgracia de todo un pueblo. Un sufrimiento
compartido por tantos. Está de más decir que el mundo de la cultura europea,
tan sensible a otros temas, tampoco ha movido un dedo ni ha lamentado la
pérdida del pintor gazatí.
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