sábado, 9 de marzo de 2024

“… so pena de ser señalado como un Estado asesino”


La muerte de más de 100 civiles a manos de las tropas israelíes mientras se arremolinaban para recoger alimentos ha devuelto actualidad a la guerra de Gaza. Condené en su día el atentado y secuestro de rehenes en octubre de 2023, perpetrado por el sanguinario grupo terrorista Hamás, tal vez el enemigo número uno de Palestina.

Pero la respuesta de Israel ha sido mucho más que desproporcionada; ha sido sanguinaria. La Comisión General de Justicia y Paz, tras el ataque a los civiles que, hambrientos, intentaban hacerse con un puñado de arroz o galletas, ha manifestado con rotundidad: "Hay límites que no se pueden cruzar son pena de ser señalado como un Estado asesino”. La Comisión afirma también: “Es una acción más de la larga lista de ataques con la excusa de encontrar personas de Hamás entre ella”.

            Condenar el atentado de Hamás no significa callar ante las acciones violentas de Israel, que han ido mucho más allá de la legítima defensa. Un Estado deja de ser Estado cuando no respeta los más elementales derechos humanos, hace caso omiso de las normas internacionales, y ataca a civiles desarmados.

            Los ataques a hospitales, con el pretexto de que esconden armas o terroristas de Hamás, ha dejado en la pura ruina la atención sanitaria de la franja de Gaza. Con la excusa de perseguir a los terroristas, están expulsando de sus casas y de sus barrios a miles de palestinos. “¿Se trata –se pregunta la mencionada Comisión- de asolar el territorio, para no dejar posibilidad de residencia en él?”. Yo diría que existe una voluntad de reducir Gaza a un solar, que posteriormente será ocupado por los colonos israelíes. Ni siquiera en legítima defensa vale todo. Ni siquiera en la guerra vale todo. Hay una ética de mínimos que debe respetarse. Cuando se cruza ese umbral, se entra en la ley de la selva: un bosque de terror,  horror y barbarie.

            ¿No resulta increíble que un pueblo que a mediados del siglo XX conoció Auschwitz, Birkenau, Treblinka, Mathausen, Dachau… no sienta un mínimo de piedad hacia los niños inocentes, enfermos, hambrientos de Palestina? Netanyahu, sus ministros  y todos sus apoyos son enemigos, no solo de Palestina, sino de los propios israelitas, porque a los ojos del mundo están comportándose como sus antiguos verdugos de los campos de concentración. Puedo sentir hasta pena por los jóvenes soldados, arrastrados a una guerra y empujados a matar. La víctima derrama su sangre. Pero esa misma sangre mancha de por vida a quien mata.

            El drama de Palestina es, tal vez, que es un pueblo sin amigos, ni siquiera entre sus vecinos árabes o musulmanes, verdaderamente indolentes e indiferentes al drama gazatí. Resulta hipócrita y cínico, por otro lado, que en los últimos días, con la boca pequeña, la administración norteamericana alerte de los “excesos israelíes”, cuando ha vetado todas y cada una de las resoluciones de la ONU que condenaban a Israel por sus repetidos atropellos y demasías contra los palestinos. ¿Es Estados Unidos un Estado cómplice de un Estado terrorista? Ahí lo dejo.

            Lo he escrito en otro momento, Palestina no es modelo de casi nada: ni de democracia, ni de derechos humanos, ni de respeto a las minorías. Pero eso no quita para que, ante tantas vidas inocentes y echadas a perder para siempre, se condene sin paliativos la masacre provocada por el ejército israelita. Se calcula que desde el momento del estallido bélico en octubre pasado han muerto algo más de treinta mil palestinos, otros setenta y dos mil han resultado heridos. Y se calcula que más de un millón de desplazados forzosos están hacinados en campos de refugiados, mientras los hospitales reciben consternados a niños que se les mueren por desnutrición (según estimaciones, el 16% de los niños la sufren). El Director de la OMS ha escrito que “los niños que han sobrevivido a un bombardeo, tal vez no sobrevivan a una hambruna”

            Solo cabe esperar que en tantos israelitas honrados, que los hay, y en tantos palestinos honrados, que los hay, crezca la piedad hacia los inocentes, hablen la lengua que hablen, crean en el Dios que crean y tengan la bandera que tengan. Sin esa piedad hacia los inocentes, difícilmente podemos seguir llamándonos humanos.

La tierra del profeta Isaías que soñó una mundo donde “De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. La tierra en la que Jesús bendijo a los mansos, a los limpios de corazón, a los humildes y a los pacíficos… no se merece menos. Ni sus gentes pueden aspirar a menos.

















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