Paris-Austerlitz es la estación de
ferrocarril a donde llegan y de donde salen los trenes que van a España. Pero
es también, como todas las estaciones, al menos en las décadas anteriores, un
lugar de ligue fácil para los gays.
La muerte de Rafael Chirbes hizo que
se creara una gran expectación en torno a una novela inédita que había dado por
concluida tres meses antes de su fallecimiento. Lo primero que tengo que decir
es que hubiera deseado que esta novela tuviera otras 200 páginas más. Me he
quedado con ganas de saber muchas más historias, no solo de Michel, sino
también del propio narrador de la historia, de Ahmed, de Antonio, Jeanine, o
las familias de los dos amantes o ex amantes. Es un libro que resulta
excesivamente corto. Pero es un buen libro, eso sí.

Pero llega un momento en que al
narrador le sobra Michel, y en cambio éste sigue necesitando al joven para seguir
existiendo.
Ahora, cuando visita a su ex amante
en el hospital donde yace postrado y deshecho por culpa de la plaga, los recuerdos afloran en el joven madrileño
que desea volver a sus rentas familiares, a su hogar, cínico pero seguro, y a
sus intentos de ser pintor, lejos del París tenebroso y alcoholizado que
respiraba en la banlieu. Afloran las historias contadas por Michel sobre su
propia familia de pasado trágico, una familia de la que sólo heredara la
afición al alcohol, y un anhelo de protección angustioso y desesperado.
La plaga consume poco a poco ese
cuerpo que el narrador tanto había deseado y quizás amado. Pero la carcoma del
desamor hace su tarea. Y los pasillos asépticos del hospital de Ruán, donde
acaban los terminales de la plaga, son
testigos mudos del desgarrador grito de Michel: “No me dejes aquí solo”,
mientras el joven narrador se encamina a la estación de Paris-Austerlitz que le
llevará hasta Madrid.
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