martes, 12 de junio de 2018

3. - La pobreza y la alegría



 

¿Por qué se ríen tanto los niños de Ghana? ¿Y de qué se ríen? ¿Por qué no berrean, patalean, cabrean, rompen a llorar, chillan, vociferan, enfurecen como lo hacen los españolitos, cada vez que quieren comprarse un juguete nuevo, o cuando su madre apaga el televisor, o siempre que el padre se niega a montarlo por enésima vez en el tiovivo, o cada vez que no les gusta el filete, el yogur o el pescado?
¿Por qué esa sonrisa inexplicable, si los niños de Ghana no tienen gominolas, ni el último vídeo, ni la camiseta de la selección, ni el ordenador?
            Pero los niños de Ghana sonríen como yo no he visto sonreír en este mundo. ‘La luna blanca’ de su sonrisa rompe una y otra vez la noche oscura de su rostro. Gritan bruñi (hombre blanco) o fata (padre) y salen a tu encuentro. Te cogen de la mano y sonríen. Ni ellos entienden mi inglés, ni yo entiendo su ewe. Pero la sonrisa es siempre el lenguaje en el que todos pueden comunicarse y quererse. Luego jugarán a rodar un aro, posarán rítmicamente sus manitas sobre la piel del tambor, cargarán, en pos de su madre, con un balde de agua. Y comerán su plato de harina de maíz.
           Y quizás por esto son felices. Quizás saben que otros niños, de rostro tan negro como el suyo, no tienen siquiera un plato de harina de maíz.
        En Ghana resulta extraño ver tanta pobreza y tanta alegría juntas. Las casas son de barro, de no más de 20 metros cuadrados. Muchas las bocas que llenar. La sequía acompaña un año sí y otro no a sus habitantes. Una malaria mal curada les puede arrebatar un hijo para siempre. Los caminos son ásperos y duros, y recorrerlos con una carga de leña es un suplicio. Su media de vida ronda los 58 años. Y este es el panorama día a día.
        Si por un momento nos imaginásemos el semblante de estos sufridos ghaneses, pensaríamos que debe ser un rostro amargo, duro, serio, triste, infinitamente triste. Y esto es lo que pide la lógica. Pero no es así. La risa es su mejor adorno, y su sonrisa la moneda más preciada. La alegría es algo que impresiona y, acto seguido, interroga. Y es que a los ojos de un europeo, la alegría está reñida con la escasez. Pero pobreza y alegría casan y riman perfectamente en Ghana.
        Cualquier cosa es motivo de fiesta. Un tambor es su mejor aliado. Después de una larga jornada, durante la misa, en un acontecimiento familiar, en un funeral, un tambor es suficiente para olvidar penalidades y desdichas. Mientras que en este lado, a veces, qué cara nos sale la alegría: sofisticadas cenas, viajes de placer, ropa de marca, drogas de diseño… toda para provocarnos un momento de euforia, de alucinada euforia. No de pura alegría que es algo bien distinto. Y es que todo el mundo sabe que la diversión –un mal sucedáneo de la alegría- se puede comprar; en cambio la alegría no se vende en ningún mercado, ni hay visa-oro que pueda pagarla.
 
Puentes: 25 Años de una corriente solidaria.
Abor-Ghana, 1998.

 

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