Era un
jovencísimo muchacho de 18 años aquel Miguel Ángel que yo conocí en 2006 en
Lisboa. Era joven, y sin embargo, maduro, reflexivo y buen conversador. Alguien
que no rehuía las conversaciones y los temas con quienes casi le triplicábamos en
edad. Era fácil hablar con él de literatura, política, arte o actualidad. Un
joven a punto de iniciar la carrera de periodismo, con una ilusión y unas
ganas muy alejadas del pasotismo y la indiferencia por los estudios que
caracterizaba a la mayoría de sus coetáneos. Después lo perdí de vista, aunque
de vez en cuando me llegaban noticias de sus inquietudes literarias y de su
vocación de comunicador. Era joven y probablemente era ya un letraherido.
Hace tres años llegó a mis manos su primera novela Una mariposa en la chistera. Y hoy mismo acabo de terminar su segundo libro Dulce limón que, según confesión del propio autor, nace de “una imperiosa necesidad de gritarle al mundo con susurros muy bajitos, pero muy profundos, que cuantas barreras pongan por delante serán derribadas con nuestra ilusión, nuestra lucha, nuestras ganas y nuestro esfuerzo”.
Hace tres años llegó a mis manos su primera novela Una mariposa en la chistera. Y hoy mismo acabo de terminar su segundo libro Dulce limón que, según confesión del propio autor, nace de “una imperiosa necesidad de gritarle al mundo con susurros muy bajitos, pero muy profundos, que cuantas barreras pongan por delante serán derribadas con nuestra ilusión, nuestra lucha, nuestras ganas y nuestro esfuerzo”.
Relatos de
amor, poemas existenciales, cuentos morales y de superación, compendio de sabidurías
y moralejas, historias de gentes de andar por casa que desprenden una luz que
ilumina al lector…. Y de nuevo uno sale de la lectura, como mínimo, sorprendido
por la variedad de registros.
Destaco
algunos: Las cerezas de la marquesa,
en la que dibuja un cuadro realista de la España de posguerra cuando las chicas
de servir tenían que batallar con el señoritismo de la alta burguesía. En El estropajo da vida a los sentimientos
y querencias de un objeto tan cotidiano del fregadero de cada casa. La
impaciencia y el querer revivir a toda costa el pasado están muy bien reflejados
en Por un pasado muerto. Pacifismo,
ternura, amor, y el deseo imperioso de alcanzar la libertad juntos es lo que
subyace en Soldado y marinero. Doña
Úrsula y don Rogelio son los protagonistas de un sorprendente cuento, Un puñado de avellanas, en el que se
mezclan una historia de amor y deseo escondida tras un mostrador y los ritos
que día a día cumplimos para engañar al tiempo y seguir vivos un día más. En Son los malos, una niña, muchos años
después, sigue preguntándose ¿por qué? Y recordando una infancia de buenos y
malos, de visitas al hospital donde yace la madre enferma y de una pieza de
fruta que se guarda para el otro, como un símbolo de entrega y abnegación. Una
niña, con miedo irracional a las tormentas, es la protagonista del cuento El paraguas de papel. Una niña y un
anciano que le ofrece algo inservible contra la lluvia, pero muy útil contra el
miedo.
Descubriremos
la razón de unos céntimos en las manos de una bailarina y la razón para que un
mendigo espere cada día la llegada, no sólo de unos céntimos, sino también de una
sonrisa, en La bailarina y el mendigo.
Hacer de nuestras debilidades fortalezas podría ser la moraleja de La mosca andante. En La feliz familia, un descuido, un
olvido, en una comilona familiar es un lacerante grito contra de la
invisibilidad en la que transcurren nuestros ancianos sus últimos años. Una
invisibilidad causada en parte por nuestra radical ceguera.
En una hermosa
parábola sobre lo que el amor puede hacer por los seres que más amamos, que
deben ser siempre los más desprotegidos, se mezclan ratones, pianos, músicas,
anticuarios, personas ciegas y personas que simplemente aman y hacen la vida
más fácil.
La
sensibilidad y la cercanía del autor hacia las personas más desvalidas no está
sólo en su actual trabajo (responsable de comunicación en la Fundación Juan
XXIII para personas con discapacidad intelectual) ni tampoco en el hecho de que
las ganancias por la venta del libro vayan destinadas a dicha Fundación, sino,
y sobre todo, por haber permitido que está edición haya sido ilustrada por los
propios usuarios de la Fundación, que con sus sencillos pero inspiradores
dibujos subrayan los relatos del libro. Todo un acierto que hace que este libro
sea una ‘rareza’ en el actual panorama editorial español. Asimismo, muchos
relatos delatan la preocupación del autor por la justicia y su cercanía a los que el
mundo torna invisibles por su, aparente, escaso valor material.
Habrá que
seguir leyendo a este joven escritor.
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