lunes, 18 de junio de 2018

Los migrantes y el espectáculo televisado.



 
Desde hace muchos años, numerosas organizaciones están realizando una labor admirable con los migrantes que procedentes de los países empobrecidos o de regiones en guerra, llegan a nuestro país en busca de un futuro mejor. Es una labor en general callada, de pequeñas acciones que van desde la acogida, la defensa jurídica, el alojamiento, la enseñanza del español, la búsqueda de trabajo.
Una labor bastante discreta que en España lideran las parroquias y las ongds de inspiración cristiana, si bien también otras asociaciones luchan por los mismos objetivos: hacer visible el drama de los migrantes y atender las necesidades más urgentes.
El caso del barco Aquarius, rechazado por el nuevo Gobierno italiano y aceptado por el nuevo Gobierno español ha puesto de actualidad el drama de los migrantes, pero también las sensibilidades distintas que respecto al asunto migratorio tienen los diversos países que conforman la UE. Países como Grecia, España e Italia son los que mayor presión migratoria tienen en sus costas y por lo tanto los que ven de cerca el problema. En cambio los países más al Norte no perciben este problema como suyo y se desentienden, en parte, del asunto.
Para muchos, hay que dar una respuesta satisfactoria a los migrantes con políticas generosas de acogida. Otros creen que una política de puertos abiertos lo que hace es beneficiar a las numerosas mafias que operan en el mediterráneo y que hacen del tráfico de seres humanos una empresa de enormes beneficios. Unos miran más al problema humanitario: salvar vidas y acoger. Otros miran más a la persecución y castigo de las mafias.
Hay una tercera sensibilidad (para mí la más importante) y es que hasta que no nos preocupemos seriamente (y con muchos recursos) de mejorar las condiciones de vida de las personas en sus países de origen, seguirán llegando migrantes a nuestras costas, huyendo de la pobreza y de la falta de futuro. En general, la gente quiere permanecer en su propio país, con su familia, su idioma, su comida y sus tradiciones. Solo una pobreza sin esperanza lanza a las personas a perseguir sueños en Europa, sueños en los que a veces arriesga su vida. Sueños que frecuentemente se tornan pesadillas. Creo que sólo si contribuimos, tanto los gobiernos como las ongds, a mejorar la situación económica y social de los países pobres, habremos encontrado una solución definitiva al problema migratorio.
Crear riqueza y desarrollo en los países empobrecidos serviría para fijar la población y para que, salvo en contadas ocasiones, la gente prefiriese trabajar en Camerún o en Gambia a trabajar (con muchas incertidumbres) en Berlín o en Roma. No lo olvidemos.

Dicho esto, y volviendo al asunto del Aquarius, hay que alabar el gesto humanitario de España, pero hay que criticar que este episodio de  acogida, se haya convertido en solidaridad hecha espectáculo. Con retransmisiones desde el barco, seguimiento milla a milla de la navegación, con una parafernalia de medios estatales, autonómicos y locales, con gabinetes, con comités, con un dispositivo de más de 1500 personas para la acogida en Valencia. Estamos hablando de 630 migrantes, no estamos hablando de miles y miles de refugiados. Un despropósito de cifras y de números. No me extraña que así salga carísimo acoger a migrantes. ¿No puede ser todo más sencillo, más simple, más básico, más cercano?
Todo esto me ha sonado a una campaña de marketing, a una escenificación por todo lo alto, con altavoces y fanfarrias con televisión y cámaras, del ‘buenismo’ que tanto se lleva ahora. El ‘buenismo’ dura lo que dura la noticia en el telediario. Luego, la pelota pasa al tejado de los que siempre, y calladamente, se han preocupado y ocupado de los migrantes. Dentro de unos días, ¿quién se acordará de los migrantes, de sus historias personales, de su nueva vida emprendida en España”.
 
Estamos en la sociedad del espectáculo, escribía ya hace algún tiempo Vargas Llosa. Y así es: todo es espectáculo. Da igual la acogida del Aquarius, que una edición de Masterchef, igual la victoria del Real Madrid, que el juicio a Urdangarín, igual las protestas contra ‘La manada’ que el programa Supervivientes.
Da un poco de pena todo esto. Da un poco de pena porque en nuestra ciudad, quizás en nuestro propio barrio, mucha gente lleva mucho tiempo ayudando a los migrantes, ofreciéndoles su tiempo, su afecto y sus recursos. Pero ahora lo que tocaba era hacer espectáculo. El Aquarius forma parte ya de esa ‘solidaridad televisada’.

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