Helen sufrió la polio cuando tenía cinco años. Donde
el pavimento lo permite, se sirve de una silla de ruedas para desplazarse. Y
cuando no, camina arrastrándose sobre el suelo, ya que tiene bastante
paralizadas ambas piernas. Helen tuvo la semana pasada malaria o paludismo
(enfermedad infecciosa producida por la picadura del insecto anófeles). Nada
fuera de lo habitual: fiebre intermitente, escalofríos y sudoración. Pero su
sufrimiento en esos días tuvo otra razón: la decepción causada por la
imposibilidad de ser operada. ¿Qué pensaría Helen en el momento en el que el
doctor Paul le dijo que, al tener una pierna algo más corta que la otra,
requería otro tipo de operación y que, además, sería una intervención más costosa
de lo que en principio le había dicho? Un importe que la misión Guanella en ese momento no estaba en condiciones de asumir, porque en el cajón "no quedaba nada", según me confesó P. Fernando.
Pero a ella, unos meses atrás, le habían
dicho que todo sucedería como a sus compañeros ya operados. Y sin duda, habría
echado la imaginación a volar: un mañana sin silla de ruedas, sin tener que
gatear; un futuro en el que podría caminar de pie y mirar al otro a la misma altura.
Y ahora está ahí,
desencajada, y no sólo por la malaria que ha sufrido, sino por esa angustiosa
decepción, por la amargura que significa dar marcha atrás en sus sueños o, lo
que es peor, renunciar a ellos en el porvenir. En el rostro de Helen no había
aquella mañana ni la rabia ni la queja. Acaso sólo ese dolor antiguo de su raza
y de su tierra que ha conocido muchas humillaciones y pocas explicaciones.
El caso de Helen me conmovió profundamente. Había dos
cuestiones. Una médica, ya que una pierna de Helen era un poco más corta que la
otra y esto diferenciaba su operación de la que habían sufrido sus compañeros.
Y otra económica, porque la operación costaría más dinero y nadie podía costearla.
No se lo dije a nadie, ni siquiera a Fernando, el
misionero español al que acompañaba, pero a la salida del hospital pensé que
antes de Navidad yo tenía que buscar recursos para que Helen u otros jóvenes de
esta Casa de Santa Teresa pudieran ir al hospital para ser intervenidos y
mejorar así su movilidad.
Llegué a casa abatido, y en medio del calor sofocante,
rumiaba las palabras del evangelio: ‘Levántate y anda’.
Y así fue, pocos meses después, en las vísperas de
Navidad, la primera transferencia desde España llegaba a la cuenta que la
misión tenía abierta en Ghana. Unas semanas antes de Navidad, se había
organizado una exposición con materiales y fotos de mi viaje a este país
africano con el fin de sensibilizar a los jóvenes guanelianos, amigos y familiares sobre la realidad de los niños y jóvenes
con polio. La Campaña recibió el nombre de ‘Ghana Solidaridad’, que sería el
embrión de la futura Misiones Guanelianas y que finalmente se llamaría Puentes
Ongd.
El proyecto de pequeñas intervenciones quirúrgicas a
niños y a jóvenes ghaneses que permitía minimizar las secuelas de la polio en
sus extremidades inferiores fue el primer objetivo de nuestro grupo solidario, y se mantuvo durante muchos
años. Quizás por ello, durante bastante tiempo, el lema de "los amigos solidarios con Ghana" fue “Tú también puedes hacer milagros”.
Puentes: 25 Años de una corriente solidaria.
Abor-Ghana, 1998
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