miércoles, 15 de mayo de 2019

Enmudecerán las campanas



El hecho de que en un pequeño pueblo castellano ya no se celebre la Vigilia Pascual, por lo visto por la escasez de curas, y que en cambio ese vacío sea llenado por las múltiples actividades festivas (por ejemplo discomovida), dice a las claras por donde va el mundo en este momento, y por donde van las gentes de estos pueblos.

Cada vez las iglesias estarán más vacías, y cada vez los hombres y mujeres de estas tierras sentirán menos nostalgia de Dios. La campana ya no sonará por ellos ni para ellos. Enmudecerán las campanas y las iglesias serán solo ‘patrimonio artístico’. Y enmudecerán los santos de madera que antaño consolaron a los campesinos. Y las candelas devotas no arderán ya ante una piedad o un crucificado. Así es ya casi, y así será en adelante.

Dios se retirará del mundo. Aunque unos pocos –poquísimos- seguirán pronunciado e invocando su nombre, quizás en el propio hogar, al lado de algunos de esos poquísimos que se nieguen a creer que Dios ha muerto. Ellos serán la levadura en la masa. Y quizás, pasados los años, alguien de la masa se vuelva a preguntar porque esos pocos hombres siguen adorando un Dios escondido y mudo. Y quizás, estos hombres de la masa, después de haber adorado a todos los dioses de la tierra y después de haber probado que son solamente ídolos, decidan unirse a las sencillas plegarias de los pocos cristianos que queden en el mundo. Entonces el padrenuestro resonará de nuevo en algunas casas, en algunas calles, en algunos templos. Pero antes de todo esto, Cristo será reducido al sinsentido y a la irrisión. Un Cristo tan pobre y tan triste que necesitará el consuelo de los ángeles. También el de los pocos hombres y mujeres que se nieguen a firmar el acta de defunción de Dios.

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