Muchos las han recibido como un alivio, con un “ya era hora; por fin”. A otros muchos les habrán sonado a aberración y a líneas rojas: “Hasta aquí podíamos llegar”. Me imagino que en los pasillos eclesiásticos, más de uno se habrá rasgado las vestiduras. Y más de uno también habrá aplaudido a rabiar.
Lo que más me sorprende de esta historia es que la sociedad civil, a veces tan alejada del evangelio, haya llegado bastante antes que la Iglesia -y también que muchos cristianos- a defender la dignidad de dos hombres que se aman o de dos mujeres que se aman, y deciden formar una familia.
¿Cómo es posible que a la Iglesia le cueste tanto bendecir a dos hombres que se aman cuando, a lo largo de la historia, ha bendecido -muchísimas veces- a dos hombres que se iban a matar, camino de la guerra?
Es verdad que en la iglesia de base, en los cristianos de a pie de obra, desde hace tiempo, se respeta y no se discrimina a los homosexuales. Pero hay que recordar que todavía el catecismo católico dice que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”.
A la Iglesia no solo le ha faltado bondad y misericordia (que deberían serle exigibles en razón de su status y de su Origen) para con los homosexuales. Le ha faltado también inteligencia, pues ha apartado de sí a muchos que, de no haberse sentido rechazados, hubieran sido buenos cristianos y buenos laicos, y hubieran aportado su tiempo y sus capacidades para el bien de la Iglesia.
Estas declaraciones del Papa, franciscanamente sencillo y jesuitamente inteligente, han abierto una brecha en el compacto muro vaticano. Aún faltan por dar muchos pasos. No basta ni con el paternalismo bobalicón hacia los homosexuales, ni con una aceptación a regañadientes y de cara a lo políticamente correcto. Sincero respeto. Colaboración sincera.
Los homosexuales no pueden ser vistos como una categoría dentro de la iglesia, como mendigos a los que se permite entrar en el templo el día de jueves santo, para el lavatorio de los pies, sino como unos cristianos más. Unos cristianos que creen con sus dudas, aman con sus imperfecciones y esperan con sus impaciencias.
En su cuenta de twitter, otro jesuita, José María Olaizola, escribía esto: “Para muchos será escandaloso lo que ha dicho el Papa sobre uniones civiles de personas lgtb, cuando en la sociedad ya está más que asumido. Nuestra asignatura pendiente no es decirles a las personas homosexuales qué hacer en su vida civil, sino facilitar su pertenencia eclesial”.
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