Javier Reverte decía
que se sentía un ser privilegiado porque lo que más le gustaba en la vida era
viajar y, además, vivía de sus viajes. Lo que ganaba con un libro de viajes le servía para emprender el siguiente, y así sucesivamente.
La noticia de su
muerte me llegó cuando leía al amor de la lumbre su último libro ‘Suite
italiana”, en concreto su viaje a Sicilia tras los pasos de mi también admirado
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de El gatopardo.
Pero fueron sus
libros africanos los que mejores horas me proporcionaron y los que me enseñaron
mucho sobre esa África Negra que se adhirió a mí, como una segunda piel, cuando
por primera vez puse los pies en Ghana, en el verano de 1998. Citaré los libros: “Vagabundo
en África” y “El sueño de África”.
Dicen que su pasión
africana la desencadenó, a los 11 años, la lectura de los tomos de Tarzán de los monos. Los
leía una y otra vez hasta que su padre le dijo: “Javier, basta ya, existen
otros libros”.
Hizo de un proverbio
suajili el lema de vida: “panapo nia,
pana njia”, o lo que es lo mismo: “Donde hay un corazón, hay un camino”. Un
proverbio de honda sabiduría, porque cuando en algo ponemos corazón,
encontramos los caminos para llegar a ese deseo o esa persona. No existen
caminos, si no ponemos corazón.
Cada viaje es una
aventura. Pero Javier Reverte no era un aventurero. La historia y sobre todo los
escritores eran la brújula que le sirvieron para adentrarse en Grecia (El sueño de Ulises), en Irlanda (Canta
Irlanda), en Italia (Un otoño romano y Suite Italiana), en Argelia (El hombre
de las dos patrias) y en otros muchos lugares del mundo.
Lo mismo que en cada
uno de sus viajes, Javier Reverte se dejaba guiar por Homero, Joseph Conrad,
Joyce, Rilke, Lampedusa, Durrell, Blixen… yo también me dejaré acompañar, en mis próximo viajes, por este autor viajero que tanto nos ha provocado las ganas de
viajar.
En el palacio
palermitano donde Don Frabrizio (Burt Lancaster) bailaba un vals con la bella
Angelica (Claudia Cardinale), ante la hipnótica mirada del guapo Tancredi
(Alain Delon), en la versión cinematográfica de El Gatopardo, de Luchino Viscosti, me encontraré un día, cuando visite Sicilia, con Giuseppe Tomasi di
Lampedusa al lado de Javier Reverte, conversando sobre la belleza y la muerte,
siempre presentes en la isla de Sicilia.
¿Nos narrará algún día ese viaje hacia lo desconocido que acaba de emprender por las tierras ignotas del más allá o por las ínsulas extrañas de la eternidad?
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