Cuando mi buen
amigo, Jorge Antolín, me dijo que sus niños de catequesis habían elegido el
proyecto “Tepetzintan” para una
actividad altruista, me hizo una especial ilusión.
Había conocido
este proyecto en diciembre de 2010. Desde Amozoc,
donde estaba situada la misión guaneliana, me acerqué con otros voluntarios a
la comunidad indígena náhualt que vivía en Tepetzintan, un lugar muy apartado
de la Sierra Norte del estado de Puebla, en México. El paisaje era de una
hermosura sobrecogedora. Era un día húmedo y caluroso. Por el bosque, fui
recorriendo los senderos que conducían a las casas desperdigadas aquí y allá.
Humildes cabañas. Un catequista local nos guiaba hacia donde había personas
enfermas, muy ancianas o totalmente pobres y para las que los voluntarios
traían bolsas de alimentos y medicinas. Era verdaderamente conmovedor ver la pobreza de las casas, el dolor de los
enfermos, que aún sacaban fuerzas para hablar, sonreír, agradecer u ofrecer unas
tortillas de maíz o una infusión. Nosotros les llevábamos algo; ellos
compartían lo poco que tenían. En una casa, pedí a una familia numerosa que
accediese a fotografiarse conmigo. De repente la abuela, con un rostro de
arrugas como una corteza de árbol, se escabulló y se alejó. Volvió un minuto
después y me entregó un huevo que acababan de poner las gallinas.
En el último censo,
de enero de 2021, se dice que Santillana
de Campos, pedanía palentina dependiente del ayuntamiento de Osorno la Mayor, tiene 67 empadronados.
Cuenta, eso sí, con algunos matrimonios con hijos que cada fin de semana,
puntualmente, llegan al pueblo.
La actividad altruista consistió en
un “Pincho solidario” organizado el pasado 16 de octubre. Cuando el coche llegó
a la carreterilla que conducía al pueblo, nos encontramos con la flecha “Pincho Solidario”. Luego veríamos otras
repartidas por las calles, para que nadie se perdiese. Y no estaban de más las
flechas, porque otros vecinos de los pueblos limítrofes se acercaron, al igual
que un numeroso grupo de amigos de Puentes y de amigos de los propios vecinos
de Santillana.
El
momento del “pincho” fue precedido por una Eucaristía en la iglesia parroquial
de Santa Juliana, donde un coro
compuesto por niños y adolescentes animó musicalmente la celebración. Encontrar
niños en una parroquia es algo insólito en la España vaciada, aunque no más que
en las parroquias de las grandes ciudades. Viendo a esos niños y adolescentes
pensé que no está tan cerca el fin del cristianismo por estas tierras, como
muchos auguran o temen. Chicos y chicas leyeron las lecturas del domingo desde
el atril, pasaron el cestillo, hicieron de monaguillos y pidieron en la oración
de los fieles. El guaneliano, P. Santi,
misionero por tierras de Congo, Guatemala, México, Colombia o Brasil era la
persona más indicada para hablar de cristianismo y solidaridad.
La
nave agrícola que acogió el pincho no podía estar mejor equipada para hacer de
bar durante unas horas. Pero es que, además, estaba muy bien adornada con
carteles y con fotografías de los proyectos solidarios que atiende Puentes en
países como Ghana, Nigeria, Congo,
Colombia, Guatemala, México, India, Filipinas... Una mesa alargada exponía
pequeños objetos de artesanía local y misionera para la venta.
La organización de una actividad benéfica
no es una novedad ni en las parroquias ni en los pueblos, lo que sí llama la
atención es que, pequeños y grandes, vecinos y residentes de este pequeño
pueblo palentino, se implicasen tanto en la preparación y el desarrollo del “Pincho Solidario”. En un mundo de
individualidades, la unión resplandece como una joya. Desde los que cocinaron
tortillas y empanadas, hasta los que, al pie de la plancha, lidiaron con chorizos,
pancetas o morcillas. Desde las mujeres que hicieron manualidades hasta los que
acondicionaron los espacios, desde los que adornaron la iglesia o la nave donde
se sirvió comida y bebida, hasta los que hicieron de camareros en la barra, de
tenderos en la mesa de artesanía o cobraban en la caja.
El tiempo benigno y un sol espléndido
pusieron también de su parte para el éxito de la jornada. Y también el
Ayuntamiento de Osorno la Mayor
quiso aportar su ayuda, costeando la bebida (un detalle que tiene su importancia,
porque los ayuntamientos, que suelen ser manirrotos con festejos y verbenas, son
bastante cicateros a la hora de la solidaridad).
Es de justicia, hacer una mención
especial a Jorge Antolín que animó a
todos y sumó voluntades para que el pincho fuese un ‘acontecimiento’ en su patria
chica. Pocas veces había visto tanta ilusión y tanta generosidad en un pequeño
pueblo. Por ello, nada más llegar a
Santillana, supe que el “Pincho Solidario”
ya había triunfado antes de empezar.
Personalmente,
me sentí un poco desbordado por tanta generosidad, compromiso, ilusión y
simpatía (me pasa lo mismo en el pueblo vallisoletano de Quintanilla de Arriba).
Pensaba en los habitantes de Tepetzintan
que, en circunstancias de enfermedad o paro, sin subsidios y sin ayudas, tienen
que enfrentarse a la pobreza o al abandono. El dinero recaudado ha sobrepasado
los dos mil euros. Una cantidad muy abultada para un pequeño pueblo. Y ese
dinero llenará muchas bolsas de alimentos y pagará muchas medicinas.
Durante la
Santa Misa se pudo escuchar la canción “¿Dónde
está la juventud, si la tenemos? Pues sí, la infancia, la adolescencia y la
juventud, pero también la madurez y la ancianidad de Santillana de Campos estaban ahí, detrás de la barra de un bar,
sirviendo pinchos y detrás de la mesa, vendiendo artesanía y en los bancos de
una iglesia. Pero estaban, sobre todo, en la ilusión por hacer algo juntos para
personas lejanas, que no conocen y que nunca les pagarán lo que han hecho, ¿o
sí?
¿Podremos añadirle un apellido más a
Santillana? ¿Santillana de Campos y
Puentes, por ejemplo?
Gracias de corazón.
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