jueves, 29 de diciembre de 2022

Las lecturas del año 2022


No afirmaré que ha sido un año de una cosecha espectacular. Pero los libros han estado ahí. La mayoría totalmente prescindibles y olvidables. Libros que pasan por el lector sin dejar apenas rastro, como pasa el agua por los guijarros de las orillas de un río. Pero algunos reseñables sí ha habido. Daré cuenta de ellos. ¿Alguien ha leído alguno de estos libros? ¿Alguien lo ha marcado como un buen libro y lo ha recomendado? Los libros sobre todo nos hacen compañía y rompen, un poco, el guijarro de nuestra cabeza y corazón, para que en ellos penetre el agua del río que arrastra consigo todos los libros, todas las vidas, todos los idiomas, toda la belleza, toda injusticia, todos los hombres y mujeres, países e ínsulas extrañas, todos los pensares y los decires: el río de la vida. Somos también los libros que leemos. Por el mismo orden en el que fueron leídos, ahí va mi lista de lecturas de 2022:

La peor parte, Fernando Savater

Para el filósofo Fernando Savater la “peor parte” de su vida empezó el día en que a su mujer, Sara Torres Marrero, apodada Pelo Cohete, y la mujer de su vida, le diagnosticaron el cáncer. Después vendrían nueve meses de sufrimiento inenarrable y, finalmente, el apagón definitivo en 2015.  El filósofo de compañía, como él gusta llamarse, escribe un homenaje a la mujer que le acompañó, admiró y amó durante décadas, consciente de que si él no lo hace, nadie lo hará. Nadie hará justicia a Pelo cohete, la mujer fuerte que nunca perdió la alegría ni siquiera en los años salvajes vascos cuando tuvo que hacer frente a un nacionalismo excluyente que la quería silenciosa e invisible. No olvidemos que fue apartada como profesora de la Universidad del País Vasco, donde los etarras aprobaban con brillantes notas cualquier carrera y donde los brillantes estudiantes no nacionalistas eran castigados contra la pared. Al inicio del libro, Savater cita u libro, cita un verso de Prévert Reconocí a la alegría por el ruido que hizo al marcharse”. Es la tristeza que nos deja la desaparición de la persona amada lo que hace odiosa a la muerte.


Diarios: A ratos perdidos, Rafael Chirbes



Cuando en 2013 publicó En la orilla, Rafael Chirbes se convirtió en un grande de la literatura en español. Después de su repentina muerte, sus herederos publicaron sus Diarios, que él llevaba escribiendo desde 1984. Al leer estos Diarios, se tiene la sensación de estar ante un hombre que nunca se sintió a gusto ni con lo que hacía, ni con lo que escribía ni con quién era. Es esta desilusión de sí mismo el tono de estas páginas. La voluntad de un hombre por escribir, por traducir en escritura lo que bulle en su cabeza y su corazón. Escribió los Diarios como un ejercicio menor, como una forma de compensar su incapacidad para escribir cosas más grandes, según repite en varias páginas. Y sin embargo es esta sinceridad, esta falta de impostura, esta falta de ‘forma literaria’ lo que hace tan atractivas estas páginas, cargadas de verdad, de admiración por los hermosos libros de otros escritores, por las personas que no sabía amar como le hubiera gustado, o por el torbellino de una homosexualidad vivida con desgarro y dolor. El libro está cargado de otros “libros” admirados, subrayados y retenidos en la memoria. Como Borges, Chirbes se siente orgulloso, no de lo que escribe, sino de lo que lee.  

Palabra de Director, Pedro J. Ramírez


           Brillante estudiante, precoz periodista, el más joven director de un periódico de tirada nacional, se convirtió en uno de los hombres más reverenciados, temidos, odiados de este país. Conocía de primera mano el periodismo norteamericano de investigación, y quiso que El Mundo fuera algo parecido. Un periodismo que no se casa con nadie y que no teme sacar a la luz las miserias que esconden las alfombras de los Palacios del Poder. Hubo unos años en España en que cada mañana se desayunaba con una exclusiva de El Mundo. Ahora Pedro J. Ramírez ha escrito sus memorias a las que ha titulado Palabra de Director. Independientemente de las simpatías o antipatías que suscita este periodista, el libro se lee como una novela basada en hechos reales. Tirando de sus exclusivas, de sus archivos personales, cuenta sin tapujos y sin piedad los hechos que marcaron la más reciente historia de España: el terrorismo de Eta, el nacionalismo prepotente, las cloacas del poder, como el Gal, los atentados del 11-M, la convivencia entre poder ejecutivo y poder judicial, la corrupción de los partidos políticos, sin olvidar la trampa sexual que le tendió el propio Ministerio de Interior,  para hundirlo. Más tarde, se vería obligado a abandonar El Mundo que él mismo había fundado. Polémico, brillante, veraz, implacable, desvergonzado, paranoico... Sus memorias no dejan indiferente.

Cartapacio, José Jiménez Lozano


            La revista literaria Turia dedicó un monográfico a José Jiménez Lozano, un homenaje en el aniversario de su fallecimiento. Más de 150 páginas que recogidas bajo el nombre de “Cartapacio” rinden tributo a esa mirada diferente de ver el mundo, que fue siempre la marca del autor castellano. Siempre fue un escritor para una minoría de lectores, pero de lectores incondicionales. Tal vez lo mejor que se puede decir de Jiménez Lozano es que sentía “alegría porque las cosas son y compasión por los dolores del mundo” y que siempre comprendió que “de la conversación sobre lo que se ve y se escucha se llega al juicio y a la escritura”. Unos cuantos autores intentan, desde la admiración, adentrarse en los recovecos de su pensamiento. Escritor sin carnet, hijo espiritual de Port Royal, ‘amigo’ de Simone Weil, de Juan de la Cruz, de Bernanos, amante de las pinturas, alma de las primeras Edades del Hombre, creyente por el tortuoso camino de la fe… Probablemente, el último humanista de estos lares fue un avisador. Con su palabra ‘encarnada’ nos avisó de por dónde iba a ir o se despeñaba el mundo. Temía que “la posteridad fuese peor que la actualidad”, pero no perdió la alegría, así fuese por el canto de un cuco, la conversación con los amigos, la belleza de una tabla, la hermosura de los libros, el placer de un cigarrillo, el fuego en el hogar.

 

Las furias invisibles del corazón, John Boyne


         La expulsión de la iglesia de una joven soltera embarazada en una Irlanda rural gobernada desde los púlpitos es el inicio fulgurante de esta novela de uno de los grandes escritores europeos del momento, John Boyne.  Catherine, la madre soltera, sabe que no tiene nada que ofrecer al hijo que va a nacer y lo da en adopción a una pareja excéntrica. La novela es, así, el recorrido exhaustivo por la existencia de Cyril, desde antes de su nacimiento hasta su ancianidad. Las furias invisibles arrasan con el corazón de todo ser humano que sabe que no saldrá vivo de esta cosa que llamamos vida. En el ambiente opresivo e hipócrita irlandés transcurre la vida de Cyril, homosexual para más señas. La amistad, la traición, las mentiras, la vergüenza y la culpa, el amor y el desamor, el exilio y la rabia, los encuentros, el aplastamiento, la soledad y los dolorosos secretos. Y todo ello contado con una prosa admirable y ágil que describe los movimientos tumultuosos que se suceden o conviven en el alma. Pero la novela no sólo cuenta la vida de Cyril, sino la vida de los que, en un determinado momento, son diferentes y tienen que pagar por ello.

La bendición de la tierra, Knut Hansum


            Hace más de 100 años que vio la luz esta obra, aunque para varias generaciones fuera prácticamente desconocida. El posicionamiento de Knut Hamsun a favor del nazismo supuso una condena al ostracismo. Y eso que en 1920 obtuvo el Premio Nobel y su obra fue admirada por los grandes escritores de su época. Sólo últimamente el escritor está siendo rehabilitado.  Un hombre, Isak, con un saco al hombre, llega a un lugar inhóspito y deshabitado de Noruega. Nada sabemos de su pasado, porque el libro empieza en ese momento y nunca retrocede. Y allí, con el sólo afán, de ganarse la vida, cultivando la tierra y cuidando ganado, se instala. Tiene la fuerza de un titán, y el carácter indomable, y poco a poco, tronco a tronco, construye la primera cabaña, labra los primeros surcos, siega el primer forraje para los animales. El trabajo es su forma de estar en el mundo y de permanecer en él. Después llega Inger, una mujer de la aldea que, marginada por una malformación en su rostro, lleva la marca de los apestados. Se establece a su lado, compartiendo el duro trabajo y engendrando hijos, Eleusus, Sivert, Leopoldine, Rebekka. Pero la verdadera protagonista de este libro es la tierra, en toda su dureza y su dulzura. La tierra helada e impenetrable por el hielo. La tierra caldeada por el sol. La tierra en cuya bóveda se dibujan las luminarias. La tierra que da pasto a los animales, y frutos a los colonos.

Los vencejos, de Fernando Aramburu


              Su novela Patria es el mejor libro escrito sobre los años de plomo de Eta. Ahora, Los vencejos confirma la maestría de Fernando Aramburu. El libro se inicia en el momento en que un hombre corriente y vulgar, profesor de filosofía de secundaria, Toni, decide fijar la fecha para acabar con su vida: el 31 de julio de 2019, o sea, justo doce meses después de tomar la decisión. No es un hombre desesperado ni sufre trastornos mentales. Es un hombre indiferente, al que la vida le pesa, no por un motivo particular ni por una razón poderosa. Toni pone fecha a su muerte, y a partir de ahí, inicia a escribir un diario sincero y sin paños calientes. En las 365 entradas que Toni escribe nos va sirviendo la crónica de su día a día, pero también los recuerdos de una vida, parecida a tantas vidas, y por eso ‘ejemplar’. Las peripecias, chungas, degradantes, risueñas, eróticas, mezquinas, altruistas, ramplonas, humillantes, vergonzantes, desternillantes…se suceden y el desencanto turbio y confuso de vivir también. Y, así, el diario nos va presentando esas otras vidas que se han cruzado con la suya: sus padres, su mujer, su hijo único, su mejor amigo, su exnovia reencontrada, algún compañero de trabajo y su perra, probablemente el único ser vivo por el que el protagonista se siente acompañado y al que quiere.

Mouchette, George Bernanos   


            “Ya sopla con fuerza el lúgubre viento de la noche”.
  Es la primera línea de uno de los libros más conocidos de Georges Bernanos (1888-1948). Y desde esa primera línea la oscuridad y la tiniebla envuelven al lector, como envuelven a Mouchette, la niña de 14 años. Estamos a punto de conocer un fragmento de su vida y, al mismo tiempo, un fragmento de la vida de tantos desdichados. Bernanos parece decirnos que el corazón humano, pero también el corazón del mundo, o está en manos de Dios o está en manos del Mal. ¿Será siempre así? En esta espléndida novela, Dios se ha alejado de Mouchette y del pueblo. El Mal, entonces, campa a sus anchas sobre todos, y destroza cuerpos y almas, como le ha sucedido a Mouchette. Será difícil olvidar a Mouchette. Lo fue también para su propio autor que en el prólogo de esta novela llegó a escribir: “He visto vivir y morir a Mouchette en una soledad trágica. ¡Que Dios se apiade de ella!”

Sóniechka, Liudmila Ulítskaya


         En tiempos de rusofobia, esta breve novela ha sido un grato descubrimiento. La literatura habla siempre del alma humana, que es igual en todos los lugares del planeta. Soniechka se sabe fea y ama los libros y siente como ‘amigos’ a los héroes de tantas novelas leídas. Pero un día un pintor que ha viajado por el mundo pero que ha vuelto a Rusia, se fija en ella. La vida de Sóniechka cambia y empieza a “escribir” su propia novela de amor, entrega, admiración por su marido, Robert Viktorovich, por su hija, Tania, y hasta por una huérfana, Yasia, hacia la que siente compasión y que, más adelante, será causa de su desgracia y de su dolor. Esta novela se alzó con el premio francés Médicis y, de esta manera, la escritora rusa Liudmila Ulítskaya llegó a las librerías de muchos países. Sóniechka, diminutivo afectuoso de Sonia, nos cautiva por la pureza de su corazón. La novela es también un recorrido por la forma de pensar y vivir de la antigua Unión Soviética y su posterior desmoronamiento. A veces se tiene la tentación de decir “esto sólo ocurre en las novelas”, pero no es verdad. Hay almas puras y sencillas que aman y sufren, viven y caminan entre nosotros. Y un buen día, un escritor hace de esas vidas una novela.

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