La mayoría de los regalos que recibimos no los recibimos el 6 de enero. Y al mismo tiempo, nosotros, cualquier día, somos regalo para alguien, aunque no vayamos por ahí con luengas barbas, mantos reales y coronas sobre nuestras cabezas.
En el recién
concluido periodo navideño, bastante propenso al sentimentalismo y la
cursilería, me han llegado muchos vídeos y mensajes dulzones, pero también
algunas reflexiones que valían la pena.
Un
poema de Gloria Fuertes (¡siempre nos quedará Gloria!) es un clásico de cada
cinco de enero, y nos invita a incluir en nuestra carta a los Magos, cosas más
necesarias que una camisa o un peluche.
Yo pido a los Reyes Magos
las cosas que hay en el cielo:
un vestido de ternura,
una cascada de besos,
la hermosura de los ángeles,
sus villancicos y versos,
y una sonrisa del Niño.
El regalo que yo quiero.
Otro poema
recibido fue el que escribió Miguel Hernández. Versos tristes de quien recuerda
amaneceres del Día de Reyes sin encontrar nada en sus humildes abarcas de
pastor. Y esto nos pone sobre aviso: no todos los niños buenos reciben un
juguete, y a veces los niños que no lo merecen en encuentran en sus zapatos infinidad
de regalos:
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
En estos días
he pensado mucho sobre la gratitud y sobre la donación. Creo que, en cierta
manera, somos y existimos en relación a nuestro sentido de donar y a nuestro
sentido de agradecer.
Si pienso
por un momento cuántas personas han sido ‘regalo’ para mí a lo largo de todo el
año anterior (y no solamente el 6 de enero), me salen muchas personas, muchas
situaciones y muchas cosas. ¡Personas que
nos han acariciado con sus dedos, sus palabras o sus sonrisas! ¡Cuántas
personas nos han tenido en cuenta, han valorado o reconocido nuestra persona,
nuestras obras o nuestro consejo! ¡Cuántas personas nos han llamado, se han
interesado por nosotros, nos han mandado un abrazo o un beso! ¡Cuántas personas
nos han ofrecido un obsequio, una disculpa, un café, una comida, una larga
conversación, una confidencia! ¡Cuántas personas nos lo han puesto fácil en la
oficina, en la familia, en la comunidad de vecinos, en la tienda, en el pueblo,
en el grupo de amigos!
¡Cuántas
situaciones o experiencias ha puesto la vida a lo largo de los últimos 365
días! Cosas sencillas o cosas únicas: una taza de café caliente en nuestras
manos frías. La niebla como cendal en la caminata de un sábado cualquiera. Las
hermosas pinturas de una exposición. El viaje a una ciudad amada. El paseo por
la playa al amanecer. La visita a un enfermo que agradece nuestra presencia. El
hombro firme de un amigo en un día siniestro. La ropa de abrigo en una
madrugada heladora. El plato amoroso sobre una mesa en un mediodía de apetito. El
descubrimiento de un nuevo escritor que nos seduce. El sofá cómodo en tarde
extenuante. La película que nos hace reír o llorar. El encuentro con un antiguo
compañero que creíamos perdido para siempre. Una disculpa a tiempo. Media hora
de natación… Y tantas cosas, personas y experiencias.
Pero sólo
quien tiene el corazón listo para la gratitud experimentará lo placentero y lo
dichoso de cada encuentro y de cada vivencia. Sólo cuando caemos en la cuenta
de las personas-regalo que las horas y los días nos ofrecen, podremos paladear
y saborear que la ‘vita è bella’.
Y de esta
forma, también nosotros nos esforzaremos por ser “persona-regalo” para el otro.
Empezaremos a hacer donación de nosotros mismos. Porque a veces es cuestión de
poner atención, de fijarse en lo que el otro necesita o lo que al otro le
agrada, de hacer cosas que no cuestan tanto y que producen mucha satisfacción a
quien las recibe. Empezando por la sonrisa y los buenos días. Ponerse en lugar
del otro, y querer tratar al otro como nos gustaría ser tratado en similares
circunstancias.
Agradecer los regalos recibidos nos empuja a hacernos persona-regalo. Y ser consciente que el otro es regalo para mí, nos lleva a imitarlo. Los verdaderos regalos nos llegan después del 6 de enero. El frasco de colonia o el foulard del Día de Reyes, son bonitos, pero sólo eso. Los ‘frascos’ que perfuman nuestra vida o los ‘fulares’ que hacen cálida nuestra existencia, se reciben todo el año y tienen nombres y apellidos.
Gracias por ser tú, una de mis personas-regalo.
ResponderEliminarEPSM