Muchos maestros pasan más horas con sus alumnos que los padres con sus hijos. Un maestro, si tiene vocación de maestro, si los alumnos le interesan más que las programaciones y los formularios que la administración pide para su cumplimentación, puede darse cuenta de carencias, necesidades, dramas familiares. Y si un maestro tiene empatía, no con los más listos de la clase, sino con los más frágiles y vulnerables, puede hallar el camino para poner algún remedio a esas carencias. Como leemos en la pizarra de esta foto, a veces la escuela es un refugio para el alumno. El maestro tiene esa responsabilidad pero al mismo tiempo ese don y ese inmenso poder de mejorar vidas que nacen a la vida. ¡Cuántos niños encontrarán cada día afecto y consuelo, estímulo y luz en medio de la oscuridad que puedan vivir en casa! Por ello, hay maestros que detectan que el niño llega sin desayunar, o que las condiciones higiénicas en su casa escasean, o que otro alumno le hace la vida imposible, o que sus padres se pasan el día riñendo, o que duerme en casa de la abuela, porque a los padres divorciados, que tienen nueva pareja, el hijo les estorba. Y tristemente, hay maestros que sólo conocen la cifra de la nómina, la nota de los exámenes o cuándo caen las vacaciones.
Cada año hay menos maestros/as de vocación y aumenta el número de los maestros por nómina y semanas de vacaciones, sin importarles un pimiento los alumnos/as. Esa es la triste realidad. Hacer una carrera media aprobar las oposiciones y dedicarse a cumplir lo que la administración dictamine en esos cursos, cumplir con el expediente, sin más!
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