Un verso de la obra
teatral Macbeth de William
Shakespeare inspiró a Javier Marías no sólo el título de una de sus más
conocidas novelas, sino también el argumento: Corazón tan blanco. Lady Macbeth, después de que Macbeth, por ella
instigado, haya asesinado al rey Duncan de Escocia dice:
“My hands are of your colour /But I shame to wear a
heart so White” (“Mis manos son de tu color / pero me avergüenzo de llevar un
corazón tan blanco”.
La
muerte se llevó a Javier Marías, cuando aún le quedaban obras buenas por escribir, o eso quiero imaginar después de releer este libro suyo. Javier Marías
(1951-2022) era hijo del también escritor y catedrático Julián Marías.
Vivió parte de su juventud en Estados Unidos, donde su padre, represaliado por
el régimen franquista, había recalado. Javier fue un escritor de mucho éxito,
académico de la Española desde 2008 donde ocupó el sillón R, y uno de los pocos
candidatos españoles al Nobel de literatura. Un escritor de talante liberal, no
atado a ideologías, solitario y de carácter hosco que le granjeó no pocas
enemistades, especialmente cuando en sus artículos empezó a dar estopa a los
nuevos inquisidores de lo políticamente correcto. Poco amigo de frecuentar los
círculos literarios, murió discretamente a los 70 años. En su legado literario,
títulos como Todas las almas, Mañana en la batalla piensa en mí, Tu rostro
mañana, Berta Isla o Tomás Nevinson. Corazón tan blanco fue publicado en 1992.
Novelista,
traductor, columnista, ensayista, polemista, en 2012 le fue concedido el Premio
Nacional de Literatura, pero rechazó esta distinción: “Estoy siendo coherente con lo que siempre he dicho, que nunca
recibiría un premio institucional. He rechazado toda remuneración que
procediera del erario público”. Para unos, fue hacer un feo. Para otros, un
acto ético.
Corazón
tan blanco tiene uno de los comienzos más deslumbrantes de la
novelística en castellano: “No he querido
saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía
mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se
puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el
corazón con la punta de la pistola…”
Una
novela potente y perturbadora. Marías va desgranando aquí y allá semillas que, con
el pasar de las páginas, adquieren su sentido. Una novela que se va
construyendo como se construye el pasado de una civilización, a través de las distintas
capas de una excavación arqueológica.
Juan
es el narrador al que, adormilado en su dormitorio de regreso de un viaje, le
despierta una conversación en el salón de su casa. A oscuras y en silencio oye una
conversación que no hubiera querido oír. Su padre, Ranz, confiesa a su nuera
Luisa, mujer de Juan, el secreto nunca revelado. Ranz cuenta a su nuera lo que
nunca se ha atrevido a contar a nadie después de tantos años de lo sucedido: la
razón del suicidio de su mujer, apenas acabado el viaje de novios. Pero a ese
suicidio, le precedió otro asesinato y una instigación, o que como tal fue
tomada por el narrador. Las tragedias se encadenan, como los eslabones de una
cadena, nos enseñó Shakespeare, y ahora nos lo enseña también Corazón tan
blanco.
El
narrador se pregunta si acaso es mejor no saber, permanecer en la ignorancia.
¿Hay que desvelar los secretos o hay que irse con ellos a la tumba? Pero parece
ser que el ser humano tiene una necesidad imperiosa de descargarse de un
secreto, como se descarga de un saco de piedras sobre su espalda o su
conciencia. Y una vez dicho lo dicho, ya no hay vuelta atrás. Lo que se revela,
no puede ser recogido. Y lo que se escucha, no se puede hacer como que no se ha
oído. Y sobre esta confesión o revelación se levanta la novela de Javier Marías:
vidas paralelas, situaciones equívocas, malentendidos, pecados que sueñan
desvelarse, secretos confesados de los que nos arrepentimos inmediatamente,
palabras que nos atrapan o nos liberan.
“Escuchar es lo más peligroso. Es saber que estás
enterado y estar al tanto. Los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse
instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente
que va a escucharse, siempre es demasiado tarde. Ahora ya sabemos, y puede que
eso manche nuestros corazones tan blancos, o quizás son pálidos y temerosos, o
acobardados”.
El episodio sin duda
más conocido de Corazón tan blanco es aquel en que Juan y Luisa, como
traductores en organismos internacionales, hacen una traducción totalmente ajena al sentido original de lo pronunciado por dos altos mandatarios extranjeros. Este
juego, broma, dislate o perversión lleva a una situación disparatada y
totalmente inusual en las conversaciones internacionales entre los
representantes de dos países. Este episodio marca también el inicio de la
relación amorosa de sus protagonistas, Juan y Luisa.
El paralelismo entre
Macbeth y Corazón tan blanco podría resumirse en este párrafo de la novela de
Javier Marías: “Ya lo he hecho (I have
done the deed). He hecho el hecho y he hecho la hazaña y he cometido el acto,
el acto es un hecho y es una hazaña y por eso se cuenta más pronto o más tarde,
he matado por ti y esa es mi hazaña y contártela ahora es mi obsequio, y me
querrás más aún al saber lo que he hecho, aunque saberlo manche tu corazón tan
blanco”.
Javier Marías ejerció de soberano del ficticio Reino de la Redonda, con el nombre de King Xavier I. Y como tal otorgó títulos nobiliarios a personajes de la cultura como Umberto Eco, Alice Munro, Arturo Pérez-Reverte o Milan Kundera






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