Las Primeras Damas y los
Primeros Caballeros de medio mundo han brillado con luz propia en la cumbre de
la Otan en Madrid. Ahora se les llama “acompañantes”, por aquello
de que España es un país moderno donde los haya.
Mientras los que mandan verdaderamente
hablaban, decidían, firmaban, debatían, imponían o diseñaban futuros a puerta
cerrada sobre ejércitos y tanques, industria armamentística, estrategias,
guerra fría, conflicto armado en Ucrania, tensiones con Rusia, amenaza de
China, candidatos a formar parte de la Otan, y sobre todo millones y millones
que hay que poner sobre la mesa para que las cuentas salgan y la maquinaria de
guerra esté bien engrasada, el grupo de “acompañantes” pasaban de un selfie
ante el Guernica de Picasso a una cata de aceites, de un baile flamenco en el
Teatro Real a un ensayo operístico de Nabucco, de los tapices de Patrimonio
Nacional a los jardines y fuentes de la Granja de San Ildefonso, de comprar
alpargatas de esparto a degustar los platos del chef José Andrés, de
emperifollarse y enjoyarse de haute couture para la recepción en el
Palacio Real, a vestir ‘casual’ con vestidos y zapatillas de andar por casa. Seguidos de una nube de periodistas han
ocupado en los informativos y en los periódicos tanto espacio, o más, que las
cosas serias de la Cumbre de la Nato/Otan. Y de lo que no me cabe duda es que
han llenado más ‘espacio y tiempo’ en la cabeza de las masas que las aburridas
sesiones de la Otan, con la grisura habitual de estos encuentros, el zumbido de
asesores y expertos, las presiones de las empresas armamentísticas y las
componendas internacionales y sus cloacas. Sin duda, el papel de los acompañantes
podemos denominarlo, sin miedo a equivocarnos, como la “gran distracción”.
Una distracción planeada desde hace meses y organizada milimétricamente, para que los
madrileños olvidasen los muchos contratiempos de una ciudad cerrada al tráfico
rodado y los turistas de la capital se quedaran con un palmo de narices ante
los monumentos que no podían visitar (El Museo del Prado, por primera vez en su
historia, cerró durante dos días).
La “gran distracción”
sirvió para que los contribuyentes olvidasen que la factura de esta cumbre ha
sido carísima, pero sobre todo para desviar la atención de ese compromiso arrancado
a Moncloa de subir del 1,2% al 2% del PIB el presupuesto para Defensa y pagar
así la ‘cuota’ dela OTAN. Nos han hecho creer que esa subida es una nadería,
algo así como un regalo de alpargatas para “los acompañantes”. Si hace diez
días se nos decía que no había ni para pipas en la caja fuerte de España,
ahora, de repente, por arte de magia, se han encontrado nada más y nada menos
que una calderilla de mil millones de euros.
No seré yo el que ponga
en duda la pertenencia de España a la Otan, ni tampoco el hecho de que, si queremos
pertenecer a un Club, debamos pagar la cuota, pero también es cierto que, con
la excusa de la guerra de Ucrania, en pocas semanas, se nos ha adoctrinado y “convencido”
a todos de que “si vis pacem para bellum” (lo que en ese latín aprendido
en el internado, significa “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Una
pregunta tal vez no esté de más: Aparte de Rusia, ¿hay alguien más interesado
en la guerra de Ucrania?
Los antiotan de
ayer se han reducido a un par de centenares en las protestas de hoy. Y a los
antisistema, tan numerosos cuando la Moncloa es ocupada por otro color, ni se
les ha visto el pelo. Todos contentos, ¿no? Yo no lo aseguraría así de primera.
Desde hace unos meses el discurso bélico ha ganado muchos enteros en “las
campañas” a las que constantemente nos somete el “régimen”. Y ahora
se nos dice, por activa y por pasiva, que lo “progre es gastar en armamento”.
De esta manera, el viejo sueño de un mundo en paz se va alejando cada vez más.
El viejo sueño de resolver las tensiones entre pueblos por el diálogo y la
razón queda cada vez más lejos. El viejo sueño de una ONU capaz de asegurar la
paz entre las naciones es ya pura quimera. Parece que el tiempo de las utopías
ha muerto. Y que los llamados “pacifistas” no eran tan pacíficos, sino que
también servían a su señor y tenían su dueño. Aquel sueño de Isaías, ese tiempo
donde “las lanzas se convierten en podaderas y, de las espadas, se hacen
arados”, no lo verá tampoco mi
generación.
Tu verdad es mi verdad.
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