Los
hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoiveski, estaba desde hace años en la ‘lista
de espera’. Y la verdad es que yo no me atrevía a hincarle el diente, en parte
por las 1100 páginas y en parte porque no es fácil entrar en el lenguaje
ampuloso y en las minucias descriptivas y lentas de la grandes novelas del
siglo XIX. Pero la novela me ha encantado. He entendido mejor lo que dice
Vargas Llosa en su libro autobiográfico El pez en el agua. El escritor recuerda
que, cuando la novela cayó en sus manos, estuvo más de un día despierto, entre
febril y ansioso, sin comer y sin dormir, hasta acabarla.
Los
tres hermanos Karamazov, Dimitri, Iván y Aliosha viven y se mueven en una
ciudad rusa, agitada por las injusticias y las miserias de la época zarina. Una
infancia compleja y de desamor da lugar a vidas marcadas por la tragedia, la
desesperanza o el misticismo. Su padre, Fiodor Pavlovich, es un borracho y un
sinvergüenza, vencido por la lujuria y el dinero. Iván es un indiferente, que
representa muy bien las dudas y la naciente distancia y rechazo de Dios. Aliosha es un místico, un ser angelical,
un hombre bueno subyugado por la santidad del starets Zósima de quien recibe la
bendición. Dimitri, el mayor, es un pendenciero, aunque de alma noble, un joven
que se enfrenta a su padre que quiere quedarse con su herencia materna, capaz
de amenazar a su padre e incluso de golpearle. Y en el medio dos mujeres. Ivanovna
que ama a Dimitri, pero que se siente traicionada por él, y que terminará
amando a Iván. Y Grushenka, una mujer de mala fama, protegida por un hombre
casado, de la que se enamorarán perdida y lujuriosamente tanto Dimitri como su
padre.
Y
en medio de la novela un crimen: El padre de los Karamazov, Fiodor Pavlovich,
aparece muerto y todos culpan a Dimitri que le había amenazado públicamente de
muerte. Todas las pruebas son claras. El juicio a Dimitri ocupa una gran parte
de la novela. Es un crimen horrendo, y por él tendrá que pagar un inocente,
Dimitri. Y aquí, por fuerza, tenemos que hablar de Lisavieta Smerdiaschaia, un
personaje trágico, una 'inocente' atropellada por un sinvergüenza,
probablemente Pavlovich. Representa la miseria y la degradación. Smerdiakov es
el hijo de Lisaveta. Ha sido cuidado por Grigori, el criado de Pavlovich. Es un
personaje sibilino y retorcido. Él fue quien mató a Pavlovich, para
congraciarse con Iván, para vengarse del que algunos creían que era su padre,
para vengarse de sus hermanos Karamazov, que tienen otro estatus, mientras que
él no era sino un simple criado.
No
podemos olvidar a personajes como Iliusha, el niño pobre que defendió a su
padre, un borracho impenitente, del desprecio de todos. La novela es una
pintura magnífica de una época y también de una forma de estar en el mundo de
la marginación y de la exclusión.
Capítulo
memorable es el dedicado al Gran Inquisidor. Cristo vuelve a la tierra y el
Gran Inquisidor de Sevilla mantiene un diálogo con él para darle a indicar que
era un iluso, que creía que los hombres buscaban la verdad y la libertad
mientras lo que buscan es el pan y la felicidad.
En
el centro de la novela está la cuestión de la existencia de Dios. La frase
célebre de "si Dios no existe, todo está permitido" resume muy bien
todo ese humus que se va depositando en las conciencias. Las consecuencias de la
muerte de Dios las conocería Rusia durante su etapa trágica comunista. Pero la
advertencia y la premonición ya estaban en esta novela. Si no existe Dios, quién
puede impedir al hombre constituirse en hombre-dios. Estamos ante una novela
psicológica, pero sobre todo una novela de ideas. Una magnífica novela. Y tan
actual como la Rusia zarina que le tocó vivir al gran escritor ruso Dostoievski.
De
una cosa podemos estar seguros: El mundo girará siempre sobre los goznes de la
bruticie y del horror, pero también existirán otros hombres que echen arena en
el engranaje de la maquinaria terrible del mundo, para que esta no funcione tan
de prisa e incluso para que se pare por unos instantes.
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