viernes, 20 de abril de 2018

Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoiveski




Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoiveski, estaba desde hace años en la ‘lista de espera’. Y la verdad es que yo no me atrevía a hincarle el diente, en parte por las 1100 páginas y en parte porque no es fácil entrar en el lenguaje ampuloso y en las minucias descriptivas y lentas de la grandes novelas del siglo XIX. Pero la novela me ha encantado. He entendido mejor lo que dice Vargas Llosa en su libro autobiográfico El pez en el agua. El escritor recuerda que, cuando la novela cayó en sus manos, estuvo más de un día despierto, entre febril y ansioso, sin comer y sin dormir, hasta acabarla.
Los tres hermanos Karamazov, Dimitri, Iván y Aliosha viven y se mueven en una ciudad rusa, agitada por las injusticias y las miserias de la época zarina. Una infancia compleja y de desamor da lugar a vidas marcadas por la tragedia, la desesperanza o el misticismo. Su padre, Fiodor Pavlovich, es un borracho y un sinvergüenza, vencido por la lujuria y el dinero. Iván es un indiferente, que representa muy bien las dudas y la naciente distancia y rechazo de  Dios. Aliosha es un místico, un ser angelical, un hombre bueno subyugado por la santidad del starets Zósima de quien recibe la bendición. Dimitri, el mayor, es un pendenciero, aunque de alma noble, un joven que se enfrenta a su padre que quiere quedarse con su herencia materna, capaz de amenazar a su padre e incluso de golpearle. Y en el medio dos mujeres. Ivanovna que ama a Dimitri, pero que se siente traicionada por él, y que terminará amando a Iván. Y Grushenka, una mujer de mala fama, protegida por un hombre casado, de la que se enamorarán perdida y lujuriosamente tanto Dimitri como su padre.
Y en medio de la novela un crimen: El padre de los Karamazov, Fiodor Pavlovich, aparece muerto y todos culpan a Dimitri que le había amenazado públicamente de muerte. Todas las pruebas son claras. El juicio a Dimitri ocupa una gran parte de la novela. Es un crimen horrendo, y por él tendrá que pagar un inocente, Dimitri. Y aquí, por fuerza, tenemos que hablar de Lisavieta Smerdiaschaia, un personaje trágico, una 'inocente' atropellada por un sinvergüenza, probablemente Pavlovich. Representa la miseria y la degradación. Smerdiakov es el hijo de Lisaveta. Ha sido cuidado por Grigori, el criado de Pavlovich. Es un personaje sibilino y retorcido. Él fue quien mató a Pavlovich, para congraciarse con Iván, para vengarse del que algunos creían que era su padre, para vengarse de sus hermanos Karamazov, que tienen otro estatus, mientras que él no era sino un simple criado.
No podemos olvidar a personajes como Iliusha, el niño pobre que defendió a su padre, un borracho impenitente, del desprecio de todos. La novela es una pintura magnífica de una época y también de una forma de estar en el mundo de la marginación y de la exclusión.
Capítulo memorable es el dedicado al Gran Inquisidor. Cristo vuelve a la tierra y el Gran Inquisidor de Sevilla mantiene un diálogo con él para darle a indicar que era un iluso, que creía que los hombres buscaban la verdad y la libertad mientras lo que buscan es el pan y la felicidad.
En el centro de la novela está la cuestión de la existencia de Dios. La frase célebre de "si Dios no existe, todo está permitido" resume muy bien todo ese humus que se va depositando en las conciencias. Las consecuencias de la muerte de Dios las conocería Rusia durante su etapa trágica comunista. Pero la advertencia y la premonición ya estaban en esta novela. Si no existe Dios, quién puede impedir al hombre constituirse en hombre-dios. Estamos ante una novela psicológica, pero sobre todo una novela de ideas. Una magnífica novela. Y tan actual como la Rusia zarina que le tocó vivir al gran escritor ruso Dostoievski.
De una cosa podemos estar seguros: El mundo girará siempre sobre los goznes de la bruticie y del horror, pero también existirán otros hombres que echen arena en el engranaje de la maquinaria terrible del mundo, para que esta no funcione tan de prisa e incluso para que se pare por unos instantes.

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