miércoles, 18 de agosto de 2021

El recuerdo de aquellos “bultos andantes”

 


“Eso es lo que son, unos cobardes y unos sinvergüenzas que son capaces de dejar a las mujeres y a las niños en manos de esos desgraciados”. La sentencia procede de un hombre jubilado que toma su primer café en el bar del pueblo. Son las ocho y media de la mañana. He salido de mi casa cuando aún las luces estaban encendidas en las calles de Quintanilla. He recorrido los casi ocho kilómetros en un estado de gracia. Es esta la hora que más gusta al caminante. La tierra huele a recién estrenada, los pajarillos bailan sobre mi cabeza con sus trinos y sus chillidos, tres corzos brincan por el pinar, el agua del Duero prosigue sin pausa su marcha hacia el mar en medio de chopos y álamos. Cuando llego a Pesquera de Duero, me encamino al bar Cañas y barro, donde una jovial camarera me sirve, antes de pedirlo, mi café con leche. En otra mesa de la terraza, dos hombres toman su café. Uno de ellos, voz clara y seria, es el que pronuncia la frase que encabeza este escrito. Una frase que en seguida entiendo: los “cobardes y los sinvergüenzas” son Estados Unidos, Europa, la Otan y España; los “desgraciados” son los talibanes; las “mujeres y las niñas” son las mujeres y niñas afganas.

Después de una caminata pastoril, la realidad irrumpe abruptamente. Y en este caso no me llega por el corresponsal en Kabul, asomándose al telediario, sino por la sentencia acertada de un cliente del bar. La realidad violenta de Afganistán se impone sobre pinares, vencejos, corzos y amaneceres.

Al volver a casa, busco más noticias. Efectivamente en el aeropuerto de Kabul se están viviendo horas dramáticas. Los seis mil soldados norteamericanos se ven impotentes para contener a los miles de afganos que desesperadamente buscan una plaza en algunos de los aviones fletados por las cancillerías para sacar a toda prisa a los diplomáticos, a los ciudadanos extranjeros y a los traductores afganos que colaboraron estrechamente con los soldados de muchas naciones. ¡Desesperados afganos que se aferran como pueden al fuselaje de los aviones para, al instante, caer sobre la pista de cemento.


Veo otra foto: un grupo de afganos hacen cola ante la frontera de Pakistán e imploran piedad para entrar en el país vecino. Van conduciendo carretillos sobre los que han colocado a sus hijos pequeños y las maletas donde encierran toda una vida.

Después de leer las noticias en varios periódicos, la sentencia airada del jubilado del bar me parece un resumen excelente. Veinte años de esfuerzos diplomáticos, miles de soldados, millones y millones de dólares invertidos no han servido absolutamente para nada. ¿Qué estrategia ha seguido el presidente de Estados Unidos, Sr Biden, para retirar súbitamente a sus tropas? ¿Qué fuentes manejaba para declarar que el gobierno afgano estaba en condiciones de hacer frente a los grupos talibanes? ¿Qué canales de información tenían las cancillerías extranjeras para no percibir, ni de lejos, el rapidísimo avance de los talibanes y su llegada a Kabul en pocos días? ¿Le importa algo a Naciones Unidas la suerte de tantos afganos, sobre todo la suerte de tantas mujeres y niñas? ¿O es que tanto los Estados Unidos o el resto de naciones con soldados en la zona lo han hecho tan rematadamente mal que la población civil estaba tan harta que ha franqueado el paso a los talibanes? ¿Dónde iba a parar el dinero que llegaba a espuertas para la reconstrucción de Afganistán y para poner las bases de una pacificación duradera? ¿Nadie va a rendir cuentas de esa corrupción generalizada que, según los periodistas internacionales, nadie quería ver, hasta el punto de que Occidente pagaba y armaba compañías y batallones del ejército afgano que no existían más que en el papel? ¿Qué países o qué inconfesables intereses económicos están detrás de esta victoria relámpago? ¿Quiénes han pagado la factura del avance imparable de las milicias de talibanes? ¿Por qué la comunidad internacional ha abandonado Afganistán a un régimen brutal, después de poner sobre la mesa tantos recursos humanos y tantos dineros? ¿Han cambiado los intereses de unos y de otros? ¿Ha tirado la toalla Occidente, tras comprobar que democracia e islamismo son absolutamente incompatibles?

Los periodistas que conocieron el anterior régimen talibán y que fotografiaron o escribieron sobre las brutalidades cometidas, no se creen del todo el discurso moderado de los jefes talibanes que hablan de respeto a los que colaboraron con el gobierno afgano o con los soldados extranjeros desplazados, y que dicen estar interesados en una transición pacífica y en poner las bases para la pacificación del territorio afgano que tantas páginas dramáticas ha ocupado en las últimas décadas. Gervasio Sánchez, el fotógrafo y periodista y uno de los que mejor conoce Afganistán escribía hoy mismo: "La comunidad internacional, es decir Estados Unidos, la OTAN, España, la ONU... han dado una lección de cobardía escandalosa, han actuado de manera vergonzosa, son unos cobardes que han dejado empantanado a un país en manos de un régimen brutal"

Todos tenemos en la memoria las imágenes de “bultos andantes bajo el burka”. ¡Eran mujeres, no eran bultos! Pero habían sido reducidas a simples bultos que caminaban por las calles polvorientas de Afganistán. La mitad de la población condenada a la invisibilidad. ¿Cuál será su destino a partir de ahora? (Por cierto y entre paréntesis ¿Dónde está el clamor del feminismo de este país, habitualmente tan vocero?) ¿Qué veneno de odio tan eficaz encierra el discurso talibán para que un padre, un hermano, un hijo, un amigo sea capaz de asentir a tamaña vileza? En fin, muchas preguntas y muy pocas respuestas. Cuesta creer el discurso de algodón de azúcar de los talibanes. Y también cuesta creer que los 20 años de ayuda internacional multimillonaria se hayan desvanecido en pocos días. ¿Alguien lo entiende? ¿Qué razones oscuras mueven a los hombres y a la Historia?

El solo recuerdo de “aquellos bultos andantes”, verdadera página ignominiosa de la Historia, nos debería avergonzar un poco y presagiar lo peor.








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