Así empezaba hace un año el curso escolar en Kinshasa (R. D. del Congo). Un grupo de niños y niñas acaban de dejar la casa-internado donde viven para dirigirse a la escuela. Como todos los colegiales del país africano, llevan su pantalón o su falda, de color azul, y su camisa blanca. Algunos de ellos han tenido la suerte de estrenar calzado o mochila, cuadernos, libros o pinturas.
Una escena
similar volverá a repetirse próximamente. En España y países de su entorno, las
administraciones públicas ofrecen educación gratuita hasta los 18 años, incluso más. Esto no
es así en muchos países africanos. La escuela, aunque sea pública, es una
escuela pagada. La R. D. del Congo lleva
años entre los cinco países más pobres
del mundo. Y eso a pesar de ser uno de los más ricos del planeta en
recursos minerales (coltán, diamantes, etc). Oficialmente la enseñanza primaria
es gratuita en este país, pero eso es papel mojado. Congo es uno de esos
estados fallidos que no cuenta ni con recursos monetarios ni con estructuras
para asegurar la educación. Casi la mitad de la población es analfabeta. Y un
43% de los niños matriculados abandona las aulas por diversas causas:
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Las familias no pueden hacer frente a las cuotas
de escolarización.
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Muchos hermanos mayores, especialmente niñas,
tienen que cuidar de sus hermanos más pequeños.
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Existe un buen número de niños que trabajan largas
jornadas, o que están en zona de guerra (Este del país), o que han sido
reclutados forzosamente como soldados, o que viven en la calle, completamente
solos, buscándose la vida.
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Muchas escuelas cierran a lo largo del año,
porque los profesores, después de meses sin recibir su salario, deciden
abandonar.
Cuando en 2008 visité R. D. del Congo, pude
conocer de primera mano la magnitud de este problema. La falta de educación
perpetúa la pobreza y perpetúa las injusticias. Nada nos da una idea tan
aproximada a la indignidad humana como el hecho de no haber podido frecuentar
la escuela de pequeño.
Desde hace unos años, por estas fechas, invito a mis amigos a colaborar con esta escuela de Kinshasa. Una vez más, os pido que me echéis una mano para sacar adelante este hermoso proyecto de escolarización y alfabetización de los niños y niñas de la calle. Si para todos los congoleños es difícil asegurarse una educación continuada en la escuela, para los niños y niñas de la calle, sin familia y sin recursos, es casi un imposible. Puentes Ongd, desde hace más de dos décadas, apuesta por los niños y niñas de la calle y por su educación.
La vida de
cualquier niño cambia por completo si sabe leer y escribir y si adquiere los
rudimentos básicos de la cultura. Si esto vale para todos, es aún más válido
para niños y niñas que, por diversos motivos, un día llegaron a vivir en la
calle y ahora dependen, en su día a día, de las casas guanelianas con las que Puentes
colabora desde hace más de dos décadas.
En Puentes lo
repetimos a menudo, y más cuando se trata de educación: “No podemos cambiar el mundo, pero sí el mundo de un niño o de una niña”.
Nuestra mirada y nuestros objetivos se centran en un grupo de personas con sus
nombres, sus rostros y sus historias.
¿Quieres colaborar con el pago de un mes de escuela? 15 euros
¿Quieres colaborar con el coste de un curso escolar? 150 euros
“Abre la escuela en Kinshasa”
es el título de esta entrada. Es una afirmación: “Abre la escuela”, pero al
mismo tiempo es una invitación personal que te hago: “Abre la escuela de
Kinshasa”.
A la hora de hacer el ingreso, especifica
en concepto: “Escuela Congo”.
IBAN: ES46 0030 6018 1700 0105
1272 (Banco Santander)
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