jueves, 21 de octubre de 2021

Enmanuel Carrère: la vida hecha escritura

 


Pocas veces la concesión de un premio literario, en este caso el Princesa de Asturias a Enmanuel Carrère, me ha dado tanta alegría. Tal vez porque creo haber leído todos los libros importantes de este autor, al que conocí por casualidad en las páginas de un suplemento cultural mientras esperaba el menú del día en Casa Manolo, en Santiago de Compostela.

Carrère, me ha dado buenas horas de lectura, por lo que me siento agradecido a su pluma. Un escritor bastante inclasificable, porque en cada novela te sorprende y de él puedas esperar lo inesperado. He de decir que la autoficción abunda en los escritos de este autor francés. Las novelas de Carrère son Carrère.  Él mismo ha confesado que no sabe hacer ficción y que, por eso, su vida y la vida de los que lo rodean aparecen mucho en su escritura.

Enmanuel Carrère (París 1957), nieto de un ruso que emigró a Francia e hijo de la sovietóloga y Secretaria de L’Académie Française, Hélène Carrère d’Encausse, ha conjugado su tarea de escritor de novelas, ensayos, reportajes y biografías con la labor de realizador de cine. Complejo, contradictorio, con muchas aristas y muchas sombras, con muchos fulgores y muchos infiernos en su existencia. Los conocemos casi todos, porque si de algo hace gala el autor de Vidas ajenas es que no tiene pudor a la hora de escribir, ya sea de sus relaciones sexuales, ya sea de sus sonoras depresiones e internamientos hospitalarios. Lo pude comprobar en su último libro, Yoga, donde da buena cuenta de su experiencia con la depresión, de la ruptura de su propio yo en muchos pedazos, pero también de la desolación experimentada cuando perdió a su buen amigo y periodista Bernard Maris en los atentados yihadistas contra el periódico satírico Charlie Hebdo, o de sus intentos perseverantes de buscar la serenidad y la paz a través del yoga en un monasterio budista estricto y severo.

Sirva de homenaje este artículo en que citaré, aparte del mencionado Yoga, algunos de los libros suyos que he leído. Empezaré por El adversario, para mí su más logrado libro. En él nos cuenta la biografía de un impostor con el que llegó a entrevistarse en la cárcel para intentar captar todos los detalles de un alma laberíntica y mefistofélica: Jean-Claude Romand. Un mentiroso patológico, que se inventó una carrera, un trabajo, un montón de influencias, que dejó sin un duro a sus padres y que quemó su propia casa con su mujer y sus hijos dentro cuando pensó que había llegado muy lejos en su impostura y se sintió acorralado. Sin juzgar en absoluto, Carrère nos presenta la vida de un hombre demasiado real. “Una novela apasionante y una reflexión de escalofrío” (David Trueba).

En El Reino nos habla de su conversión a la fe católica. Una conversión enfebrecida, apasionante como suelen ser las conversiones. Pero, más tarde, sintió la desesperanza y su fe entró en crisis. Se alejó del catolicismo, no sin antes escribir una oración conmovedora: “Te abandono, Señor, pero tú no me abandones”. Su paso por la Iglesia le empujó a meterse de llenos en los primeros tiempos del cristianismo, cuando todo estaba por hacer y un potente y desbordante San Pablo marcó, para bien o para mal, la marcha del cristianismo. El Reino desafía todos los géneros: narración, indagación, ensayo, libro de historia y de introspección; resulta apasionante de principio a fin. Carrère sale triunfante de una increíble proeza. Muestra, en estas páginas soberbias, el poder iluminador de la literatura» (François Busnel, Lire).

En Limónov nos cuenta la vida estrafalaria y rocambolesca del poeta ruso, pendenciero, estrafalario,  maldito, camaleónico, escurridizo, odioso y amable al mismo tiempo. Limónov fue disidente en la Unión Soviética, exiliado en Nueva York donde vivió como un mendigo y terminó como mayordomo respetable de un millonario. En Nueva York viviría noches salvajes de sexo y alcohol. Instalado en París, escribió un libro autobiográfico que escandalizó –ya es decir- a los lectores francés. Y del París- La nuit se marchó a Los Balcanes, donde daría su apoyo sin fisuras y hasta las últimas consecuencias a los serbios. Volvió a la Rusia poscomunista y su valiente oposición al nuevo zar ruso,  Putin, le llevó a la cárcel. “Mucho más que el retrato de un hombre inverosímil, es una historia de los últimos cincuenta años de Rusia. Y contiene páginas memorables” (Bernard Pivot, Le Journal du Dimanche).

¿Con qué nos sorprenderá Carrère en su próximo libro? Ha recibido todos los grandes premios de las letras francesas, y este Premio Princesa de Asturias lo consagra internacionalmente. En su último internamiento psiquiátrico fue diagnosticado como bipolar. No faltan estudios sobre literatura y locura, escritura y problemas mentales. Su obra representaría bien a esta sociedad nuestra que se mueve entre la exaltación y la represión y que no siente pudor alguno a la hora de exhibir su desnudez y sus miserias. Siempre he creído que Enmanuel Carrère es un escritor que sabe hacer escritura de cuanto siente en su corazón y cuanto ven sus ojos. El autor francés es un ser frágil pero brillante que intenta explicarse para comprenderse y alcanzar una cierta cordura. No está tan lejos de Alonso Quijano. En una entrevista a El Cultural decía que “Escribir es el centro de mi vida. Mi objetivo es ser un poco más libre, más inteligente, comprender mejor las cosas y entenderme mejor a mí mismo. Y escribir ha sido mi vehículo para lograrlo”.






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