Ya se sabe que libro que no lleva a otro libro
no es buen libro. En esto días leo a Pablo d’Ors y su Olvido de sí. Y éste me ha
llevado a Bossuet cuya lectura, especialmente de Las elevaciones sobre los
Misterios, fue el comienzo de la llamativa conversión de Charles de Foucault.
Bossuet (1627-1704) fue una de las figuras más importantes del episcopado
francés de su época. Famoso por su elocuencia y por sus escritos, fue nombrado
Preceptor del hijo y heredero de Luis XIV. En varios funerales regios y de
grandes personalidades de Francia le correspondió pronunciar la oración
fúnebre, que aún hoy son consideradas obras maestras. Está enterrado en la
catedral de Metz.
Pero me he detenido en sus llamamientos a la
caridad, con motivo de la hambruna que en el momento más brillante y triunfante
del reinado de Luis XIV estalló en Francia. Un vasto movimiento de caridad fue
impulsado por Vicente de Paúl, y Bossuet se adhirió a él. Bossuet combate esa
falsa creencia de pensar que todo marcha bien en el mundo cuando los que
gobiernan están contentos con su gobernación. El orador sagrado más importante
de Francia se dirige a los ricos, incluso al propio rey y a la misma corte: “Mueren
de hambre, sí, señores. Mueren de hambre en vuestras tierras, en vuestros
castillos, en vuestras ciudades, en los campos, en la puerta y en los
alrededores de vuestros palacios. Nadie se acerca a socorrerlos. Y eso que sólo
os piden lo superfluo de vuestras vidas, unas migas de vuestras mesas. Los
reyes tienen que reaccionar. Puede que ellos no puedan hacer todo lo que les
gustaría, pero rendirán cuentas a Dios de lo que pudieron haber hecho. Ricos,
llevad el peso del pobre, aliviad su necesidad, ayudadle a sostener las
aflicciones bajo cuyo peso gime”. ¡Caramba con Bossuet¡
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