Un amigo peregrino me pasa el enlace del documental Camino
sin límites, de Joan Planas. Empiezo a verlo sin demasiado interés, pensando que
se trate de un documental más de los muchos que pueblan la web. Pero me
equivoco.
Dos hermanos, Olivier y Juan Lu, se lanzan a recorrer los
casi 800 kilómetros que separan Roncesvalles de Compostela. Juan Lu tiene
parálisis cerebral. Es un chico de 20 años que desde pequeño ha tenido la
suerte de ser tratado como un chico más. Su hermano, Oliver ha tenido la
excéntrica idea de recorrer con él, en silla de ruedas, el Camino, no por la
carretera, que sería lo aconsejable, sino por el trazado por el que transitan
todos los peregrinos. Su madre, al volante de una furgoneta, se encarga de la
intendencia y les espera en cada albergue. Y pronto ocurre un milagro, quizás
un milagro que sólo se podía dar en uno de los pocos espacios del mundo donde
aún es posible la ‘compasión trascendente’, en el mejor sentido de esta
palabra. Muy pronto, otros peregrinos echan una mano para empujar o arrastrar
la silla de Juan Lu, hasta el punto de que a los pocos días ya han formado un
grupo estable y sólido, amoroso y fraterno. Ellos pensaban que echaban una mano
a dos hermanos en apuros, pero descubren en seguida que es Juan Lu el que, de
manera misteriosa e incomprensible, les está ayudando a ellos: a ser personas,
a dejar las máscaras, a hablar de cosas serias, a mostrarse ante los demás con
sus miedos y sus fragilidades, a experimentar la alegría de la gratuidad. Creían
que era Juan Lu el que, por su parálisis, tenía límites, pero el Camino y el contacto
con este chico tan especial les hace descubrir sus límites y al mismo tiempo
sus infinitas capacidades para superarlos. Un grupo variopinto, por recorrido
vital, por idioma o por nacionalidad, experimenta la grandeza de descubrir la ‘fuerza
en la debilidad’, la alegría y la energía que pueden contagiar personas ‘tocadas’
por la discapacidad y los límites.
Un precioso documental, lleno de humanidad. Una historia de
cariño entre dos hermanos. La alegría del mundo que es capaz de transmitirnos
Juan Lu con sus gritos, sus sonrisas, sus carcajadas. El contacto con la
debilidad que ilumina nuestros rincones oscuros. Todos los ‘Cebreiros’ pueden ser
recorridos en compañía alegre, en espíritu de servicialidad, en esfuerzo
fraternal.
La felicidad es esto, pero nos cuesta reconocerla y
reconocerlo. Para no perdérsela.
https://buscandohistorias.com/caminosinlimites/
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