1. 1. Diez lecturas para resumir el año.
George Steiner murió en 2020, después de una vida académica al servicio de las humanidades. Uno de los últimos intelectuales en defender los saberes clásicos, ahora en grave retroceso por la revolución tecnológica e informática. Pero sin las humanidades, asegura Steiner, será fácil perder las raíces, saber de dónde venimos, y luchar contra la barbarie y las ideologías totalitarias y los populismos.Un largo sábado es un libro-entrevista muy interesante para quien quiera conocer las inquietudes y los desvelos de este humanista. El libro es también mérito de la periodista francesa Laura Adler que, mediante inteligentes preguntas, sabe sacar lo mejor del escritor. El título -que contiene la palabra sábado- es altamente significativo. Steiner no renunció nunca a su origen judío, si bien se mantuvo alejado del sionismo y más alejado aún de la manera de conducirse del estado de Israel. Pero Steiner defiende la aportación impresionante del mundo judío a la Historia con mayúsculas. Interesante un apunte: El judío ante un libro, una obra de arte, siempre piensa: “puedo mejorarlo”. Y no por arrogancia, sino por esa tensión de superaración, de esfuerzo y de búsqueda de la excelencia. Steiner es un ateo que sabe que la oposición del modernismo y de la progresía a la tradición bíblica es simplemente un suicido para Occidente. Una larga y enriquecedora entrevista para ocuparnos del ser humano que trabaja, lucha, pero que también tiene el sábado para descansar, para releer su historia, para sosegar su corazón y para tratar de entender los sentires y los pensares de otros hombres. Su reflexión sobre el ser humano que es un invitado a la vida y que, al acabarla, debe dejar esta casa un poco mejor de como la encontró, me parece fascinante.
En uno de los momentos más convulsos de la historia de la
Compañía de Jesús, Pedro Arrupe fue llamado a dirigirla como su Prepósito
General (1965-1983). Este vasco universal
fue testigo ocular, un 6 de agosto de 1945, de la explosión de la
primera bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, una tragedia que le
marcaría para siempre. El hecho de que, además de sacerdote, fuese médico, le
permitió curar a los muchísimos heridos que, de todas partes, acudían a la casa
de los jesuitas. Hay que remontarse varios siglos atrás para encontrar un
general jesuita tan carismático. Pedro Miguel Lamet traza una biografía
apasionante de un hombre verdaderamente fascinante. Arrupe fue uno de los
mejores lectores del mundo y de la Iglesia en los tiempos inmediatos al
Concilio Vaticano II. El primero en avistar el problema de los refugiados, para
los cuales crea el Servicio Jesuita a Refugiados. Su paso por Japón le acercó a
la espiritualidad oriental y a sus maneras de meditación y de oración. Su
mentalidad abierta, le acarrearía algunos sonoros encontronazos con el
Vaticano, aunque, como buen hijo de San Ignacio, su obediencia al Papa estuvo
fuera de toda duda. En 1981, sufrió un severo
ictus, por lo que tuvo que empezar de cero, como un niño pequeño, a leer, andar
o escribir. Así pasó la última década de su existencia: conviviendo con el sufrimiento
y la enfermedad, lo que dejó admirados a todos los que le conocían. Sus últimas
palabras: “Para el presente, amén; para
el futuro, aleluya”. En uno de sus viajes –cuenta él mismo- recibió su
regalo más hermoso. Al acabar una celebración, un campesino indígena le pidió
que le acompañara. Le llevó hasta un rincón y le dijo: “Padre, mire, le he traído hasta aquí para que vea este atardecer”.
El Orden del día, la breve novela del joven escritor Éric
Vuillard con la que obtuvo el Goncourt , nos lleva a un momento clave de la
historia de Alemania que tantas desastrosas consecuencias traería para el resto
del mundo: el 20 de febrero de 1933. Ese
día los principales industriales alemanes fueron a mostrar a Herr Hitler su
apoyo sin fisuras y sin peros, y también sus millones de marcos al proyecto
nazi. A cambio le pedían seguridad para sus negocios y unas leyes más acordes
con sus intereses. Perfectamente vestidos, allí estaban todos: Los Krupp,
Bayer, Afga, Opel, IG Farben, Siemens, Allianz, Telefunken, porque “las empresas no mueren como los hombres.
Son cuerpos místicos que no perecen jamás”.
Los sueños locos de un loco personaje no prosperan sin muchas adhesiones y muchos aplausos. Y no sólo los apoyos del capital sino también los apoyos de muchos ciudadanos en las calles, las fábricas, los hogares y las cancillerías. Es una lección para la Historia, útil en estos tiempos de desmemoria, amnesia y tics populistas que siempre acaban siendo políticas autoritarias. Y también para no olvidar nunca que el poder económico manda ahora como nunca lo ha hecho antes, capaz de adaptarse para no perder influencia y peso. Una buena novela francesa, con una prosa limpia y con un mensaje necesario.
José Jiménez Lozano fue un escritor total. Ensayos, novelas,
cuentos, poesía y diarios. Para mí, los
Dietarios fueron lo mejor de su obra. Fueron los que más me enseñaron. Me
dieron a conocer pensadores y escritores de los que yo no había oído hablar
jamás, pero sobre todo me enseñaron a leer la realidad desde una perspectiva
genuinamente humana y, al mismo tiempo, lejana de las modas, de los ‘ismos’, y de las gafas de lo políticamente correcto. Jiménez
Lozano fue el último de los ‘avisadores’, en el sentido de que nos avisó de por
dónde se iba a despeñar el mundo si continuábamos practicando, acríticos, el
credo de la modernidad (la ingeniería biológica y social, la cristofobia, el
horror a los libros, el desprecio por la historia, etc., etc) y la insulsa
felicidad que se nos ofrece ‘para nuestro bien”, como nos dicen los telediarios
y los portavoces de las ideologías
imperantes cada día y cada noche.
Evocaciones y Presencias es el diario póstumo del escritor
abulense que llevó siempre una vida retirada en Alcazarén. Este dietario corresponde al periodo
2018-2019. El título –Evocaciones y Presencias- dice mucho. Jiménez Lozano
evoca figuras, páginas, noticias, voces que son auténticas presencias en el día
a día de los humanos. Pondré un ejemplo. El autor evoca una página de Enmanuel
Levinas en la que recuerda su paso por el campo nazi, reducido a una rata, a un
no-ser por sus guardianes y por unas ideas. Pero en el campo había un perro
vagabundo que se había unido al pelotón y que les acompañaba al trabajo, y con
ellos volvía ladrando y moviendo la cola. Y Levinas escribe. “Por él fuimos
hombres”.
Empecé a leer este libro por curiosidad y también porque la autora es una Tordable (cuarto apellido en su caso), una lejana pariente de un apellido minoritario en España. El libro de Paz Velasco de la Fuente se ha convertido en poco tiempo en un manual imprescindible en las facultades y en los departamentos de policías y jueces donde se estudia la criminología como ciencia. Me rindo ante la capacidad sintetizadora de la autora, la falta de prejuicios a la hora de hablar de ciertos temas (por ejemplo de los crímenes cometidos por mujeres, que no son pocos), y sobre todo por ahondar en algunas ideas que considero de máximo interés: el problema del mal, las causas de los comportamientos criminales, las vidas rotas y las infancias truncadas detrás de muchos asesinos, la fascinación por el dominio sobre el otro, el deseo imperioso de hacer entender a la víctima que su vida depende de él, la apariencia de normalidad –incluso de ejemplaridad- que es connatural a muchos de los mayores criminales y asesino en serie, la fascinación que muchos criminales y canallas de la peor calaña ejercen sobre algunas mujeres hasta el punto de convertirse en sus amantes o colaborar estrechamente en sus crímenes. Y sobre todo: dónde está la delgada línea que separa a un hombre corriente y normal de un asesino. ¿Estamos libres de cruzarla? Es algo verdaderamente inquietante. El libro suscita muchas preguntas, pero también da muchas respuestas.
Cuando concedieron el Premio Nobel de Literatura a Svetlana
Alexievich fueron muchos los que dudaron de que el galardón fuera merecido. En
el fondo, la escritora bielorrusa se había dedicado toda su vida a registrar en
su grabadora las historias que otros le habían contado y a a transcribirlas. Y
en cambio, ¿por qué gustan tanto sus libros? Tal vez porque, en cada uno de
ellos, recoge todos los puntos de vista posibles y todas las voces que tuvieron
que ver con algún acontecimiento. No son libros con un protagonista, sino con
multitud. Son libros corales. Desde que leí su libro sobre la tragedia de Chernobyl,
Svetlana ha sido una habitual en las lecturas de los últimos años. En esta
ocasión, la autora recoge los testimonios de los que durante la Segunda Guerra
Mundial, en una Unión Soviética alcanzada por el poder nazi, eran unos niños.
Su infancia estuvo marcada por la violencia, el hambre, la escasez y los
enormes sacrificios. Representan a la generación sin infancia, que pasó de la
cuna a trabajar los campos o a cuidar a los heridos. Toda la vida de estos niños ha consistido en
tratar de entender lo que pasó, perdonarse a sí mismos algunos de sus comportamientos,
absolver a sus verdugos e intentar seguir adelante, a pesar de la violencia ejercida
sobre sus pequeños cuerpos o almas.
2. 2. Dos relecturas
Siempre me he preguntado
cómo habrá gente que, sabiendo que se va a morir, no lee estos dos libros: la Biblia y El
Quijote.
Decía George Steiner que, por muy ateo y agnóstico que uno
sea, cuesta mucho afirmar que haya sido un ser humano el que haya escrito
ciertos libros, entre ellos el Libro de Job. Releí el Libro de Job en pleno
confinamiento duro del mes de abril, en la bellísima traducción que hizo Luis Alonso
Schökel de este hermoso poema. Lo que sucede con los libros eternos es que
saben leer nuestro presente. No es verdad que leemos libros. Son los libros
–algunos pocos- los que nos leen a nosotros. En Job está el misterio del mal,
las preguntas que nos suscitan la enfermedad y la desgracia. Job es el más
impaciente de los pacientes y por ello se atreve a pedir cuentas a Dios de su
dolor y de su miseria. Job no se conforma. Job quiere conocer cómo se mueve el
corazón de Dios cuando los hombres injustamente sufren, se desesperan, lloran y
mueren. En Job hay pocas respuestas, pero todas las preguntas del hombre
moderno ya están en los bellísimos -amargos o dulces- versos de Job. El alma
humana se retrató definitivamente en este libro de Job, escrito hacia el año
500 antes de Cristo.
3. 3. Y un libro muy especial.
***
Y dicho todo esto, ¿Te atreves a sugerirme algún libro que te haya gustado en 2020?
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