Como cada primero de septiembre, me toca recordar que una escuela en Kinshasa espera nuestra ayuda. Antes de llamar a la puerta de mis amigos, familia y paisanos de Quintanilla de Arriba, quisiera anotar dos datos:
- 1) El 12% de los niños congoleños no ha tenido nunca acceso a una escuela. Las cifras empeoran notablemente cuando hablamos de las niñas congoleñas. Un 35% de ellas no sabe leer ni escribir. Aunque el Gobierno de la R. D. del Congo proclama que la escuela es gratuita, lo cierto es que todos los niños deben pagar las tasas escolares. Se calcula que un 45 % de los colegiales abandonan la escuela en algún curso de primaria, al no poder la familia hacer frente a las tasas.
- 2) En el mes de mayo cuando las milicias Mobondo
sembraron el terror y la muerte en las aldeas de la Meseta de Bateke, a tan
sólo 120 kilómetros de la capital del Congo, más de noventa escuelas se vieron
obligadas a cerrar. Entre estas escuelas estaba la de la Misión Guanella. Primera consecuencia grave: el curso perdido. De momento, está lejos la pacificación en esta región.
Estos dos datos definen la realidad de muchos países africanos: la
pobreza y la guerra impiden el acceso a la escuela, condenan a la ignorancia y perpetúan
la pobreza de miles de niños.
En 2010 tuve ocasión de visitar la humilde pero hermosa escuela de la
misión Guanella en Bateke, donde centenares de niños, en turnos de mañana y
tarde, aprendían las letras, los números y, lo que es más importante, adquirían
las herramientas básicas para comprender un poco mejor el mundo y a ellos
mismos. Esa visita reforzó el compromiso de Puentes de apostar por la
educación.
De nuevo el curso escolar echa a andar en el la capital del Congo. Y de nuevo me
dirijo a mis amigos, familiares y gentes de Quintanilla para pedirles que sigan
apoyando con sus donativos la escuela de Kinshasa. Gracias a Dios, la vida en
la capital congoleña es de total normalidad y la escuela abrirá sus
puertas a mediados de este mes.
Con don profético Concepción Arenal escribió: “Abrid la escuelas y cerraréis las cárceles”. Me gustaría añadir
también esto: Cerrad las escuelas y multiplicaréis los esclavos y las pobrezas.
Es así. ¿Qué hubiera sido de cada uno de
nosotros sin escuela, maestros, libros y bolígrafos?
En el caso de los niños y niñas de la calle (según las últimas estadísticas, casi treinta mil niños vagan errabundos por la capital congoleña, sin familia y sin hogar, y expuestos a toda clase de abusos), tener acceso a la escuela significa abandonar la mendicidad y los pequeños hurtos, los trabajos de esclavos, recobrar la dignidad perdida, prepararse para un oficio, mirar a los otros como a iguales.
La escuela no es un edificio. La escuela son los
maestros que guían, transmiten, corrigen y apoyan. La escuela son los
compañeros con los que establecemos lazos, a veces muy duraderos. La escuela es
una oportunidad para ir aseado, vestir un uniforme idéntico que nos hace sentirnos
iguales, comer el mismo plato de comida a mediodía, recibir atención, ganar en
autoestima, satisfacer la curiosidad de niños y asombrarse ante todo lo que ha
sucedido y sucede en el mundo.
La escuela de Kinshasa es el intento de hacer posible todo esto para
unos niños que ni siquiera se atreven a soñar. Por ello la escuela de
Kinshasa, además de constituir un importante proyecto de Puentes, es también un
empeño personal, al que amigos, familiares y quintanilleros se unen año tras
año.
La escuela abrirá sus puertas. Centenares de niños y niñas la cruzarán
vestidos con sus uniformes azules y blancos, sus carteras, sus ilusiones, sus
risas y también sus nervios. Juntarán letras y números, palabras y oraciones, y
aprenderán a descifrar los secretos de la lengua, las matemáticas, la
geografía, la historia…, pero también el valor de la instrucción, de la
amistad, de la cooperación entre todos, del respeto, de la igualdad, de la
compasión. Algo de la sabiduría del maestro y de los libros entrará en ellos y
los marcará y mejorará para siempre. Y si ellos saben leer y escribir no permitirán jamás
que sus hijas e hijos sean analfabetos. Una cadena, sin marcha atrás, de
educación y de cultura empieza en el momento en que un niño pisa por primera
vez un aula.
¿Deseas
colaborar con un mes de escuela? 15 euros. Deseas colaborar con un año de
escuela? 150 euros.
Sólo me queda agradecer, de antemano, tu generosidad. La escuela de
Kinshasa abrirá de nuevo. Y en el encerado esos niños y niñas de la calle verán
escrito tu nombre, no con letras de tiza, sino de cariño y generosidad. ¡Gracias
de corazón!
Al efectuar tu donativo, especifica: “Escuela Congo”.
IBAN: ES46 0030 6018 1700 0105 1272 (Banco Santander)
No hay comentarios:
Publicar un comentario