jueves, 31 de agosto de 2023

Una escuela para los Niños de la Calle

         


      Como cada primero de septiembre, me toca recordar que una escuela en Kinshasa espera nuestra ayuda. Antes de llamar a la puerta de mis amigos, familia y paisanos de Quintanilla de Arriba, quisiera anotar dos datos:

-        1)  El 12% de los niños congoleños no ha tenido nunca acceso a una escuela. Las cifras empeoran notablemente cuando hablamos de las niñas congoleñas. Un 35% de ellas no sabe leer ni escribir. Aunque el Gobierno de la R. D. del Congo proclama que la escuela es gratuita, lo cierto es que todos los niños deben pagar las tasas escolares. Se calcula que un 45 % de los colegiales abandonan la escuela en algún curso de primaria, al no poder la familia hacer frente a las tasas.

-       2)  En el mes de mayo cuando las milicias Mobondo sembraron el terror y la muerte en las aldeas de la Meseta de Bateke, a tan sólo 120 kilómetros de la capital del Congo, más de noventa escuelas se vieron obligadas a cerrar. Entre estas escuelas estaba la de la Misión Guanella.  Primera consecuencia grave: el curso perdido. De momento, está lejos la pacificación en esta región.

Estos dos datos definen la realidad de muchos países africanos: la pobreza y la guerra impiden el acceso a la escuela, condenan a la ignorancia y perpetúan la pobreza de miles de niños.

En 2010 tuve ocasión de visitar la humilde pero hermosa escuela de la misión Guanella en Bateke, donde centenares de niños, en turnos de mañana y tarde, aprendían las letras, los números y, lo que es más importante, adquirían las herramientas básicas para comprender un poco mejor el mundo y a ellos mismos. Esa visita reforzó el compromiso de Puentes de apostar por la educación.

De nuevo el curso escolar echa a andar en el la capital del Congo. Y de nuevo me dirijo a mis amigos, familiares y gentes de Quintanilla para pedirles que sigan apoyando con sus donativos la escuela de Kinshasa. Gracias a Dios, la vida en la capital congoleña es de total normalidad y la escuela abrirá sus puertas a mediados de este mes.

Con don profético Concepción Arenal escribió: “Abrid la escuelas y cerraréis las cárceles”. Me gustaría añadir también esto: Cerrad las escuelas y multiplicaréis los esclavos y las pobrezas.  Es así. ¿Qué hubiera sido de cada uno de nosotros sin escuela, maestros, libros y bolígrafos?

En el caso de los niños y niñas de la calle (según las últimas estadísticas, casi treinta mil niños vagan errabundos por la capital congoleña, sin familia y sin hogar, y expuestos a toda clase de abusos), tener acceso a la escuela significa abandonar la mendicidad y los pequeños hurtos, los trabajos de esclavos, recobrar la dignidad perdida, prepararse para un oficio, mirar a los otros como a iguales. 

La escuela no es un edificio. La escuela son los maestros que guían, transmiten, corrigen y apoyan. La escuela son los compañeros con los que establecemos lazos, a veces muy duraderos. La escuela es una oportunidad para ir aseado, vestir un uniforme idéntico que nos hace sentirnos iguales, comer el mismo plato de comida a mediodía, recibir atención, ganar en autoestima, satisfacer la curiosidad de niños y asombrarse ante todo lo que ha sucedido y sucede en el mundo.

La escuela de Kinshasa es el intento de hacer posible todo esto para unos niños que ni siquiera se atreven a soñar. Por ello la escuela de Kinshasa, además de constituir un importante proyecto de Puentes, es también un empeño personal, al que amigos, familiares y quintanilleros se unen año tras año.

La escuela abrirá sus puertas. Centenares de niños y niñas la cruzarán vestidos con sus uniformes azules y blancos, sus carteras, sus ilusiones, sus risas y también sus nervios. Juntarán letras y números, palabras y oraciones, y aprenderán a descifrar los secretos de la lengua, las matemáticas, la geografía, la historia…, pero también el valor de la instrucción, de la amistad, de la cooperación entre todos, del respeto, de la igualdad, de la compasión. Algo de la sabiduría del maestro y de los libros entrará en ellos y los marcará y mejorará para siempre. Y si ellos saben leer y escribir no permitirán jamás que sus hijas e hijos sean analfabetos. Una cadena, sin marcha atrás, de educación y de cultura empieza en el momento en que un niño pisa por primera vez un aula.

¿Deseas colaborar con un mes de escuela? 15 euros. Deseas colaborar con un año de escuela? 150 euros.

Sólo me queda agradecer, de antemano, tu generosidad. La escuela de Kinshasa abrirá de nuevo. Y en el encerado esos niños y niñas de la calle verán escrito tu nombre, no con letras de tiza, sino de cariño y generosidad. ¡Gracias de corazón!

                             Al efectuar tu donativo, especifica: “Escuela Congo”.

                             IBAN: ES46  0030 6018 1700 0105 1272 (Banco Santander)








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