“Pero hacen falta años / para olvidar a alguien / que nos
acaba de mirar”.
Francisco de Asís solía decir a sus
frailes que debían cultivar un huerto para poder comer todos los días, pero que
dejasen un poco de terreno para plantar flores. Lo útil y lo inútil deben ser
colindantes. Los garbanzos y los tomates de cada día no pueden estar lejos de
las margaritas y las lilas. Necesitamos una cuchara en nuestra boca y un poco
de hermosura en nuestros ojos.
En estos días de cónclave y fumatas, en
estos días de cardenales púrpura, de apuestas sensatas o disparatadas sobre el
nuevo pontífice, me resulta grato hablar de un cardenal poeta. Se llama José
Tolentino Mendonça. Es portugués, nacido en la isla de Madeira. En su
infancia vivió en Angola, lo que le marcó para siempre. Y antes de aterrizar
como prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, había
sido párroco, profesor de la universidad de Lisboa, teólogo, conferenciante y
sobre todo poeta. La poesía, tan inútil como las flores que aconsejaba plantar
el Poverello de Asís, es necesaria
precisamente porque perfuma la vida y llena los oídos de musicalidad y
preguntas. Tolentino confiesa: “No
teorizo: observo. No imagino: describo. No elijo: escucho”.
De adolescente, al entrar en el
seminario de Funchal, Tolentino se sintió deslumbrado por la biblioteca, bien
guarnecida de literatura y poesía. Fue entonces cuando empezó a escribir
poesía, un oficio que no ha dejado ni siquiera ahora que está al frente de un
‘ministerio’ vaticano. Insiste una y otra vez en que el desafío de la Iglesia
es comunicar con el lenguaje de hoy el mensaje eterno de Jesús. Como cardenal
anima a los sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos a leer libros,
escuchar música y ver películas, porque sólo así tendrán la capacidad de “entender la complejidad del ánimo humano
que Fernando Pessoa decía que era el abismo de los abismos de la complejidad,
si no tenemos esta mirada hacia la complejidad y diversidad humana, no podemos
realmente servir”.
Tolentino es para muchos una de las
mejores voces contemporáneas en la lengua de Camoens y Pessoa. Ganador de
prestigiosos premios del país vecino y representante de Portugal en la Jornada
Mundial de la Poesía. El oficio de poeta no parece oficio propio de un príncipe
de la Iglesia. Y sin embargo ahí está este cardenal, como un mediador y un
constructor de puentes entre la Iglesia y el mundo de la cultura. Escribe
Tolentino:
“El poema puede contener: cosas ciertas, cosas
incorrectas, venenos para mantener fuera del alcance / excursiones campestres
[…] / una guerra civil / un disco de los Smiths / corrientes marinas en vez de
corrientes literarias”
En 2018 cuando era profesor en Lisboa
el Papa Francisco le invitó a predicar los ejercicios espirituales de la Curia romana.
Sus conferencias fueron recogidas con posterioridad en un libro de poético
título Elogio de la sed. Sus palabras
causaron una profunda impresión en los oyentes, al manejar con gran soltura los
nombres de los autores profanos que constituyen el grosor de nuestra cultura y
ponerlos en relación con los textos evangélicos. En una sociedad en que existe
un producto para cada sed y para cada necesidad humana (productos todos ellos
con el precio en la etiqueta), resulta aterrador la insatisfacción de los seres
humanos en este momento de la historia. Nos daría la sensación de que la
sociedad sólo ofrece productos que, al mismo tiempo que sacian las necesidades
y la sed, provocan más sed y más necesidades. En un poema dice:
“Vivimos el
cuerpo, coincidimos / en cada uno de sus poderes: movemos las manos / sentimos
frío, vemos el blanco de los abedules / que escuchamos en la otra orilla / o
por encima de los avellanos / el graznido de los cuervos”
El lema de su escudo cardenalicio es “considerate lilia agri” (mirad los
lirios del campo) que es una invitación a la contemplación de la belleza,
puerta de acceso al sentido de la trascendencia, pero también una confirmación
de que el ser humano no puede vivir sin un poco de hermosura y un poco de
poesía, salvo que sólo queramos ‘fabricar’ seres humanos para trabajar y
consumir.
Escuela del silencio:
Que tu silencio sea tal /que ni el pensamiento / lo piense
Cuando el templo se vacía / brilla / espléndido
La historia relata lo que ocurrió / el silencio narra / lo que ocurre
El silencio no es un modo / de reposo o suspensión / sino de
resistencia
Silencio: / contemplar la nieve / hasta confundirse con ella
Las nubes hoy parecen / a monjes que toman té / en silencio
El silencio tiende a soterrar el pensamiento / pero también de él /
el pensamiento vive
Aprende a renunciar / a todo / incluso al silencio
Muchas veces Dios prefiere / entrar en nuestra casa / cuando no
estamos
El silencio es el narrador / y también el único / vocablo
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