martes, 4 de septiembre de 2018

38.- Un mantel bordado y una súplica de ayuda





Cada mañana el señor Lupe (en México Guadalupe es también nombre de varón) arranca la furgoneta y se dirige a recoger a un grupo de ancianos que pasará el día en el Centro de Día que en la misión de Amozoc tienen los guanelianos. Techo Fraterno dicen por aquí.

Lo primero que hacen nada más llegar es desayunar como Dios manda: huevo revuelto con tomate, un vaso de zumo, un panecillo dulce y, quien lo desea, un trozo de bizcocho. Después del desayuno empiezan las manualidades: manteles y pañuelos bordados a punto de cruz, bolsos y cestitas de rafia, bufandas y gorros de lana.

Los que tienen algún achaque o necesitan medicinas se van acercando de uno en uno al despacho médico. También algunos ancianos aprovechan el Centro para bañarse, como lo hace el señor Cástulo que va en silla de ruedas. “Yo que siempre anduve montando caballos, ya ve lo que me toca montar ahora”.

A media mañana rezan el rosario todos juntos. Son varios los que expresan en voz alta sus peticiones personales antes de empezar un misterio. Una mujer pide por ‘el señor de Puentes”.

Hoy, para comer, tienen arroz, carne con guisantes y un trozo de bizcocho, el mismo menú que después comeré yo junto a la comunidad religiosa.


Una mujer retrasada, abstraída, con dos trenzas blancas y un rostro negrísimo, me mira con insistencia.  Me acerco a ella y le digo que lleva unos pendientes muy bonitos, y ella me sonríe ampliamente. No hace ninguna labor ni manualidad. Se sienta, se levanta, mira, va de un lado para otro. Pero, luego, cuando acabe la comida, será la primera que se alce a recoger los platos, acercarlos al fregadero, lavarlos y secarlos.

Cuando acaban de comer, un par de viejecitas me dicen que quieren hacerme un regalo. Piden silencio al grupo. Me entregan una cestita de rafia que curiosamente teje un anciano invidente, el señor José Juárez. También me regalan una bufanda multicolor de lana y un mantelito bordado con flores de colores. Me dicen que están muy agradecidos a Puentes y me hacen una petición: “Sígannos ayudando, porque usted ahora sabe que nosotros no podemos pagar todo lo que aquí recibimos”.

Es verdad que este proyecto del Techo Fraterno depende prácticamente de la ayuda de Puentes. Y por ello, quería conocerlo de cerca, y sobre todo quería conocer a qué personas concretas llegaba nuestra ayuda. Luego acercan hasta mí a la señora Lupita que dentro de dos semanas cumplirá 100 años para que me fotografíe junto a ella. No los aparenta. Tiene los ojos muy cerrados, como si los párpados ya no aguantasen tantas cosas vistas en una centuria vivida, pero no deja de sonreír en ningún momento. Me siento pagado con estas muestras de cariño. Y lo que es más importante: me siento obligado a trabajar por mantener este proyecto. 

 

“Cosas que me traje en la mochila” (México, 2010) – 20 Años de Puentes

 

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