De pie: Juan Pablo I, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI. Sentados: Juan XXIII y Francisco
lunes, 27 de enero de 2025
La foto de los seis Papas
sábado, 25 de enero de 2025
La madera más triste
miércoles, 22 de enero de 2025
Quintanilla de Arriba, según Jesús Martínez
Desde hacía años Jesús Martínez Herguedas andaba
garabateando, como un alumno aplicado, cientos de hojas, buscando información
en los lugares más variopintos, y recopilando datos para escribir un libro
sobre su pueblo, que es también el mío: Quintanilla
de Arriba.
En el otoño de 2024, el libro
vio la luz. Un libro con una edición muy digna, con centenares de ilustraciones,
y una cuidada edición en papel y en tipo
de letra. Y yo diría que, además de libro, es diccionario, enciclopedia,
ensayo, cancionero, etc. Hay muchos
libros en este libro. Y es justo reconocer y valorar el tesón y la ilusión por
recopilar muchos saberes dispersos que atañen a la geografía, la historia, el
lenguaje, el folclore, la gastronomía, la forma de ganarse la vida de un pueblo
de Castilla donde el autor nació y al que sigue apegado, unido y encariñado. El
título del libro: Quintanilla de Arriba – Cultura y tradiciones de mi pueblo.
Como
nos dice el autor, lo más probable es que ‘Quintanilla’ signifique “granjilla, aldeahuela”, y su etimología
sería de origen romano. Tal vez por ese motivo Quintanilla da nombre a muchos
pueblos de España. Encontramos Quintanilla de Abajo, del Agua, del Molar, de
Somoza, de Trigueros, de Urz, etc.
El primer nombre del pueblo fue Quintanilla de Albar Sacho; después,
Quintanilla de Suso y, finalmente, Quintanilla de Arriba. Hay que remontarse al
siglo XI para hablar de los inicios de esta población. Estaríamos hablando de
mil años seguidos de gente viviendo en este terruño, lamido por el Duero, y
limitado a levante y a poniente por las típicas cuestas que conforman un valle.
El
libro está dividido en 17 capítulos.
Y para mí uno de los más interesantes es el que dedica al vocabulario quintanillero (o ruchel, según la tradición o la leyenda
de la que también se habla). Hay palabras que uno sólo usa cuando está en el
pueblo o se encuentra con paisanos. Aquetón, amos, amurriarse, cachupiar, marrotar,
estorrundir, dalequetepego, guarradilla, gurriato, santanilla, sansironé,
jopelines, arrejincles, botagueño, canguingos, cinielgo, coscorón, hocicón,
mormeras, morroña, mataduras, pingoleta, ringurrangos, zanguango… y así hasta 2050 palabras y expresiones. No me cabe duda de que si comprendes estos
vocablos o los utilizas es que más de una vez has ido de la Turruntera al
Gollón, de Samasín a Valdemuertos, de la las Santanillas al Cabañón, de la
Cotarras a las Peñas de Rondán.
Hace
no mucho, en una reunión en la que participaban varios expertos en la obra de
Miguel Delibes, se dijo que, dentro de no mucho, las novelas rurales de este
escritor vallisoletano se tendrán que leer con diccionario en la mano, para
entender el argumento del libro. Jesús Martínez dedica un largo capítulo a los aperos de la labranza, de los animales,
los utensilios y enseres. Y el autor se ha tomado la molestia de fotografiar in
situ todos estos aperos, de manera que fácilmente podamos identificar la
palabra con el objeto: fardel, colodra,
zoqueta, bieldo, hemina, garia, camizadera, estrinque, celemín, colleras,
artesa, cinchos de queso y un larguísimo etcétera. Palabras hermosas sin las
cuales no se puede nombrar el mundo rural como fue y existió hasta ayer mismo.
Probablemente,
la mía fue la última generación que vivió a caballo entre ‘el tiempo siempre, de siglos y siglos’ en que las costumbres
apenas variaron, y el vertiginoso cambio que llamamos progreso. Hemos conocido el
trabajo de la siega a mano, del trillo en las eras y las cosechadoras
mecanizadas. Hemos conocido el arado romano y el tractor, el lavadero comunal y
el agua corriente en las casas, el corral y el aseo, la cocina de leña y la de
gas butano, la compra de todos los electrodomésticos, uno tras otro, en el giro
de pocos años. La llegada de la
televisión que revolucionó tantas cosas; por ejemplo, aprendimos a ver el mundo
que se colaba día y noche por la pequeña pantalla. Hasta ese momento, los
juegos tradicionales ocupaban todos los recreos, todas las veladas, toda la
vida de la infancia. En un mundo sin juguetes, los juegos rústicos y baratos, llenos de imaginación y fantasía,
llenaban todas las horas del día: el hinque, el marro, las trancas, el pañuelo, el
perdigallo, zorro, pico, tallo, zaina, la comba, la goma, la peonza, las tabas,
las chapas, el corro las patatas, pase misí, pase misá…
Decía, al inicio de este
artículo, que esto era más que un libro, y lo demuestra bien el cancionero que
ocupa todo el capítulo VI, dedicado a las canciones
infantiles. Una verdadera recopilación. Uno creía que había olvidado letras
y músicas, pero es suficiente ver impresas las palabras para saber que nada de
la infancia se pierde del todo: El jardín de la alegría, A mí me gusta lo
blanco, Caracol col col, Aserrín, aserrán, Dónde están las llaves, La tarara,
Tengo una muñeca vestida de azul, Ya se murió el burro…
En verdad es un libro completo.
El autor nos habla de las fiestas más populares de Quintanilla, como la
Función, los Quintos, La matanza del cerdo, la chocolatada compartida en las cuestas para
ver salir el sol cada 24 de junio, el pelele. El libro habla también de los
platos tradicionales, de los cultivos, de las bodegas, de la resina de los
pinares, del tren de Ariza y su melancólica estación que estuvo en
funcionamiento hasta mediados de los años ochenta del siglo pasado, de la
acequia de riego, de la variante de la carretera y de decenas de cosas más.
Pero
Jesús Martínez, fiel a su vocación de investigador, también nos ofrece en este
libro el Interrogatorio que se hizo a la Villa de Quintanilla en 1751 con
motivo del conocido como Catastro del Marqués
de la Ensenada, así sabemos que Quintanilla fue villa de señorío y que
perteneció a la Casa de Osuna y a la Diócesis de Palencia. Sabemos que había
una taberna donde se vendía vino y también un mesón propio de Atanasia García,
viuda. Y que el cirujano respondía al nombre de Raimundo Cerezo y el maestro de
niños era Francisco García Sacristán. Saberes que pueden ser inútiles, pero
hermosos, como un recuerdo familiar o un santo en madera tosca en la iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción.
El
libro nos enseña que en el año 1900 Quintanilla de Arriba tenía 854 habitantes;
en 1970 la población había mermado hasta los 496. Y en 2022, tan solo 158
personas vivían en el pueblo. También sabemos que el pueblo está situado a 741
m de altitud y que su término municipal se extiende por 28,4 kilómetros
cuadrados, un territorio 60 veces más
grande que el Vaticano (aunque quizá no alberga tantas obras de arte en sus
edificios, bromas aparte)
Y
la investigación de Jesús Martínez nos ofrece una notable documentación sobre
las relaciones, a veces complejas y tirantes, entre la Granja Monviedro, en el término municipal de Quintanilla de Arriba,
y el poderoso Monasterio de Santa María
de Valbuena, de los monjes cistercienses.
El
libro no podía dejar de mencionar al hermano Diego, cuya sombra cruza una y
otra vez el río Duero, entre Quintanilla de Arriba y el Monasterio de Valbuena.
Un hermoso crucero situado en las eras del pueblo es testigo de la increíble,
romántica, caballeresca y pecadora y arrepentida vida del hermano Diego, cuya leyenda
ha llegado hasta nuestros días
El
último capítulo del libro es una transcripción
de un documento de 1505, cuyo original se encuentra en el Archivo de
Quintanilla de Arriba y en el que se detalla que Quintanilla de Suso y
Manzanillo arriendan unas dehesas a la Villa de Cuéllar para pastar con rebaños
durante un número de años. No había pasado mucho tiempo cuando los cuellaranos
quisieron arrebatar estos terrenos de pasto. Tuvo que intervenir la justicia,
para dar finalmente razón a los quintanilleros y manzanilleros y sancionar al
Concejo de Cuéllar. Un documento muy valioso, en un delicioso español antiguo, que
nos hace entender algo de la historia pretérita del pueblo.
Creo
que es de justicia agradecer
públicamente a Jesús, el de la Clara y el del Luis, por este impagable
trabajo. Me ratifico en lo que decía al principio este libro es diccionario,
cancionero, crónica histórica, estadística, investigación judicial,
fotografía, leyenda, antropología, etnografía... y mucho más.
Un
pueblo no es la suma de tierras de labrantío, monumentos, casas, riberas y
cañadas… Es sobre todo el recuerdo de las personas que lo habitaron y de cuyas
vidas aún están impregnadas las paredes de adobe o de piedra. Y es también la
suma de los hombres y las mujeres que lo engrandecieron
con su trabajo, con su bondad y con su sabiduría. En fin, esto es
Quintanilla de Alvar Sancho, de Suso y de Arriba.
Jon Fosse: aceptar la penumbra
Me llega un artículo de Rafael Narbona que escribió con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Jon Fosse en 2023. Dice cosas así: "Para Fosse, lo esencial no es narrar una peripecia, sino crear una atmósfera que propicie una revelación. El mundo exterior solo es un camino hacia el mundo interior. Describir un paisaje es un ejercicio de introspección, no una mera recreación. Cuando se describe algo, por mucha nitidez que se logre, siempre hay algo que se escapa y eso es lo esencial. Más allá de lo que ven los ojos o reproducen las palabras, hay algo irrepresentable, pero que es lo auténticamente real. Fosse no escribe para apropiarse de la realidad, sino para señalar los límites de la comprensión humana. La razón no puede proporcionar el sentido del mundo. Solo la experiencia mística puede crear una apertura que nos ayude a vislumbrarlo, pero de una forma incompleta. Fosse es un visionario que ha aceptado la penumbra del no saber, un asceta que utiliza la palabra para propagar el silencio, un escritor del límite".
Creo que es exacto lo que dice Rafael Narbona. Hay algo que se nos escapa, y eso es lo más real. Lo misterioso no es lo fantástico o lo policiaco. Lo misterioso apunta a lo que no es comunicable, y sin embargo es lo esencial. Esto que describe Narbona es lo que he experimentado al leer las novelas de Fosse.
martes, 21 de enero de 2025
El café de Qúshtumar, de Naguib Mahfuz
Primero en las calles o en el
chumberal, y luego ya definitivamente en el café de Qúshtumar, situado en el barrio cariota de Alabasía, cuatro amigos
comparten durante décadas un café y una larga conversación. Se conocen desde la
infancia y su amistad se prolongará hasta el final de sus días. Cambia Egipto,
cambian los dirigentes y los gobiernos. Cambian los amores, las mujeres, los
trabajos y su estatus económico. Cambian sus gustos y sus preferencias
políticas, pero permanecen fieles y leales a la amistad, que es siempre otra clase
de amor, tal vez la más pura. Táher, Sádiq, Ismael y Hamada pasan de la
infancia a la adolescencia, de la juventud a la madurez y de esta a la
senectud. La vida les mima o les maltrata. Y en los amigos encuentran el
desahogo, el consuelo, las ganas de vivir, el consejo y el abrazo, cuando todo
se desploma a su alrededor. Pierden la fe en Dios y en la política, en el sexo
o en el dinero, pero nunca la fe en la amistad. Por ello, el autor Naguib
Mahfuz, el más conocido escritor egipcio, puede escribir al acabar la novela: “La verdad es que nos hemos convertido en
augustos esqueletos, y el más infeliz de nosotros será el que siga viviendo
después de que los demás hayan partido...”
domingo, 19 de enero de 2025
La Biblioteca Humana
En el año 2000, empezó en Dinamarca una experiencia
que luego se ha ido extendiendo por muchos países (a España llegó en 2021): Las
Bibliotecas Humanas.
Treinta minutos de conversación pueden hacernos descubrir muchas más cosas de una persona: ¡caben tantos yoes en un yo! Porque el extranjero, además de tener un pasaporte distinto o pertenecer a otra etnia o a otra religión, puede ser también un buen cirujano, un voluntario en Cruz Roja, un abnegado padre de familia, un lector asiduo. Porque la monja, además de rezar, puede hacer un excelente trabajo en el barrio obrero, cuidar a otras monjas ancianas, reunirse cada jueves a dialogar con no creyentes o pintar buenos cuadros en sus ratos libres. Y viceversa: hay manchones, muchas cosas innobles, que no dejarían en buen lugar a los que se creen o nos creemos "normales y ejemplares".
Imaginemos, por un momento, a un sujeto llamado Patrick que es presentado en una 'biblioteca humana' con la etiqueta "alcohólico". Y al día siguiente con la de "científico". Y a la semana, con la etiqueta "activista medioambiental", y más tarde, con la de "refugiado político", 'homosexual', 'católico' o 'africano'. Es la misma persona. El mismo Patrick científico, alcohólico, activista, refugiado, homosexual, católico y africano. Y sin embargo la actitud del 'usuario lector', a la hora de conversar con él, sería muy distinta dependiendo de la 'etiqueta' que cada día cataloga al tal Patrick.
Cada libro, como cada ser humano, tiene una única portada, pero muchos capítulos, muchas páginas , muchas líneas y muchas palabras…Por lo tanto, "No juzgues nunca un libro humano por su portada".
sábado, 18 de enero de 2025
Una copa de agustinismo
En estos tiempos de buenismo reinante, de vivir la vida en clave positiva, de ese pensamiento de "puedes alcanzar todos tus sueños". En esta sociedad que con ahínco intenta construir a todo trance un mundo Disney indoloro, nos vendría muy bien tomar una copa de 'agustinismo'.
La continua negación del mal, probablemente nos mete de hoz y coz en el mal mismo Conocer un poco el corazón humano, con su bondad, pero también con su ira, su lujuria, su codicia y su envidia, nos ayudaría a comprender mejor nuestra naturaleza y la del resto, a no juzgar tan a la ligera y a no escandalizarnos cada mañana al abrir el periódico. Agustín nos recuerda la naturaleza caída del ser humano, y la importancia de la gracia para no terminar en el fango. Y Simone Weil nos dice que la gravedad, esa ley inexorable por la que todos los cuerpos tienden a caer, funciona también con el espíritu y el corazón del ser humano.
En el padrenuestro, repetimos "no nos dejes caer en la tentación". Y es una petición realista, porque el ser humano es capaz de todo todo. Cambian las condiciones, y cualquiera puede matar a un semejante, traicionar a un amigo, robar una cartera o meterse en un prostíbulo. ¡No estamos muy lejos del historial de los encarcelados!
En uno de los diarios, José Jiménez Lozano anotó la siguiente confesión de todo un caballero: "La guerra civil sirvió, sobre todo, para que nos conociésemos todos, porque cada cual se portó como lo que era en realidad y no como lo aparentaba ser, o él mismo creía ser. Lo más terrible es que uno se percata de que tirar a matar o hundir un cuchillo en el vientre de otro hombre puede hacerse con placer. Y que al pensarlo después de la guerra muchos se han suicidado, y los que no nos hemos atrevido, no nos atrevemos a rezar un padrenuestro o mirar a un niño a la cara".
viernes, 17 de enero de 2025
Complicidad en la oración
Durante el último año G estuvo en mi oración cada mañana, en ese camino desde mi casa, en el barrio de San Isidro, hasta la oficina, en el Palacio Butrón. Ayer supe que G había muerto. El cáncer lo había vencido en singular batalla. Tenía cuarenta y nueve años, mujer e hijos, y padres aún vivos. Nunca llegué a conocer personalmente a G. Pero la oración crea complicidades singulares, y una afinidad afectiva difícil de explicar.
Hace unos años L (amiga desde hace décadas) empezó a trabajar en la casa de G. Desde el primer momento se sintió tratada como si fuese un miembro más de de la familia. Y siempre que coincidía con L me hablaba de esa familia, de su trato afectuoso, de la bondad de G y de su mujer M.
Hace poco más de un año el cáncer fue diagnosticado. Y el diagnóstico no puso ser peor. Continuos ingresos en Valladolid y Madrid. Continuas altas. Ni en el hospital ni en casa G se permitió nunca una queja, aceptando con estoicismo y buena cara la merma progresiva de sus capacidades físicas.
Fue una penosa enfermedad. En las últimas semanas los dolores se multiplicaron y la capacidad para respirar disminuyó. Quiso despedirse de todos sus seres queridos antes del final, dándoles las gracias por todo lo que le habían querido, animándoles a continuar con valentía su vida y reconociendo que su existencia había sido breve, pero se sentía un afortunado por los padres y la mujer que la vida había puesto en su camino. Deshecha en lágrimas, L me cuenta estas cosas y me dice que la grandeza de G en su enfermedad y en su despedida ha sido un consuelo para todos lo que le habían amado. Añado: también para los que habían rezado por él.
jueves, 16 de enero de 2025
La caja de Amazon
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se despide de los norteamericanos al acabar su mandato presidencial. Y lo hace con una advertencia: cuidado con los superricos que están entrando directamente a ocupar el poder. Parece una advertencia sensata. Aunque no sé si durante los cuatro años como Presidente, el Sr. Biden ha hecho algo para contrarrestar las inmensas riquezas de los supermillonarios. Se sabe eso sí, si hacemos caso a la organización solidaria Oxfam, que el capital de las cinco personas más ricas del mundo creció en esos mismos años un 114%.
En el mismo día en que Biden hacía su último discurso, Jeff Bezos lanzaba con éxito un cohete espacial. Y probablemente no es sólo una excentricidad. Él está seguro de que, ante un planeta Tierra agotado, hay que buscar nuevos territorios en el espacio para encontrar nuevas materias primas. Las ganancias anuales de Bezos equivalen a la suma de los PIB de Croacia, Macedonia y Camboya juntas. Un español medio que no gastase nada de su salario durante 88 años seguidos habría ahorrado una cantidad inferior a lo que él gana en un minuto. Parecen datos escandalosos. Datos que pueden llenarnos de indignación. Pero sería una rabia injusta porque a la fortuna del señor Bezos, como a la de otros tantos millonarios, colaboramos todos. Y además lo hacemos muy a gusto y muy contentos. Miles de repartidores llevan a tu casa cada día una caja de Amazon con su sonrisa-flecha de oreja a oreja. Es la sonrisa de Bezos por tu lealtad y tu colaboración con su empresa.
lunes, 13 de enero de 2025
El Toisón para una Reina
La noticia de la
reciente concesión del Toisón de Oro a la reina doña Sofía por parte de Felipe
VI, da para más de una reflexión. Hay algunas cosas que llaman la atención: es
la quinta vez en los últimos seis siglos que el Toisón recae en una mujer.
Segundo: es la primera vez que se otorga a una reina consorte. E independientemente
del alto valor simbólico de esta distinción creada en 1429 por el Duque de
Borgoña y que hoy en día representa la más alta condecoración de la Corona de
España, todos entendemos que el collar del toisón premia a una reina, Sofía de
Grecia, que siempre puso por delante la Corona a la mujer y a la esposa. En los
últimos años han corrido ríos de tinta sobre los devaneos amorosos del
rey Juan Carlos y sobre los chantajes de algunas de sus amantes, que le
salieron respondonas y desagradecidas. Impasible a todo esto, como lo ha sido
en las últimas décadas, la Reina ha mantenido la dignidad, su papel regio en
medio de dimes y diretes. Más importante que su felicidad personal o la
tentación de mandar todo a freír espárragos, o de hacerse la víctima, hablar
con la prensa y que la compadeciesen, Sofía de Grecia ha sabido ser la mano que
cuida la cuna. Y en esa cuna estaba el actual rey Felipe VI. Por él y por el
altísimo sentido que tiene de la institución monárquica, la reina Sofía no se
ha movido un milímetro de su papel institucional. Esta dignidad regia
en medio de tantas indignidades plebeyas ha merecido y merece el aprecio y la
estima de tantísimos españoles. El Toisón, en este caso, recae en un noble
pecho.
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