Ya sé que las cifras son mareantes y cuando se habla de
cantidades colosales, los mortales de a pie no nos podemos hacer una idea
exacta del problema. Según se recoge en el Informe del Banco de España el
rescate a la banca española alcanza la cifra de 77.000 millones de euros. Los
economistas entendidos y otros nobeles de las finanzas dicen que es más barato
rescatar un banco que dejarlo hundir, como sucedió con el Lehman Brothers
americano, que en su caída arrastró a muchos provocando una auténtica debacle.
Y hasta aquí lo puedo entender.
Lo que ya no comprendo – y además me resulta totalmente
inaceptable e inmoral- es que este rescate bancario lo tengamos que pagar entre
todos. Ya sabíamos que la crisis la estábamos pagando a partes iguales los que
habían vivido por encima de sus posibilidades y los que habíamos vivido incluso
por debajo. Pero el rescate bancario que se nos había repetido por activa y por
pasiva que ‘no costaría un duro a los contribuyentes’ también lo vamos a pagar
todos.

Los bancos han sido vendidos (incluida Banca Catalana que,
junto a Bankia fue la que más recibió) y, por lo tanto, las nuevas entidades
propietarias no devolverán un duro.
¿Se entiende esto? Sinceramente, no. Parece una ofensa a
todos los españoles a los que la crisis zarandeó hasta arrastrar a la pobreza a
muchos que tuvieron que hacer cola permanente ante Cáritas y el Banco de
Alimentos, con todos los dramas personales y familiares que el empobrecimiento
supuso –y aún supone- en esta pobre país nuestro.
Si se exigiese la devolución total del rescate bancario,
España podría disminuir su deuda monstruosa o volver a llenar la hucha de las
pensiones, amenazadas en este momento de paro cardiaco y de colapso total.
Pero se ve que las leyes económicas mundiales siguen otros
derroteros y otras razones que los ciudadanos de a pie no entendemos. ¡Misterios
más profundos y más intricados que los de la fe tiene la economía mundial! Nos
dirán que todo es por nuestro bien. Y nos lo dicen y dirán desde la izquierda y
desde la derecha. Y a nosotros parece que únicamente nos queda decir ‘amén’, lo
mismo que ante el misterio de la Santísima Trinidad.
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