Hace unos
días los obispos catalanes, con dulces palabras y el tono melifluo que se
supone a los purpurados, invitaban (se supone que al Gobierno de España) a
hacer una “serena reflexión” sobre la situación actual política que se vivía en
Cataluña, en la que se incluía a los que ‘sufren’ prisión preventiva.
De todos
es sabida la sensibilidad de los obispos catalanes por los que sufren y
padecen. Ellos defendieron a los castellanoparlantes cuando los
catalanoparlantes les hacían el vacío y castigaban a los niños que no hablaban
la lengua de Verdaguer. Ellos mostraron su sensibilidad y cercanía a los hijos
de guardias civiles que eran arrinconados en las escuelas, y a los propios
policías a los que no se permitía alojarse en hoteles de Cataluña. Ellos fueron
sensibles con los ciudadanos catalanes que no pensaban como los ‘indepes’ en los días en que estos se
saltaban las leyes a la torera y sembraban el odio por doquier. Ellos pidieron
‘serena reflexión’ a los alborotadores de la Cup, Junts per Catalunya y ERC
cuando vulneraban una y otra vez el ordenamiento jurídico vigente tanto en
España como en Cataluña. Ellos -¡con cuánta sensibilidad¡-, exigieron a
párrocos y a abades que facilitasen misas en castellano, porque en Cataluña también
vivían andaluces, castellanos, colombianos y ecuatorianos. Ellos no se
prestaron (¡ni por asomo!) al juego de colocar esteladas en los campanarios de las iglesias, ni de abrir los
templos para hacer mítines independentistas, pues sabían que la mitad de los
catalanes (y más de la mitad de los fieles católicos) opinaban de otra manera y
se sentirían excluidos. Ellos, los obispos catalanes, desautorizaron con
contundencia a los grupos de sacerdotes o al propio abad de Montserrat que hacían
campaña en favor de un referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional.
Ellos fueron los que llamaron al orden a su compañero de mitra, el obispo de
Solsona, cuando se prestó a la payasada de vestirse de diablo en medio de esteladas en una fiesta popular y, más
aún, cuando fue a votar en la jornada del uno de octubre.
En estos últimos
días, los obispos catalanes, pidiendo una ‘serena reflexión’ y rezando en las
preces dominicales de todas las parroquias catalanas por los de la ‘prisión
preventiva’, no hacen sino seguir la ‘estela’ de su cercanía y de su
sensibilidad hacia todos los que sufren y son marginados.
Tanta
cercanía y tanta sensibilidad, tanto espíritu universal (eso es lo que
significa católico) hace que las iglesias catalanas estén llenas de fieles católicos
dispuestos a ser ‘cristianos en salida’, como desea el Papa Francisco. Esta
cercanía episcopal es la que hace posible que los seminarios catalanes estén
llenos de jóvenes arrastrados por una visión tan universal del amor y de la
caridad.
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