LA OPCIÓN GUANELIANA - Prólogo
Era una mañana heladora de diciembre
de 2020. Nada más entrar, sentí la calidez acogedora de la cafetería, al lado
de mi oficina. La taza entre las manos duplicó esa sensación placentera. En la
pantalla, el videoclip ‘Si hubieras
querido’, de Pablo Alborán. Me entró un whatsapp. Un amigo, con el que
intercambio a menudo noticias de lecturas, me mandaba una foto de la portada
del libro del escritor norteamericano Rod Dreyer, La opción benedictina, que lleva como subtítulo “Una estrategia
para los cristianos en una sociedad post-cristiana”. Me preguntaba si lo
había leído. Le contesté que no había tenido el gusto. Conocía de oídas el
libro ya que en Estados Unidos lo habían saludado como el libro religioso más
importante de la última década. Pero como no soy muy dado a las novedades ni a los best
sellers, lo había dejado pasar. La tesis de Dreyer es que en estos tiempos
post-cristianos hay que retomar el espíritu de Benito de Nursia. Los
benedictinos, con sus monasterios, con su equilibrio entre oración, descanso y
trabajo, con su centralidad en la oración y la liturgia, con su transmisión de
la cultura y con su hospitalidad, fueron creando una civilización cristiana en
un momento en que la romanidad se había desmoronado y había perdido su fuerza
creativa.
Los whatsapps continuaron. Mi amigo
me comentó que tenía entendido que alguna otra congregación, a partir de la
publicación del libro de Dreyer, estaba redactando su propia opción. Le
contesté: “Como cada congregación
religiosa publique un libro con su opción, vamos a tener lectura para toda la
jubilación”. Y su último watsapp: “Te
sugiero que escribas tu opción guaneliana”. Por mi parte, un emoji con los tres
monosabios acabó la conversación.
Pero esa misma tarde, cuando andaba
por la Senda de la Esgueva, mi cabeza no dejaba de rumiar cómo sería vivir la
fe en este siglo XXI desde la “opción
guaneliana”. Caminaba a buen paso, y mi mente seguía elaborando titulares a
mayor velocidad. Esa tarde apenas presté atención al río, a los árboles, a las
tierras recién aradas, al cielo despejado, ni siquiera a los caminantes,
corredores o ciclistas con los que me cruzaba.
Al llegar a casa, encendí el
ordenador y empecé a escribir este artículo. Y decidí, para no dejarme
influenciar, no leer, de momento, el libro de Rod Dreyer.
Las lecturas sobre la espiritualidad de
Luis Guanella pueden ser múltiples. Cada seguidor, lector o estudioso, podría
escribir su ‘opción’ para estos años que nos ha tocado vivir. Entre tantas
posibles ‘opciones’, esta es la que yo propongo. Y por supuesto, abierta a
correcciones, enmiendas y sugerencias.
En los próximos domingos, iré
publicando los distintos capítulos que conforman esta particular y personal ‘opción guaneliana’ para un creyente de
inicios del siglo XXI.
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