martes, 21 de enero de 2025

El café de Qúshtumar, de Naguib Mahfuz

 


Primero en las calles o en el chumberal, y luego ya definitivamente en el café de Qúshtumar, situado en el barrio cariota de Alabasía, cuatro amigos comparten durante décadas un café y una larga conversación. Se conocen desde la infancia y su amistad se prolongará hasta el final de sus días. Cambia Egipto, cambian los dirigentes y los gobiernos. Cambian los amores, las mujeres, los trabajos y su estatus económico. Cambian sus gustos y sus preferencias políticas, pero permanecen fieles y leales a la amistad, que es siempre otra clase de amor, tal vez la más pura. Táher, Sádiq, Ismael y Hamada pasan de la infancia a la adolescencia, de la juventud a la madurez y de esta a la senectud. La vida les mima o les maltrata. Y en los amigos encuentran el desahogo, el consuelo, las ganas de vivir, el consejo y el abrazo, cuando todo se desploma a su alrededor. Pierden la fe en Dios y en la política, en el sexo o en el dinero, pero nunca la fe en la amistad. Por ello, el autor Naguib Mahfuz, el más conocido escritor egipcio, puede escribir al acabar la novela: “La verdad es que nos hemos convertido en augustos esqueletos, y el más infeliz de nosotros será el que siga viviendo después de que los demás hayan partido...”

 

domingo, 19 de enero de 2025

La Biblioteca Humana

 


    En el año 2000, empezó en Dinamarca una experiencia que luego se ha ido extendiendo por muchos países (a España llegó en 2021): Las Bibliotecas Humanas.

     En una Biblioteca Humana (Menneskebiblioteket, en danés) en lugar de tomar prestado un libro, tomas prestada una persona. En lugar de leer un libro lees una persona. La cosa puede funcionar más o menos así: un lector se acerca al mostrador y pide el catálogo humano. Cada persona tiene una etiqueta: parado, transgénero, refugiado, musulmán, monja, extranjero.. El lector elige una persona y durante un tiempo puede conversar con ella. El objetivo es ayudar a borrar prejuicios. Esta biblioteca humana tiene un lema “No juzgues un libro por su portada”. Está comprobado que nos bastan tres segundos para catalogar a una persona a la que acabamos de conocer: el color de su piel, su acento, su belleza o falta de ella, su ropa, etc. son determinantes para catalogar y etiquetar. Casi siempre este primer juicio es erróneo.

    Treinta minutos pueden hacernos descubrir muchas más cosas de una persona: ¡caben tantos yoes en un yo! Porque el extranjero, además de pertenecer a otra etnia o a otra religión, puede ser también un buen cirujano, un perseguido político, un padre de familia, un lector. Porque la monja, además de rezar, puede hacer un excelente trabajo en el barrio obrero, cuidar a otras monjas enfermas, reunirse cada jueves a dialogar con no creyentes, pintar en sus ratos libres. Y viceversa: hay manchones, muchas cosas innobles, actos que no nos dejan en buen lugar. Cada libro, como cada ser humano, tiene una única portada, pero muchos capítulos, muchas hojas, muchas líneas y muchas frases…

sábado, 18 de enero de 2025

Una copa de agustinismo

     


    En estos tiempos de buenismo reinante, de vivir la vida en clave positiva, de ese pensamiento de "puedes alcanzar todos tus sueños". En esta sociedad que con ahínco intenta construir a todo trance un mundo Disney indoloro, nos vendría muy bien tomar una copa de  'agustinismo'. 

    La continua negación del mal, probablemente nos mete de hoz y coz en el mal mismo Conocer un poco el corazón humano, con su bondad, pero también con su ira, su lujuria, su codicia y su envidia, nos ayudaría a comprender mejor nuestra naturaleza y la del resto, a no juzgar tan a la ligera y a no escandalizarnos cada mañana al abrir el periódico. Agustín nos recuerda la naturaleza caída del ser humano, y la importancia de la gracia para no terminar en el fango. Y Simone Weil nos dice que la gravedad, esa ley inexorable por la que todos los cuerpos tienden a caer, funciona también con el espíritu y el corazón del ser humano. 

    En el padrenuestro, repetimos "no nos dejes caer en la tentación". Y es una petición realista, porque el ser humano es capaz de todo todo. Cambian las condiciones, y cualquiera puede matar a un semejante, traicionar a un amigo, robar una cartera o meterse en un prostíbulo. No estamos muy lejos del historial de los encarcelados.   

    En uno de los diarios, José Jiménez Lozano anotó la siguiente confesión de todo un caballero: "La guerra civil sirvió, sobre todo, para que nos conociésemos todos, porque cada cual se portó como lo que era en realidad y no como lo aparentaba ser, o él mismo creía ser. Lo más terrible es que uno se percata de que tirar a matar o hundir un cuchillo en el vientre de otro hombre puede hacerse con placer. Y que al pensarlo después de la guerra muchos se han suicidado, y los que no nos hemos atrevido, no nos atrevemos a rezar un padrenuestro o mirar a un niño a la cara". 

    

viernes, 17 de enero de 2025

Complicidad en la oración

   

     Durante el último año G estuvo en mi oración cada mañana, en ese camino desde mi casa, en el barrio de San Isidro, hasta la oficina, en el Palacio Butrón. Ayer supe que G había muerto. El cáncer lo había vencido en singular batalla. Tenía cuarenta y nueve años, mujer e hijos, y padres aún vivos. Nunca llegué a conocer personalmente a G. Pero la oración crea complicidades singulares, y una afinidad afectiva difícil de explicar. 

        Hace unos años L (amiga desde hace décadas) empezó a trabajar en la casa de G. Desde el primer momento se sintió tratada como si fuese un miembro más de de la familia. Y siempre que coincidía con L me hablaba de esa familia, de su trato afectuoso, de la bondad de G y de su mujer M. 

        Hace poco más de un año el cáncer fue diagnosticado. Y el diagnóstico no puso ser peor. Continuos ingresos en Valladolid y Madrid. Continuas altas. Ni en el hospital ni en casa G se permitió nunca una queja, aceptando con estoicismo y buena cara la merma progresiva de sus capacidades físicas.

        Fue una penosa enfermedad. En las últimas semanas los dolores se multiplicaron y la capacidad para respirar disminuyó. Quiso despedirse de todos sus seres queridos antes del final, dándoles las gracias por todo lo que le habían querido, animándoles a continuar con valentía su vida y reconociendo que su existencia había sido breve, pero se sentía un afortunado por los padres y la mujer que la vida había puesto en su camino. Deshecha en lágrimas, L me cuenta estas cosas y me dice que la grandeza de G en su enfermedad y en su despedida ha sido un consuelo para todos lo que le habían amado. Añado: también para los que habían rezado por él. 

jueves, 16 de enero de 2025

La caja de Amazon

     


    El presidente de Estados Unidos se despide de los norteamericanos al acabar su mandato presidencial. Y lo hace con una advertencia: cuidado con los superricos que están entrando directamente a ocupar el poder. Parece una advertencia sensata. Aunque no sé si durante los cuatro años como Presidente, el Sr. Biden ha hecho algo para contrarrestar las inmensas riquezas de los supermillonarios. Se sabe eso sí, si hacemos caso a Oxfam, que el capital de las cinco personas más ricas del mundo creció en esos mismos años un 114%.  

        En el mismo día en que Biden hacía su último discurso, Jeff Bezos lanzaba con éxito un cohete espacial. Y probablemente no es sólo una excentricidad. Él está seguro de que, ante un planeta Tierra agotado, hay que buscar nuevos territorios en el espacio donde encontrar nuevas materias primas. Las ganancias anuales de Bezos equivalen a la suma de los PIB de Croacia, Macedonia y Camboya juntas. Un español medio que no gastase nada de su salario durante 88 años seguidos habría ahorrado una cantidad inferior a lo que él gana en un minuto. Parecen datos escandalosos. Datos que pueden llenarnos de rabia y de indignación. Pero sería una rabia injusta porque a la fortuna del señor Bezos, como a la de otros tantos millonarios, colaboramos todos. Y además lo hacemos muy a gusto y muy contentos. Miles de repartidores llevan a tu casa cada día una caja de Amazon con su  sonrisa-flecha de oreja a oreja. Es la sonrisa de Bezos por tu lealtad y tu colaboración a su empresa.

lunes, 13 de enero de 2025

El Toisón para una Reina

 


    La noticia de la reciente concesión del Toisón de Oro a la reina doña Sofía por parte de Felipe VI, da para más de una reflexión. Hay algunas cosas que llaman la atención: es la quinta vez en los últimos seis siglos que el Toisón recae en una mujer. Segundo: es la primera vez que se otorga a una reina consorte. E independientemente del alto valor simbólico de esta distinción creada en 1429 por el Duque de Borgoña y que hoy en día representa la más alta condecoración de la Corona de España, todos entendemos que el collar del toisón premia a una reina, Sofía de Grecia, que siempre puso por delante la Corona a la mujer y a la esposa. En los últimos años meses han corrido ríos de tinta sobre los devaneos amorosos del rey Juan Carlos y sobre los chantajes de algunas de sus amantes, que le salieron respondonas y poco agradecidas. Impasible a todo esto, como lo ha sido en las últimas décadas, la Reina ha mantenido la dignidad, el papel regio en medio de dimes y diretes. Más importante que su felicidad personal o la tentación de mandar todo a freír espárragos, o de hacerse la víctima, hablar con la prensa y que la compadeciesen, Sofía de Grecia ha sabido ser la mano que cuida la cuna. Y en esa cuna estaba el actual rey Felipe VI. Por él y por el altísimo sentido que tiene de la institución monárquica, la reina Sofía no se ha movido un milímetro de su papel institucional. Esta dignidad regia en medio de tantas indignidades plebeyas ha merecido y merece el aprecio y la estima de tantísimos españoles. El Toisón, en este caso, recae en un noble pecho.

domingo, 12 de enero de 2025

Esperanza, optimismo, entusiasmo… Adelio Antonelli

 


“¡Sí!, toda nuestra vida es  como una bella fiesta. / Y para todos puede ser una hermosa aventura / si cada cual sabe ofrecer para todos los demás  / lo mejor que hay en él con sonrisa y esperanza.”

Estos versos de una de las muchas canciones que compuso, y que nosotros, alumnos del Colegio San José, tarareamos en más de una fiesta, bien podría ser el resumen del carácter y de la espiritualidad del P. Adelio Antonelli que falleció el pasado 7 de enero de 2025, en la ciudad italiana de Bari.

Hay personas cuya desaparición provoca una inevitable tristeza, pero también el sentimiento de una inmensa gratitud por haberte cruzado con ellas y haber salido mejorado del encuentro. Para mí, P. Adelio Antonelli fue un educador confiable, un maestro seguro. Y más tarde, y para siempre, un amigo. Esta es mi evocación, tan personal como subjetiva.

¡La vida es bella!

Teníamos 17 ó 18 años. Acabamos de descubrir a Sartre, Camus y Beauvoir. Leíamos fragmentos de sus ensayos y novelas. Y como además éramos pretenciosos y petulantes, creíamos que poner cara de existencialistas era lo que tocaba, como fumar, dejarse barba y pelo largo, llevar un jersey de cuello vuelto y pantalones de campana, o escuchar a Pink Floyd. Cursábamos COU. La vida era una pasión inútil. Nada tenía sentido. Nada a nuestras espaldas; nada en el horizonte. El infierno eran los otros. Tinín, compañero y brillante poeta, escribía versos fatalistas que nos enardecían, y que incluso a la profesora progre del Instituto le parecían excesivos: “Oh, bel pessimiste”.  Y entonces un día nos armamos de esnobismo, puro postureo, diríamos hoy, ganas de provocar y de nadar a contracorriente... y armamos una performance en la misma capilla: diapositivas lánguidas y tristes, música peliculera, diálogos calcados de eslóganes del existencialismo francés… La vida no tenía sentido. Decir adiós a la existencia era una opción bastante razonable. Padre Adelio no hizo ningún comentario durante toda la representación. Y se mostró respetuoso en todo momento con nuestra perorata fatalista y suicida. No entró al trapo ni se rasgó las vestiduras. Quizás pensó que era una pose. Tal vez creyó que la juventud tiene sus crisis y que deben ser  respetadas.

La respuesta llegó en la homilía del domingo siguiente: “La vida es bella. La vida tiene un sentido, el que tú quieras darle. Solamente cuando nos proponemos ayudar, compartir los talentos, ponernos al servicio del otro, caemos en la cuenta de que podemos hacer felices a los demás y, de paso, alcanzar también nosotros la felicidad. El paraíso son los otros (lo escribió Gabriel Marcel)”.  Y llevando la contraria a Sandro Giacobbe, que por entonces triunfaba en la música, nos dijo: “vosotros repetís mucho un verso de la canción El jardín prohibido: “La vida es así; no la he inventado yo”, pero yo os digo que a cada momento inventáis la vida, y que la vida será lo que vosotros queráis que sea. Vuestra es la responsabilidad de ser buenas personas, lo que os hará sentir felices y contentos, o ser unos egoístas, y, por lo tanto, sentiros desdichados y tristes”. Fin de la homilía.  Era la primavera de 1977. El lugar, la capilla del Hogar Beato Luis Guanella, en la calle Esperanto, 5, de Palencia. Probablemente, la homilía no la entendimos del todo en ese momento. Fue un sermón para comprender mucho más tarde. Los padres y los maestros dan consejos para el futuro, cuando nos tocará caminar sin las muletas de esos padres y maestros. El poeta José Agustín Goytisolo había escrito –y Paco Ibáñez cantado-: “La vida es bella, ya verás, porque a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos”. Adelio nos dijo algo más: “la vida será bella si haces amigos, si das amor, si haces amigos”.  

Optimismo, entusiasmo, esperanza…

Adelio Antonelli fue un hombre inasequible al desaliento. El optimismo le acompañó como una segunda piel, inseparable de su forma de vivir y de ver la vida, de ejercer el sacerdocio. La vida como una bella fiesta, como una hermosa aventura, a condición de ofrecer a los demás lo mejor de nosotros, con una sonrisa y un poco de esperanza. ¿Se puede decir más?

Siempre le recuerdo lleno de entusiasmo. El origen de la palabra griega entusiasmo es hermoso. Un vocablo compuesto de dos raíces “en, dentro” y “theós, dios”. ‘Una chispa divina en el interior”. Lo divino penetra al ser humano y le hace entusiasta, a pesar de los dolores y las penas, los problemas y las adversidades. Tenía el optimismo en su ADN. Y cuando pasábamos por su despacho a charlar un rato, a que él orientara nuestro espíritu, qué dirección debíamos dar a nuestra vida, acudíamos con una sombra de temor, pensando que nos recordaría las distracciones en la capilla, la gandulería en el estudio, las riñas con los compañeros, los pensamientos y actos turbios. Y sin embargo, desde el otro lado de la mesa,  P. Adelio nos insuflaba ilusión y energía, sabía ver lo mejor de cada uno, encontrar una chispa de bondad, de generosidad en cada niño, en cada adolescente: “Eres un buen chico, tú puedes, tú vales. Verás cómo lo consigues. Ten un poco de paciencia. Pídeselo a Dios”. Así que salíamos del despacho pensando que éramos uno chicos pero que bien majos, que por delante teníamos una vida entera para ser buenas personas, que los rasgos bruscos de nuestro carácter se irían dulcificando. Salíamos consolados, llenos de aliento, … y con algún caramelo de menta o limón en la mano

Solamente le vimos llorar desconsolado en una ocasión: la tarde del 9 de octubre de 1971, cuando reunió a toda la muchachada en la capilla del Colegio San José para comunicar que el hermano Juan Vaccari acababa de morir en un accidente de carretera. El amigo lloraba al amigo que acababa de perder. Y nos parecía que sus lágrimas eran lógicas y normales. También nosotros estábamos llorando. Y también, en otro momento, le vimos apesadumbrado y roto, como una rama desgajada por el viento, como soportando un peso más fuerte que él mismo: un alumno de 14 años, Mariano Fuente, acababa de ahogarse en el pantano durante un campamento, a pocos metros de donde él estaba y sin que nada pudiera hacer por salvarle la vida.

Con la música a todas partes

“La música –está escrito con hilos de seda y oro en el tapiz de Castrojeriz- calma a los hombres, amansa a las fieras, aplaca a los dioses” (Mitigat homines. Temperat feras. Deos placat). Lo sabía bien Adelio. La música espanta los pesares, y también nos torna más delicados y pacíficos. “El órgano en la misa; el acordeón en la mesa”. La primera imagen que nos ha venido a muchos nada más conocer su fallecimiento ha sido la de un Adelio Antonelli (bajo de estatura física, alto de estatura moral), sonriente y feliz con el acordeón sobre su pecho, y los dedos ágiles en teclado y botones.

En la capilla colegial era el encargado de tocar el órgano, de enseñar las nuevas canciones de misa, y de dirigir el coro de los niños. Y en cualquier celebración, velada o fiesta ahí estaba él con su acordeón. Era suficiente que alguien tararease tres notas, para que él pudiera acompañar con el acordeón. La música estaba en su oído y en sus dedos. Cuántas canciones españolas nos enseñó en la capilla y en el salón de actos del colegio, pero también en los campamentos de la montaña palentina o de la costa cántabra. Podía empezar con Eres alta y delgada, continuar con la jota Por el Puente de Aranda, Asturias, patria querida, Desde Santurce a Bilbao, El vino que tiene Asunción, A mí me gusta el pimpiri-pimpimpín.., para terminar con el inevitable Viva España. Y por supuesto, en seguida nos enseñó canciones en italiano. La primera de todas O bella ciao, pero también La domenica andando alla messa, Caro Gesú bambino o tu Scendi dalle stelle, y algunas más. A él le teníamos que dirigir las peticiones de discos nuevos para la discoteca (algo muy novedoso en un internado de frailes). Todo hay que decir que nuestras peticiones no eran Bach ni Beethoven ni Mozart, pero sí Goodbye, goodbye, Esa niña que me mira, La fiesta de Blas, Eres tú. El Casatschok, Eva María, Cuando salga la luna, Black is black, Let it be. Él, por su cuenta, completaba la discoteca con vinilos de cantautores comprometidos, como se decía entonces. Y todos contentos.

Educar desde el corazón

Había nacido un 3 de diciembre de 1939 en Villa San Sebastiano, una pedanía de Tagliacozzo,  a unos 100 kilómetros de Roma. Y siendo aún un niño -tenía 13 años- ingresó en el seminario de los padres guanelianos. En 1968, recién ordenado sacerdote, llegó al Colegio San José, de Aguilar de Campoo.  Y se hizo cargo de la dirección espiritual de los alumnos, así como de las clases de religión y de música. Fue también padre maestro de los primeros novicios españoles. Después pasaría como educador a la casa Hogar Beato Luis Guanella, de Palencia. Años más tarde, regresaría a Aguilar de Campoo donde se haría cargo de la dirección del Colegio San José, renovando el estilo pedagógico y manteniendo una relación más fluida con los padres de los alumnos, como solían recordar con frecuencia los profesores Moisés, Mariano y Javier. Aún permaneció varios años en España, antes de cruzar el Charco y empezar su etapa misionera en Argentina y Paraguay. Volvió a Italia, concretamente a la ciudad de Bari, donde fue responsable de una residencia de ancianos. Sus últimos años los pasó en Roma, echando una mano y animando el centro para personas con discapacidad y el asilo de ancianos, ayudando en la pastoral y acompañando a los buonifigli cuando en verano iban de vacaciones al mar. Y hasta el último momento, supo ser una presencia cercana para los numerosos trabajadores y voluntarios de estas casas romanas de Via Aurelia Antica, con algo muy sencillo, como recordaba José Ángel Villegas: les entregaba un papelito con una frase, un dibujito, un verso. Una siembra callada y perseverante. Probablemente, algún día sepamos los frutos que esta sementera tan delicada ha dado en medio de los trabajadores que cuidan a ancianos y buonifigli. Y por supuesto, de vez en cuando, les organizaba alguna pequeña fiesta: él mismo preparaba para todos la sangría española o ejercía de experto 'cortador' de jamón, para concluir con canciones populares que acompañaba con su acordeón. 

En su época aguilarense, fue uno de los impulsores de las famosas Semanas de la Juventud. Una reunión que aglutinaba a los diferentes colegios: mesas redondas, conferencias, marchas senderistas, debates, cine de autor y músicos. Logró traer a Agua Viva y a Ricardo Cantalapiedra, por entonces cantautores bastantes conocidos, para animar con cantos de utopía y crítica social a una juventud que empezaba a despertar de una larga siesta (eran los primeros años de los setenta). Formando equipo con los párrocos de Aguilar, se unió con entusiasmo a la ‘Operación ladrillo’ que tenía como objetivo construir modestas casas para unas familias gitanas que vivían aún en chabolas en la subida al pantano de Aguilar.

Años después, ya como director del Colegio San José, incrementó la colaboración con la parroquia, los colegios y el ayuntamiento de Aguilar. Abrió de par en par el colegio para que las distintas agrupaciones musicales que participaban en la Semana del Románico pudieran alojarse en los dormitorios vacíos de estudiantes durante el mes de agosto.

Cuando ni en colegios públicos ni en privados se hablaba, ni por asomo, de educación sexual en la adolescencia, él nos impartía una asignatura llamada “Educación para el amor”, donde se hablaba de la sexualidad, con respeto, seriedad, pero sin tapujos ni hipócritas pudores. Educar fue su vocación. Y lo hizo desde el corazón y la benevolencia, la sonrisa y el intento de comprender a su interlocutor.

Le recuerdo en mil cosas: sacando adelante un cancionero en hojas ciclostiladas, una imprenta primitiva con la que había que pelearse con la tinta y los clichés. Y aunque le gustaba el estudio (hizo una licenciatura en psicología por la Universidad Sacro Cuore de Milán y un curso sobre juventud y adicciones en España) no le importaba ponerse el mono, mancharse las manos y ejercer de ‘manitas’. Se empeñó en cambiar las viejas ventanas de hierro de la zona norte del colegio, oxidadas y que cerraban mal, por ventanas de madera. Y se empeñó en decapar las puertas grises del colegio y sacarles la madera original de pino. Cada otoño cogía el coche y hacía una escapada con amigos a pueblos burgaleses para coger setas y luego preparar conservas. No paraba de invitar a familiares, amigos, curas y religiosos, e incluso conocidos a tomar un buen café y un buen gelato italiano, o un plato de pasta en el Colegio, y después sentarse sin prisas a conversar y arreglar el mundo. A veces para desesperación de las cocineras por este continuo ir y venir de invitados. Y era el primero que se apuntaba al equipo de fútbol que enfrentaba a curas y alumnos, un clásico partido sobre el campo de tierra.

El don de la amistad

Adelio fue un cura increíblemente sociable, con una gran capacidad para entablar relaciones, crear lazos, fortalecer vínculos y  cuidar a las personas, con gestos y detalles. En España ha dejado una estela de alumnos apenados y, al mismo tiempo, agradecidos, pero también familias enteras de pueblos y ciudades, profesores del internado, amigos en Aguilar y Palencia, hermanas guanelianas para las que fue compañía y guía espiritual. Fue una ayuda inestimable en la larga y penosa enfermedad de sor Carmen Rodríguez, acompañando con delicadeza y ternura a la enferma y a su doliente familia. Volvía encantado una y otra vez a España, con la excusa de cualquier celebración, aniversario, un acontecimiento gozoso, como una boda, o doloroso, como un entierro. En España, dejó parte de su juventud, los mejores años de su vida.  

Era el más italiano de los educadores italianos. Y constantemente le gustaba hablar de su tierra italiana, de costumbres, de paisajes, y de cantos. Y sin embargo, cuando volvió a Italia, fue el más español de los italianos, recordando a todos sus años juveniles en España, las comidas, los lugares, las canciones.

La amistad la cultivó sobre todo con su sonrisa, haciéndote sentir cómodo, no sacando nunca un tema que pudiera incomodarte o herirte. La sonrisa fue un arma en su carácter. En los últimos años, sirviéndose de las tecnologías, enviaba un whatsapp de buenos días, una foto de una fiesta a la que había acudido o de una misa que había celebrado, e incluso un audio cantando una estrofa de alguna conocida canción de los tiempos pretéritos. Era su forma de hacerse sentir cercano, de recordarte que estabas aún en su cabeza y en su corazón.

La curiosidad por lo que acontecía a su alrededor no le abandonó nunca, lo mismo que el asombro ante lo que sucedía en la Iglesia o en el mundo. En la escritura encontró, en sus últimos años, un refugio de creatividad. Poemas sencillos, versos como un relámpago, haikus delicados, destellos de luz, rachas de viento. Cualquier cosa ordinaria era motivo para tejer palabras y construir versos. Profundidad del místico. Belleza del artista. Muchas mañanas o muchas noches, sus amigos se despertaban o se acostaban con un sencillo poema recién escrito. Se atrevió incluso con la escritura en español. Y cuando comprobaba que no había cometido ningún error ortográfico o gramatical en una lengua que no era la suya, se sentía feliz como un niño. En 2019, publicó un libro con una selección de sus mejores poemas, con el título “Gocce di rugiada su un mare di sabbia” (Gotas de rocío sobre un mar de arena). Sólo transcribiré un breve poema titulado ‘Felicità’

Alba radiante, / ocaso de colores. / Belleza, / sinfonía de vida, / corazones amantes, / amigos en fiesta. / Dios en el hombre, / el hombre el Dios: / artesanos, /poetas. / Amarse amando; / luz sin fin. / Latido del corazón, / eterno.

En su existencia de 85 años fue fiel a la congregación de los guanelianos, donde había entrado siendo un niño. Un sacerdote feliz de serlo y de testimoniarlo. Fue leal a los muchos amigos conocidos a lo largo de décadas en diversos países. Fue fiel a la música que le daba la vida y la alegría. Y fue fiel –fidelísimo- a su carácter entusiasta, optimista y esperanzado. Virtudes cristianas. Virtudes humanas. Al final quedan la fe, la esperanza, el amor. La más importante es el amor, como recordaba a tiempo y a destiempo Pablo de Tarso. Probablemente, Adelio Antonelli hubiera puesto la esperanza al mismo nivel que el amor. Porque sin esperanza el ser humano ya no es humano. Ya no es nada. Mota de polvo. Brizna de hierba seca. No creo equivocarme si digo que la esperanza únicamente le abandonó cuando su corazón dejó de latir, y sus pulmones, de respirar.


Colegio San José: Concurso Cultural

Al lado de Bruno Capparoni

El equipo de fútbol de los curas y profesores


En una reunión de ex alumnos de Aguilar 

En una de las visitas del obispo Nicolás Castellanos

Bendición de coches en el patio del Colegio

Celebración de la misa, al lado de Mario Bellarini

Un libro con los mejores poemas de P. Adelio

En una entrega de premios en Colegio San José

Celebración de los 50 Años de la muerte del Hermano Juan

Ejerciendo de cortador de jamón. Roma

    

Con José Ángel Villegas y sor Clelia

Adelio tocando el acordeón al lado de Alfonso Martínez

En Roma, transcurrió sus últimos años

2021: Ofreciendo su testimonio sobre el Hermano Juan

Roma: misa de funeral en la Casa de San Giuseppe

El féretro abandona Roma para ser enterrado en su pueblo natal.

Poema dedicado a P. Adelio, y escrito por Alfonso Martínez 




 



lunes, 6 de enero de 2025

Los cayucos de las mafias


        En medio de la incesante llegada de migrantes a las islas Canarias y cuando faltaban pocas horas para finalizar 2024, la Guardia Civil emitía un comunicado en el que afirmaba haber detenido a siete personas como presuntos autores de la muerte de cuatro migrantes durante la travesía desde Gambia a Canarias en un cayuco con 207 personas a bordo.

        Parece ser que debido a las condiciones durísimas de navegación, uno de los migrantes sufrió un episodio de desorientación lo que provocó desórdenes en el barco. Los patrones de la embarcación mantuvieron un rifirafe con el migrante en cuestión y con aquellos que trataban de defenderle. 

        Para atemorizar a los migrantes y restablecer la autoridad decidieron tomar represalias. Y de esta forma acabaron con la vida de cuatro migrantes, según han confesado los compañeros del infortunado viaje a la Guardia Civil.

        Un episodio trágico que nos acerca una vez más al problema migratorio. Europa se encuentra desde hace tiempo ante un dilema político y moral de difícil solución. Por un lado está la respuesta humanitaria de prestar ayuda y acogida a los que llegan a nuestras costas. Por otro lado, es consciente de que las mafias seguirán con su lucrativo negocio mientras el sistema humanitario siga funcionando. El elevado peaje que deben pagar los migrantes para subir al cayuco, exorbitante para un africano medio, no asegura siquiera el éxito de llegar sano y salvo a buen puerto. Como en tantas historias, de momento parece que la partida la ganan las mafias que operan sin cortapisas en las playas donde zarpan los cayucos.  


domingo, 5 de enero de 2025

La estanpita del Corazón de Jesús

 


Algunos de mis contactos de whatsapp han colgado en los últimos días una imagen del Corazón de Jesús en su estado. El hecho de que una televisión pública (pagada por todos) hiciera burla de una imagen devocional ha suscitado en muchos creyentes el deseo de mostrar en sus redes sociales el respeto que esta imagen les merece. No vale la pena gastar un minuto en condenar conductas poco respetuosas. Probablemente ni siquiera la presentadora en cuestión era consciente de ello; tal vez esto hay que achacarlo al  ‘todo vale y todo da lo mismo’ de la sociedad actual. 

Sí que merece la pena (no hay mal que por bien no venga), en cambio, escribir unas líneas sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que se extendió por todo el orbe católico, y que modeló la espiritualidad de toda una época, introduciendo ternura, dulzura, misericordia y compasión en los corazones de muchos creyentes, precisamente porque el corazón de Jesús había sido ‘descubierto’ como un corazón tierno, dulce, misericordioso y compasivo.

Desde que el mundo es mundo, el hombre ha sentido que su corazón es el cofre donde se guardan los sentimientos: la alegría, la ira, la venganza, la paz, el dolor y el amor. Es verdad que las emociones se generan en el cerebro, pero todo el cuerpo las siente, especialmente el corazón. De esta manera, nos sale del corazón hacer una obra buena. Tenemos el corazón en un puño cuando andamos inquietos e inseguros. Rompemos el corazón a alguien cuando dejamos de amarle. No tenemos corazón cuando nos mostramos insensibles. Cuando somos sinceros decimos que hablamos con el corazón en la mano. De una persona a la que pueden sus sentimientos decimos que es todo corazón. Tocamos el corazón de alguien cuando le conmovemos. Se nos encoge el corazón por la tristeza o el miedo. Abrimos el corazón a alguien cuando le confiamos o confesamos algo muy personal. Y cuando una persona es muy buena decimos que no le cabe el corazón en el pecho. 

Los primeros cristianos guardaban memoria de la pasión de Jesús sufrida en el Calvario y del acto final de esta tortura que no fue otro sino el momento en que un soldado (la tradición dice que llamado Longinos) atravesó con su lanza el corazón de Jesús, certificando así su muerte, pero también su entrega total, hasta la última gota de su sangre, por todos a los que había amado y amaría en el mundo.

Pero en la larga tradición del cristianismo, fueron muchos los que pusieron su empeño en mostrar la omnipotencia y la omniscencia de Dios. Un Dios justiciero, sentado en su trono como un rey a la espera del Juicio Final inapelable. Un Dios terrible e implacable que guardaría memoria de cada uno de nuestras malas obras, palabras y pensamientos.

El 27 de diciembre de 1673, a la monja salesa, Margarita Alacoque, en el monasterio de Paray-le-Monial el Señor se le apareció por primera vez y le permitió que reposase su cabeza sobre su pecho. Y le mostró la primera representación del Corazón de Jesús: “un corazón como un trono en llamas, esplendoroso como el sol, con la llaga, rodeado de una corona de espinas y coronado con una cruz”.

Independientemente de estas apariciones misteriosas y de esta imágenes pías, lo que es más importante y lo que Margarita y todos los santos y teólogos se ocuparon de transmitir y difundir en adelante es que Dios tenía un corazón que sufría y se encogía, se rompía con el sufrimiento de los hombres, y rebosaba de gozo con los gozos de sus hijos. Dios no tenía un corazón de piedra, sino un corazón de carne, como el de cualquier humano, abierto al perdón y a la compasión. Todos podían acercarse a su corazón y encontrar descanso en su pecho. Él aliviaría el dolor de los agobiados por la vida.

Era un cambio de paradigma en la forma de ver a Dios: el corazón de Jesús latía al unísono con cada corazón humano. Y cada creyente o no creyente podía reposar su cabeza en el pecho misericordioso de Jesús. Era una espiritualidad que apelaba al sentimiento, a la afectividad, a la relación íntima y amorosa con Jesús. El corazón de Jesús bien podía comprender nuestro corazón tan voluble y tan variable que oscila entre la compasión y la rabia, la dicha y la amargura, la traición y el perdón, el amor y el desamor, la ternura y la insensibilidad, la dulzura y el aspereza.

Por ello, las gentes sencillas, las gentes que lloraban por el hijo al que no podían saciar su hambre, o por el hijo que iba a la guerra. Las gentes sencillas que trabajaban de sol a sol, o que eran víctimas de los señores injustos de cada momento, que no podían pagar las medicinas o tener más que una choza como vivienda, sintieron que podían reposar su cabeza sobre el pecho de Jesús. Jesús no era solo un Rey, un Creador, Señor Omnipotente de la vida y de la muerte. Era el padre amoroso, el hermano para siempre, el compañero compasivo del camino. La devoción al Corazón de Jesús arraigó en los creyentes con mucha fuerza y ahí ha permanecido hasta el día de hoy.

Después de Santa Margarita Alacoque, otros muchos difundieron esta devoción. Los jesuitas con su potente capacidad de transmisión hicieron lo suyo. Ya en 1883, de forma solemne, aceptaron la “suave carga de Jesucristo de practicar, promover y propagar la devoción a su divinísimo Corazón”. Por otro lado, las apariciones en Valladolid al P. Bernardo Hoyos y su labor constante por difundir el mensaje del Corazón de Jesús contribuyeron mucho a esta devoción en España.  Este es el motivo por el que la catedral de Valladolid esté coronada con la imagen del Corazón de Jesús. En el Cerro de los Ángeles, en el corazón geográfico de España, se levantó el templo dedicado al Corazón de Jesús. En 1919 el Rey Alfonso XIII consagró España a su Corazón.

En todos los países surgieron grandes templos dedicados al Corazón de Jesús. El Sacre Coeur de París, en el barrio de Montmartre, dominando toda la urbe, puede servir de ejemplo. Las esculturas del corazón de Jesús (multiplicadas por las copias realizadas en escayola)  inundaron cada templo que reservó un altar para esta devoción. Se levantaron columnas y monumentos coronados con esta misma imagen en muchas plazas. En las puertas de las casas se clavaba una placa y la plegaria “En vos confío”. La imagen del corazón de Jesús fue entronizada en muchos hogares. Y la jaculatoria “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío” fue una súplica constante en millones de bocas.  Y las estampitas de papel estaban en todas las casas, en los libros, en los bolsillos, en las carteras, en las mesillas de noche, en las paredes y en los escaparates de las tiendas. El almanaque del Corazón de Jesús es aún hoy en día un clásico en las papelerías de España. La Iglesia estableció el mes de junio como mes del Corazón de Jesús y fijó su festividad el primer viernes que sigue al segundo domingo después de Pentecostés.

Estas estampitas han llegado hasta nuestros días prácticamente invariables. Y son más que un trozo de papel barato. Seguirán ahí, cuando nosotros hayamos desaparecido, porque siempre habrá hombres y mujeres con el corazón roto por la vida, con el corazón en un puño por la inquietud, encogido por el miedo y la tristeza que ‘mirarán al que traspasaron’ con la poca o mucha fe que les quede, y que buscarán la paz y la serenidad en un Dios compasivo. Una paz y una compasión que no les dio el mundo, ni su prójimo. Y hartos de las palabras mentirosas y de los actos traicioneros de otros hombres que les arruinaron la vida, seguirán pasando sus dedos amorosos sobre la estampita del Corazón de Jesús.



El Sacre Coeur de Paris domina la ciudad

Monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles-Madrid

El Corazón de Jesús corona la torre de la Catedral en Valladolid


Placas del Corazón de Jesús en las puertas 

Corazón de Jesús entronizado en un hogar cualquiera


Imágenes en escayola de Olot, muy populares en parroquias españolas















sábado, 4 de enero de 2025

Las rosas de Heliogábalo, de Alma-Tadema

 

        Durante unos meses se ha podido disfrutar en Madrid de una selección de obras de arte del coleccionista mejicano Pérez Simón. De entre todas ellas, salí a la calle con el recuerdo de una pintura titulada Las rosas de Heliogábalo. Su autor, el neerlandés Lawrence Alma-Tadema. En 1888, a su taller de Londres llegaron decenas de ramos de rosas francesas que le sirvieron para alumbrar la que todos consideran su obra maestra. Alma-Tadema se sentía horrorizado por la sociedad industrial tan gris de aquel momento y buscó inspiración en el mundo antiguo.

        Las rosas de Heliogábalo hace referencia a un episodio contado en Historia Augusta según el cual en una de las muchas veladas organizadas por el excéntrico emperador Heliogábalo (218-222), este hizo llover sobre los invitados, hermosas mujeres, hermosos hombres, una lluvia de rosas tan inmensa que algunos murieron ahogados. 

        En la pintura, el emperador (tenía 14 años cuando subió al trono y 18 cuando murió asesinado) preside un banquete al lado de un grupo de invitados. Por debajo del estrado, hombres y mujeres asisten atónitos e indolentes a este espectáculo de la lluvia de rosas bajo las cuales al final morirán ahogados. 

        Heliogábalo ha pasado a la historia como un degenerado que consumió su joven vida en medio de todos los vicios y las excentricidades. Cuando se es tan joven y se tiene tanto poder probablemente la tentación de utilizarlo mal es absoluta. El óleo de Alma-Tadema, con su increíble luminosidad, su cromatismo suave, es también un engaño y una burla, y esconde el anuncio de la muerte que puede llegar en medio de un banquete, con el sonido ligero de una doble flauta y miles de pétalos de rosas cayendo sobre las cabezas y ahogando con su perfume embriagador a los ignorantes ciudadanos que se creían honrados por asistir al banquete imperial y en el que, sin embargo, la muerte vino a sepultarlos en medio de un intenso olor a rosas. Con frecuencia los súbditos son solo juguetes en las manos despiadadas de los poderosos que encuentran mayor disfrute en el sufrimiento de sus ciudadanos que en su prosperidad. 

miércoles, 1 de enero de 2025

Unamuno: "primero la verdad que la paz"

        


        Cada 31 de diciembre son muchos los que se acercan ante la escultura en Salamanca de Miguel de Unamuno (obra de Pablo Serrano) para rendirle homenaje en el aniversario de su muerte. Está situada frente a la casa en la que vivió y murió el "rector perpetuo" de la universidad salmantina. 

        Ni en vida ni en muerte Unamuno contentó a nadie. Su divisa fue: "Primero la verdad que la paz". Y en esa España de conmigo o contra mí, era imposible que contentase a nadie. Clamó contra los excesos de la República y clamó contra los excesos del Alzamiento. Y se quedó varado en tierra de nadie. Ese es el destino de los que buscan la verdad. La tercera España que él soñó y que soñó un pequeño grupo de intelectuales no era miel para los labios de tantos asnos. 

     El mensaje de Unamuno sigue de actualidad en este tiempo de polarización y extremismos. Todos intentan apropiarse de don Miguel, vasco universal que encontró su lugar en el mundo en la Salamanca de piedras doradas. Los últimos meses (los que van desde su incidente con Millán de Astray en el paraninfo de la Universidad hasta su muerte), los pasó recluido en su casa, en una trágica soledad, metáfora de la soledad de un pueblo abocado al abismo fratricida. Una losa y unos versos en el cementerio de Salamanca guardan el 'insomnio' eterno de don Miguel: "Méteme, Padre Eterno, en tu pecho / misterioso hogar / dormiré allí, pues vengo deshecho/ del duro bregar”.

         En estos tiempos de posverdad y relativismo, Don Miguel de Unamuro sigue dictando desde su cátedra eterna lecciones muy útiles de convivencia.

A destacar

El café de Qúshtumar, de Naguib Mahfuz

  Primero en las calles o en el chumberal, y luego ya definitivamente en el café de Qúshtumar, situado en el barrio cariota de Alabasía, cua...

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