sábado, 4 de enero de 2025

Las rosas de Heliogábalo, de Alma-Tadema

 

        Durante unos meses se ha podido disfrutar en Madrid de una selección de obras de arte del coleccionista mejicano Pérez Simón. De entre todas ellas, salí a la calle con el recuerdo de una pintura titulada Las rosas de Heliogábalo. Su autor, el neerlandés Lawrence Alma-Tadema. En 1888, a su taller de Londres llegaron decenas de ramos de rosas francesas que le sirvieron para alumbrar la que todos consideran su obra maestra. Alma-Tadema se sentía horrorizado por la sociedad industrial tan gris de aquel momento y buscó inspiración en el mundo antiguo.

        Las rosas de Heliogábalo hace referencia a un episodio contado en Historia Augusta según el cual en una de las muchas veladas organizadas por el excéntrico emperador Heliogábalo (218-222), este hizo llover sobre los invitados, hermosas mujeres, hermosos hombres, una lluvia de rosas tan inmensa que algunos murieron ahogados. 

        En la pintura, el emperador (tenía 14 años cuando subió al trono y 18 cuando murió asesinado) preside un banquete al lado de un grupo de invitados. Por debajo del estrado, hombres y mujeres asisten atónitos e indolentes a este espectáculo de la lluvia de rosas bajo las cuales al final morirán ahogados. 

        Heliogábalo ha pasado a la historia como un degenerado que consumió su joven vida en medio de todos los vicios y las excentricidades. Cuando se es tan joven y se tiene tanto poder probablemente la tentación de utilizarlo mal es absoluta. El óleo de Alma-Tadema, con su increíble luminosidad, su cromatismo suave, es también un engaño y una burla, y esconde el anuncio de la muerte que puede llegar en medio de un banquete, con el sonido ligero de una doble flauta y miles de pétalos de rosas cayendo sobre las cabezas y ahogando con su perfume embriagador a los ignorantes ciudadanos que se creían honrados por asistir al banquete imperial y en el que, sin embargo, la muerte vino a sepultarlos en medio de un intenso olor a rosas. Con frecuencia los súbditos son solo juguetes en las manos despiadadas de los poderosos que encuentran mayor disfrute en el sufrimiento de sus ciudadanos que en su prosperidad. 

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