viernes, 28 de febrero de 2025

El Prado busca a Santa Cecilia...

 


            El Museo del Prado es noticia muy a menudo. Las exposiciones temporales, las restauraciones de obras de arte, las adquisiciones, los legados, la reordenación de sus salas ocupan con mucha frecuencia la sección de cultura de los periódicos y de los telediarios de España, e incluso de más allá.

          Pero últimamente, el Prado ha salido en los periódicos por noticias, como poco, curiosas: 

1.- La temporada de otoño traerá al Prado una exposición de Rafael Mengs, para algunos el gran pintor de su época. El propio Prado y las Colecciones Reales poseen una magnífica colección de este pintor alemán (1728-1779) considerado como una figura mayor del panorama pictórico del neoclasicismo. La noticia es que el Prado desea tener para su exposición el cuadro de "Santa Cecilia", pero desconoce su paradero. La última vez que la Santa patrona de la música fue vista con vida ocurrió hace 25 años en una exposición. Su propietario murió y ahora nadie sabe dónde para el lienzo. El Prado ha lanzado una campaña a través de las redes sociales para dar con ella. Así que si alguno la tiene en el salón de casa, o guardada en el trastero, o la ha visto en casa del vecino, por favor que llame al Prado, y todos tan amigos. Santa Cecilia estará encantada de pasear su belleza ante miles de espectadores y de ofrecer un concierto de música sacra en tan singular museo.


2.- Pero el Prado no sólo busca a Santa Cecilia, busca también atraer a los jóvenes para que entablen conversación, o salgan de copas con los señores Goya, Velázquez, Murillo, Alonso Cano, Rafael, Tintoretto, Veronés, Guido Reni, El Greco y otros tropecientos más. Digo yo que alguno de estos artistas caerá bien a los jóvenes y podrán hacerse amigos para siempre. Friends for life. Y al Prado no se le ha ocurrido mejor manera para atraer a los jóvenes a la Pinacoteca que ofrecerles barra libre de birras, poner un DJ y dejarles la Sala de las Musas como discoteca o chiringuito. Y no sé si esto es muy pedagógico o no, que no tengo ni idea. Lo cierto es que a los chavales se les veía encantados y felices con un vaso en la mano y tarareando la música del momento. Lo curioso es que cuando visitas el Prado no puedes entrar con tu botellita de agua, por miedo a que cometas un atentado o dejes de consumir en la cafetería oficial, donde un café te sale por tres euros y pico. 

 

3.- Aunque publicado en 2023 y reimpreso en el 2024, ayer entró en casa (regalo de L. a J,) Los Tesoros del Prado, un hermoso libro con una impecable encuadernación en las que el autor, Javier Sainz de los Terreros, selecciona 25 obras de la Pinacoteca, a partir de los trabajos de difusión en las redes sociales. Me llama la atención que entre las obras seleccionadas aparezca una que durante más de un siglo durmió en los almacenes. Pero como ahora somos modernos, inclusivos y tenemos perspectiva de género, la han colgado con calzador en las paredes del Prado. Para mí es una obra menor de una pintora de animales, Rosa Bonheur. Se trata de El Cid, el retrato de la cabeza de un león del Atlas. ¿Colgaría este cuadro en el Prado si estuviese firmado simplemente por el señor Bonheur? ¿Esta obrita al lado de las Meninas, La laguna Estigia y el Jardín de las Delicias? Hay otras mujeres en esta selección, un soberbio retrato de Isabel de Valois, de Sofonisba Anguissola y un bodegón de Clara Peters, incluidas por méritos propios y sobrados en esta selección. El leoncito de la señora Bonheur estaría mejor de regreso a su territorio del Atlas. 



4.- El afamado crítico de arte, Jerry Saltz, y uno de los que marca tendencia en el New York Magazine, se ha pasado por el Prado, al que califica como el mejor museo del mundo, y para el que no ha ahorrado los elogios más encendidos y los superlativos más elevados. Dice que para ver el Prado con sosiego y disfrute uno necesitaría tres días. El colmo del elogio ha sido esta frase: "Para convertirse en persona hay que venir al Prado". Esta claro que es una boutade o una provocación. Se puede ser gran-persona sin haberse cruzado nunca con las Meninas. Y se puede ser poco-persona visitando a menudo la Galería Central del Prado. Pero hay algo de cierto en la hiperbólica sentencia de Saltz: la belleza de las obras de arte y tantas bellezas creadas por los artistas de todas las épocas... nos aleja unos metros de la selva y de la pocilga, e infunde en nuestras cabezas y corazones un poco de luz y de dicha. Por lo tanto, parece de necios no disfrutar de tanta belleza, teniéndola al alcance de la mano. 




jueves, 27 de febrero de 2025

La Trapa en seis pinceladas

     1.- El tren que pasó en 1890

     En el año 516, Benito de Nursia escribe unos preceptos para monjes que quisieran vivir en comunidad. Nace el Monacato Occidental. En 1098, con Roberto de Molesmes surge el Císter (Abadía de Citeaux), siendo Bernardo de Claraval su gran propulsor, como un deseo de volver a la primitiva observancia de la Regla benedictina. En 1664 en la Abadía de la Trappe (Francia) se inicia una reforma de la orden cisterciense que busca una observancia más estricta de la vida monástica. En octubre de 1890 el tren traqueteante de Valladolid a Burgos pasa delante de un edificio abandonado y en ruinas, un antiguo monasterio benedictino entre las poblaciones palentinas de Dueñas y Venta de Baños. En ese tren viaja el abad de Sainte Marie du Désert (Francia), Dom Candido Albalat, que busca un lugar para fundar una nueva comunidad monástica. Se levanta de su asiento y, mirando las piedras desmoronadas por la carcoma del tiempo, comenta: “He aquí lo que llenaría plenamente mis deseos”. Acaba de surgir la Trapa de San Isidro.  Las vías de ferrocarril ocupan el mismo lugar, aunque ahora por ellas circulen veloces trenes. Y el monasterio sigue en pie, una abadía donde algo más de veinte trapenses orant et laborant. Y donde algunos huéspedes venidos de sus quimeras, de sus vidas inquietas, turbulentas o grises, llegan para masticar, como hambrientos, un pan amasado con serenidad y silencio, oración y paz.

2.- Celda, mesa y libro


       Blaise Pascal escribió que todos los males del mundo proceden de la gente que no sabe estarse quieta en su habitación y en sus adentros. En la mochila yo había metido Las Confesiones de San Agustín. Pero en el momento de cerrar la puerta de casa y encaminarme a la estación, me acordé de que muchos años atrás, en 1993, Andrés García me había regalado las Obras Completas del Hermano Rafael. Cambié de libro de lectura. El volumen de 857 páginas está básicamente formado por las cientos de cartas que escribió a familiares, hermanos trapenses, amigos. Pero el grueso lo constituyen las cartas enviadas por Rafael a su tía María, duquesa de Maqueda. Hubo un momento en que ambos decidieron mantener una relación epistolar sobre Dios y sus almas, a condición de que las cartas fuesen destruidas. Pero tía María no cumplió su palabra. Para ella, las casas, los cuadros, los muebles, las joyas, las ropas y el ducado entero… nada valían en comparación con esas cartas llenas de luz y de sabiduría que recibía regularmente de su sobrino. En la acogedora celda 17, un hombre lee y subraya lo que otro hombre ha escrito varias décadas antes. Porque Rafael no sólo fue un monje humilde y sufrido, también un escritor, un pintor, un artista. Amaba la vida, la alegría, la risa; amaba los encuentros, los cafés de Madrid, las  bromas, los cantos del coro, las espigas doradas, un buen cigarrillo y ponerse al volante de un coche. Y tal vez porque amaba tanto todo, pudo amar sin medida, como un loco enfermo y delirante, cuerdo y sensato, a Dios. Solo Dios’ fue su lema, su herencia, su escritura. La razón de su vida y la causa de su santidad.

 3.- El hermano Rafael


         Rafael Arnáiz Barón nació en 1911 en Burgos. En 1934, interrumpe su carrera de arquitectura en Madrid para ingresar como monje en la Trapa. Apenas cuatro meses después, debe abandonar el monasterio por causa de una diabetes sacarina aguda. Volverá dos años después a la Trapa y tendrá que abandonarla de nuevo porque la enfermedad no le da tregua ni respiro. Poco tiempo después, regresa definitivamente al monasterio para morir cuatro meses más tarde, el 26 de abril de 1938. Tenía apenas 27 años. Pasó muy poco tiempo en el monasterio como monje trapense. Y casi todo ese tiempo vivió en la enfermería, en medio de una sed espantosa y no pocos sufrimientos. Algunos le consideraron una carga para la abadía. Otros, le tenían por un monje bueno y paciente, sonriente y sufriente. Su director espiritual estaba convencido de que estaba tratando a un joven excepcional. Pero fueron sus cartas y sus escritos los que descubrieron, tras su muerte, al místico y al santo. En poco tiempo como monje había hecho unos progresos espirituales que a otros les lleva una vida entera. El Hno. Rafael: enfermo de diabetes, enfermo de trapense, enfermo de Dios. Su vida demostró que se puede vivir en la perfecta alegría y la perfecta paz, a pesar de los impedimentos y el dolor de la enfermedad, cuando Dios, solo Dios, llena el corazón y el alma. Mientras se recuperaba en su casa familiar de Oviedo escribe: “No pienso en otra cosa que en volver al monasterio: el coro, el silencio, la paz del cementerio tan alegre, mis hermanos, mi hábito, mi celda, mi sagrario de la Trapa… Todo eso que conquisté con sacrificios y lágrimas se derrumba con una cosa tan insignificante como un poco de azúcar en la sangre… Yo era demasiado feliz en la Trapa”

  4.- El rezo de completas


                 Los monjes con la cogulla sobre sus cabezas entran en la nave oscura. Son las ocho y media de la tarde y el día llega a su fin. El día empieza con el canto de maitines, a las cuatro de la madrugada. Luego vendrán los laudes, las horas de tercia, sexta y nona, el canto de las vísperas y finalmente el rezo de la Completas. No hay progreso humano, no hay crecimiento personal o colectivo sin examen de conciencia. Reconocer los errores, asumir los fallos, reprogramar el corazón, pedir perdón. Por ello el monje, antes de abandonarse al sueño, revisa y evalúa la jornada. Creo que fue Stefan Zweig quien dijo que, si al final del día, no asumimos una pequeña sombra de error en nuestra jornada y una pequeña luz ofrecida al hermano, no merecíamos pasar al día siguiente. Y por ello, cuando un corazón pide perdón y es perdonado, puede entregarse al sueño y al descanso que siempre alcanza a los que tienen el corazón en paz. Nunc dimittis, dijo el anciano Simeón cuando el Niño fue presentado en el Templo de Jerusalén. Y Nunc dimittis reza también el monje. Luego toda la iglesia trapense se queda a oscuras, mientras un haz de luz ilumina la imagen en madera policromada de la Asunción de María. Los trapenses entonan la Salve Regina, la oración de los que pasan por un valle de lágrimas suplicando un poco de dulzura y esperanza. Cuando la Salve termina, un monje toca la campana con energía calculada que le hace levitar, agarrado a la soga, medio metro del suelo. La campana suena dentro y fuera de la iglesia. Y de esta manera, las gentes de alrededor saben que la jornada acaba para los trapenses. Y la campana toca también por ellos, les llama también a ellos a una vida de Solo Dios.

 5.- Una ventana y una carretera.

No hay lugar tan apartado o solitario del mundo donde no llegue el olor del mundo, su música y su ruido. Pegadas al monasterio están las vías del tren, y unos metros más allá, la autovía Valladolid-Burgos. Y más allá la fábrica de chocolates, donde proveedores cargan y descargan, y algunos turistas detienen sus coches para tomar un chocolate. De día, miro por la ventana a la explanada que hay delante del monasterio: la furgoneta del panadero deja el pan; el repartidor de la editorial descarga una caja de libros; paseantes y corredores vienen haciendo ejercicio desde Venta de Baños o Dueñas. Devotos se encaminan a la capilla del hermano Rafael para arrodillarse o encender una vela. Varias personas se unen a la oración y al canto de los monjes desde el fondo de la iglesia. Y de noche, apostado junto a la ventana, el intenso tráfico de coches y camiones de la carretera tiene algo de fascinante. Es suficiente imaginar las vidas de los conductores: Las mercancías más variadas van camino de los mercados o de las fábricas. Cada pasajero lleva consigo sus preocupaciones y alegrías, su tranquilidad o su miedo, su mente abotargada por el cansancio o el sueño. Alguien se dirigirá al hospital donde un ser querido acaba de ser ingresado. A muchos camioneros les esperan horas y horas de conducción, mientras un rosario se balancea en el parabrisas y las fotos de sus hijos en el salpicadero le aconsejan prudencia. Alguno escapará de su vida y se acercará, perfumado de colonia, al club cercano, en busca de un placer espurio, o quizás de una ternura desconocida. Alguien contará los kilómetros para el área de servicio donde se aseará, comerá un bocadillo de tortilla y cruzará dos frases con el camarero. Alguno conduce veloz al encuentro de unos días de descanso en una ciudad lejana de Europa. Para alguno, Dios no lo quiera, no habrá viaje de regreso, y su vida acabará en un chirrido de frenos y un amasijo de hierros. Coches camiones, autocares con sus conductores y pasajeros. Todos ellos atados a su cadena de rutinas, de pesado trabajo, de pequeñas ilusiones y sueños.

6.- Las manzanas de la Trapa

            

            El huésped pasea por los caminos que transcurren en medio de las tierras pardas de labranza, entre el monasterio y el río Carrión. Senderos que pasan al lado de los establos, donde decenas de vacas miran, con ojos blandos y bobos, la vida pasar. La senda zigzaguea entre viejas casas que un día ocuparon los campesinos asalariados, tierras cerealistas e hileras de frutales de ramas secas que esperan la resurrección de la primavera. Y es ahí donde descubro que un árbol conserva aún las manzanas, como un desafío al tiempo invernal, como una promesa, ¿de qué? ¿Habrán dado estas manzanas un poco de alegría al vaquero, al campesino, al monje, al huésped que, al pasar cerca, las descubrieron y se dejaron seducir por ese fulgor de oro en las ramas secas? Era la mañana del último día de enero. Un cielo límpido y azul y unos pequeños charcos aquí y allá recubiertos de una placa de hielo. Las manzanas de la Trapa. ¿Serán manzanas doradas del Jardín de las Hespérides que proporcionan la inmortalidad? ¿Serán manzanas del Árbol del Bien y del Mal en edén que sedujeron y dieron  dolores de cabeza a Adán y Eva? ¡Manzanas en un árbol seco! ¿Cómo no pensar en la frágil fe del alma que resiste a los cierzos y a las heladas, al viento y a los cristales de la nieve, y permanece ahí en la rama seca del corazón? Ciertamente es un desafío a la implacable ley de la gravedad en la naturaleza. Todo cae, pero algo, misteriosamente y sin ninguna razón aparente, no cae, sino que permanece ahí como una pequeña candela en la noche oscura: el sabor de un beso, tras una temporada en la cárcel. La fuerza de un abrazo, al regresar de la guerra. Un arcoíris inesperado después de la tormenta. Siempre recuerdo la respuesta de José Jiménez Lozano cuando le preguntaron si era creyente: "Yo no creo en nada, sé. Es decir, tengo certeza, aunque esa certeza no sea mía. Mía sólo es la confiaza, la fides".

















lunes, 24 de febrero de 2025

El Papa en el Gemelli

 

Desde el momento en que el Papa Francisco fue ingresado en el hospital Gemelli de Roma, han sido muchos los que procedentes de las sacristías católicas han lanzado algo así como las campanas al vuelo, y se han puesto a cocinar un guisote de dimisiones y de enfermedad terminal, para saborear un inminente cónclave que depararía el triunfo del candidato favorable a su pensamiento. Ya sabemos que hay periodistas amarillos que viven casi a diario de la carnaza o de la carroña, muy lejos del mínimo rigor o de la verdad. Pero que sean los propios cristianos y sus representantes los que se lancen a la especulación no deja de asombrar un poco. Se supone que, independientemente de nuestra simpatía o antipatía al Papa de cada momento, debe haber un mínimo de caridad cristiana que empuje a rezar por los enfermos, porque todo ser humano mordido por la enfermedad es siempre frágil y débil, es decir una vida más sagrada aún, si cabe. Y por ello, merecedor de piedad, respeto y oración. Pero probablemente vivimos en un mundo en que las personas ya son simples cosas, desechables, descartables y sustituibles. El reponedor del supermercado repone al instante una taza rota en la estantería o una manzana golpeada en la caja de fruta. Así de fácil y sencillo.



viernes, 14 de febrero de 2025

Congo: el futuro es un kilo de arroz

 


        Cada poco tiempo el grupo guerrillero M23, apoyado por Ruanda, y el ejército congoleño libran su eterna batalla en la región de Kivu Norte, y especialmente en su capital, Goma. Incursiones, escaramuzas, refriegas de unos pocos días, pero que dejan un reguero de muertos, de mujeres violadas, de niños secuestrados y de miles de refugiados vagando a la deriva por todos los caminos imaginables. Es una de las guerras interminables que difícilmente tiene unos minutos en el orden del día de los gobiernos de los países y de las instituciones internacionales. El último ataque a la ciudad de Goma dejó más de tres mil muertos y una ciudad sin luz, sin agua y sin nada que llevarse a la boca. 

    Y ahora veamos esta foto, una de las miles que los reporteros de guerra sirven a sus agencias y que casi ningún periódico del mundo publica: Uno de los almacenes de víveres de una organización para los refugiados ha abierto sus puertas. Y un numeroso grupo de vecinos intenta hacerse con las cajas de arroz o harina. En sus manos, sobre sus cabezas, sirviéndose de una motocicleta, cargan como mulos esa mercancía de gloria que es el sustento de cada día. Por unos días asegurarán la comida para la familia, en medio de las ráfagas de metralleta. En el Congo -un Estado fallido y miles de intereses mineros por kilómetro cuadrado- el único futuro imaginable es una caja de cartón con dos kilos de arroz y dos kilos de harina.

domingo, 9 de febrero de 2025

La escuela, refugio de muchos alumnos

 

        Muchos maestros pasan más horas con sus alumnos que los padres con sus hijos. Un maestro, si tiene vocación de maestro, si los alumnos le interesan más que las programaciones y los formularios que la administración pide para su cumplimentación, puede darse cuenta de carencias, necesidades, dramas familiares. Y si un maestro tiene empatía, no con los más listos de la clase, sino con los más frágiles y vulnerables, puede hallar el camino para poner algún remedio a esas carencias. Como leemos en la pizarra de esta foto, a veces la escuela es un refugio para el alumno. El maestro tiene esa responsabilidad pero al mismo tiempo ese don y ese inmenso poder de mejorar vidas que nacen a la vida. ¡Cuántos niños encontrarán cada día afecto y consuelo, estímulo y luz en medio de la oscuridad que puedan vivir en casa! Por ello, hay maestros que detectan que el niño llega sin desayunar, o que las condiciones higiénicas en su casa escasean, o que otro alumno le hace la vida imposible, o que sus padres se pasan el día riñendo, o que duerme en casa de la abuela, porque a los padres divorciados, que tienen nueva pareja, el hijo les estorba. Y tristemente, hay maestros que sólo conocen la cifra de la nómina, la nota de los exámenes o cuándo caen las vacaciones.  

sábado, 8 de febrero de 2025

La cancelación de Karla Sofía Gascón

   

Hemos asistido en vivo y en directo al espectáculo de cómo funciona la llamada cultura (in-cultura) de la cancelación, también conocida en inglés como ‘woke’. Me refiero al caso de Karla Sofía Gascón, la actriz española candidata al Oscar de Hollywood por la actuación en la película Emilia Pérez.

Ese espíritu de cancelación no es otra cosa que una inquisición brutal para condenar a una persona a una muerte civil, porque manifiesta opiniones (o insultos) en desacuerdo con la ortodoxia más radical, con el pensamiento único y con lo políticamente correcto.

En pocos días, la actriz Karla Sofía Gascón ha pasado de ser un símbolo de las minorías que alcanzan éxitos memorables (el premio de Hollywood lo es), a ser una maldita indeseable y, lo que es peor, una persona borrada y cancelada del mapa universal.

La noticia de que Karla estaba entre las candidatas al Oscar por su trabajo en la película del cineasta francés, Jacques Audiard, causó un revuelo sin precedentes en nuestro país. Muchos de los aplausos no hacían hincapié en la interpretación de la protagonista, sino en el hecho de que por primera vez en la historia de los premios una mujer transgénero se codearía con otras actrices. Un ministro Urtasun eufórico la recibió en el Ministerio y destacó “el enorme talento y dedicación de la actriz”. Muchos ya daban por seguro de que su nombre sería pronunciado en el auditorio de Los Ángeles. En un santiamén, Karla fue convertida en la ¡figura inspiradora del momento!.

Pocos días después, una periodista musulmana canadiense, Sarah Hagi, dio a conocer algunos tuits en que Karla Sofía hablaba despectivamente del Islam y de los musulmanes. Fue entonces cuando los sabuesos de la ‘cancelación’ agitaron las aguas y comenzó, así, la caída al abismo de la actriz de Alcobendas. De nada sirvieron las disculpas y la petición de perdón: “Como miembro de una comunidad marginada, conozco muy bien este sufrimiento y lamento profundamente haber causado dolor”. Querían su cabeza y la muerte civil de la actriz. El objetivo se consiguió en pocas horas. Muchas voces pidieron que se le quitase la candidatura. La distribuidora dejó de pagar su carrera a los Oscar, ni permitiría tampoco su presencia en actos de promoción. Se la ha presionado para que no asista a los Goyas. No se publicará su libro que estaba a punto de reeditarse. Se la ha dejado de invitar a saraos, entrega de premios, y así sucesivamente… La actriz optó por desaparecer.

Leídos los tuits, escritos hace algunos años, no se puede negar que son zafios y que la dejan en mal lugar. Y aunque se pueda estar de acuerdo o no en el fondo de alguno de ellos, no parece de recibo el tono de desprecio e insulto, sin argumento y sin razones. Karla Sofía se ha servido de las redes para opinar de forma insultante. Pero es una más. Las redes están llenas de haters que cada día vomitan sus palabras malolientes contra los de izquierdas, los de derechas, los machistas, las feministas, los católicos, los musulmanes, los gays, los heteros, los que aplauden o no aplauden el cambio climático o la agenda 2030, los veganos, los carnívoros, los amantes o no amantes de los perros… Tal vez lo que sucede es que lanzarse a la yugular de algunos está bien visto, un pecadillo de nada, una broma, una inocente provocación. Mientras que hacerlo contra las ideologías intocables del momento son pecados mortales que merecen un infierno eterno.

Jacques Audiard (el mismo que dijo que el español “era un idioma pobre porque lo utilizaban los inmigrantes”), y que hasta ese momento no había tenido más que palabras elogiosas para la actriz, hizo leña del árbol caído: “Sus comentarios son odiosos. Hay cosas que son imperdonables”. ¡Caramba! En Europa, aunque no nos guste o aunque tardemos, las palabras y las conductas son perdonables, porque la cultura a la que pertenecemos tiene como pilar y cimiento el perdón. Se ve que la nueva inquisición cree en la eternidad de las condenas. Por otra parte, algunos partidos políticos, que tanto habían jaleado su candidatura por el hecho de que Karla era un personaje activo en el mundillo LGTBI, la han condenado ipso facto y no han querido saber nada de ella, incluido el ministro de cultura español. Y ahora llegan las preguntas: “Si Karla era una actriz de talento, merecedora de un importante premio, deja de serlo por el hecho de que opine groseramente en contra de los musulmanes? ¿Si en lugar de lanzar improperios contra los musulmanes los hubiera lanzado contra los cristianos, no esgrimiríamos el derecho a la libertad de expresión, como así recientemente ha ocurrido? ¿Quién va a ver una película espera encontrarse ante una obra de arte o ante unos cineastas que, en su vida privada, escriben, piensan y dicen lo que en cada momento hay que escribir, pensar y decir? 

Si de algo podemos aprender de este y otros casos es que las opiniones no siempre son respetables (de hecho sabemos que muchas veces de respetables no tienen nada) Pero las personas sí que lo son. Esa debe ser la diferencia. La cultura de la cancelación pretende que las personas dejen de ser respetadas, si sus opiniones no concuerdan con los grupos de poder y las ideologías que en cada momento establecen lo que es o no es correcto.  

         No tenía ni idea de esta actriz hasta que se generó esta polémica. Ahora en el fondo, me da un poco de pena esta mujer condenada al vacío y a la nada. Pero me da más pena de los que la aplaudieron a rabiar dos días antes y no la han sostenido ni durante cinco minutos. ‘Asín’ es el mundo, que decía el otro.

         Y termino con una línea del periodista Rafa Latorre, y que creo que puede resumir perfectamente todo este caso de Karla Sofía Gascón y de los premios en general: “Si un premio artístico te lo pueden arrebatar por cuestiones políticas, cuestiones políticas pudieron convertirte en candidato”.



















martes, 4 de febrero de 2025

Gregorio Fernández y Martínez Montañés: “La madera se hizo Carne”

  


                Hasta el 2 de marzo seguirá abierta la exposición de arte “Gregorio Fernández-Martínez Montañés, el arte nuevo de hacer imágenes”, en la catedral de Valladolid.

                Para ser precisos, no estamos ante el encuentro de los dos escultores más importantes de las llamadas escuela castellana y escuela andaluza, sino ante los dos más grandes imagineros. Y esta sutileza del lenguaje nos mete de lleno en el corazón y el sentido de la exposición. Los imagineros crean imágenes sagradas que mueven a la devoción.

Tanto uno como otro artista han creado prototipos tan duraderos que al creyente o al cofrade de estas tierras le resulta difícil pensar en Jesús, en María o en los santos más importantes de la Iglesia Católica sin acudir a las imágenes salidas de su gubia.  

                Gregorio Fernández (1576-1636), aunque nacido en Sarria-Lugo, creó su obra en Valladolid; Martínez Montañés (1568-1649), nacido en Alcalá la Real-Jaén, lo hizo en Sevilla. Nunca se conocieron. Probablemente, el uno nunca oyó hablar del otro ni de su trabajo. Y sin embargo, en el universo católico en el que ambos vivieron, llegaron a soluciones artísticas muy parecidas, aun manteniendo su propio estilo y su propia personalidad que los hace únicos.

                La muestra de Valladolid no es un combate de gigantes, sino un diálogo de dos cimas de la escultura. No se trata de comparar, para que el público examine y dictamine quién es el mejor. La muestra es una ocasión única para disfrutar del encuentro de los más señeros artistas de su momento, y cuya obra sigue viva en catedrales, parroquias y museos. Y no solamente sigue viva, sino que sigue inspirando a otros artistas desde hace tres siglos.

                A ambos se les adscribe al llamado “naturalismo barroco” que pretendía copiar el natural, sin idealizaciones exageradas. El naturalismo reproduce el cuerpo humano, sin la complicada red de geometrías y mediciones a las que el renacimiento había sometido a la escultura. Para que las imágenes ganasen en ‘naturalidad’, Gregorio Fernández, por ejemplo, se sirvió de postizos de uñas de asta de toro, dientes de marfil o hueso, ojos de cristal, etcétera. Pero lo que es característico del naturalismo es la distancia frente a la fría perfección renacentista o a las antinaturales posturas manieristas.

                Los imagineros del naturalismo también buscan una cierta idealización en los rostros de las imágenes sagradas, pero les dotan de alma, de bondad, dulzura, compasión, de un sufrimiento o de una bondad que los humaniza. De ahí que quien contempla las imágenes, fácilmente se siente interpelado, conmovido, movido a compasión, animado a la piedad y espoleado a la plegaria. Nadie se arrodilla delante del David o del Moisés de Miguel Ángel, por muy perfectos que sean, pero sí lo hace delante de un Ecce Homo, un  Yacente o una Piedad de Gregorio Fernández.

                San Juan escribió que el “Verbo se hizo se hizo Carne”. Esta exposición de arte nos enseña que “La madera se hizo Carne”. En la humildad de un tronco de árbol, el imaginero con su gubia ha creado un Dios humano, una Virgen María que sufre, unos santos que invitan a la imitación y “a zaga de su huella”. Frente a los materiales nobles, en mármol o bronce, de la escultura grecorromana o renacentista, se levanta humilde, humana, palpitante, la escultura en madera policromada.

                Hablaba al principio que estos dos imagineros llegaron a soluciones parecidas. Esto fue posible porque ambos pertenecieron a un ámbito religioso concreto, a una devoción  compartida,  y dependieron de unos mecenas que demandaron motivos semejantes. Ambos artistas fueron tocados por ese “plus de genialidad que se apodera del artista cuando se enfrenta a una obra sagrada”.

                Para entender todo esto no hay que olvidar un acontecimiento trascendental que había tenido lugar unas décadas antes: la celebración del Concilio de Trento, que tuvo como objetivo la definición de la doctrina Católica frente a la Reforma Protestante. En el campo del arte, el Concilio tridentino tuvo repercusiones transcendentales que se notaron sobre todo en los países católicos del sur de Europa. La Reforma Protestante había negado el papel importante de la Virgen María y la validez de los santos como intercesores ante Dios. Una masacre iconoclasta acabó con las imágenes en los templos reformados. La reacción de Trento y de toda la Europa católica fue justo la contraria: las imágenes eran válidas para acercarnos al misterio sagrado. Se redobló el valor de la Virgen y de los santos. Hubo un momento en que ya no había paredes para colocar tanto santo. Catedrales y  hasta la más pequeña parroquia rural se llenaron de imágenes de madera policromada. Los artistas no daban abasto, y cada ciudad o villa competía para contar con los imagineros más renombrados.

                Un fuego sagrado se apoderó al mismo tiempo de la religiosidad de las gentes del momento. No era suficiente con entrar en una iglesia para arrodillarse delante de un Crucificado o de una Dolorosa: había que sacar las imágenes fuera de los templos, para mover y conmover a quienes las contemplaran a su paso por calles y plazas. Cofradías, asociaciones y fieles parroquianos organizaban procesiones para honrar a patronos o celebrar las fechas más importantes del calendario católico. Un caso único fue el de las procesiones con motivo de la Semana Santa que movilizaban a miles de cofrades y penitentes por toda la ciudad. Hasta el momento actual los grandes grupos escultóricos que Gregorio Fernández creó para Valladolid siguen recorriendo las calles de la ciudad cada Jueves y Viernes Santos.

En la muestra que nos ocupa podemos admirar uno de los pasos más logrados, El Descendimiento de la Cruz. Al creyente, al transeúnte, se le invita a meterse de lleno en esta Pasión. Pasión en su doble sentido de sufrimiento y de amor. Y en este juego del bien y del mal, cada uno debe tomar partido: o bien unirse a los que acompañan a Cristo en su sufrimiento (María, Juan, la Magdalena, Nicodemo, Arimatea…) o bien identificarse con los Judas traidores o los sayones que sin piedad torturan a Jesús.

                La muestra está compuesta por unas setenta piezas. No sólo esculturas, también pinturas, documentos, pila bautismal o lauda sepulcral, etc. Obras llegadas de Valladolid, Sevilla, Jaén, Granada, Santiponce, Alcalá la Real, Medina de Pomar, Alfaro, Cádiz, León, Tudela de Duero, Astorga, Nava del Rey, Jerez de la Frontera, Arévalo,  Palencia, Córdoba, Badajoz. La exposición nos muestra algunas obras maestras que aparecen en cualquier manual de arte barroco. Difícil olvidar algunas de ellas: El Ecce Homo, el San Bruno, el Santo Domingo de Guzmán, las Inmaculadas, El Yacente, el San Jerónimo penitente, los San Josés, los Santos Juanes, el relieve de San Juan en Patmos, el San Cristóbal, los Crucificados, la Lactación de san Bernardo, La Piedad, los Orantes…

                La Fundación Edades del Hombre, que está bien experimentada en estas lides, ha sido la encargada de organizar y montar este encuentro de dos genios. Las naves austeras de la seo vallisoletana y algunas capillas nos van mostrando uno a uno los capítulos de este diálogo: desde los precursores al triunfo del naturalismo; desde la fidelidad a los ideales de Trento y la creación de modelos de María o de los santos, hasta el trabajo conjunto de escultores y policromadores, para terminar con la influencia que algunas imágenes de estos dos imagineros han tenido en sus seguidores.

                Por ello, al final de la visita se tiene la sensación de que no hemos asistido a un capítulo excepcional de arte hispano, sino a una hermosa liturgia del mensaje cristiano: la redención de la humanidad por Jesús, el papel de María en la historia de la salvación, las huellas dejadas por los hombres y mujeres que en cada siglo actualizaron el Evangelio (San José, San Juan el Bautista, San Juan evangelista, San Pedro y San Pablo, San Cristóbal, San Miguel, Bruno de la Cartuja, Teresa de Jesús, Domingo de Guzmán, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola… ). El mensaje cristiano se hace presente y actual, real y ‘natural’. Y  no sólo para los creyentes, sino para los amantes de la belleza y la historia que no quieren obviar ni olvidar este hecho cultural europeo.

                Este diálogo entre Gregorio Fernández y Martínez Montañés, dos humildes creyentes, dos maestros de la escultura en madera policromada, se ve de forma clara y hermosa en una capilla de la catedral vallisoletana, lo que demuestra una vez más que la belleza de lo sagrado es también ‘buena noticia’ e invitación a la compasión y a la bondad. En esta capilla, han colocado el Cristo Yacente de Medina de Pomar-Burgos (Gregorio Fernández) y las figuras orantes de Guzmán el Bueno y María Coronel, llegadas del Monasterio de Santiponce-Sevilla y que son obra de Martínez Montañés. Ante un Cristo muerto y piadosamente colocado en el sepulcro, ante el rostro humano de un Dios torturado hasta la muerte, solo cabe el recogimiento, la adoración y la plegaria de los creyentes. Esa es la actitud de los orantes Guzmán el Bueno y María Coronel. Y esa en la actitud de algunos visitantes que en esta capilla –verdadera capilla ardiente- inclinan la cabeza, acercan sus dedos a la carne dolorida de Cristo o hacen la señal de la cruz.






















Nota: El autor de las fotos (salvo la del Yacente) es José del Pozo




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